domingo, 27 de marzo de 2011

REPUTACION

A lo largo de numerosas entradas en este blog he hecho alusión a mi pensamiento de que por lo general las empresas no son todo lo de fiar que deberían y en nuestras relaciones con ellas debemos de andar mucho cuidado, ya que no valoran con demasiado énfasis los costes ocultos que suponen no tratarnos con la suficiente rectitud y honradez.

Ello hace que los ciudadanos seamos desconfiados en demasía y extrememos los cuidados a la hora de adquirir productos o servicios. En el verano del año pasado realicé un viaje por Inglaterra en el que tuve que alquilar un vehículo. No tuve demasiado cuidado a la hora de efectuar la elección y los trámites y al llegar a recoger el coche me encontré con una sorpresa no prevista: Lo que parecían que iban a ser unas 160 libras esterlinas por el período de alquiler se convirtieron en más de 300. Y no puedo decir en conciencia que me engañaran pero si puedo pensar que hicieron las cosas de tal manera que no resultaran como estaban previstas. El tema no era otro que existe una cosa que en el Reino Unido llaman “CDW-Colision damage waiver” que afecta muy mucho a tus obligaciones con la empresa en caso de tener un accidente. En el caso que relato del año pasado y para hacernos una idea, el importe del CDW que al final suscribí era más alto que el propio alquiler del coche.

Probablemente este año vuelva por allí, un poco más arriba, tratando de alcanzar las tierras altas de Escocia rememorando un viaje que ya hice en 1990, aunque en aquella ocasión llegué hasta allí con mi propio coche embarcándolo en el transbordador desde Santander a Plymouth.

Como el gato escaldado del agua huye, me he tomado mi tiempo y gracias a la maravilla que es internet, he realizado tres simulaciones de contratación que me han dejado perplejo. Dos de ellas han sido con la misma compañía, y más concreto HERTZ en la que por mi profesión se me concede un teórico descuento. Realizada la prospección en Hertz desde España con este teórico descuento y por libre y directamente con su web inglesa, los resultados son diferentes para un mismo coche y un mismo período: con mi descuento desde la web española serían 328 euros mientras que desde la web inglesa serían 281 euros. ¿Lo puedo entender?. Pero voy más lejos y veo que en la versión española me anuncian que han incluido “cobertura PARCIAL de daños por colisión (CDW) y cobertura parcial de daños por robo (RP)”. Sin embargo en la parte inglesa explícita “colisión damage waiver (CDW) and theft protection (TP) included”. No aparece para nada el concepto de “parcial”.

No entiendo esta diferencia ni que me salga más caro con descuento que sin él. Y ello me parece que es debido al porcentaje de “cdw” y “tp” incluidos, que seguramente el empleado te especificará en la ventanilla al llegar allí cuando ya estás atrapado. Hay que decir que estos conceptos son voluntarios, pero en un país diferente y en el que se conduce por la izquierda, el que tengas un accidente es una posibilidad …. posible. Porque tampoco está claro como valorar lo que es un accidente ni su alcance.

Como no me aclaraba, he lanzado otra simulación, son gratis, con una compañía local de alquiler de coches, Arnold Clark. Al llegar al final y para un coche no exactamente idéntico pero de la misma categoría, el total queda tras pasar todo el proceso ha salido la cantidad de 378 libras, más alta que en los otros dos casos. Buscando por todos lados a ver si los dichosos CDW y TP estaban incluidos y en qué medida, solo aparece la siguiente frase: “inclusive of all taxes and insurance” que deberíamos traducir por “incluidas TODAS las tasas y seguros”. Como ando escamado les he dirigido un correo, una nueva maravilla de internet, para que me aclaren esta frase. Y me la han aclarado: está TODO incluido, pero en caso de accidente y no se especifica que se considera un accidente, tendré un cargo extra y único de 500 libras. Si quiero estar cubierto de esta contingencia, tengo que añadir un cargo extra diario de 10 libras.

El año pasado fui de inocente y pagué el pato, digo el cdw. Este año por lo menos intuyo lo que me voy a encontrar y me estoy preparando para ello, aunque me va a costar mis buenas horas de dedicación. Buscando en foros se puede leer todo tipo de “sucedidos” con estos temas y la verdad es que se ponen los pelos de punta, dependiendo de los países y de las situaciones. Una de las cosas que se comentan es que si se ha pagado el alquiler con una VISA ORO, la tarjeta cubre el CDW pero los trámites son tan engorrosos y requieren tanto papeleo que los usuarios recomiendan contratar el CDW y tener un viaje tranquilo.

Las empresas no cuidan su reputación. Ya lo dijo hace muchos años Hesíodo: “Una mala reputación es una carga ligera de levantar, pesada de llevar y difícil de descargar”. Pero como ahora vivimos al día, las empresas y organismos no dan importancia ni cuantifican este bien intangible y no les importa. La empresa de alquiler de coches HERTZ ha perdido un cliente para este año y posiblemente los venideros, porque ya les puse la cruz el año pasado por no ser claros en su relación conmigo, aunque dentro de los miles de alquileres que tengan en todo el mundo, el mío les importe poco. Allá ellos.

Lo peor para el consumidor es que tiene que dedicar un tiempo extra a clarificar sus andanzas en busca de la empresa menos mala, en lugar de buscar la buena. Hay excepciones y en una próxima entrada hablaré bien de nuevo de una que me sigue sorprendiendo: AMAZON, la gran empresa norteamericana de ventas por correo.

sábado, 19 de marzo de 2011

COMPARACIONES


Había pensado titular esta entrada del blog con la palabra “gambarimasu”, desgraciadamente muy de moda en estos últimos días, pero he optado por la de “comparaciones” que es más castellana y por lo general no obligará a nadie a acercarse al diccionario para saber su significado.

Disfrutamos de varias frases hechas sobre el asunto, siendo la más frecuente aquella de que “todas las comparaciones son odiosas”. Sin embargo yo prefiero ver la parte positiva de ella y recurro con mucha frecuencia a una que me da mucho juego, tanto para mí como para arrojársela a los demás, y no es otra que la de “comparado con qué o quién”.

A final queramos o no todo es relativo, y su valor e impacto para nosotros siempre dependerá de los parámetros que utilicemos en nuestra valoración. Los ejemplos pueden aclarar esto y se me ocurren multitud de ellos. Si yo comparo mi coche, un utilitario de gama media con el cochazo que mi vecino aparca al lado en el garaje o el que acabo de ver anunciado en televisión, pues mi coche es más bien poca cosa. Pero si le comparo con el “carro” de 1963 que se le cae a pedazos a un médico cubano que nos hizo de taxista para poder tener coche, además de hacerse las piezas el mismo a mano para repararle, quizá nuestra apreciación varíe sustancialmente.

Un compañero de trabajo lleva años en un estado catatónico viendo las cosas mal en el trabajo por donde quiera que mire. Son muchos empleados y cada uno tiene una percepción diferente de cómo le van las cosas en el trabajo y como le podrían ir, mejor o peor, si la situación cambiase. Simplificando el asunto, él dispone de un buen sueldo, quizá mejor que bueno y además desde hace años y lo más previsible es que siga así. Si se comparase con uno cualquiera de los más de cuatro millones de españoles que engrosan en estos días las listas del paro, o ampliáramos la comparación a muchos ciudadanos de países subsaharianos que salen huyendo en busca de algo no se sabe qué, la cosa se vería de otro color.

Y es que las cosas dependen del color del cristal con que se las mira. Pero por toda lógica tendemos a poner el foco de nuestras comparaciones con los que creemos que están por encima de nosotros y se nos olvida con mucha frecuencia variar el rumbo ciento ochenta grados y saber valorar de forma ecuánime lo que tenemos y alegrarnos por ello. En una bonita y acertada frase, Caritat de Condorcet nos transmite que “gocemos de la vida sin comprarla con la de los demás”. Cierto que otros tienen más y mejor y que quizá no se lo merezcan, pero mejor sería esforzarnos en conseguirlo que solo limitarnos a pensar en ello, lo que a buen seguro no va mejorar nuestra situación y seguramente la empeorará con alguna que otra bilis en nuestro interior.

“Gambarimasu” es una palabra japonesa. Desgraciadamente se ha puesto de moda en esta última semana tras el tremendo maremoto y terremoto que ha tenido lugar en Japón, con el consiguiente tsunami que ha arrasado y convertido en escombros ciudades enteras de la costa norte el país. De paso, la madre naturaleza nos ha dado un toque de atención, no solo a los japoneses sino a todos los ciudadanos del mundo de los peligros que supone utilizar la energía nuclear para generar esa electricidad que gastamos a raudales la mayoría de las veces sin preocuparnos de donde viene. Yo soy de los que tiene broncas con sus hijos por conseguir que se apaguen las luces de las habitaciones donde no se está e incluso en mi manía persecutoria de no gastar electricidad sin necesidad, tengo instaladas regletas de enchufes con interruptor al lado de televisores, videos u hornos microondas para cortar todo suministro cuando no se está utilizando, por pequeño que sea. Siempre que puedo voy del garaje al piso a oscuras para evitar el minuto y veinte segundos que permanece encendida la luz de seis plantas de escalera y del portal. No se trata de que yo pueda pagarlo a los buenos precios en que está la luz y peores que se van a poner sino de que no hay necesidad de despilfarrar aquello que no se usa por ahorrarse la molestia de darle a un interruptor cuando acabamos de ver la televisión o calentar la leche del desayuno.

“Gambarimasu” significa dar lo mejor de sí mismo en todo momento, algo en lo que los seres humanos somos tremendamente cicateros incluso cuando se trata de aplicárselo a uno mismo. El pueblo japonés está dando sobradas muestras de señorío en el transporte de esta pesada carga con que les ha dotado la naturaleza y mantienen su fe en el futuro y en la creencia de que van a salir de esta como ya lo hicieron en ocasiones anteriores. No les queda otro remedio, y mientras tanto mucho "gambarimasu" a todas las horas del día. El que una persona esté en la cola de una gasolinera con dos garrafas y cuando le toca el turno llene una y se ponga de nuevo a la cola para llenar la segunda es un hecho que impresiona y mucho más si lo comparamos con los que aquí se cuelan en las colas del autobús o de sacar las entradas del cine.

Cuando hago un intento de ponerme en el lugar de uno de los que han perdido todo lo material e incluso algún familiar, de los que no les queda nada salvo conservar la vida que no es poco, me doy cuenta de lo tremendamente insignificantes que somos cada uno de los seres humanos, que a pesar de lo que nos podamos creer, no somos nada hoy en día y que ni siquiera tenemos la certeza de que mañana podamos contar la nada que somos hoy.

lunes, 14 de marzo de 2011

MORONDANGA

Lunes, 14 de marzo de 2011. MORONDANGA

Hace unos días cayó en mis manos esta palabra con gran regocijo por mi parte al no saber lo que significaba. Es una oportunidad de ir al diccionario y aumentar el acervo y de paso me ha venido bien para una entrada en este blog.

Es de sobra conocido por todos el poder que tiene la distracción provocada a sabiendas en otra persona cuando esta se ve metida en una espiral de la que o no sabe o no quiere salir. Un ejemplo por todos utilizado es cuando nos llega ese niño llorando y chillando a grito pelado porque se ha caído y se ha hecho una pequeña herida de la que sale un poco de sangre. El mejor método en estos casos es hacerle caso inicialmente durante un pequeño y breve espacio de tiempo y a continuación desviar su atención al pajarito que pasa volando, al perrito que está enfrente o la forma de las nubes del cielo o cualquier otra cosa que distraiga de forma radical su atención y le haga olvidarse de ese tremendo dolor que está sufriendo.

Y esto no es solo cosa de niños. Se ha utilizado con profusión a lo largo de todas las épocas y se sigue utilizando. Los que llevamos unos pocos años en este mundo y en este nuestro país, España, recordaremos aquellos “Primeros de Mayo” de finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado en los que el gobierno de turno nos obsequiaba, desde el día anterior, con todo tipo de eventos que sirvieran para disuadir a la gente de acercarse o tomar parte en las manifestaciones, generalmente convocadas por sindicatos y gentes de izquierda no muy bien vistas en aquellos años. Recuerdo una víspera en que nos tuvieron a todos pegados a la televisión con un partido de fútbol Real Madrid-Zaragoza, una corrida de toros desde Las Ventas y al final una estupenda película cuyo título no recuerdo, y que sirvió para tener a todo el mundo en casita desde las cinco de la tarde hasta la medianoche. Era tremendamente descarado pero incluso a los que no pensaban meterse en jaleos les venía bien aquella serie de actos de distracción.

Como he comentado, el tiempo pasa pero el quid de la cuestión permanece. Hogaño las cosas no son tan descaradas pero a poco que pensemos e intentemos llegar al fondo de muchas cuestiones de actualidad, nos daremos cuenta de que las cortinas de humo que se generan desde todos los ángulos, principalmente desde la política pero también desde las empresas y las instituciones, son estupendas y en algunos casos están sabiamente diseñadas para llevar el agua a su molino y a nosotros llevarnos por la senda equivocada para hacernos pensar en determinadas cosas y desviarnos de otras que no interesan tanto.

Cada cual tendrá sus propios ejemplos. Yo no leo diarios y veo poco la televisión y últimamente hasta huyo de las noticias, que o son catastrofistas o nos muestran al político de turno del lado “A” hablando mucho y mal del político del lado “B”, para a continuación hacerlo al contrario, mientras los políticos del lado “C” asisten al reparto del pastel e intentan con poco o escaso éxito, no arreglar la distribución de la tarta, sino coger la mayor porción posible.

Se acercan elecciones, aunque sean de menor calado, como son las municipales y autonómicas, pero los partidos y sus candidatos se juegan mucho. Asistiremos en pueblos y ciudades a inauguraciones y actos de forma concentrada y abrumadora. Bien es verdad que cuando pasen las elecciones todos habrán ganado, unos protestarán con muchos aspavientos pero con poca enjundia de lo mal diseñada que está la ley electoral y a prepararse para otros cuatro años de tranquilidad y sosiego. Y eso que estas reducidas elecciones la ley electoral no castiga los resultados como en las generales, donde la diferencia de valor entre los votos de un madrileño y un no-madrileño, por no citar a nadie pero todo el mundo sabe en quienes estoy pensado, es abismal.

No esperan unos meses de mucha y variada morondanga. Estamos metidos de lleno en una crisis tremenda que no será la primera y la última y cuyo calado se deriva de las cotas de bienestar que se habían alcanzado. Yo la primera que recuerdo, también motivada por el precio del petróleo fue en 1973. Pero coche tenían cuatro gatos y calefacción central en casa dos o tres a lo sumo, con lo cual la afectación personal y familiar fue menos dolorosa. Ahora dependemos en mucha mayor de la energía porque tras casi cuarenta años y a pesar de otras crisis intermedias, lo único que hemos hecho ha sido gastar energía cada vez más y más dependiente del petróleo y no poner mucho énfasis en desarrollar otras alternativas, más renovables y más respetuosas con el medio ambiente. Pero queremos llegar a casa, tener buena luz a todas horas, que esté calentita, que funcione el ordenador y la televisión, no uno o dos sino uno para cada elemento de la familia y que el equipo de música vomite decibelios a tutiplén. Pero para ello hay que ser consecuentes con la forma y el precio de obtener toda esa energía. ¿Qué fue de los relojes de pulsera que había que darles cuerda todas las noches?

Morondanga es cosa inútil y de poca entidad, pero también enredo y confusión, y de esto tenemos mucho hoy en día. Es posible que tangamos las ideas claras pero como mañana mismo tendremos otras ideas claras, pues, eso, morondanga.

Otra cosa que hago cuando encuentro una palabra que me resulta novedosa es consultar al Doctor Google a ver que sabe de ella. Sorpréndase yendo a consulta y verá que hasta hay un blog titulado así, por no hablar de una canción y multitud de cosas curiosas hasta llegar a las 38.200 entradas devueltas. Espero que desde la publicación de esta entrada en el blog el número suba a 38.201.

domingo, 6 de marzo de 2011

TOULOUSE


En todos los países seguro que encontramos ciudades que están en medio de ninguna parte, claro está, según desde el punto de vista del que se mire. Para los que vivimos en Madrid, hay numerosas urbes por las que seguramente hemos pasado de largo varias veces camino de otras en la costa o en la montaña para pasar las vacaciones. En mi caso tengo algunas señaladas. Una de las que más se atienen a esta máxima es Burgos en mis escapadas a Cantabria. Antes se pasaba “cerca” de la ciudad pero la presión demográfica y el permanente incremento el tráfico han forzado la construcción de carreteras de circunvalación por las que ahora circulamos hacia el destino sin ni siquiera divisar de lejos las agujas de la catedral. Aunque en mi caso Burgos es una ciudad que conozco bien por haberme
detenido en varias ocasiones a disfrutar de ella, hay otras varias en España que he visto de lejos en multitud de ocasiones. Citaré como ejemplo Zaragoza en los viajes a esquiar o al extranjero, Córdoba cuando me dirigía a Sevilla, Huelva o el Algarbe portugués, Jaén en las escapadas a Granada o Almería y para cerrar el ejemplo no me olvido de Albacete en la ruta hacia Murcia.

Algunas siguen estando pendientes, como por ejemplo Jaén y Albacete, pero otras las he solucionado de alguna manera. En el caso de Zaragoza fue necesario en uno de los viajes decidir de antemano el pernoctar dos noches a la vuelta de un viaje para disfrutar de las maravillas de la ciudad. Pude disfrutar de una de ellas, la Seo, que llevaba varios años cerrada por reformas y restauraciones. Una ciudad agradable, abierta, con muy buen ambiente y que recorrimos con placer.

En otro de los casos, Córdoba, la cosa fue más drástica. En un arrebato y en un día de diario, decidimos coger el tren de velocidad alta española a primera hora de la mañana y volver en el último de la noche, disponiendo de un día casi completo para deambular por la ciudad, perdernos por sus callejones, admirar sus monumentos entre los que hay que destacar la tremenda Mezquita y palpar la vida de una ciudad activa en un día de trabajo normal. Lo único que recuerdo como doloroso fue que decidimos comer en el Parador de Turismo e ir y volver andando, ya que caía un poco lejos después de estar toda la mañana caminando de un sitio para otro.

Además de estas ciudades que pudiéramos considerar de paso en las grandes rutas, hay otras muchas que merecen muy mucho la pena y a las que hay que ir exprofeso. Citaré algunas, sin descubrir nada nuevo, que he visitado y me han gustado y otras que me han sorprendido. Entre las primeras Salamanca, León, Cáceres, Toledo, Lugo, Oviedo, Cuenca, Segovia, Bilbao, San Sebastián, Granada Ávila. Entre las segundas se lleva la palma la muy bonita y agraciada ciudad de Soria, que al igual que su provincia no deja nunca de fascinarme, pero no me olvido de ciudades como Logroño o Teruel, de las que esperaba poco o nada y han resultado muy prometedoras. Omito citar otras ciudades españolas que he visitado y no me han llegado, quizá porque no haya sabido encontrarlas su encanto.

Y aquí llegamos a Toulouse. Esta ciudad sí que está perdida en medio de la nada, en el sur de Francia a noventa kilómetros de los Pirineos y la frontera con España. Nunca hubiera ido a esa ciudad pero la falta de nieve varios días en la estación de esquí de Saint Lary donde pasábamos las vacaciones de invierno nos hizo plantearnos el andar y desandar los 160 kilómetros que nos separaban de ella un sábado. Habíamos visto algo de información por internet pero tampoco llevábamos mucha. Quizá esto es lo mejor, pues cuando te acercas a una ciudad con demasiadas expectativas, lo más probable es que no se cumplan en su totalidad y no te permitan apreciar las cosas en su justa medida.

Por todo ello, la ciudad me resultó fascinante. No se trata de hacer un libro de viajes en este post, pero sí de resaltar ciertas cosas que llamaron mi atención de forma poderosa. Una de ellas es la gente, que iba y venía en total armonía, sin exabruptos, con tranquilidad, tanto en las calles peatonales y comerciales que estaban repletas como en las grandes vías con tráfico. Una ciudad tranquila, de agradables paseos, especialmente en la ribera del río Garona que la surca. Otra de las cosas que me llamó la atención es la completa ausencia de marcas comerciales archiconocidas y archirepetidas en todas las ciudades del mundo mundial. Un paseo por una zona no muy larga de la Gran Vía de Madrid nos permitirá descubrir unos cuantos McDonald’s, Pan’s and company, Srpingfield, Máximo Dutti, etc. etc. Pues bien, en todo mi deambular por el corazón de Toulouse solo pude descubrir, no sin dificultad, un McDonald y bastante camuflado. Ello nos transmite un comercio propio, individualizado, donde podemos encontrar cosas que no son comunes a otros y quizá dar con cosas inesperadas con más facilidad.

Aunque comimos los bocadillos que portábamos en nuestras mochilas en un magnífico parque del centro de la ciudad, tomamos café en uno de los muchos y muy agradables cafetines que existen por toda la ciudad.

En suma, una ciudad que es denominada la "villa Rosa" por sus numerosos edificios de ladrillo y fachadas pintadas en ese color y que es muy recomendable para escaparse un fin de semana a disfrutar de paseos, tranquilidad, monumentos y un comercio de los más agradable y atractivo.