domingo, 11 de mayo de 2025

CHULETAS


 Nunca se me olvidará la imagen de mi padre escribiendo a todas horas y por todos lados: agenda de teléfonos, diario, notas varias… Otra cosa no será, pero papeles escritos tenía por doquier. Algunos conservo, muy curiosos. Muchas veces me ha dado por pensar si mi padre hubiera nacido cincuenta años más tarde y hubiera dispuesto de ordenadores como nosotros ahora, no hubiera ganado para discos duros en los que almacenar tanto papeleo. Es verdad que las notas escritas ocupan poco y que lo que más llena nuestro almacenamiento electrónico hoy en día son las fotografías y los vídeos.

Hablando hogaño en términos del deambular diario, llevamos encima dos cosas que se nos antojan fundamentales: la cartera y el teléfono móvil. Especialmente cuando estamos fuera de casa, estos dos objetos nos facilitan la vida hasta puntos insospechados, que solo descubrimos si en algún momento los perdemos o nos los roban.

Se estima que en España roban alrededor de 250.000 móviles anualmente, según los datos de las autoridades españolas, y es en los meses de verano cuando aumenta el volumen de hurtos con la proliferación de los eventos masificados al aire libre, como los festivales de música. Durante el pasado verano se detuvo a un grupo especializado en el robo de dispositivos móviles, al que se le incautó cerca de un centenar de teléfonos robados a los asistentes del festival de música Summer Story (Arganda del Rey, Madrid). En esta línea, la Policía Foral de Navarra confirmó que en 2024 el robo de móviles volvió a ser el delito estrella de los Sanfermines. Los datos de los Mossos d'Esquadra, por su parte, indican que solo en Cataluña roban un promedio de 168 dispositivos móviles al día.
Los delincuentes ya no roban solo por el valor del móvil en sí, sino por el acceso al contenido que en ellos se acumula; contienen direcciones, números de teléfono, datos confidenciales, tarjetas de crédito, aplicaciones sanitarias, además de fotos, vídeos y otros elementos de valor emocional; información personal sensible que puede causar graves perjuicios si cae en manos inapropiadas.
En el caso del teléfono móvil no solo estamos hablando de que nos lo roben, sino que otras situaciones pueden dejarnos incomunicados telefónicamente, aunque eso quizá hoy en día sea lo de menos, porque utilizamos el teléfono para múltiples cosas aparte de llamar: pago en comercios, wasaps con familiares y amigos, consulta del correo electrónico, aplicaciones bancarias, notas, agenda, citas médicas, medicamentos… El teléfono puede quedar inoperativo por mil razones: robo, pérdida, caída y rotura, bloqueo por teclear mal el PIN… Cada uno tendrá sus experiencias. La mía más estrambótica es llevar el teléfono en el bolsillo de la camisa, agacharme en un escusado, caérseme y verlo desaparecer sin saber nunca más de él.

Esta semana me han contado un caso de indisponibilidad del teléfono muy curioso. En una reunión familiar, se deja el teléfono en la mesa de manera despreocupada y cuando al rato se intenta utilizar está bloqueado: el PIN con el que está protegido no funciona. Al parecer un sobrino se hizo con él y estuvo trasteando… Lo tenemos, no lo hemos perdido, no nos lo han robado, no se ha roto, funciona… Bloqueado no nos sirve de nada, necesitamos el famoso PUK para desbloquearlo y volverlo operativo. ¿Tenemos el PUK? ¿Dónde? ¿Lo llevamos encima?

El asunto se puede complicar en el caso de que lo hayamos perdido sin posibilidad de recuperarlo o nos lo hayan robado. En este caso necesitamos los IMEI’s para llamar a nuestra compañía y bloquear el teléfono para que no lo puedan utilizar: llevamos muchos datos personales y posiblemente sensibles en él. Doy por descontado que lo llevamos protegido con PIN, contraseña, patrón, clave, huella dactilar o similares, pero los malos acaban saltándose eso con cierta facilidad.

El otro objeto del que he hablado y que llevamos encima es la cartera. Cada uno es muy libre de decidir que lleva y no lleva en la cartera y, por extensión, en el bolso, especialmente las mujeres. Al ir a pagar en algún supermercado he visto carteras con tarjetas hasta decir basta. Comentarios aparte, un asunto sensible aparte de la documentación personal — DNI, carnet de conducir, acceso a la empresa, etc. etc. —. son nuestras tarjetas de crédito. Si pagamos con el teléfono… ¿las llevamos también en la cartera? Respuestas habrá para todos los gustos, pero me temo que la generalidad es que sí. Si nos roban o perdemos la cartera, un asunto de cierta inmediatez sería el llamar a nuestro banco y anularlas para evitar males mayores.

Normalmente, cuando nos identifiquemos telefónicamente en nuestro banco, o bancos, allí conocerán nuestros números de tarjetas y podrán bloquearlas todas, pero será mucho más efectivo si nosotros les indicamos los números. ¿Los tenemos disponibles? ¿Dónde? ¿En algún sitio? ¿En casa? ¿Tenemos disponible el número o números de atención al cliente de nuestros bancos para poder llamar? Y eso cuando no nos hayamos quedado, también, sin teléfono.

Una posible solución a estos asuntos es llevar tanto en el teléfono como en la cartera una nota o notas con estos números sensibles para poder reaccionar en caso necesario. La imagen que encabeza esta entrada es un ejemplo del sistema que yo utilizo para llevar un registro de los teléfonos de atención al cliente y los números de tarjetas bancarios: en un papelucho por la cartera y además en una imagen en el teléfono. Este mismo sistema lo podemos utilizar para los PUK’s y los IMEI’s antes aludidos y, por qué no, para llevar algunos teléfonos sensibles de familiares o sitios porque ya no nos sabemos de memoria ni el nuestro: nos confiamos a la agenda del teléfono, de forma que, si no lo tenemos disponible, aunque otra persona nos preste el suyo no podremos llamar por desconocimiento del número.

Pero claro, llevar anotaciones en claro en papeles o imágenes es un peligro. Algo hay que hacer para enmascarar estos datos —un técnico diría cifrar o encriptar— con algún mecanismo o clave que nos permita a nosotros recuperar la información, pero a nadie más.

Dando una vuelta de tuerca a todo este asunto, lo suyo sería no tener información en el teléfono o en la cartera y ponerlo en la NUBE. Con nuestra cuenta y clave de acceso a la NUBE podríamos recuperar la información necesaria siempre que nos presten o tengamos a mano algún dispositivo que nos permita acceder. Eso sí, yo seguiría insistiendo en utilizar algún tipo de cifrado o encriptación porque nunca nos podremos fiar, tampoco, de la NUBE. Lo más sencillo que yo utilizo es un fichero comprimido de tipo «.zip» protegido por una contraseña memorizada. Eso sí, tendremos que tener en el teléfono una App que nos permita abrir este tipo de ficheros para ver su contenido.