El
realizar a diario el mismo trayecto conduciendo en solitario un vehículo
particular puede llegar a ser tremendamente aburrido, especialmente si uno no
comulga mucho con este tipo de desplazamientos regulares pero no queda otro
remedio si la alternativa que pasa por utilizar el transporte público convierte
un trayecto de cuarenta minutos en uno de más de dos horas. Y dejemos claro que
esto es tanto a la ida como a la vuelta, con lo que no es de recibo invertir casi
cuatro horas y media diarias en un viaje para laborar siete. Puede considerarse
un caso especial motivado por que los transportes entre la periferia de la gran
ciudad son prácticamente inexistentes y todo trayecto pasa por alcanzar la
ciudad y volver a salir de ella.
Esta
semana me he dedicado un par de días a transitar académicamente tanto a la ida
como a la vuelta los 50 kilómetros que aproximadamente separan mi domicilio de
la sede de la empresa en que presto mis servicios. Por lo indicado en el
párrafo anterior, se puede deducir que utilizo algunas carreteras locales para
el desplazamiento, y también otras de circunvalación. Con lo de
«académicamente» me refiero a respetar escrupulosamente todas las señales de
tráfico, especialmente las limitaciones de velocidad, una cuestión que no es
nada fácil llevar a cabo. Es una manera de entretenerse en el viaje y en este
sentido recuerdo otro entretenimiento que intenté y conseguí hace unos años en
un trayecto de características muy similares y que consistió en llegar desde mi
domicilio al centro de trabajo sin tocar en ningún momento el freno del coche.
Lo conseguí en un par de ocasiones de varios intentos, ya que en esta operación
de «no frenar con los frenos» y «sí controlar con el motor del coche» se
depende muy mucho de las condiciones del tráfico, de lo que hagan los demás
conductores y de unos semáforos que encontraba al principio y al final el trayecto
que frustraron, ellos solitos y en el caso de la llegada, algunos de mis
intentos.
Los
coches modernos aportan soluciones tecnológicas en esto del control de la
velocidad. El mío actual dispone de una pantalla táctil, como la que se ve en
la imagen, donde se pueden establecer seis valores prefijados, tanto de
velocidad como de limitación, para gobernar de forma automática el coche.
Tardan un tiempo en responder, en ambos casos, por lo que en las operaciones de
aceleración y frenado no las he utilizado para ajustarme a las velocidades
indicadas en los diferentes tramos por los que circulo en este viaje y que a
continuación comento. Es pertinente añadir que el velocímetro del coche marca de
forma algo inexacta la velocidad, por lo que le he calibrado con dos GPS de
confianza, además de con mi teléfono, y por ello los límites que pueden
observarse en la imagen son, por ejemplo, de 103 kilómetros por hora para
conseguir 100 kilómetros por hora reales.
Añado
que el tráfico a las horas que voy es fluido y permite atender escrupulosamente
la señalización. El primer tramo de 14 kilómetros transcurre entre dos
localidades. Es una buena carretera local, con arcén, pero con un trazado
delicado de curvas y cambios de rasante, limitado en general a 90 km/h. En este
caso estimo que es la velocidad adecuada al trazado, aunque en algunos momentos
puntuales de rectas o curvas amplias pudiera circularse más deprisa con
seguridad. A lo largo de este tramo hay varias entradas a urbanizaciones a uno
y otro lado con límite a 60 y algunas rotondas limitadas a 40. Bajar a 60
varias veces, bueno, pero lo de bajar a 40 para negociar las rotondas, amplias
y con buena visibilidad es un dolor y pocos conductores lo hacen.
La
localidad comentada se circunvala y hasta la siguiente localidad hay un nuevo
tramo de 16 km. Características similares aunque ya sin acceso a
urbanizaciones, buen trazado y firme, pero con prohibición durante todo el
tramo de efectuar adelantamientos. La velocidad máxima a 90 km/hora me parece
correcta para el tipo de vía y sus condiciones.
Pero
ahora viene lo bueno. Los siguientes 12 kilómetros, entre esta localidad y el
acceso a una vía de circunvalación de la gran ciudad, son una autovía moderna,
perfecta, bien trazada, con buen firme y buenas condiciones, pero limitada a
100 km/hora. E incluso en un corto tramo en los que hay unas curvas y un
puente, la limitación baja a 80 Km/hora. ¡En una autovía! Lo que ocurre cuando
yo he circulado a reglamento es que salvo tres coches un día y dos otro, el
resto me adelantan a más velocidad y algunos, como se dice en el argot, «como
balas», las limitaciones no van con ellos, ni siquiera en el tramo de 80, que
hay que decirlo, es donde se coloca en algunas ocasiones un «pájaro azul y
amarillo» que desde el cielo extenderá, supongo, las correspondientes «recetas»
a estos chicos y chicas díscolos. Francamente no comparto el establecimiento de
la velocidad a 100 pero eso es lo que ponen las señales.
Y
llegamos al último tramo de unos 8 kilómetros por una gran vía de
circunvalación de una gran ciudad limitado a 120 km. por hora. Hay más tráfico
y sin contar a los vehículos pesados, algunos aunque muy pocos respetan la
velocidad, yendo siempre un poquito por encima de lo permitido. Y en un tramo
que hay un túnel y la velocidad que da en 100, más de lo mismo, se aminora un
poco la velocidad, pero no todo lo establecido por la ley.
De
todo lo expuesto, yo deduzco que las limitaciones establecidas, en alguno de
los casos como en la autovía y la autopista están puestas asumiendo que algunos
van a circular «por encima». Entenderán que si suben, en el caso de la autovía
de 100 a 110 o 120, algunos van a ir ese poquito por encima y eso puede ser
peligroso. Pero si esto es así, ¿Qué ocurre con los que cumplen? Por todo ello,
mi opinión es que las señales están para cumplirlas, académicamente, y la
autoridad competente, en este caso la Guardia Civil de Tráfico, debería de
hacer todo lo posible, con los medios educativos o intimidatorios que sean necesarios,
porque se cumplan. Y si no es así…retirarlas o cambiarlas. Por similitud, en la
zona donde trabajo, con problemas de aparcamiento, hay una zona cercana a la
oficina con señales de prohibido aparcar que a media mañana está hasta los
topes. Cuando yo llego a primera hora hay sitio en ella, pero me desplazo un
poco hasta una zona permitida. Como observo, día tras día, que no hay
«consecuencias» para los infractores, la pregunta es obvia: ¿Debería yo aparcar
también en esa zona prohibida? Y si se consiente, insisto en que es día tras
día, que se aparque en ella… ¿por qué no se retiran las señales de prohibido?