Hay
sucesos que se quedan grabados de forma indeleble en la memoria de las
personas. En septiembre de 2012 dedicaba dos entradas de este blog a comentar
cinco momentos especiales de mi vida: las entradas se titulan «MOMENTOS» y
«MOMENTOS 2». Ayer sábado 11 de enero de 2020 tuve la oportunidad de añadir
otro que seguramente recordaré mientras viva. Aunque seguramente para otros
muchos de los que estábamos allí fue un día normal, para mí tuvo un significado
especial.
Por
una cierta proximidad, he ido a La Granja de San Ildefonso en numerosas
ocasiones, al menos una vez al año en otoño para disfrutar de esta estación que
brilla de una forma especial en los jardines del palacio. He ido también a
comer en muchos de sus buenos restaurantes, a pasear, a mercadillos medievales,
a ver las fuentes en funcionamiento, a conciertos, a conferencias, a visitar el
CENEAM cuando mis hijos eran pequeños, a celebrar fiestas familiares en el
restaurante «La Hilaria», a tapear en el bar «Los Porrones» de La Pradera de
Valsaín, a visitar el semiderruido Palacio de Valsaín, a hacer marchas de
montaña en la zona, a hacer rutas en bicicleta de montaña… qué sé yo, un sinfín
de veces y de actividades diversas en una zona mágica que por algo escogieron
los reyes para montarse sus «finquitas» y «casitas» de veraneo. Pero, lo que
son las cosas, nunca había visitado el interior del palacio. Me decía que siempre
habría una ocasión en el futuro…
Otro
hecho curioso que guarda relación lo protagonizó mi hija hace unos años. Se iba
a marchar un año a estudiar al extranjero y el fin de semana anterior la
ofrecimos que escogiera un sitio para ir a visitar y a comer para de alguna
forma despedirse de España por un tiempo. Era a principios del mes de agosto y
nos sorprendió que eligiera La Granja y comer en El Parador. Así lo hicimos.
He
mencionado en alguna entrada de este blog mi curiosidad por diversas materias,
siendo una de ellas la «PALEOGRAFÍA» y otra los cursos «MOOC». Hace un par de
años realicé un par de cursos MOOC gratuitos y en español sobre paleografía —«Introducción ala caligrafía y paleografía en archivos hispanos medievales y modernos» y «Caligrafía y paleografía: espacioshistóricos para su estudio y práctica» en la plataforma eDX, muy recomendables aunque
no se tenga un especial interés por la paleografía debido a la pátina de
historia medieval de España que los arropa. Uno de los profesores, me gusta
más la palabra maestros, que aparece en estos vídeos es Eduardo Juárez Valero.
Curiosamente,
en los cursos para mayores a los que llevo varios años asistiendo en la Universidad
Carlos III de Madrid, se nos anunciaron las asignaturas elegidas para el año
siguiente y una de ellas era… «Paleografía» y además impartida por el
mencionado profesor Eduardo Juárez Valero. Las quejas entre los alumnos fueron
unánimes: ¿paleo…qué? «Nos la han metido de relleno, va a ser una pérdida de
tiempo…». Yo intenté convencer a algunos que podía ser divertido y que, en todo
caso, el profesor, perdón maestro, era formidable y seguro que nos la hacía
atractiva, como así quedó demostrado a medida que fueron avanzando las clases.
Hoy en día, la mayoría de los alumnos son incondicionales de Eduardo y me
atrevo a decir que se apuntarían a sus clases con el título de las mismas en
blanco.
Eduardo
Juárez Valero es un segoviano, castellano ejerciente, nacido en La Granja de
San Ildefonso hace unos cuantos años, no muchos. Es cronista oficial de la
villa desde hace años y nos deleita con sus semanales crónicas en el diario «El
Adelantado de Segovia». Conoce La Granja y sus alrededores al dedillo y todo
eso complementado con sus clases en la Universidad Carlos III, en la UNED, en el
Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, en la Universidad Antonio de
Nebrija, sus colaboraciones en RTVE y RNE, sus más de quince libros publicados,
sus artículos en revistas como National Geographic y otras, sus, sus… En fin, no sigo.
En estos días está finalizando el curso monográfico para
mayores que está impartiendo Eduardo titulado «Reinas de España» y como colofón
del mismo, por iniciativa suya y en su tiempo libre los fines de semana, ha
organizado tres fines de semana de visitas al palacio y jardines de La Granja, porque el
grupo máximo que admite Patrimonio Nacional es de 30 personas y la respuesta de
asistencia de los alumnos ha sido masiva, no solo de ellos, sino con sus
parejas, amigos, hijos… un desborde total.
Ayer sábado día 11 de enero de 2020 se celebró la primera de
las visitas a la que tuve la oportunidad de asistir y por fin visitar el
interior del palacio por primera vez bajo las explicaciones de Eduardo, «Edu»,
para todos. Tres horas de intensa comunicación sobre la historia y la
intrahistoria que escondían las estancias, fuentes, jardines y que nos dejaron
a todos embelesados, al menos a mí, que seguramente no vuelva a entrar nunca en
el Palacio para recordarlo tal y como Eduardo me lo ha enseñado. Al final, nos
organizó también, por si había sido poco, una comida en El Parador de Turismo
en la mesa «imperial» que puede verse en la fotografía que acompaña esta
entrada. Al final, cuando al anochecer negociaba las siete revueltas del puerto
de Navacerrada de vuelta a Madrid, aproveché para rememorar una vivencia que quedará grabada para siempre en mi memoria a sangre y fuego.
Por cierto, y como curiosidad, el término «ministro» deriva
del latín minister, que significa
sirviente o criado, también ayudante. Procede de la raíz minus (menor, menos, miniatura). Es el opuesto a «magister»,
término del que derivan magistrado y maestro, que representan el nivel más alto
en sus respectivos estamentos. Pues eso, Eduardo Juárez Valero, un «magister» en
todos los sentidos, porque sabe, sabe mucho, sabe contarlo para hacerlo ameno,
atractivo y despertar la curiosidad de sus escuchantes por saber más. Y «magister»
también en el aspecto humano de este mocetón cercano, entrañable y dicharachero
que se deja la piel mucho más allá de lo esperable y exigible y además de forma
desinteresada por sus amigos, convecinos y alumnos. Muchas gracias de corazón
que hago extensible a su familia a la que de alguna forma abandona para dedicar su
tiempo a los demás.