domingo, 21 de septiembre de 2014

BURBUJA



La gran mayoría de los seres vivos llevamos una burbuja a nuestro alrededor que cambia constantemente en función de las situaciones y, en el caso de los humanos, de nuestra educación y nuestra cultura. No se trata de una pompa de jabón como las que pueden verse en la imagen sino que hace referencia a las diferentes distancias en las que interaccionamos con otros seres. Un pajarillo se acercará más o menos al velador en el que estamos degustando una bebida y un aperitivo en función del hambre que tenga.

Aparte de lo puramente físico e instintivo, que también, las personas ensanchamos y estrechamos los límites de esa burbuja de forma continua y sin darnos cuenta. La proximidad de otras personas que podemos tolerar en un concurrido vagón de metro a hora punta no es la misma que cuando paseamos por un parque sin aglomeraciones. Si una persona a la que no conocemos se nos aproxima demasiado muy probablemente nos pongamos en guardia ante lo que puede derivarse en una agresión aunque solo se esté acercando a pedirnos fuego o preguntarnos por una dirección cercana.

Una conversación reciente sobre estos temas me ha retrotraído a una de las asignaturas que estudié hace años en mi carrera y que fue un verdadero deleite: antropología. El libro principal materia de estudio era de Marvin Harris y se titula "Introducción a la antropología general". Pero la verdadera joya es uno complementario de lecturas obligatorias que hace el número 119 de «Cuadernos de la Uned» y que lleva por título «Lecturas de antropología social y cultural». Puede encontrarse usado en plataformas de venta de libros por internet y supongo que también en la propia UNED. Compilado bajo la dirección del profesor Honorio M. Velasco, está compuesto por una treintena de deliciosas lecturas de artículos o extractos de comunicaciones de los más reputados autores mundiales en temas de antropología y derivados como familia, parentesco, religión, mitos, etc. etc.

Uno de esos artículos viene a mi memoria de vez en cuando. Si bien está centrado en la cultura norteamericana, habla comparativamente de otras y muestra en poco más de seis mil vocablos una verdadera fotografía del comportamiento verbal y no verbal de los humanos en sus relaciones y como se ven estas fuertemente influidas por la cultura y el contexto. El artículo se titula «Los sonidos del silencio» y apareció en junio de 1971 en la revista Playboy Magazine. A pesar de los años transcurridos sigue plenamente vigente siendo lo más llamativo para mí la definición de las cuatro distancias —burbujas—, a saber, íntima, personal, social y pública, eso sí, referidas a los norteamericanos mayores de edad y blancos, pero perfectamente aplicables o adaptables a los demás. Y lo mejor es reproducir a continuación las definiciones originales extractadas del artículo comentado: 

Cada una de estas distancias tiene una fase próxima y otra distante y se acompaña de cambios en el volumen de la voz.
La primera zona distancia íntimavaría del contacto físico directo con otra persona a una distancia entre tres y ocho centímetros, y se usa para las actividades más privadas —acariciar o hacer el amor. A esta distancia, uno es inundado por impulsos sensoriales procedentes de la otra persona —el calor del cuerpo, la estimulación táctil de la piel, la fragancia del perfume, hasta el sonido de la respiración—, todo lo cual literalmente te envuelve. Incluso en la fase distante es aún posible tocar con comodidad. En general, la utilización de la distancia íntima en público entre adultos es reprobada. Es también una distancia excesivamente próxima entre desconocidos, excepto en condiciones de aglomeración extrema. 
En la segunda zona —distancia personal— la fase cercana se sitúa entre los cincuenta y los setenta centímetros; es a esta distancia a la que se colocan en público las mujeres casadas respecto de sus maridos. Si otra mujer entra en esa zona, es probable que la esposa se incomode. La fase lejana —entre setenta y ciento veinte centímetros— es la distancia usualmente utilizada para mantener a alguien «a mano», y es la distribución espacial más frecuente para conversar.
La tercera zona —distancia social— se emplea durante los tratos de negocios o los intercambios con un empleado o un dependiente. Las personas que trabajan juntas suelen mantener una distancia social próxima —de ciento veinte centímetros a dos metros. Esta es también la distancia propia de la conversación en encuentros sociales. Mantenerse a esta distancia con alguien que está sentado tiene un efecto dominante (v.g., el profesor al alumno, el jefe a la secretaria). La fase distanciada de esta tercera zona —entre dos y tres metros y medio— es la que adopta la gente cuando alguien dice «aléjate para que pueda verte». Esta distancia imprime su tono formal a los negocios y al discurso social. En una oficina, el mostrador sirve para mantener al público a esta distancia. 
La cuarta zona —distancia pública— es la que usan los profesores en cl aula o los oradores en una reunión pública. Su fase más alejada —de siete metros en adelante— es la que se guarda ante figuras públicas importantes, y su violación puede acarrear serias complicaciones. Durante su visita en 1970 a los Estados Unidos, el presidente francés, Georges Pompidou, fue hostigado en Chicago por unos piquetes a los que se permitió que llegaran casi a poder tocarle. Como a los piquetes en Francia se les mantiene tras controles a una manzana de distancia como mínimo, el presidente estaba indignado por ese insulto a su persona y el presidente Nixon se vio obligado a comunicar su preocupación por el incidente y ofrecer sus excusas de forma personal.
Como digo, un artículo muy interesante para leer completo y además de vez en cuando. Es relativamente difícil de encontrar en la red pero puede leerse en la digitalización de libros de Google en el siguiente enlace. Usuarios más avezados y que estén realmente interesados en leer el artículo completo de forma más cómoda, pueden encontrar una publicación digital en ámbitos estrictamente privados.