martes, 3 de marzo de 2015

ESCRITORIO



Llevo más de cuatro décadas de actividad laboral y, en diferentes campos y cometidos, todas ellas han transcurrido en oficina. Mi trabajo siempre se ha desarrollado en una mesa o escritorio cuya fisonomía ha cambiado muchas veces a lo largo de estos años. Los tiempos también han cambiado mucho y aunque parecía que siempre la mesa de trabajo era un elemento personal, actualmente en algunas organizaciones mal organizadas esto ya no es así pues con solo mirar a mi entorno veo mesas ocupadas por dos y tres personas apiñadas que es imposible que desarrollen un cometido mínimamente profesional. Pero así son las cosas en estos tiempos modernos.

¿Dice algo nuestra mesa de nosotros mismos? Opiniones hay para todos los gustos y habría que preguntar a los que se acercan a ella por primera vez si la disposición de los elementos en la misma les induce a formarse un planteamiento inicial. Yo añadiría que es más indicativa una mesa cuando se está ausente, fuera del período laboral. 

Los papeles nos persiguen desde el inicio de los tiempos. Es meridianamente claro que no podía ser igual un escritorio de los años setenta del siglo pasado que uno actual. Probablemente en aquel hubiera una máquina de escribir y en el actual haya un ordenador. Probablemente en aquel hubiera una agenda y un listín telefónico y en el actual no. Y por acabar de poner ejemplos, en el actual algunos tendrán Post-its en papel pegados en la pantalla del ordenador en vez de utilizar los mil y un programas que permiten hacer esto mucho mejor de forma electrónica. Pero somos de siempre amantes del bolígrafo y el papel. 

Mi evolución a lo largo del tiempo en este asunto de la ordenación del escritorio ha tenido varias fases. Mis comienzos como administrativo tuvieron lugar en una mesa de despacho que no era mía, porque no había sitio, sino de mi propio jefe, que por lo general estaba ausente de la oficina. Coincidíamos poco y menos mal que la mesa era relativamente grande, ya que cuando estábamos los dos me tenía que apañar en un lateral de mala manera. Posteriormente, como administrativo en una oficina bancaria ya dispuse de mi propia mesa pero la vorágine del día a día me llenaba la mesa de papeles y archiperres y nunca era capaz de verla limpia. Según acababa la jornada así quedaba, para desesperación de Amparo, la señora que iba a hacer la limpieza por la tarde y que de vez en cuando se pasaba por la oficina por la mañana a echarme la bronca por no dejar la mesa recogida y advertirme que así no me la limpiaría nunca y que llegaría a ver telarañas en la misma. 

Con posterioridad pasé a un departamento central a iniciar mis labores como informático. Era una época en la que todavía no existían los ordenadores personales y nuevamente mi mesa estaba permanentemente inundada de papeles, listados, manuales, tarjetas perforadas, útiles de oficina y demás trastos necesarios para mi trabajo. Era, a mis ojos, un desorden ordenado dado que yo sabía en todo momento donde estaba cada cosa, pero no creo que les pareciera lo mismo a los que se acercaban a preguntarme algo o trabajar conmigo. En aquella época dispuse siempre, además de la mesa de escritorio con sus cajones, de un armario con espacio para guardar la ingente cantidad de papeles y manuales necesarios: nunca había suficiente espacio en el armario pero también se cumplía aquella norma que sigue vigente de que tanto espacio como tengas tanto espacio como llenas. 

En el mes de abril de 1984 todo cambió. «Todo cambio siempre representa una oportunidad» y un traslado de oficina me brindó a mí la ocasión de cambiar de una vez para siempre en este asunto. Desde ese día mi mesa está generalmente limpia y ordenada, especialmente cuando es fuera del horario laboral. La que se puede ver en la imagen que acompaña esta entrada es la mía en estos momentos. 

Ahora todas las mañanas al llegar y todas las tardes al marcharme observo el pequeño ritual de sacar o meter las cosas en su sitio en los cajones de la mesa. Pocas cosas, la verdad, un bloc de notas y un soporte para mantener el móvil vertical. Los elementos del ordenador y el teléfono, como puede verse en la imagen, son lo único que queda sobre la mesa. Yo soy un obseso del escáner y todo lo que pillo que puede resultarme útil para el futuro es devorado por este aparatito y «archivado» convenientemente, bien en un fondo de armario si es un papel oficial a conservar bien en la papelera. 

Nunca, que yo recuerde, me han hecho un comentario sobre este asunto salvo en una ocasión, en que mi jefe me afeó la conducta de dejar la mesa tan limpia. Habíase producido una fusión de empresas y me integré en un nuevo espacio con nuevos compañeros. «Donde fueres haz lo que vieres» reza el dicho popular y lo que allí se podía ver eran muchas mesas abarrotadas de papeles y trastos. Yo no estuve dispuesto y desde el primer día de mi llegada mantuve mi mesa limpia como la patena. Si iba a trabajar en un tema sacaba los papeles de ese tema y guardaba los del anterior y al final del día todo recogidito. Mi jefe me hizo ver al cabo del tiempo que mi mesa contrastaba con las del resto de mis compañeros. «Parece que no haces nada» me espetó, con esa mesa tan limpia. Yo le contesté que mientras solo lo pareciera íbamos bien. Y seguí con mi criterio, lo que no debió de gustarle mucho. Pero como otras tantas cosas en esta vida que no nos gustan, que no cambiamos y que además queremos hacer comulgar a otros con ruedas de molino para no quedarnos nosotros mismo con el culo al aire y que se nos note. 

«Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa». Yo creo que un escritorio limpio y ordenado favorece nuestra actividad y cuando se toma por rutina el mantenerlo así, el esfuerzo es mínimo. Recordemos que nuestro cerebro se acostumbra a todo y no «vemos» el desorden pero sí que lo tenemos presente. Un elemento que no falta nunca en mi mesa desde hace años y que no tiene nada que ver con el trabajo, pero si con mi salud, es la botella de agua que me incita y me recuerda beber esos dos litros diarios que son necesarios y convenientes. Curiosamente, en la red y buscando con la ayuda del doctor Google hay, como no, miles y miles de entradas sobre el asunto de las mesas de trabajo y los escritorios y su organización: montones de consejos para mantenerlas limpias y ordenadas. Solo se trata de leer unos cuantos y si nos interesa, seguirlos. En 1984, cuando yo tomé mi decisión, Google no existía… 

Y por dejar una pregunta en el aire… ¿Qué opina sobre los marcos con fotos familiares o personales en el escritorio?