lunes, 10 de abril de 2017

DESCONFIANZA



Siempre que comienzo una entrada cuyo título comienza por el prefijo «DES» no puedo por menos que traer a mi memoria la entrada de este blog titulada «DESAPARCAR», escrita ya en un lejano febrero de 2008. En este caso el prefijo cobra su sentido más conocido y nos hace ver el significado de falta de confianza, es decir, falta de «esperanza firme que se tiene de alguien o algo» .

Una de las cosas que más echo de menos es el poder disponer de figuras de referencia en las que confiar ciegamente, entendiendo figuras en un sentido más amplio que el de personas e incluyendo a empresas u organismos. Retrotrayéndome a mi infancia y adolescencia, y sin mencionar a las figuras familiares, ciertos personajes como mis maestros sor Rosario, don Román o el sr. Medel, el cura párroco don Antonio, el director de la Caja de Ahorros don Andrés Pascual, el médico don Ricardo Ruiz, el concejal de deportes y practicante del pueblo —cuando se ponían inyecciones— sr. Ramos, mi compañero de oficina cuando contaba trece años don Nicanor Díez o mi jefe don Miguel Herranz y tantos y tantos otros… Eran personas en las que se podía confiar ciegamente y atender a sus instrucciones y requerimientos con la absoluta seguridad de que irían siempre en mi beneficio y en ningún caso pondrían el suyo personal por encima. A pesar del tiempo transcurrido recuerdo vívidamente sus nombres y su bonhomía en aquellos tiempos en que todo era precario y estaba por hacer.

Hoy en día uno desconfía hasta de su sombra y con esta espada de Damocles y esa carencia de referencias es imposible llevar una vida tranquila. Si vamos al médico y nos receta una determinada marca de pastillas para combatir el colesterol, primero las famosas «xxxinas» y posteriormente cuando la cosa se complica el costosísimo «Ezetrol», no podemos estar seguros de que eso sea lo mejor, pues incluso no diciendo que sea malo muy probablemente el galeno habrá escogido una determinada marca en función de las expectativas que el comercial del laboratorio le haya hecho llegar un tiempo antes, y ello sin entrar en el coste para la Seguridad Social, que en los últimos años se ha tenido que proteger del gasto disparatado retirando muchos medicamentos del sistema nacional de salud y dejando al ciudadano desprotegido.

Y así podíamos seguir. Maestros propios y de nuestros hijos que dejan mucho que desear cuando interaccionas con ellos y te das cuenta que no son trigo limpio, que muchas de las quejas que has oído a otros padres o alumnos tienen muchos visos de tener fundamento y sin embargo se ve cómo va pasando el tiempo y siguen en sus puestos protegidos por un corporativismo que espanta. ¿Vamos a confiar nosotros o nuestros hijos ciegamente en ellos? Como se dice ahora, va a ser que no.

El hecho de ostentar una posición concreta no otorga la fiabilidad como antaño. Ahora hay que ganársela. Traigo a colación el ejemplo de otra de las figuras mencionadas en la introducción: el cura párroco. Los tiempos han cambiado, es verdad, pero ahora la reputación hay que ganársela con actuaciones diarias que poco a poco van reflejando una forma de ser y de actuar. Un poco más arriba de un simple cura local… ¿es de recibo que un prelado retirado, por muy alto que haya sido su puesto en el escalafón, resida en un piso de 400 metros cuadrados y…?

Podíamos seguir con otro de los escenarios, el de los bancos y cajas de ahorro. Muchos mayores que han confiado en el director de la sucursal de toda la vida han visto como oscuros tejemanejes de cirugía financiera y productos tóxicos se han llevado por delante sus ahorros de siempre al seguir a pies juntillas el consejo y acceder a invertirlos en valores, cédulas o preferentes, mientras las cúpulas directivas de esas entidades se dedicaban a llevárselo crudo, legalmente o no, y además complementarlo con oscuras prebendas como por ejemplo las ya tristemente famosas tarjetas «black». Yo desde luego desconfiaría muy mucho de un empleado o director de una sucursal que me aconsejara cualquier operación financiera y procuraría documentarme en varios sitios, entre ellos la almohada y varias noches, antes de tomar ninguna decisión de la que luego me tenga que arrepentir.

Practicantes que vayan por las casas poniendo inyecciones ya no quedan prácticamente, pero el que yo conocí en mi adolescencia era además el concejal de deportes, actividad complementaria a su trabajo, sin cobrar un duro por ella y que le llevaba su tiempo en organizar lo poco que se podía el deporte local y rodearse de entusiastas que colaboraran de forma desinteresada en organizar o participar en eventos en unas condiciones más que precarias pues eso de los polideportivos y las pistas de atletismo estaba todavía por llegar;  el campo de fútbol, de tierra, era una pista de multi actividades donde cabían todas las posibles. Ahora, cualquier concejal en muchos pueblos, no digamos en capitales o ciudades importantes, se lleva a su casa dos o tres mil euros sin despeinarse, porque se dedica, al menos en teoría, en exclusividad a esa actividad, con lo que se hace la política una profesión bien remunerada para los tiempos que corren y las exigencias que le suponen y trata por todos los medios de seguir en ella por los siglos de los siglos. Como se dice, algunos políticos se subieron al coche oficial hace treinta y cinco años y todavía no se han bajado.

Podíamos seguir poniendo ejemplos pero estamos llegando a un punto en que ponemos en tela de juicio todo lo que nos llega, venga de donde venga. Ni el propio presidente del gobierno, con mucho poder pero ninguna autoridad, es capaz de convencernos de que las cosas van bien porque nos ha engañado tantas veces que si en algún momento dice la verdad no va a ser creído. Es el peligro que tiene este deterioro que hemos ido alcanzando en los últimos años en muchos por no decir todos los estamentos sociales: hay demasiados casos conocidos, y otros muchos que no se conocen pero se suponen, que nos ponen en una situación de desconfianza continua.

Hace un momento acabo de malemplear seis euros, no es mucho, al atender sin demasiada reflexión y confiar en una tendenciosa propaganda de mi compañía de comunicacones, Seguramente podría deshacer la operación llamando a uno de esos teléfonos de DES-atención al cliente que parece que siempre están diciendo «todos nuestros operadores están ocupados, por favor espere…»


Adición martes, 11 de abril de 2017

Desafortunadamente, los comentarios en este blog están deshabilitados. Ello es debido a unos comienzos desafortunados con comentarios fuera de tono y la imposibilidad por mi parte de moderar los mismos.

Ello no es óbice para que algunas personas, por otros medios, me hagan llegar sus comentarios a estas entradas, algunos de ellos muy enriquecedores. Con la autorización de mi buen amigo Manolo, pongo a continuación sus reflexiones acerca de este asunto tan de actualidad.
Hola, amigo Ángel Luis.
Por una vez no estoy totalmente de acuerdo con lo que manifiestas en tu blog sobre la confianza en personajes del pasado y la desconfianza total en los personajes actuales.
En el pasado no éramos críticos con las personas que nos rodeaban, bien fuesen médicos, maestros, políticos... tenían una autoridad moral con nosotros y nosotros aceptábamos que así era. Confiábamos en todo el mundo.
Lo que ocurría es que no teníamos información veraz sobre sus actuaciones, resultado de una época de dictadura en la cual no se podía pensar sobre ciertos temas. Se admitían sin más. Esa venda se nos ha caído de los ojos y hoy estamos en el polo opuesto: no confiamos en nadie.
 
Creo que una parte del problema estaba en que admitíamos la autoridad y no la cuestionábamos y por tanto no veíamos o no queríamos ver lo que pudiera haber detrás de las decisiones que nos afectaban.
Una parte también se debía al miedo, importante en la escuela con los castigos físicos que podríamos sufrir. No cuestionábamos los métodos pedagógicos de los maestros, ni se nos ocurría decir nada, ni en la clase, ni en el patio, ni en casa. "Si te ha pegado, será porque has hecho algo".
 
Ejemplos:
1 - Ir al médico hace cuarenta años, era ir a visitar a una persona que con su conocimiento nos apabullaba. Mi padre murió de cáncer de pulmón en el 83. Fuimos con él varias veces al médico ya que tenía dolores y molestias importantes durante meses y nos dijo que no tenía nada. Al cabo de un año le operaron y no pudo hacerse nada, el cáncer estaba desarrollado.
Palabra de médico.
 
2 - Mi mujer en su pueblo, como todos los niños y niñas tenían una relación cercana con el cura del pueblo. Ella como otras niñas se quejaron a sus padres de que el cura las tocaba. Los padres dijeron que eso no era posible y que eran imaginaciones suyas.
El cura era incuestionable.
 
3 - José Banús construyó el Barrio del Pilar en los años 60. Fue un gran empresario que después se hizo famoso cuando invirtió, en Puerto Banús, lo que había ganado con los emigrantes que llegaron a Madrid, al barrio que él construyó. José Banús fue parte de la quinta columna (franquistas que vivieron en Madrid en la época de la guerra civil y que pasaban información al ejército que había dado el golpe militar). Esa labor fue correspondida con el cambio de la calificación de los terrenos donde se construyó después el Barrio del Pilar, terrenos que él había comprado antes a un precio 
irrisorio: dos pesetas el metro cuadrado.
Los políticos y los empresarios eran legales.
 
Pero es un tema interesante para una charla de cascarrabias.
Lo que más me preocupa es que hoy no se salva nadie de esta desconfianza, pero que afecta en mayor grado a los más desfavorecidos que no tienen medios económicos ni mediáticos para limpiar sus actuaciones.
Hay que ver como los corruptos pagan a empresas amigas para que limpien en internet las críticas que les hacen y además envíen bulos sobre sus enemigos.
En el mundo de la mentira, el que paga más tiene mejor prensa.
Al ser todos iguales y además todos corruptos, vótame a mí que soy el que mejor miento.