domingo, 28 de diciembre de 2014

REQUETEPENSADO



Aunque todo es subjetivo, el progreso no siempre marcha hacia adelante, ya que hay cosas, según mi criterio personal, que van para atrás como los cangrejos a medida que pasa el tiempo. Nos hacemos de cruces con ellas, pero como ocurren de Pascuas a Ramos las aguantamos de forma estoica y las dejamos pasar. No nos compramos un ordenador portátil cada dos días, de hecho y desde que existen estos trastos, yo he comprado dos en toda mi vida, el primero hace más de siete años y ahora el segundo.

Respecto del primero, que sigue funcionando aunque secuestrado por mi hijo, venía de fábrica con un sistema preinstalado con el que sufrí de lo lindo por sus continuos fallos y deficiencias para las aplicaciones y programas que me interesaban. Se trataba del Windows VISTA que fue famoso no precisamente por su buen funcionamiento sino por el rechazo generalizado que tuvo. Tanto fue así que en relativamente poco tiempo, la compañía de Redmond puso en el mercado la versión Windows 7 que era como de la noche al día. A pesar de que la compatibilidad del ordenador con esta nueva versión no estaba nada clara y de que los drivers necesarios no estaban asegurados, mi necesidad de cambio como mi rechazo al VISTA me impulsaron a tirarme a la piscina sin flotador y sin comprobar siquiera si había agua. No solo no me estrellé sino que el cambio fue un éxito y me encontré con un ordenador nuevo y potente que me funcionaba muy bien para mis necesidades. Años más tarde, un poco de cirugía cambiándole el disco duro por un moderno SSD le dieron vida y hoy en día está como un chaval.

La han vuelto a hacer. Windows 8 u 8.1 se está revelando como una «castaña» que genera auténtico rechazo en los usuarios, con o sin razón. No hace falta más que darse una vuelta por la red «googleando» un poco y ver la enorme cantidad de usuarios que preguntan o cuentan sus aventuras sobre como hacer lo que en término inglés se conoce como «downgrade», que no es otra cosa que actualizar para atrás, esto es, bajar de la teórica versión superior 8 a la ya veterana 7 con la que estamos, al menos yo, tan contentos y familiarizados. Hay que reconocer, por otro lado, que algunas voces se alzan diciendo que todo es cuestión de acostumbrarse y tener un poco de aguante en los primeros momentos pero por el contrario en alguna web he visto la oferta de un programa que permite trabajar bajo Windows 8 confiriendo el aspecto de Windows 7. Por algo será. En mi caso personal, quiero utilizar el ordenado para hacer cosas productivas y no para estar a puñetazo limpio con el sistema operativo y el software intentando encontrar donde están y como funcionan las cosas.

Con estos preámbulos y ahora contaré la historia, he tardado casi veinte días en poner mi nuevo portátil de la forma que lo quiero para mi uso. No he conseguido todo lo que quería pero si una aproximación bastante cercana a lo pretendido. Lo primero que me he encontrado es una «cosa avanzada» que se denomina UEFI y que es una implementación segura de la tradicional BIOS que gobierna la placa de cualquier ordenador. La pelea ha sido dura y sin conseguir vencerla del todo la he llevado «casi» a mis planteamientos. Me resultó curiosa la conversación telefónica con el servicio técnico de la marca donde un caballero, de forma educada, me dijo que la BIOS tradicional (legacy) estaba por debajo pero que no me iba a contar como verla, aunque me dio pistas para modificar ciertos parámetros de la UEFI que me dejaran hacer «casi» lo que yo quería. No es cuestión de profundizar en lenguaje técnico pero lo que me ha sido imposible es arrancar desde otro disco que no sea el interno.

Había descubierto hace unos meses la existencia de unas piezas denominadas CADDY que permiten de forma fácil sustituir el DVD de un portátil por un disco duro. Ojo, que los hay de dos grosores y deberemos elegir el adecuado. Mi idea original era hacer esta operación, poner un disco SSD en lugar del DVD e instalar en él el sistema operativo WINDOWS-7 en este disco adicional, de forma que en el momento de arranque del ordenador pudiera escoger entre arrancar con Windows-7 o con el original Windows-8.1. Por los tejemanejes de la BIOS-UEFI no ha podido ser, con lo cual la siguiente era desmontar el ordenador y sustituir el disco interno por el que pensaba montar fuera y poner el interno en el lugar del DVD.

Poco a poco, con mucha tranquilidad y consultas al maravilloso mundo de la red, he encontrado tutoriales donde se detallaba paso a paso como hacerlo. Dicho y hecho, en la fotografía se puede ver el portátil desmontado con acceso para el cambio al DVD y al disco HDD. Una vez sustituidos estos, lo demás ha sido coser y cantar siempre cuando controlemos un poco todo el tema de arranques e instalaciones. Una cosa ha sido más difícil de solventar y no está conseguida del todo y es el dichoso tema de los drivers necesarios para que funcionen correctamente todos los componentes del equipo.

Antaño, cuando se compraba un ordenador, venía acompañado de unos cuantos CD’s con el sistema operativo y los drivers de los componentes de los que constaba. Entre otras cosas lo habíamos pagado y teníamos derecho a ello. Ahora, todo mucho más moderno y seguro que mejor para usuarios que no se quieran complicar la vida, viene todo «dentro» en particiones de recuperación y programas para efectuar la recuperación y dejarlo en lo que se ha dado en llamar «a modo de fábrica». En ningún sitio hay documentación detallada de la placa que lleva ni mucho menos detalle de los componentes, información esta necesaria para buscar por la red los drivers en este caso «desactualizados» para Windows-7. Por supuesto en la web de Toshiba se llaman andanas a este asunto y facilitan los drivers para Windows 8.1 pero del Windows-7 no quieren ni oír hablar. ¿Tendrán comisión de Microsoft?

Nuevamente en la red hay solución para (casi) todo. Numerosos programas de chequeo de drivers y/o actualización de los mismos ayudan en la tarea. Son muchos de ellos de coste, aunque no mucho, pero he encontrado uno que en su versión gratuita me ha solucionado el 99% del asunto, por lo que le menciono aquí en justa correspondencia y agradecimiento: SlimDrivers.

Pensar, mirar, leer, buscar, requetepensar… Han sido veinte días de lucha pero al final ha merecido la pena porque tengo el ordenador como yo quería tenerlo, con mi Windows 7 con el que me manejo muy bien, todo controladito y limpito, sin decenas de programas que te quieren hacer la vida mejor y en mi caso, rebelde yo, me la hacen imposible. Me viene a la memoria esa frase que tanto me gusta que dice que «como no sabían que era imposible, lo hicieron». Está bien que Toshiba y similares quieran facilitar la vida a usuarios no avezados y cubrirse las espaldas pero lo que no es de recibo es que nos la complique a aquellos que intentamos mantener un espíritu «GEEK».




domingo, 21 de diciembre de 2014

DESAYUNOS



Uno de los grandes problemas de las empresas, tanto fabricantes como distribuidoras y vendedoras, es hacer llegar información a todos los públicos de forma que les permita conocer, y si es posible adquirir, sus productos. La dinámica de la publicidad ha progresado y se ha diversificado mucho con la irrupción de internet y la posibilidad de disponer de ella en nuestros teléfonos móviles. Con todo, es relativamente fácil que tengamos necesidad de algún archiperre y no estemos enterados de su existencia. No sé qué tiene que ver esto con los desayunos…

Durante la mitad de mi vida laboral he tenido la gran suerte de disfrutar de lo que antes se llamaba jornada continua. Fue uno de los grandes logros de los empleados de banca en las movilizaciones de comienzos de los años setenta del siglo pasado. La posibilidad de salir del trabajo a las 15:00, de lunes a sábados, abría ante mí un sinfín de posibilidades en el empleo del tiempo libre por las tardes que me permitieron realizar muchas actividades que hacían que la vida no solo fuera trabajar. Por otro lado, el alternar en la cabeza otras cosas tenía la consecuencia de que al volver al día siguiente al trabajo se tenían los pensamientos más claros y la actitud más fresca que si todo fuera solo trabajar y trabajar; aquello que mi buen amigo Luis decía de "curro-como-curro-duermo», vamos, solo trabajar, comer y dormir, lo que implicaba una vida plana en otras actividades y que es la tónica general de hoy en día. Las jornadas laborales actuales son de lunes a viernes con una hora para la tartera y los calzoncillos/bragas preparados por si hay que quedarse a dormir, estas historias del pasado reciente parecen ciencia ficción. Pero no nos engañemos, se trata de estar «estando» en el trabajo, porque otra cosa es estar «trabajando».

Tanto antaño como hogaño, lo que sí que parece que se mantiene es el tiempo del desayuno o el bocadillo, esos veinte minutos que podemos compartir con aquellos que siendo amigos a pesar de ser compañeros y que si seguimos la regla fundamental de no hablar de trabajo nos puede resultar de lo más agradable. Me vienen en estos momentos los desayunos del BHE, pilotados en la parte alimenticia por ese maestro de la restauración que era Rodri, y en la que seguíamos escrupulosamente la regla de no hablar en ningún momento de trabajo para alimentar nuestros espíritus con chascarrillos y sucedidos. Además había otra norma y era que no podíamos volver al trabajo sin haber contado un chiste, «manque» fuera repetido. Fruto de aquellos desayunos se creó una recopilación de ellos que realizó uno de los componentes, Carlomaño, y que debe estar guardada por algún sitio de mi disco duro. Ya se sabe que hay un abismo entre los chistes escritos y los chistes contados, pero la lista servía de evocador para rememorarlos. Me vienen a la memoria tiempos posteriores en los que en esto de los chistes contábamos con Javier O., que era capaz de contarte el mismo chiste siete veces seguidas, con pequeños toques y variaciones y te partías de risa desde el primer momento aunque ya supieras el final. Un maestro este Javier O. que sigue en activo aunque hace mucho tiempo que no coincido con él.

El asunto de los desayunos continúa y al menos en los que yo participo procuro mantener viva la regla de no hablar de trabajo. Y aunque no haya chistes, lo que si se cuentan son experiencias personales, historias que vengan o no a cuento, amén de otro asunto fundamental, que yo llamo peticiones del oyente, y que no es otra cosa que comentar las necesidades que tiene uno sobre diferentes aspectos en su mundo personal. En un desayuno de la semana pasada surgió, sin pedirlo, una solución a un problema que me rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo y que procrastinaba una y otra vez ante la envergadura del mismo.

Lo que puede verse en la imagen que acompaña esta entrada es uno de los laterales de la campana extractora de humos en mi cocina. Hubiera sido bueno tener la imagen del «antes» porque la que figura es la del «después». Se trata de ese lateral del mueble de cocina alto que se ve atacado día tras día por humos, vapores y calores que rebotan en él camino del extractor y de la calle a través de la chimenea. Estos como digo ataques continuados, verdaderos asedios en los momentos de cocinar, dejan su huella. Muchos sabrán de lo que hablo si su cocina cuenta ya con unos añitos y se ponen manos a los fogones: la madera de contrachapado y la melamina que la recubre se abomban y deterioran, dejando ver los interiores y presentando un aspecto desolador. La alternativa es… cambiar el mueble, dos muebles, uno a cada lado, y esperar unos años a que vuelva a ocurrir de nuevo. El problema en mi caso es que esos muebles ya no se fabrican, tienen sus añitos, por lo que la alternativa era desmontarlos y sustituir con mucho bricolaje las paredes laterales.

La solución estaba, como nos comentó nuestra compañera Carmen a los desayunantes, en comprar el producto adecuado en este caso en el Leroy Merlín. Dos chapas especialmente preparadas con sus cantos y sus adhesivos, rematadas en blanco o en metalizado, que dan una solución de lo más agradable al asunto y casi sin mancharse las manos. Bueno, advierto a los que quieran ponerse manos a la obra, que pueden ocurrir dos casos. El mío, en el que la campana está colgada del mueble superior y que por lo tanto no tiene enganches a los muebles laterales y el caso de Carmen, que lo pone un poco más difícil al estar la campana atornillada a los laterales, lo que nos pone en la diatriba de desmontar la campana para poner los protectores, o bien cortar estos a nuestra medida. En ambos casos, un trabajo mucho menor que el inicialmente pensado de cambiar todo el mueble o sustituir el lateral.

Suelo darme vueltas de vez en cuando por comercios de bricolaje para ver novedades que me son desconocidas y que pueden solucionar problemas actuales o futuros. Pero por mucho que hubiera pasado por delante de estos protectores, nunca los hubiera visto, pues tuve que requerir la ayuda de un dependiente para que me señalara cuales eran. Vienen perfectamente envueltos y protegidos y al que no los vaya buscando seguramente le pasan desapercibidos. Por catorce euros he solucionado un problema y me ha quedado la cocina de lo más aparente. Supongo que la chapa, con su reborde por abajo que cubre también el canto, aguantará más que la madera y en todo caso será más fácil de sustituir con el tiempo si sigue existiendo esta maravilla que al menos a mí me ha salvado la vida.


¿Tiene Vd. el problema o prevé que lo tenga en el futuro? ¿Conocía la existencia de estas piezas? Si no llega a ser por las conversaciones en un desayuno…




sábado, 13 de diciembre de 2014

CETOGÉNESIS



Esta semana se han cumplido dos meses desde que visité a una médico nutricionista. Lo hice por sugerencia de un médico amigo, Carlos, que insistía en darme sí o sí pastillas para el colesterol y ante mi negativa rotunda a tomarlas por mis experiencias personales negativas y diferentes cuestiones que ya expliqué hace unos meses, en agosto de 2014, y que pueden leerse en la entrada titulada  «COLESTEROL» de este blog. Añadiré que si no hubiera acudido con una recomendación suya, con mucha probabilidad nada de lo que ha ocurrido en estos dos meses hubiera tenido lugar.

Cuando uno lleva una «jartá» de años en este mundo y además nunca ha estado contento en sus relaciones con la báscula y ha realizado un enorme recorrido por el mundo de las dietas y la alimentación, puede caer en el error de creer que se las sabe todas y ha visto de todo. Sería imposible recordar las dietas y regímenes alimenticios con los que ha lidiado: peso ideal, de la sopa, de los astronautas, Dunkan, método Montignac, Atkins, de la grasa, disociada, del grupo sanguíneo, de la hora feliz, de la alcachofa, de la fruta, del carbono, acupuntura, de las xxxx calorías …y tantas y tantas otras cuya enumeración se antoja imposible. Pero siempre se puede descubrir una nueva.

Como digo, hace dos meses visité a una nutricionista y médico. Insisto en lo de médico porque creo que es importante, aunque no sea una garantía cien por cien fiable de que no nos vayan a timar ni podamos tener problemas, porque a los médicos también se les mueren los pacientes; quién crea que la medicina es una ciencia infalible o todos los médicos, por el hecho de serlo, son honrados, lo lleva claro.

Por adelantar un poco el final: mi peso hoy es DIECIOCHO KILOS y DOSCIENTOS GRAMOS menos que hace dos meses. Me encuentro perfectamente, con mucha energía mental aunque no tanto física, no pasando hambre física, aunque si mental, pues sigo pensando en esos huevos fritos con patatas y jamón serrano o ese arroz con leche que por el momento me están vedados. Todo llegará. El asunto ha sido la consecuencia de la observancia espartana de las indicaciones de la doctora. Tras verificar mi análisis de sangre y mi historia, su recomendación fue, sin dudarlo, la realización de una dieta cetogénica. En esencia y dicho rápidamente consiste en alimentarse únicamente de ciertas verduras y unos complementos vitamínicos especiales, que por cierto cuestan un riñón, aunque esto es matizable si se reflexiona un poco sobre ello, cosa que haremos más adelante. Los hidratos de carbono y los azúcares, inventos modernos que no se encontraban en la alimentación de nuestros ancestros, quedan absolutamente prohibidos en las primeras fases, lo que implica severas restricciones en verduras que yo creía inocuas tales como las judías verdes, alcachofas, pimientos rojos o tomates entre otras.

La idea es que el organismo entre en «cetosis», palabra ante la cual la mayoría de médicos y nutricionistas se alarman como si hubieran visto al mismísimo demonio. La cetosis tiene lugar tras dos o tres días sin ingerir carbohidratos, lo que tiene como resultado la minimización de la cantidad de glucosa presente en la sangre tras la ingesta. Con ello, el organismo no libera insulina y empieza a quemar la grasa almacenada como principal fuente de energía, con lo que se liberan cetonas al sistema circulatorio. Como ocurre con todo, hay todo tipo de opiniones sobre el asunto, desde estudios que sugieren es una condición poco saludable y peligrosa hasta quienes mantienen absolutamente lo contrario. Por mi experiencia personal, mencionaré algunas ventajas tras los días iniciales en los que el cuerpo se acostumbra al cambio: mejora del sueño, mayor energía mental, una cierta euforia, mayor flexibilidad corporal y bienestar psicológico intenso al vestirse por las mañanas y comprobar que la ropa es de unas cuantas tallas más o tenerse que comprar un sacabocados como el que se ve en la imagen para ir ajustando los agujeros del cinturón.

Según algunos autores…
...es un crimen desalentar el consumo de una dieta rica en grasas teniendo en cuenta que una dieta cetogénica reduce los tumores en modelos animales y humanos, y mejora la capacidad de resistencia de nuestro cerebro contra el estrés y la toxicidad.
Es indiscutible que una dieta cetogénica tiene efectos protectores en el cerebro. 
Desde entonces, se han registrado beneficios usando este tipo de dietas para el tratamiento de enfermedades como espasmos infantiles, epilepsia, autismo, tumores cerebrales, inflamación y dolor crónico, esquizofrenia, enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Lou Gehrig, depresión, apoplejía, traumatismo craneal, enfermedad de Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica, hígado graso no alcohólico, migraña, trastornos del sueño, esquizofrenia, ansiedad, el TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad], irritabilidad, enfermedad del ovario poliquístico, síndrome del intestino irritable, el reflujo gastroesofágico, obesidad, enfermedad cardiovascular, acné, diabetes de tipo 2, temblores, insuficiencia respiratoria y virtualmente todos los problemas neurológicos, también el cáncer, y las enfermedades en las que los tejidos necesitan recuperarse después de una pérdida de oxígeno. 
A estas alturas ya sabemos que la falta de glucosa no es ningún problema para el cerebro, y es más, podría beneficiarle.
Me esperan unos cuantos meses, posiblemente tres o cuatro más, de seguir con este sistema de comidas, que no dieta, que irá mejorando gradualmente a medida que avance, hasta conseguir la meta propuesta por la nutricionista y asumida por mí de perder treinta kilos. Los baremos ponderales del peso tienen muchas lecturas, ya que por mi estatura y para quedar en los límites superiores preconizados por las teorías del IMC debería perder un total de treinta y siete quilos, pero condiciones colaterales tales como mi estructura corporal y mi edad han hecho que ambos, de acuerdo, fijemos el tope de pérdida en este proceso en treinta, que ya está bien. Ahora cuando me acerco a veinte, todos mis (buenos) amigos y conocidos me dicen que estoy muy delgado y que ya está bien y es que todas las comparaciones con el estado anterior son odiosas.

Aunque solo me lo ha comentado por encima, su plan consta de cuatro fases, estando en estos momentos en la segunda, en la que con respecto a la primera solo se permite, en el almuerzo, tomar entre cien o ciento cincuenta gramos de proteína en forma de carne, pescado o ave. En la primera fase, que duró cuatro semanas, la pérdida efectiva de peso fue de once kilos y doscientos gramos. A medida que van pasando los días y como es lógico, la pérdida de peso va siendo cada vez menor y veremos cuando se produce el paso a la fase tres, última del plan trazado hasta alcanzar el peso propuesto y poder pasar a la fase de mantenimiento ya de por vida. Si uno no quiere comprobar en propias carnes lo ya experimentado en anterior ocasiones del efecto rebote, hay que plantearse un cambio efectivo en los hábitos alimenticios para no volver a las andadas jamás de los jamases.

Aquí queda esto para que cada cual investigue por su cuenta, como yo seguiré haciéndolo. Una página web que me ha resultado interesante entre las muchas consultadas es SOTT por la gran y actualizada información que contiene sobre diferentes aspectos como ciencia, tecnología, salud y otros. Sobre la dieta cetogénica el acceso directo a esa página se obtiene pinchando en este enlace.

Pero como lo prometido es deuda, hablemos de la parte de timo que nos puede parecer que tiene este asunto. El coste en euros de estos dos meses de los productos ha sido de algo más de cuatrocientos euros, unos cincuenta por semana. Mucho dinero así en principio, pero como en esta vida todo es relativo, tendríamos que ver las cantidades nos estamos gastando ahora en alimentación, y vicios añadiría yo. Realizando este sistema de comidas, a los más o menos cincuenta euros semanales solo hay que añadir la verdura de almuerzo y cena, ya que todo el resto de alimentación está incluido. Si estamos realizando trabajo de oficina, por ejemplo, y desayunamos y comemos fuera de casa cinco días a la semana… cincuenta euros semanales no es mucho e incluso inferior a lo que nos gastamos ahora. Lo único es que hay que ir a la oficina cargado con la tartera, cosa que ya hacen muchos laborantes hoy en día porque no les llega para ir al restaurante a comer el menú. Todo es relativo porque hay que tener en cuenta esas cervecitas, esos aperitivos y esos cubalibres que no nos tomamos porque la cetogénesis no nos lo permite, lo que también supone un ahorro que estamos invirtiendo en nuestra salud.
En tu alimentación, el huevo y la panceta son tus aliados, no tus enemigos. En pocas palabras, ¡permite que la grasa sea tu medicina y la medicina sea tu grasa!


domingo, 7 de diciembre de 2014

eREADER



Los hijos, hijas, yernos y nueras además de amigos y conocidos no sabían ya de donde sacar los libros con los que alimentar la voracidad lectora de Pilar, madre de unos y suegra de otros. Siempre ha leído mucho, pero desde la muerte de Roberto, su marido, hace ahora unos cuatro años, el tiempo que dedica a la lectura se ha incrementado exponencialmente. Depende de tamaños, pero es muy capaz de liquidar dos y hasta tres libros por semana. Dispone de mucho tiempo en su casa al día y gran parte de él lo emplea en sumergirse en los libros y disfrutar con su lectura. Aparte de regalos de unos y otros y préstamos de amigos, las bibliotecas públicas son una fuente de suministro, pero Pilar ya no está para salir mucho de casa, especialmente sola, y desplazarse a la biblioteca es una tarea imposible, con lo que depende de algún allegado que de forma semanal le haga esta función.

Amén de esto, otro par de cuestiones fundamentales van creciendo con el paso del tiempo. La vista va menguando y ya los pide “con letras grandes”, lo que conlleva un cierto peso e inmanejabilidad para sus posibilidades, que se van reduciendo con el paso de los años, que ya se acercan a los noventa. Gusta de leer en el salón, en su sillón de orejas, cerca del ventanal de la terraza, donde se atrinchera con su mesita auxiliar y su atril para leer cómodamente con luz natural y sin soportar el peso del libro en sus manos. Debido a estas circunstancias, prácticamente solo lee en su rincón preferido y cuando está de viaje o en casa de algún familiar renuncia a la lectura, insisto, fundamentalmente por el peso físico de los libros.

Hace unos años no hubiera sido posible, pero hoy en día hay una solución: los lectores electrónicos, a los que Pilar era sumamente reacia, por aquello de la dificultad de su manejo. El hecho de que manejase con mucha soltura un teléfono actual, con su Whatsapp y Skype incluidos para hablar con la familia, ha sido una razón de peso y que ha facilitado mucho su introducción en el mundo de los lectores electrónicos, a todas luces mucho más fáciles de manipular que un teléfono. Costó mucho obtener su aprobación, pero al final accedió y hoy en día está tan contenta y diciéndose a sí misma como no nos habrá hecho caso antes y hubiera disfrutado de las ventajas, enormes para los mayores, de estos cacharritos.

No vamos a hablar de marcas, pero el que tiene Pilar se puede cargar directamente mediante compra electrónica en su plataforma o bien cualquiera lo puede alimentar de libros con solo enviarlos a un correo electrónico que tiene asignado. Un inconveniente es que no tiene disponibilidad de internet en casa pero es muy amiga de sus vecinos del piso de arriba, tan mayores o más que ella, pero que tienen acceso a la red por una hija soltera que vive con ellos. Puestos al habla con ellos y su hija, han accedido gustosos a facilitar a Pilar la clave de acceso a su red inalámbrica. Dada su tremenda sencillez y su interés, Pilar ha aprendido a usar con presteza los controles del lector electrónico y sabe apagar, encender, poner y quitar la «wifi», cargar y borrar libros, cargar batería y todas las cuestiones básicas que rodean al lector electrónico. Una cosa que ha descubierto y la llena de enorme satisfacción, es poder consultar el significado de las palabras que no entiende, si es que hay alguna, con solo situar el cursor encima de ellas y sin tener que tener un diccionario al lado.

Cuando ahora quiere leer un libro, envía un wasap al grupo de familiares. Uno de los hijos, que hace de coordinador de sus peticiones, se encarga de buscar, comprar y preparar el libro, enviándole a continuación al correo electrónico asignado a su lector. Pilar tiene siempre la «wifi» desconectada por aquello de que le han dicho que así se ahorra batería, aunque dura varias semanas. Cuando acaba de leer un libro, lo elimina del aparato y enciende temporalmente la «wifi» para cazar los nuevos envíos. Nada de continentes, libros físicos, pesados ni desplazamientos a librerías o bibliotecas, ahorro de espacio en las estanterías, manejabilidad, letras con un tamaño a su gusto, poco peso, transportabilidad a cualquier parte, lectura en la cama con un atril como el que puede verse en la fotografía… todo son ventajas.

Muchos mayores tienen el convencimiento de que internet es cosa de jóvenes, pero los que vencen esta resistencia inicial, acceden a un mundo cuasi infinito de posibilidades desde el sillón de su casa. Correo electrónico, hablar y ver a sus familiares en cualquier parte del mundo de forma instantánea y casi gratuita, leer noticias y blogs, buscar información sobre casi cualquier cuestión, hacer cursos como por ejemplo los MOOC sobre cualquier tema…