domingo, 19 de junio de 2016

DESPLAZAMIENTO




El realizar a diario el mismo trayecto conduciendo en solitario un vehículo particular puede llegar a ser tremendamente aburrido, especialmente si uno no comulga mucho con este tipo de desplazamientos regulares pero no queda otro remedio si la alternativa que pasa por utilizar el transporte público convierte un trayecto de cuarenta minutos en uno de más de dos horas. Y dejemos claro que esto es tanto a la ida como a la vuelta, con lo que no es de recibo invertir casi cuatro horas y media diarias en un viaje para laborar siete. Puede considerarse un caso especial motivado por que los transportes entre la periferia de la gran ciudad son prácticamente inexistentes y todo trayecto pasa por alcanzar la ciudad y volver a salir de ella.

Esta semana me he dedicado un par de días a transitar académicamente tanto a la ida como a la vuelta los 50 kilómetros que aproximadamente separan mi domicilio de la sede de la empresa en que presto mis servicios. Por lo indicado en el párrafo anterior, se puede deducir que utilizo algunas carreteras locales para el desplazamiento, y también otras de circunvalación. Con lo de «académicamente» me refiero a respetar escrupulosamente todas las señales de tráfico, especialmente las limitaciones de velocidad, una cuestión que no es nada fácil llevar a cabo. Es una manera de entretenerse en el viaje y en este sentido recuerdo otro entretenimiento que intenté y conseguí hace unos años en un trayecto de características muy similares y que consistió en llegar desde mi domicilio al centro de trabajo sin tocar en ningún momento el freno del coche. Lo conseguí en un par de ocasiones de varios intentos, ya que en esta operación de «no frenar con los frenos» y «sí controlar con el motor del coche» se depende muy mucho de las condiciones del tráfico, de lo que hagan los demás conductores y de unos semáforos que encontraba al principio y al final el trayecto que frustraron, ellos solitos y en el caso de la llegada, algunos de mis intentos.

Los coches modernos aportan soluciones tecnológicas en esto del control de la velocidad. El mío actual dispone de una pantalla táctil, como la que se ve en la imagen, donde se pueden establecer seis valores prefijados, tanto de velocidad como de limitación, para gobernar de forma automática el coche. Tardan un tiempo en responder, en ambos casos, por lo que en las operaciones de aceleración y frenado no las he utilizado para ajustarme a las velocidades indicadas en los diferentes tramos por los que circulo en este viaje y que a continuación comento. Es pertinente añadir que el velocímetro del coche marca de forma algo inexacta la velocidad, por lo que le he calibrado con dos GPS de confianza, además de con mi teléfono, y por ello los límites que pueden observarse en la imagen son, por ejemplo, de 103 kilómetros por hora para conseguir 100 kilómetros por hora reales.

Añado que el tráfico a las horas que voy es fluido y permite atender escrupulosamente la señalización. El primer tramo de 14 kilómetros transcurre entre dos localidades. Es una buena carretera local, con arcén, pero con un trazado delicado de curvas y cambios de rasante, limitado en general a 90 km/h. En este caso estimo que es la velocidad adecuada al trazado, aunque en algunos momentos puntuales de rectas o curvas amplias pudiera circularse más deprisa con seguridad. A lo largo de este tramo hay varias entradas a urbanizaciones a uno y otro lado con límite a 60 y algunas rotondas limitadas a 40. Bajar a 60 varias veces, bueno, pero lo de bajar a 40 para negociar las rotondas, amplias y con buena visibilidad es un dolor y pocos conductores lo hacen.

La localidad comentada se circunvala y hasta la siguiente localidad hay un nuevo tramo de 16 km. Características similares aunque ya sin acceso a urbanizaciones, buen trazado y firme, pero con prohibición durante todo el tramo de efectuar adelantamientos. La velocidad máxima a 90 km/hora me parece correcta para el tipo de vía y sus condiciones.

Pero ahora viene lo bueno. Los siguientes 12 kilómetros, entre esta localidad y el acceso a una vía de circunvalación de la gran ciudad, son una autovía moderna, perfecta, bien trazada, con buen firme y buenas condiciones, pero limitada a 100 km/hora. E incluso en un corto tramo en los que hay unas curvas y un puente, la limitación baja a 80 Km/hora. ¡En una autovía! Lo que ocurre cuando yo he circulado a reglamento es que salvo tres coches un día y dos otro, el resto me adelantan a más velocidad y algunos, como se dice en el argot, «como balas», las limitaciones no van con ellos, ni siquiera en el tramo de 80, que hay que decirlo, es donde se coloca en algunas ocasiones un «pájaro azul y amarillo» que desde el cielo extenderá, supongo, las correspondientes «recetas» a estos chicos y chicas díscolos. Francamente no comparto el establecimiento de la velocidad a 100 pero eso es lo que ponen las señales.

Y llegamos al último tramo de unos 8 kilómetros por una gran vía de circunvalación de una gran ciudad limitado a 120 km. por hora. Hay más tráfico y sin contar a los vehículos pesados, algunos aunque muy pocos respetan la velocidad, yendo siempre un poquito por encima de lo permitido. Y en un tramo que hay un túnel y la velocidad que da en 100, más de lo mismo, se aminora un poco la velocidad, pero no todo lo establecido por la ley.

De todo lo expuesto, yo deduzco que las limitaciones establecidas, en alguno de los casos como en la autovía y la autopista están puestas asumiendo que algunos van a circular «por encima». Entenderán que si suben, en el caso de la autovía de 100 a 110 o 120, algunos van a ir ese poquito por encima y eso puede ser peligroso. Pero si esto es así, ¿Qué ocurre con los que cumplen? Por todo ello, mi opinión es que las señales están para cumplirlas, académicamente, y la autoridad competente, en este caso la Guardia Civil de Tráfico, debería de hacer todo lo posible, con los medios educativos o intimidatorios que sean necesarios, porque se cumplan. Y si no es así…retirarlas o cambiarlas. Por similitud, en la zona donde trabajo, con problemas de aparcamiento, hay una zona cercana a la oficina con señales de prohibido aparcar que a media mañana está hasta los topes. Cuando yo llego a primera hora hay sitio en ella, pero me desplazo un poco hasta una zona permitida. Como observo, día tras día, que no hay «consecuencias» para los infractores, la pregunta es obvia: ¿Debería yo aparcar también en esa zona prohibida? Y si se consiente, insisto en que es día tras día, que se aparque en ella… ¿por qué no se retiran las señales de prohibido?