domingo, 18 de mayo de 2025

PERSONALIDAD


La tarde del 8 de mayo de 2025, a las 18:08, el humo blanco ascendía a los cielos romanos desde la Capilla Sixtina… ¡Fumata blanca! ¡Habemus papam! El cardenal estadounidense de nacimiento y peruano de adopción Robert Francis Prevost, de sesenta y nueve años, resultó elegido como nuevo Papa que ejercerá su pontificado bajo el nombre de León XIV.

A lo largo de mi dilata vida laboral, que se ha extendido por algo más de cincuenta años, nunca he tenido responsabilidades que incluyeran la gestión de personas. Aunque he tenido varias oportunidades de ascender a puestos directivos, siempre he renunciado a ellos, algunas veces con el acarreo de serios problemas porque nunca está bien visto por tus jefes que no te quieras implicar en cuestiones para las que ellos piensan que estás capacitado.

Una vez que estuve a puntito de aceptar un cargo, pero ocurrió una cosa mientras lo estaba pensando que me hizo desistir. Un compañero de trabajo, relativamente reciente en el departamento, había sido un alto cargo en otra empresa. Llegó un momento en que no aguantaba más y pidió una excedencia para alejarse de aquella maldición y recuperar su vida y su alegría, recalando en el mismo departamento en el que yo laboraba, como empleado de base, al igual que yo. Llegamos a intimar bastante y cuando se enteró de que estaba sopesando el aceptar un ascenso, me hizo una terrible confidencia: «si finalmente decides aceptar el puesto, dado tu carácter, te recomiendo muy encarecidamente que hagas uno o varios cursillos acelerados de, vamos a ser educados, cabroncete». Lo que realmente me dijo, lo recuerdo bien, fue de HDP.

Al final renuncié. Ello propició que otro compañero del departamento, con el que llevaba ya varios años trabajando y con amistad fuera del trabajo, fuera ascendido al puesto. No voy a entrar en comentarios detallados, pero la complicidad y camaradería que habíamos compartido en lo profesional y lo personal quedó truncada de raíz. El cambio fue radical, lo que me hizo pensar en que quizá él si había seguido un cursillo acelerado de HDP.

La personalidad es uno de los constructos más importantes empleado en el mundo de la psicología. Si bien los estudios de personalidad no se prodigan, sus resultados son muy interesantes. Lo de no prodigarse quizá sea debido a su complejidad: una acción muy empleada es empezar por estudiar los resultados del test MMPI —siglas en inglés del Inventario multifásico de personalidad de Minnesota—. No es el único, aclaro: 16FP, Millon, Salamanca… son otros sobre este asunto de la personalidad. EL MMPI, test completísimo y el más utilizado, contiene más de quinientas cuestiones —567 preguntas con respuestas de [V]erdadero o [F]also— y por lo general se necesita alrededor de una hora y media para su relleno. Pero las respuestas que normalmente la gente facilita se basan más en la llamada «deseabilidad social» —lo que quiero que piensen de mí— que en la realidad, por lo que son necesarias comprobaciones exhaustivas a posteriori mediante entrevistas. Como digo, costoso, complicado y muy laborioso.

Como todo en esta vida, las actitudes pueden derivar en trastornos. La personalidad no está exenta de ellos: paranoide, esquizoide, esquizotípico, antisocial, histriónico, límite, narcisista, dependiente, obsesivo-compulsivo, pasivo-agresivo, bipolar, de evitación… La lista nunca se acaba porque a medida que pasa el tiempo se van añadiendo más y más. Pero sin tener que llegar al trastorno, la personalidad y el carácter se ven afectados por el entorno y las experiencias a lo largo de la vida. Aunque no nos lo parezca, cambiamos, sí, cambiamos, y mucho. Es probable que a nosotros mismos no nos dé esa impresión, que somos los mismos, pero los que nos rodean e interactúan con nosotros observarán nuestros cambios, especialmente en los ambientes familiares y laborales. Tendríamos que hacernos un estudio de la personalidad de vez en cuando…

¿Qué tiene que ver todo esto con el reciente nombramiento del Papa? En el libro de Eric Frattini titulado «Cónclave. La Iglesia después de Francisco» y publicado en estos días de mayo de 2025 tras la muerte del Papa Francisco, se puede leer el siguiente párrafo, atribuido al Papa Pablo VI tras su elección como tal en un ya lejano 1963: «La sensación de soledad se vuelve completa y abrumadora. Mi deber consiste en trazar planes: decidir, asumir toda la responsabilidad de guiar a los demás, incluso cuando esto parezca algo ilógico y puede que hasta absurdo. Y sufrir a solas… Solo estamos Dios y yo».

A la persona Robert Francis Prevost le ha cambiado la vida, radicalmente, una tarde de mayo de 2025 cuando aceptó resignado su nombramiento. Su personalidad y su carácter forjado a lo largo de sus sesenta y nueve años por sus experiencias en la vida ya no son iguales. No dormirá en la misma cama, no tendrá sus rutinas a diario, no hablará con las mismas personas, tendrá que tener mucho cuidado con sus palabras y sus acciones, le lloverán los problemas porque no olvidemos que es el jefe de Estado del Vaticano, no solo para aspectos meramente religiosos sino también civiles. El mundo que le rodeaba hasta hace unos días ha desaparecido como por arte de magia para dar paso a otro muy distinto que afectará a su personalidad y a su carácter. No hay ninguna garantía de que siga siendo el mismo que antaño. Y por mucho que él lo intente, lo más probable es que le resulte imposible.

El mencionado libro de Eric Frattini es un compendio de la vida en el Vaticano del papa Francisco tras su nombramiento en 2013. Maremía… las situaciones que en él se describen y que parecen tan verosímiles como escalofriantes. Y seguirán repitiéndose con el nuevo Papa que tendrá que adaptarse y lidiar con ellas o, esperemos que no, renunciar. Es muy joven.