domingo, 12 de julio de 2015

JABÓN

Sabías qué…
la regeneración de los aceites usados tiene un efecto favorable en la lucha contra el cambio climático?
… un solo litro de aceite usado que tiramos por el fregadero puede contaminar 50000 litros de agua, amén del costoso precio que alcanza dicho producto?
… tan sólo 1 litro de aceite usado puede contaminar una superficie de 4.000 m2, lo equivalente aproximadamente a un campo de fútbol?
… la combustión incontrolada de aceite usado emite gases tóxicos originando graves problemas de contaminación?
… con la regeneración de 3 litros de aceite usado se obtienen 2 litros de aceite nuevo?
En las sociedades que llevan la etiqueta de avanzadas, el aceite es de uso común en el entorno doméstico. ¿Qué hacemos con el aceite usado? Lo normal sería irlo almacenando para llevarlo al lugar adecuado para su eliminación o reciclaje, pero al igual que esto del reciclado va siendo más común para otros asuntos como los envases o el papel, mucho me temo que a los aceites todavía no los ha llegado el turno.

Este tema me retrotrae a mi infancia, a primeros de los años sesenta del siglo pasado, cuando en el mes de septiembre mi hermano y yo nos íbamos a pasar unos días con mi abuela a su pueblo, que también lo era de nuestra madre, un pueblo ni grande ni pequeño perdido en las profundidades de la provincia del bolo, a saber Toledo. Nos acoplábamos como podíamos en casa de una tía, Palmira, en la que pasábamos los días de la fiesta del pueblo como unos más de la familia. Varias particularidades de esa casa recuerdo con nitidez. Una de ellas era que no había cuarto de baño, quedando sus usos suplidos por el gallinero, que sí había. Pongan ustedes la imaginación en marcha para averiguar dónde y cómo se hacían las aguas menores y mayores en la casa. La cuestión del lavado era mediante palangana en la habitación o baño piscinero en la alberca del riego de la huerta que laboraba mi tío Rafa, donde pasábamos gran parte del día, ayudando en lo que se terciaba.

Otro asunto que recuerdo de la casa era el de la comida: todos los días, siete días a la semana, la comida central era a base de cocido madrileño y la cena lo que sobraba del cocido del mediodía: la famosa ropa vieja, o como mucho unas croquetas exquisitas que nos hacía mi abuela con los restos de tocino, jamón y huevo. Había más características que nos resultarían curiosas hoy en día, pero voy a referirme tan sólo a una más: el reciclaje. ¡Aquello sí que era reciclaje! No sobraba nada; lo que pudiera ser combustible, como papeles, cartones, astillas o demás… a la lumbre; lo que era orgánico, como cáscaras, mondas, huesos… para los animales del gallinero, el perro o los cerdos de la huerta; el aceite usado… para hacer jabón.

Hace tres meses, en abril de 2015, pasé un fin de semana en otro pueblo de Toledo con una familia que seguía observando ciertos temas como en los viejos tiempos. Uno de ellos era el conservar el aceite usado para hacer jabón, como antaño hicieran mi tía y mi abuela. Han pasado más de cincuenta años y la tradición de hacer jabón se sigue conservando. Es una manera de responder a las preguntas que nos hacíamos al principio de esta entrada y de paso ahorrarse unas pesetillas en productos de limpieza. Marisa, que así se llama la mujer en cuya casa estuvimos, y su hermana, me regalaron seis pastillas, ladrillos, de jabón, tres cada una, porque eran ligeramente distintas, ya que hay muchas maneras de hacer el jabón. Desde ese día, hace como digo tres meses, he utilizado en mi aseo diario en los lavados de manos y ducha el jabón del que hablamos, habiendo consumido una pastilla. Me quedan cinco más, que al mismo ritmo me darán para más de un año. En ese tiempo iré guardando el aceite usado para fabricarme el mío propio.

Buscando en la red se pueden encontrar muchas recetas acerca de cómo hacerlo. Pongo yo a continuación la que me comentó personalmente Marisa, y que es la que ella lleva haciendo muchos años. Son necesarios 5 litros de agua caliente, 5 litros de aceite usado, 1 kilogramo de sosa cáustica, mascarilla, guantes, gafas y un delantal para protegerse de las posibles salpicaduras, que deberemos por todos los medios evitar. Realizaremos las operaciones en un sitio tranquilo, bien ventilado, lejos de niños y mascotas. Verter el agua en un recipiente de plástico, madera o acero inoxidable, nunca de aluminio, hierro o metal. Ir añadiendo poco a poco la sosa y removiendo en el mismo sentido con un palo de madera para diluirla bien y que no queden grumos. Hacerlo en este orden, primero el agua y luego la sosa, pues hacerlo al revés es extremadamente peligroso porque se pueden producir salpicaduras e incluso pequeñas explosiones. A continuación verter el aceite poco a poco hasta que espese. Es conveniente, si se dispone de ella, utilizar una batidora vieja para mejorar la mezcla, pero utilizándola con cuidado y siempre sumergida para evitar salpicaduras. Taparlo con un trapo de forma que no le falte el aire y tenga ventilación, dejándolo hasta que se endurezca. Luego es conveniente esperar unos días hasta poder utilizarlo.

El uso en casa de este jabón es buenísimo tanto para la piel como para la ropa, cuida la ecología y de paso el bolsillo, con el consiguiente ahorro en geles y champuses en nuestras visitas al supermercado o la droguería-perfumería, si es que quedan. Recuerdo que decían antaño que también era muy recomendable para el pelo y los lavados de cabeza. Me viene a la mente una salvajada que sobre este último tema protagonizaba un primo mío ya mayor, y que consistía en ir al campo a cazar lagartos, que luego eran asados en el propio aceite usado antes de utilizarlo para fabricar el jabón. Mi primo y algún amigo andaban ya con problemas de pelambrera, se les caía bastante el pelo, y les habían dicho que si se utilizaba el aceite con lagarto en la fabricación de los jabones era mucho mejor. Recuerdo que en alguna ocasión se untaron directamente el aceite en la cabeza…