domingo, 16 de septiembre de 2018

TIPÓGRAFOS




Hay muchas cosas que han estado vigentes durante siglos y en los últimos años han desaparecido. Muchas profesiones han pasado a mejor vida en el tramo final del pasado siglo XX y los que ya tenemos algunos añitos hemos visto esta transición acelerada. Y esto no se ha acabado, la creciente globalización y los avances tecnológicos seguirán transformando el mundo a una velocidad endiablada. En una entrada ya antigua de marzo de 2010 de este blog titulada «PROFESIONES» refería mis recuerdos de algunas profesiones ya desaparecidas como las de colchonero, lechero, afilador y cobrador. A raíz de una experiencia personal vivida esta semana podemos añadir otra: tipógrafo.

Hace ya muchos años ejercía de periodista-fotógrafo aficionado ayudando en la redacción casera de un periódico local. Andábamos siempre tarde y mal, siendo el cuello de botella el asunto de la imprenta. Una imprenta local donde llevábamos los textos y las fotos para hacer la composición y que pudiera entrar en máquinas a tiempo para poner ese semanario en los kioscos. Muchas tardes, y noches, de los viernes, los pasaba en la imprenta echando una mano. Era un verdadero placer ver a los tipógrafos con sus pinzas ir cogiendo los tipos a una velocidad endiablada y colocándolos en las cajas, invertidos y de derecha a izquierda para lograr el texto deseado, que había que imbricar con fotos o dibujos hasta conseguir cada página. Un verdadero arte.

Desde que Gutenberg inventara la imprenta allá por la mitad del siglo XV hasta finales del XX, el sistema permaneció prácticamente invariable. Aparecían nuevos conjuntos de tipos de letras, en aleaciones más ligeras o duraderas, pero en esencia la composición de los textos por tipógrafos y cajistas era invariable. Composición, plancha de pruebas, corrección, ajustes, puesta en máquina y tirada en papel. El enorme desarrollo de periódicos y revistas puso en jaque todo esto apareciendo las linotipias y similares donde se automatizó la función de los tipógrafos en aras a conseguir una mayor fiabilidad y sobre todo velocidad en las composiciones. La llegada del mundo informático acabó con todo esto y lo relegó al olvido hace relativamente pocos años.

En Madrid hay un par de sitios que intentan que no se pierda esta forma de hacer impresos. Uno de ellos es accesible desde la página web «UNOSTIPOSDUROS» donde hay una muy jugosa información acerca de este mundillo e información sobre cursillos para interesados en recuperar o conocer esta profesión ya extinta en actividades comerciales. La denominada «Familia Plómez» es la organizadora de los cursos.

El otro sitio son cursillos gratuitos organizados desde la Imprenta Municipal deMadrid. En su edificio sito en la céntrica calle de Concepción Jerónima, muy cerca de la Plaza Mayor y detrás del Palacio de Santa Cruz, hay exposiciones sobre el mundo de la imprenta y diversas actividades gratuitas como visitas guiadas, talleres de tipografía, lexicografía, caligrafía o encuadernación para chicos y grandes. Una exposición permanente ofrece un recorrido muy interesante por la historia de la imprenta y de las artes gráficas. Actualmente, la exposición temporal hasta el 12 de octubre de 2018 se titula «Papel, pluma, tinta, plomo, edición...una muestra de impresión».

Esta pasada semana me apunté al de tipografía. Dos sesiones de tres horas para conocer, en mi caso recordar, el mundo de los tipos móviles, las familias tipográficas, y sus características y confeccionar un texto y obtener pruebas como se hacía a la antigua usanza. En la foto que acompaña esta imagen se puede ver la composición que hice, ya casi acabada. Luego vendría el ajuste, atado y la prueba en papel.

El diseño gráfico actual cuenta con una multitud enorme de aplicaciones y medios informáticos que deja todo esto como una rémora del pasado que poco a poco se irá olvidando. Se me ocurre que podría tener una similitud con la fotografía, en la que pasamos del laboratorio en el cuarto oscuro con líquidos y papeles a las modernas aplicaciones de tratamiento de la imagen en ordenadores que permiten conseguir en un plazo mínimo de tiempo cosas impensables de realizar en el pasado.

La experiencia ha sido divertida, recuerdo de viejos tiempos, manos manchadas de tinta, papeles emborronados… un juguete muy divertido que tenía similitud con aquellos mecanos donde había que desarrollar una manualidad constructiva. Sin embargo, las modernidades han supuesto una ayuda sustancial. Una vez terminada la composición, una fotografía a la misma con el teléfono móvil y un volteo de la imagen en espejo con cualquier aplicación nos ha permitido ver el texto final al derecho y tal y como se va a imprimir antes de ponerlo en máquina. Un paso ahorrado gracias a medios modernos que no tenían aquellos tipógrafos de los siglos pasados. ¡Qué cosas!