domingo, 8 de mayo de 2016

PRÓTESIS




Avanzamos viento en popa a toda vela en el magnífico curso titulado «Claves y desafíos del siglo XXI» que bajo la dirección del profesor Antonio Rodríguez de las Heras está teniendo lugar dentro de los monográficos de la Universidad Carlos III de Madrid. Llevamos consumidas diez sesiones de las quince previstas y los conceptos y los conocimientos se acumulan proporcionando una sensación de vértigo con connotaciones agradables si nos da por pensar en positivo y disfrutar de los adelantos tecnológicos a los que estamos asistiendo cada día. Desde que el homo sapiens camina sobre la superficie de la Tierra, y de esto hace unos cuantos miles de años, no paramos de incorporar lo que el profesor llama «prótesis» a nuestra endeble estructura humana para hacerla cada vez más potente: nace así el que pudiéramos denominar «homo sapiens protéticus».

El concepto es muy amplio y no podemos circunscribirle únicamente a adelantos tecnológicos. El hecho de llevar encima un vestido no deja de ser un aditamento para hacer nuestra vida más agradable supliendo carencias o deficiencias que presenta nuestro cuerpo para combatir el frío o el calor. Nos ponemos o nos quitamos la ropa en función de la sensación térmica que percibimos y con ello podemos manejar mejor las condiciones que la naturaleza nos impone. Preparados en nuestros orígenes para vivir no más allá de tres o cuatro decenas de años, alcanzamos en las sociedades desarrolladas siete o más y no para de subir la esperanza de vida, lo que significa una necesidad cada vez mayor de prótesis que van desde un simple bastón hasta los modernos exoesqueletos que empiezan a aparecer y permiten movimientos impensables hasta hace pocos años.

A la salida de clase comentaba con mi compañero y amigo Luis el concepto de «Tecnología» como una redefinición y asentamiento de la inundación de conceptos que estamos recibiendo en el curso. Si nos acercamos a las definiciones oficiales en el diccionario oficial de la Real Academia, tecnología es el «Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico» o bien el «Conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto». Pasando por encima de estas definiciones académicas, podríamos considerar en terrenos más prácticos como innovación en tecnología aquello que no existía en un momento determinado y de pronto llega a disposición generalizada de los humanos como forma de mejorar su calidad y condiciones de vida. Con este planteamiento, un aparato de televisión sería tecnología para mí pues en mi infancia y principio de la adolescencia no estaba a mi alcance, pero no lo sería para mi hija que desde que habita este mundo es un aparato que para ella siempre ha estado ahí. Podríamos referirnos a una montonera de cachivaches o archiperres, prótesis, pero sería repetir una entrada en este mismo blog titulada «TECNOLOGÍA» que data de diciembre de 2010.

De las cosas puramente mecánicas como puede ser un carro para transportar mercancías en vez de llevarlas a cuestas, una lanza para mejorar nuestras posibilidades de caza, una brújula para orientarnos o un microondas para cocinar nuestros alimentos hemos pasado a nuevos aparatos que la industrialización creciente nos acerca permitiendo extender nuestras capacidades de una forma exponencial, jamás imaginada, lo que plantea nuevos retos en todos nuestros ámbitos. Un ejemplo: la memoria. Cuando un estudiante hace no tantos años acababa sus estudios, tenía que llevar en su cabeza todos los conocimientos necesarios, siendo la manera de ampliarlos el acudir a artefactos físicos generalmente en papel tales como apuntes o libros en su biblioteca personal o en la pública. La memoria humana, potente pero limitada, era la única fuente a la que acudir. Ahora, mediante una prótesis transportable como es un «smartphone» o una fija como es un ordenador, este estudiante moderno puede acceder a la RED y recuperar una vasta información, suya propia o de otros, prácticamente en cualquier lugar del mundo y al instante. En suma, que puede llevar sus apuntes y sus notas consigo, y muchas más de otros a cualquier parte a la que se desplace. No es memoria cerebral propiamente dicha pero podemos recuperar la información de esta «memoria externa». A nosotros nos parece ahora normal pero díganselo a cualquier persona de mediados del pasado siglo y no digamos ya si nos retrotraemos hacia atrás. Es casi ciencia ficción ahora mismo a poco que meditemos sobre ello.

Con todos estos planteamientos, con lo que parece cercano a corto plazo como llevar un «smartphone» injertado en la piel, con acceso a la RED en cualquier parte, el profesor planteaba el concepto de «Una educación sin memoria». Yo aprendí a hacer manualmente operaciones de raíces cuadradas que todavía recuerdo porque las practico por puro placer de vez en cuando. Pero, ¿es esto transferible al inmediato futuro? ¿Es necesario que un estudiante, pongamos que no sea gallego, retenga en su memoria neuronal los ríos de Galicia? ¿O basta con que sepa consultarlos en la RED?

Entrando en términos médicos, esta semana acompañaba a mi madre anciana para cambiar sus audífonos, pues ya sin ellos oye con dificultad. Aunque no era lógico para una persona mayor, nos hablaron de modelos controlados inalámbricamente desde el teléfono. Micro audífonos implantados en los oídos permiten mejorar la audición pero este tipo de aparatos lleva tiempo entre nosotros y no nos impresiona tanto su evolución. Pero supongamos un parche colocado en nuestra piel que se comunica constantemente vía «bluetooth» con nuestro teléfono y este con el ordenador del hospital y entre ellos se transmiten nuestras constantes vitales de forma instantánea. Estamos pensando en temperatura, pulsaciones, tensión arterial o similares, las más corrientes, pero no sólo esas; una píldora que ingiere el paciente varias veces al día lleva un contenido biónico con nanotecnología que es capar de enviar imágenes y tomar medidas de sus efectos en el interior del cuerpo por donde se va desplazando. Y si nos olvidamos de tomarla, el ordenador o nuestro teléfono es capaz de recordárnoslo.

El problema de todo esto es el uso de los medios tecnológicos. Es fundamental que el centro de todo sea el hombre y su mejoramiento y no ocurra como muchas veces al revés, en que se obliga a cambiar al hombre para adaptarse a la tecnología en una vorágine de cambios que acaba por trastocarnos por el vértigo inducido.

Como colofón mencionar un comentario jocoso sobres estos aspectos. Supongamos que disponemos de un frigorífico conectado a internet que se encarga de conectarse al supermercado y hacer la compra para reponer los artículos. Ojo a si también se conecta a nuestra báscula inteligente, esa que nos «obliga» a pesarnos todas las mañanas, y entre los dos, frigorífico y báscula, se ponen «de acuerdo» para no reponer  cervezas hasta que no bajemos de peso…


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