domingo, 11 de noviembre de 2018

¿DESFASADO?




Hace ya casi ocho años, en enero de 2011, escribía en este blog la entrada «OBSOLESCENCIA». Era un concepto algo novedoso en aquella época pero que se ha puesto muy de actualidad poco a poco, tanto que ya hasta organismos oficiales europeos se preocupan incluso de intentar regular por ley esas prácticas que algunas empresas tienen muy en cuenta para propiciar que la rueda de la economía no se detenga. Como bien dice mi estimado profesor Antonio Rodríguez de las Heras, los arqueólogos del futuro, cuando hurguen en nuestros basureros, se sorprenderán de la cantidad de aparatos casi nuevos y en perfecto estado de funcionamiento que encontrarán y se harán cruces de cómo han podido ser desechados por sus propietarios. Por cierto, el documental al que se hacía referencia en aquella entrada sigue disponible y sigue siendo recomendable su visionado que puede acceder desde este enlace.

La grapadora que puede verse en la imagen es, al menos, de los años sesenta del siglo pasado. Era propiedad de mi padre y la usaba en la oficina de una empresa de construcción donde trabajaba por las tardes para complementar el exiguo sueldo de cartero de la época. Cuando se jubiló me la regaló, con lo que ahora la tengo yo. Es de la marca «El Casco», una empresa vasca fundada en 1920 que sigue ofreciendo sus productos casi un siglo después. La grapadora en cuestión sigue a la venta hoy en día y he podido encontrarla en un precio algo superior a los 70 euros en unos grandes almacenes de esos de venta por internet, por lo que supongo estará disponible en comercios y papelerías. La propia casa fabricante la ofrece en su página web en modelos incluso chapados en oro de 23 quilates para escritorios más prestigiosos en un precio en estos días de noviembre de 2018 de 270 euros.

En aquella oficina, en la que laboré yo mismo durante cuatro años a caballo entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, había más utensilios de El Casco. Aparte de la taladradora o perforadora de papel, recuerdo una especial sensación de placer al utilizar el afilalápices, un aparto voluminoso fijado mediante una palomilla en una esquina de la mesa del jefe y que había que accionar mediante una manivela. Los lápices se usaban en aquella época, si, los clásicos, los de madera, y había que afilarlos, sacarlos punta, con regularidad. Luego ya vinieron los portaminas y los sacapuntas. Supongo que al igual que la grapadora, la perforadora y el afilalápices seguirán funcionando allá donde estén, si es que los herederos de los dueños de aquella oficina los conservan.


Con el paso del tiempo hay algunas cosas que siguen igual. Hay multitud de grapadoras con nuevos diseños, manuales o motorizadas, pero las grapas que utilizan son las mismas de toda la vida. La grapa, «pieza metálica pequeña que se usa para coser y sujetar papeles» tampoco ha cambiado en su diseño y poco margen tiene para hacerlo. El tamaño 23 es el recomendado para la grapadora antediluviana de la imagen. Algo parecido ocurre con el clip, «utensilio hecho con un trozo de alambre, u otro material, doblado sobre sí mismo, que sirve para sujetar papeles». Los hay de colores, de metal o de plástico, grandes, pequeños… pero en esencia su diseño sigue siendo el mismo de todos los tiempos y se siguen utilizando como antaño.

Una grapadora no deja de ser un frío objeto de metal. Pero cuando uno sabe su historia siente una especial sensación al usarla de vez en cuando. Y el hecho de siga en perfecto estado casi hace presuponer que sea eterna, pues no sufre un gran desgaste, aunque el hecho de haya piezas de repuesto sugiere un posible deterioro, que supongo llegará con un uso diario e intensivo, que no es mi caso. Espero que no conozca la obsolescencia y que mis hijos puedan seguir disfrutando de ella en el futuro.

Y ya que me he puesto nostálgico con «ACHIPERRES» viejos, me he dado una sesión de cálculo en mi vieja «FACIT», también con su manivela igual que el afilalápices, solo que adelante para sumar y atrás para restar. Sensaciones, ciertas, del pasado, recobradas en la actualidad. Por cierto, ahora «achiperres» es incorrecto, hay que decirlo con una «r» añadida, archiperres, para cumplir con el diccionario actual.