domingo, 9 de agosto de 2015

ENTELEQUIAS




Hay ciertos hechos en la vida que dejan una huella profunda en las personas, especialmente si hablamos de sus pensamientos y creencias. Cuando uno enfila ya la recta final para escapar de esta vida terrenal sin saber a ciencia cierta si hay algo más allá, cuando parece que todo se tiene claro después de muchos años de deambular por este mundo, determinadas situaciones pueden hacer crujir las entretelas y cuestionar y cambiar algunas cosas. Nunca es tarde si la dicha es buena.

Es evidente que un mismo hecho influye de manera diferente en cada persona. El libro que aparece en la imagen, del cual hice una reseña en el blog amigo de «A leer que son 2 días» ha marcado un antes y un después en determinadas concepciones que llevaban muchos años alojadas en mi mente. Tras su lectura, ciertos aspectos de la vida han dado un giro espectacular y algunos planteamientos han tomado otro rumbo en mi forma de pensar y, por qué no, de actuar. El título, «De animales a Dioses» es sugerente y atractivo, y la adición del texto, «Una breve historia de la humanidad» deja atisbar su verdadero contenido, que no es otro que la descripción en clave antropológica de algunos hechos relevantes que han ocurrido en los doce mil últimos años de la vida de los que los científicos han catalogado como «homo sapiens», es decir, nosotros, la raza humana. La verdad es que después de su lectura uno piensa que de «sapiens», de inteligentes, tenemos bastante poco.

Como decía en el blog, ha sido la primera vez en mi vida que al finalizar un libro acometo su lectura de nuevo, con el objeto de disfrutar de su contenido de una forma más sosegada y aprehender con más calado muchas de las ideas que transmite. Me viene al recuerdo una frase contundente que un profesor de filosofía, Nicas, repetía machaconamente a sus alumnos: «No trabajas, no comes». Sencilla y corta, pero contundente. En el caso de un estudiante, se entendía por trabajo el cumplir con sus obligaciones como tal. Hoy en día los estudiantes que suspenden y no se afanan en sus tareas no solo comen, sino que en muchos casos lucen en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero espléndidos «iphones» o «galaxys» de alta gama y reciente aparición que sus padres, a pesar de sus incumplimientos, les han regalado.

Hace doce mil años, la vida del hombre sobre la tierra sufrió un cambio profundo y radical que ha marcado nuestra existencia, se supone que para mejor. Pero después de leer el libro surgen algunos interrogantes. Fue la época en la que aproximadamente dejamos de ser cazadores-recolectores y nos convertimos en agricultores. De vivir en pequeños grupos, trashumantes, que tenían que trabajar a diario para comer en forma de cazar animales o recolectar frutos, hemos pasado a grandes grupos de millones de personas que viven en enormes asentamientos urbanos y en los que su trabajo, cuando lo realiza, no está directamente relacionado con su sustento diario. Esta es una de las muchas ideas desarrolladas en el libro de la que se deducen muchas derivadas que condicionan nuestra vida hoy en día.

Pero la cosa va de entelequias.  El diccionario de la Real Academia de la Lengua no puede ser más escueto en su acepción número dos, la que nos interesa: «cosa irreal». Estamos rodeados de entelequias, de cosas y conceptos que no existen. Lo que sí existe y es real es la persona, con sus componentes físicos y mentales que la dan razón de ser. Todo lo demás son conceptos elaborados que basan su existencia entre nosotros en función de las atribuciones que queramos darles y cuantas más personas coincidan en dar por válido un concepto abstracto, más validez tendrá y más influirá en nuestras vidas. Otro de los conceptos que se desarrollan en el libro y que tiene un enorme calado.

Pongamos un ejemplo, por lo demás reciente y que hoy en día, agosto de 2015, muchos entenderemos, lo que no ocurrirá de aquí a unos años. Durante trescientos años existió la entelequia «Cajamadrid», ya sabemos, una empresa bancaria, una caja de ahorros, a la que muchas personas confiaron durante años sus ahorros y disfrutaron, o a última hora sufrieron, sus servicios. Pues bien, hoy en día, esa empresa, esa entelequia, no existe, ha desaparecido. Su existencia dependía de que las personas reales la tuviéramos en nuestras mentes y la consideráramos «existente». Realmente el concepto no ha desaparecido, sino que se ha transformado en otro, Bankia, pero dentro de unos años nadie se acordará de esto, salvo los historiadores y estudiosos que nunca entenderán como aquel Monte de Piedad fundado por el Padre Piquer en 1702 ha llegado a convertirse en nada. Otra entelequia que emergió a principios de los noventa del siglo pasado fue Argentaria, de la que hoy solo queda su «A» inicial fagocitada en el nombre de un gran banco. En el libro el ejemplo se materializa con una conocida marca de coches, mundialmente conocida y con más de cien años de existencia. ¿Existirá, enteléquicamente hablando, dentro de cien años? Al ritmo que va esto puede que no, o que siga existiendo pero en vez de fabricar coches se dedique a la construcción de cohetes espaciales. 

Países, religiones, partidos políticos, clubs deportivos, asociaciones, empresas… son conceptos que empiezan a existir cuando las personas les atribuimos contenido y que desaparecen cuando se lo retiramos. Otro ejemplo: España, como nación, ¿Cuántos años tiene? Unos quinientos, una nimiedad en la historia de la humanidad. En resumen, no deje de leer el libro. Yo me pongo a ello inmediatamente, por tercera vez. El divagar sobre este asunto me ha despertado las ganas de leerlo de nuevo.