domingo, 5 de julio de 2015

FELICIDAD



Todos los humanos, en mayor o menor medida, nos pasamos la vida intentando alcanzar la felicidad. Seguro que la alcanzamos muchas veces, pero se trata de un concepto esquivo que muy probablemente no sabríamos definir si nos preguntaran por su significado. Es más, dependiendo de los días e incluso de las horas, nuestro propio concepto fluctuaría casi con toda seguridad. Me gusta en estos casos acudir al diccionario porque siempre se pueden aprender cosas nuevas: «estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien» o «satisfacción, gusto, contento» son las dos acepciones que nos encontramos pero que no nos concretan mucho lo que vamos buscando. Los estados de ánimo son permanentemente cambiantes y ya sabemos por experiencia que los que son positivos, como este de la felicidad, suelen ser efímeros y, como se dice coloquialmente, pasar volando.

Cuando se trata de conseguir algún fin, espiritual o material, lo más gratificante es el camino a recorrer y el esfuerzo que tenemos que emplear para conseguirlo. Cuando alcanzamos la meta, el disfrute suele ser corto porque ya nos estaremos planteando el siguiente reto. Lo ideal sería, pues, mantener y prolongar todo lo posible los estados de felicidad, de forma que pusiéramos a distancia de nosotros los estados contrarios, los de infelicidad.

Métodos y formas de alcanzar la felicidad los hay por doquier. Recomendaciones de amigos, libros de autoayuda, programas de radio o televisión, revistas, diarios… Todo el mundo anda preocupado por el asunto y emite reglas y comunicaciones para ayudarnos en nuestra particular búsqueda del tesoro. Pero, como ya hemos dicho, la felicidad es una cuestión muy personal, variable y cambiante con las circunstancias, por lo que tendremos que buscarla por nosotros mismos. Y yo añadiría que ahondáramos con más énfasis y empeño en los terrenos espirituales, pues estos nos condicionarían los materiales y nos permitirían disfrutar mucho más de la vida si conseguimos tener nuestro espíritu alejado del mundanal ruido. Vamos con un ejemplo: el coche. ¿Le gustaría a Vd. conducir un Maserati o un Porsche, y descapotable si fuera posible? A nadie le amarga un dulce y yo contestaría que sí, pero solo un ratito. Para mi vida normal prefiero un utilitario que me sirva, me lleve a donde yo quiera ir, no me dé guerra, me cueste pecuniariamente lo menos posible y no tenga que andar preocupado de donde lo aparco. Claro que, para una persona a la que la sobre el dinero, estas preocupaciones seguro que no anidan en su cabeza.

Por todo ello, la clave es, a mi modesto entender, la adecuación, el ajuste. Es vital poner en sintonía nuestros deseos con nuestras posibilidades en la búsqueda de la esencia que se destila del siguiente dicho: «No es más feliz quién más tiene sino quién menos necesita». No se trata de llegar a los extremos del célebre filósofo cínico griego Diógenes de Sínope, del siglo IV antes de Cristo, que vivía en un tonel, con necesidades mínimas y ejercía la sinceridad hasta los extremos. Su fama había trascendido tanto que el poderoso Alejandro Magno se acercó a la tinaja donde estaba y le ofreció los dones que quisiera. Todo lo que hizo Diógenes fue pedirle que se apartara porque le estaba quitando el sol.

Mientras vamos definiendo para nosotros mismos nuestro concepto de felicidad, aquí van ocho recomendaciones sencillas, pero cuyo logro requiere mucha dedicación

1.Entiende que la felicidad duradera puede no tener que ver con asuntos financieros.
2.Controla tu tiempo.
3.Haz ejercicio.
4.Sé útil a la Humanidad.
5.Duerme lo suficiente.
6.Ten conciencia de las cosas buenas de la vida.
7.Alimenta tu fe.
8.Actúa como si fueras feliz.

Y de un mini libro titulado «100 maneras de combatir el estrés», del que es editor responsable Alberto Briceño, estas otras recomendaciones…

1.Ríete.
2.Prioriza.
3.Ten claros tus objetivos.
4.Camina, estírate, haz ejercicio.
5.Toma decisiones, no aplaces lo que tengas que hacer o decir.
6.Apunta las cosas que tengas que hacer.
7.Ten vías de escape constructivas cuando sufras agresiones.
8.Visualiza escenas relajantes.
9.Controla tu respiración.
10.Reconoce que algunas ideas tuyas pueden ser irracionales.
11.Dedica unos minutos cada mañana a planificar el día.
12.Sé realista en lo que puedes y lo que no puedes hacer.
13.Establecer metas ambiciosas puede ser una causa de estrés.
14.Desecha las formas destructivas de combatir el estrés, como, por ejemplo, fumar o beber.
15.Asegúrate de que tus reuniones finalicen a la hora prevista, o antes.
16.No dudes en solicitar ayuda a los demás.
17.Mantén ordenada y despejada tu área de actividad.
18.Cuando te sientes, adopta posturas relajantes.
19.Ten a mano tu agenda.
20.Trata de establecer y seguir rutinas para lo cotidiano. Evita la desorganización.
21.No recurras al tabaco, alcohol, drogas o auto medicación.
22.Ten todo en orden y bajo control.
23.Las notas adhesivas para recordatorios son una buena opción.
24.Emplea el masaje o auto masaje para relajarte.
25.Controla en lo posible tus emociones. Muchas veces no vale la pena angustiarse.
26.No interiorices los sentimientos, identifica errores, háblalos con alguien.
27.Recurre al humor cuando las cosas no vayan todo lo bien que deseas.
28.Si te sientes apurado, relájate, respira profundamente, mira al cielo…
29.La desesperación ante los problemas no sirve para arreglarlos.
30.Aprende a decir NO a los compromisos que no puedes o no quieres cumplir.
31.Haz bien y cuanto antes lo que puedas hacer y olvida lo que no puedas hacer.
32.Procura estar en compañía de muchos otros el mayor tiempo posible.
33.Come bien, balancea tu alimentación, duerme al menos siete horas diarias.
34.Divide tus grandes retos en secuencias de pequeños pasos.
35.Prémiate de vez en cuando haciendo algo que te apetezca.
36.Cultiva y desarrolla valores espirituales. valora los materiales en su justa medida.