domingo, 7 de febrero de 2010

DESIDIA


No sé si es que son los tiempos modernos pero da toda la impresión de que el gusto por el trabajo bien hecho se está perdiendo a pasos agigantados. No es ya que tu jefe o responsable te lo exija y controle, sino que por las formas de trabajo, las prisas, los cometidos o qué sé yo que zarandajas, los propias personas no se preocupan lo más mínimo, a nivel personal, por hacer las cosas medianamente bien.

Esta historia tendría una similitud en aquellos mensajes que alguna vez alguien metía en una botella, la cerraba a conciencia, y, sin destinatario, la lanzaba al mar para que este la llevara a cualquier parte del mundo sin importar si llegaba o no. Algunas de estas historias han tenido un final e incluso en alguna película de corte romántico se ha tratado este tema.

Hace unos días recibía en mi apartado de correos la carta que está reproducida en la imagen que se acompaña. Para preservar un poco el anonimato, no vayamos a incurrir en algún aspecto prohibido de la ley de Protección de Datos, he ocultado el número del apartado con una mancha naranja y el código postal con una mancha azul.

La carta procede del Reino Unido, concretamente de la ciudad de Glasgow. Una de las cosas que daba autenticidad a las cartas era la fecha del matasellos. He buscado sin éxito esa fecha, por todos lados, y supongo que en aras de la velocidad y los tiempos modernos, he sido incapaz de encontrarla, por lo que desconozco si ha venido de forma veloz y eficiente o por el contrario de forma lenta y torpe. En todo caso no va dirigida a mí, sino a una empresa denominada ECOMARINE LIMITED y a nombre de Samoli Liavdi, pues supongo que esto es un nombre, que desde luego queda muy lejos de ser el mío.

Hay que decir que todo el problema está en el origen. La persona o empresa emisora de la carta, cuyo nombre también no es desconocido, ha consignado una dirección inválida, que ahora comentaremos, por lo que puede tener cierta lógica que los servicios de despacho del correo, y las personas que ha intervenido en ellos, hayan cometido el error de mandarla a un sitio equivocado. En el remite solo aparece un texto en inglés que dice que en caso de no poder ser entregada se devuelva a un PO BOX de Glasgow, que es como allí denominan a los apartados de correos.

La localidad a la que va destinada tiene por toda identificación “Cephalonia”. Tengo que reconocer que no tenía ni idea de donde está o que es Cephalonia. En principio debería ser una localidad por lo que faltaría por lo menos el país. Me ha servido para culturizarme un poco y a través del maravilloso mundo de internet averiguar que es una isla Griega. ¿Por qué ha venido la carta hasta una localidad española?.

Puestos a conjeturar, lo más probable es que el empleado de correos escocés, desconocedor como yo de que era Cephalonia, lo haya confundido con Catalonia. Quizá sea un seguidor del Barça o veranea en Cataluña, vaya Vd. a saber, pero lo cierto es que la carta, marcada por un código de barras por arriba y por medio iría a caer en la saca con destino a España. Una vez aquí, los medios mecánicos, que también pueden ser desidiosos, o los medios humanos han hecho caso omiso de otro dato que no sea el código postal, que en este caso coincide con el mío y han encaminado la misiva, esta vez sí de forma eficiente, a la localidad correspondiente.

Pero una vez en el destino, vuelve la desidia. Algún empleado de la estafeta en el momento de hacer la selección por zonas o distritos para el reparto, ha destinado la misma a la zona de apartados, siendo luego otro o él mismo el que ha tenido que coger la carta, leer la dirección y depositarla física y manualmente en la cajita del apartado. Probablemente sea un empleado muy eficiente, que desarrolla su trabajo a gran velocidad y tiene una vista selectiva para enfocar solo lo que le interesa en este momento y que es el número de apartado. Se me ocurre como lógica esta interpretación de los hechos para explicar que tenga esa carta entre las manos.

Ahora hay que tomar la decisión correspondiente. También yo puedo ser desidioso en este asunto y tomar una serie de decisiones que me impliquen más o menos tiempo, dedicación y dinero. La primera que he desechado es “archivar” la carta, que sería la más cómoda. Una segunda opción ya un poco más incómoda es personarme de nuevo en la estafeta de correos y devolver la carta al empleado manifestando que la he encontrado en el apartado y no va dirigida a mí. Podría preguntarle que iba a hacer con la carta y podría contestarme o no, aunque me temo que salvo excepciones y siendo un poco mal pensado sería “archivada”. La siguiente opción que se me ocurre, que ya no solo me costaría tiempo, sino dinero, es meter la carta en un sobre y en la dirección añadir el país, GRECIA en este caso ya que la reemisión sería desde España aunque podría poner eso de GRECIA-GREEK que queda más mono. Con esta última opción la carta probablemente llegue a su destino pero me queda la comezón de no estar haciéndolo bien, ya que soluciono el problema de esta carta pero no de las siguientes si el remitente escocés sigue poniendo mal la dirección.

Así que he tomado otra decisión, que es mandar dos cartas, o sea que me voy a gastar unos eurillos. Una a su destinatario para que el hombre reciba la misiva que está esperando. Lo mismo la considera propaganda y sin abrirla la “archiva”. Otra al PO BOX de Glasgow, con una fotocopia de la carta pidiéndoles que corrijan sus archivos o sus programas informáticos y tengan la precaución de añadir el país de destino y no hagan pruebas de desidia.

Como los mensajes en botella que las olas llevan y traen… ¿Qué pasará con la carta?