domingo, 27 de octubre de 2024

ALBO

Uno no puede tener por menos que una cierta satisfacción cuando el tiempo acaba dándole la razón en ideas y costumbres que ha mantenido a lo largo de muchos años, en este caso, toda una vida.

El primer coche que compré allá por 1973, un SEAT 127, era blanco. No le compré yo directamente, sino a través de un tío mío que tenía contactos en la SEAT y que le obtuvo con un buen precio a pesar de que a él no le gustaba el color blanco. Era el que le ofrecieron, merecía la pena por el precio y la entrega inmediata y…

Las modas van y vienen en muchos aspectos de nuestras vidas y el color del coche no deja de ser uno de ellos. No siempre que la gente se compra un coche puede elegir el color y se está un poco a las indicaciones de los concesionarios por la cantidad de cuestiones que rodean a la compra, sobre todo el precio y la disponibilidad. Por ello, es frecuente que los compradores «carguen» con modelos o colores no deseados llevados por la prisa y dejándose convencer por los vendedores, expertos en estos asuntos. Las mentirijillas piadosas, en forma de pros y contras, acaban por derribar nuestras defensas.

No ha sido mi caso. Hay otra entrada antigua en este blog que habla también de este asunto y que no voy a indexar porque algunas de las cosas que allí se trataban van a ser traídas a colación de nuevo. Allí escribía… «Desde entonces he tenido nueve coches y todos ellos blancos, lo que no siempre ha sido fácil. Por uno de ellos tuve que esperar cerca de tres meses hasta que lo fabricaran especialmente para mí pues la marca y el modelo —Citroën Xsara— había retirado el blanco como color posible en la fabricación de este modelo. El vendedor, gran amigo mío, trató hasta la extenuación de convencerme de pedir otro color, pero me mantuve en mis trece y le dejé claro que blanco o me iría a otra marca. Sigo yendo por su taller y algunas veces me lo recuerda…

Por ello, cuando hace unos días leía en el diario «El País» el artículo cuyo titular encabeza esta entrada, no pude por menos de sentir una cierta satisfacción de que mi manía por el blanco ha vuelto y se está imponiendo en los últimos años. Blanco, normal, sin metalizados, nacarados, perlados u otras zarandajas. En el artículo se puede leer…

El blanco no siempre ha sido la primera elección, pero es popular por su neutralidad y bajo coste. Por ejemplo, en España, el porcentaje de coches blancos en 2001 era solo del 8,6%, en 2010 subió al 23,6% y en 2020 ya suma el 53% del total.

¡En 2020 la mitad de los coches eran blancos! No sé si creérmelo. Me gustaría saber cuál era el porcentaje de coches blancos en 1973 pero si en 2001 era solo del 8,6% nos podemos imaginar. Por aquella época empezaban los colores metalizados e incluso había algunos ciertamente estridentes como el color butano que tenían los primeros Renault-5. Como dice el refrán y nunca mejor aplicado que a este asunto «para gustos hay colores».

Como se menciona en el artículo referido, que no sé si seguirá estando disponible en la web del periódico o, si lo está, será accesible sin ser suscriptor, el color blanco tiene aspectos a favor y en contra que conviene considerar: no es mi caso porque blanco, blanco y solo blanco, pase lo que pase. Por ejemplo, en aquella época, 1973, los parachoques de los coches eran verdaderas vigas de hierro, color metal, mientras que luego se impusieron los plásticos —grises o negros— que están volviendo dada su practicidad y capacidad para absorber los golpes en caso de accidente.

Pero a buen seguro estoy confundido. En la ceremonia de la entrega de los premios Princesa de Asturias que ha tenido lugar en Oviedo esta semana, todos los coches que llevaron a los premiados y a los miembros de la Casa Real eran de un color intensamente negro. Entiendo que el negro es más señorial y elegante, pero cuando yo voy conduciendo mi coche no voy viendo especialmente su color. Y, además, tendrán estas autoridades empleados que los mantengan perfectamente limpios y aseados. Yo sigo con mi blanco que encubre (algo) más la suciedad y el polvo, aunque los rayones y desconchones saltan  más a la vista que en los coches oscuros.

Cuando decido cambiar de coche, vendo el mío por mi cuenta y mis medios. Normalmente trato de tenerlos cuidados, duermen en garaje casi todos los días del año salvo cuando estamos de vacaciones o puentes. Paso las revisiones oficiales rigurosamente. Con ello puedo arañar algunos eurillos más, amén de hacer un favor al comprador, muchas veces amigo o conocido, que se queda con un vehículo sin trampas ocultas, lo que no garantiza que aparezcan, pero con esa salvedad hago la venta. Una cosa que no conocía es que al parecer el blanco es un color inofensivo con cierto atractivo para los compradores de coches usados.

Cómo resumen de ventajas se podría decir de forma rápida que… son más baratos en la compra, son más fáciles de limpiar, son más visibles en la carretera, absorben menos el calor del sol y son por lo tanto más frescos, son más fáciles de mantener en cuestiones de chapa y pintura, mantienen mejor su valor, el polvo es menos visible, el seguro cuesta algo menos… En fin, alguna ventaja más habrá. Como voy a seguir en mis trece de seguir adicto al blanco, no quiero conocer las desventajas. Ojos que no ven, corazón que no siente.

La estadística ha demostrado machaconamente que los coches blancos, y claros, tienen menos accidentes que los oscuros. Reflejan la luz, natural o artificial, mucho más, lo que deriva en una mayor visibilidad por otros vehículos o peatones. Una vez más, lo bonito choca con lo práctico. Por otro lado, pasan los años y aunque el coche esté muy expuesto a los rayos solares, la pintura no se degrada, cosa que si ocurre, por ejemplo, en los vehículos de color rojo, por ejemplo.

La arruga es bella, el blanco ha vuelto como uno de los colores en boga para vehículos, con lo que yo, que siempre tuve uno blanco, me he puesto a la moda sin hacer nada.




 

domingo, 20 de octubre de 2024

INSOPORTABLES

Hay semanas en que me pilla el toro y llega el domingo por la mañana sin tener algún texto para publicar en el blog. Esta semana, con muchos líos y compromisos, ha sido una de ellas. Así que, vagueando un poco, voy a reproducir aquí un texto que me parece interesante, con alguna reflexión al final.

No he conseguido encontrar un autor fiable para este texto, por lo que no puedo mostrar mi agradecimiento. El texto es el siguiente:

 

ORACIÓN PARA NO SER INSOPORTABLE

 

Señor, Tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo y que un día seré más viejo.

No permitas que me haga charlatán y sobre todo adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.

Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.

Que sea pensativo, pero no taciturno, solícito, pero no mandón.

Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda, pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.

Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles, dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de los años como también mi gusto por recitarlos.

Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocado.

Mantén en mí una razonable dulzura. No quiero ser un santo, (es difícil convivir con algunos de ellos), pero un viejo amargado es una de las Obras Supremas del Diablo.

Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna.

Amén.

Aunque por su comienzo pudiera tener unos tintes religiosos, la aplicación de las frases a nuestra vida diaria puede dar lugar a mucha reflexión personal acerca de nuestra manera de comportarnos. Con los años, las cosas y las formas van cambiando sin que muchas veces nos demos cuenta y sin que los demás nos muestren sus pensamientos y opiniones acerca de nosotros, por educación, respeto o vaya Vd. a saber por qué.

Está claro que hay que irse adaptando a los tiempos, pero eso puede chocar de frente con nuestras manías, arraigadas a lo largo de los años. No está mal tener manías, pero siempre con el cuidado de que no afecten a nuestras relaciones y lleguemos a ofender a los demás hasta hacernos insoportables. Muchas veces nos damos cuenta, a poco que reflexionemos, que ciertas actuaciones han estado muy fuera de lugar. Es verdad que algunas veces, de forma esporádica, nos superan  y pueden no tener importancia, pero los círculos de amistades y contactos se suelen ir reduciendo a medida que pasa el tiempo. Deberíamos poner cuidado para no generar rechazo a la larga.

Nos podemos volver exigentes y egoístas, con comportamientos desquiciantes, con pérdida de educación que achacaremos a nuestro fuerte carácter pero que los demás no tienen porqué aguantar, lo que al final provocará nuestro aislamiento. La paciencia de los demás tiene sus límites y si la minamos poco a poco iremos forjando nuestra incomunicación. Es verdad que puede haber presencia de algún tipo de deterioro cognitivo, pero ese es un asunto de carácter médico a tratar de otra manera.

Puede parecer que estas reflexiones van enfocadas a personas mayores, pero no está demás que los menos mayores vayan poniendo sus barbas a remojar. Este mundo loco y acelerado provoca numerosas situaciones sobre las que conviene reflexionar antes de dar un paso o tomar una decisión. Por ejemplo, la frase «Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocado» es aplicable a todo tipo de personas y situaciones. Quién no tiene un amigo o amiga al que al final acabas dejando por imposible porque sabe de todo, habla de todo, conoce de todo y hay creer su información a pies juntillas como si hablara ex cátedra.

Groseros, socialmente insoportables, desagradables... en nuestra vida diaria. Claro, si es nuestro jefe en el mundo laboral no tenemos más remedio que aguantarnos o buscarnos otro trabajo. Si es en nuestra familia cercana… resignación y adaptación. Pero si es el mundo de las relaciones externas y amistades… cuanto más lejos mejor.

ADICIÓN

Tras la lectura, mi buen amigo Manolo, incondicional seguidor de este blog, me hace llegar la siguiente frase para reflexionar que al parecer tenían en la familia de la actriz Katharine Hepburn: «Escucha el canto de la vida».