domingo, 31 de enero de 2010

JUBILACIONES

Llevan mucho tiempo diciendo que no es necesaria ninguna reforma laboral. Llevan mucho tiempo diciendo que el sistema de pensiones está garantizado hasta no sé qué año y que goza de buena salud. La gran cantidad de nuevas afiliaciones de trabajadores de los últimos años han conllevado unos sustanciosos ingresos a sus arcas. Pero es lo de siempre, “donde dije digo Diego”. En los últimos días se han descolgado con una propuesta, solo es una propuesta pero que peligro tiene, que aboga por alargar la fecha de jubilación dos años, pasando de los sesenta y cinco de toda la vida a sesenta y siete.

Tras mucho tiempo sin reunirse ni establecer “peoras”, que es lo único que al parecer saben hacer, los agentes sociales están a punto de iniciar nuevas reuniones para decidir el futuro de los trabajadores, en un clima pretendido de consenso y entendimiento. Difícil es esto si lo único que se pone de forma básica encima de la mesa de negociación es que es necesario el despido libre. Huele a falta de imaginación y para distraer el ambiente desde el propio Gobierno, que tiene sus ideas, se lanza la cortina de humo del retraso en la edad de jubilación. Una corta conversación con mi buen amigo José María saca a colación mucha enjundia tras estas decisiones. Solo a modo de documentación, por si no lo hemos pensado, los trabajadores estamos representados por los sindicatos, que se desvelan por nosotros.

Parece que la sociedad se dedica a cultivar los contrasentidos. En unos momentos en que el paro avanza a marchas forzadas, que las relaciones laborales modernas deterioran la convivencia y endurecen las condiciones de trabajo, que el ritmo de vida ha colocado a los trabajadores a muchos minutos de distancia entre su residencia y su puesto laboral, que el empleo se precariza por empresarios aprovechados de la situación ofreciendo salarios propios de una esclavitud, que surgen nuevas formas de acoso laboral para conseguir fines de forma ilícita, que muchas empresas están prejubilando a sus trabajadores con poco más de cincuenta años e incluso menos, que existe poca ilusión por el trabajo bien hecho y con vistas al futuro, que mucho ordenador pero las cosas no van mejor que antes, que …., que …., que…. van y se nos descuelgan, nada menos, con retrasar dos años la edad de jubilación.

Cada cual pensará como le afecta o le puede afectar esta medida si es que tiene suficientes conocimientos para ello. Por de pronto la jugada, básicamente, es perfecta. Retraso dos años el inicio del pago de pensiones para un montón de personas y a la vez estas mismas personas me están ingresando las cuotas. Repito, jugada perfecta. Luego está la realidad de los estudios que dicen que la edad de jubilación efectiva, sin contar las prejubilaciones, está en torno a los 63 años. Claro, es que desde los sesenta podemos optar a la jubilación anticipada, eso sí, con una merma importante en la pensión que nos va a quedar. Pero muchos trabajadores están tan desesperados por las condiciones personales y laborales en su ambiente de trabajo que prefieren dejarlo aún a riesgo de ver disminuidos sus ingresos en lo que les queda de vida.

Las muestras de apoyo de los de la “voz de su amo” argumentan cuestiones tan peregrinas como que la esperanza de vida se ha prolongado muchos años, como queriendo dejar a entender que no es justo que estemos cobrando tantos años la pensión después de jubilarnos. Pero no dicen cosas como que antiguamente muchas personas empezaban a cotizar con catorce años y se daba el caso de jubilarse a los sesenta y cinco con más de cincuenta de cotización. Hoy día la edad de acceso al mercado laboral está muy por encima de esa cifra y no es frecuente una cotización continuada y constante en el tiempo, ya que las formas de trabajo han cambiado. Pero seguimos en la injusticia de que lo que computa para el cálculo de la pensión son los quince últimos años cotizados. Con esto hay personas que manejan bien este extremo y parece que solo han trabajado desde los cincuenta a los sesenta y cinco. Pero también en estos últimos tiempos, esas edades son en las que los trabajadores encuentran más problemas para mantener el empleo y la cotización. Triquiñuelas de todo tipo, como por ejemplo los E.R.E.’s a los que muchas empresas se apuntan aprovechando la coyuntura, están minando la cotización de muchas personas, eliminándola o reduciéndola. ¿De qué sirve haber estado cotizando por la base máxima toda la vida si en los últimos quince años no hemos podido mantener este nivel?

Luego hay otras grandes diferencias entre empresarios, autónomos y asalariados a la hora de manejar estas contingencias. Un asalariado no tiene ningún control, ya que su empleador decide una base y abona su importe. Un autónomo puede decidir, por ejemplo, cotizar por la mínima, poco más de 250 euros de cuota, y los aproximadamente 700 euros más que necesitaría para alcanzar la cuota máxima manejarlos a su antojo, invirtiendo, guardándolos en el colchón o lo que sea, pero en todo caso teniendo un control personal sobre su dinero y no dejándolo en manos de gestores que nos pueden sorprender con cualquier decisión a la vuelta de un telediario.

Me he enrolladlo un poco y no me queda espacio para tratar lo que iba a ser fundamental, y es respecto de las prejubilaciones. Los trabajadores en este estado han firmado un contrato de suspensión de empleo con su empresa por la que esta se compromete a unos pagos hasta…. ¿Cuándo?. Lo suyo es que en esos contratos figurara como fecha final el momento de la jubilación, fuera la que fuera. ¿Es esto así?. Parece ser que no. Si lo sabían o no lo sabían las empresas cuando prejubilaban a sus trabajadores no es la cuestión, pero muchos de ellos tienen como fecha de final el día en que cumplen sesenta y tres o sesenta y cinco años. ¿Es Vd. prejubilado? ¿Cuándo finaliza su contrato? Seguramente en una fecha concreta que será su cumpleaños, y en la que teóricamente Vd. debería dirigirse a tramitar el pase a pensionista y empezar a cobrar su pensión. Si esta “propuesta” sigue adelante, ese día dejará de cobrar lo que su antigua empresa le pagaba, no se podrá jubilar, y lo que es peor, tendrá que seguir afrontando un tiempo de su propio peculio las cuotas de la Seguridad Social, para no menoscabar el importe por aquello de los últimos años cotizados. Vamos, que toca empezar a ahorrar para esta nueva contingencia o “mejora” que nos ha llovido del cielo.