domingo, 20 de septiembre de 2020

INELUDIBLE

 

Hay ciertas cuestiones que yo creo que sin reflexionar un poco se van quedando en nuestras vidas obligándonos a comulgar con ruedas de molino si queremos seguir más o menos metidos en la vorágine de los mundos digitales y no quedarnos fuera de ellos. Cierto es que todo es muy complicado pero algunas veces las soluciones que se adoptan son cuando menos cuestionables y deberían de disponer de alguna alternativa para que las personas no tuviéramos que pasar sí o sí por los procesos que designan otros o al menos tener una cierta capacidad de elección.

Hace un tiempo que, en la normativa bancaria y debido a la proliferación de problemas de acreditación de los usuarios en el entorno digital, se puso de moda la llamada «segunda verificación»; cuando uno trata de hacer cualquier operación bancaria a través de cualquier cachivache digital, no basta con facilitar el documento nacional de identidad y una palabra clave elegida por nosotros, sino que además es necesario disponer de un teléfono móvil al que nos mandarán un código necesario para continuar con la operación. Y una vez dentro, por cada operación tipo transferencia, nuevo código al canto. Con el tiempo las entradas a las plataformas se dulcificaron y solo de vez en cuando es necesaria esa segunda comprobación.

Algunas empresas, bancos o no, fueron más allá. No les servía el asunto de los SMS enviados al teléfono y exigen tener instalada su aplicación –APP- para poder manejarse a base de «notificaciones». Con esta vuelta de tuerca ya no sirve un teléfono móvil convencional de esos que sirven solo para hablar, sino que es necesario un teléfono inteligente, con la aplicación instalada y además sin tocar. En esto de sin tocar me refiero a que no admiten teléfonos «rooteados» por el usuario en lo que me atrevo a calificar como el colmo del intervencionismo. Para aquellos lectores con espíritu «GEEK» les animo a consultar la entrada «COCINEROS» sobre el asunto del «roteo» y la más concreta «DESPRECINTAR» donde refiero el problema con el banco ING por tener mi teléfono personalizado a mi gusto y conveniencia.

Lo de la «segunda comprobación» se ha generalizado: ya muchas empresas lo utilizan en diferentes comunicaciones con los usuarios, bien en modo SMS bien en modo NOTIFICACIONES. Pero a veces las cosas no funcionan, porque no siempre tenemos el teléfono disponible a mano porque se nos puede haber quedado sin cobertura, haberse caído al váter o tener la SIM deteriorada. O bien los mecanismos de las empresas no funcionan o funcionan con retraso.

Escribo esto porque esta semana he disfrutado de tres encontronazos por este asunto. No han sido graves, pero sí me ha tocado esperar de una hora a veinticuatro para poder hacer esas operaciones que hoy en día se nos antojan como inmediatas pero que empiezan a no serlo tanto si no tenemos el teléfono móvil, inteligente, a mano y plenamente operativo. E incluso teniéndolo. Las refiero brevemente para que sirvan de ejemplo.

Una de ellas, con AMAZON. Normalmente con el usuario y la clave se puede acceder desde cualquier navegador en el ordenador para hacer una compra o consultar el estado de tus pedidos, pero si esta empresa detecta que estás usando una VPN, una red privada virtual, lanza un proceso ciertamente sofisticado a tu móvil para que entres en una página web suya y valides el acceso. Una vez hecho esto en el móvil te permite continuar con la operación. Claro, lo mejor es tener la aplicación instalada en el móvil y así hacerlo directamente con lo que si nos roban o suplantan el móvil, el ladrón lo tiene a huevo para hacer lo que quiera a nuestras expensas.

Otro ejemplo. Intentaba acceder a mi área de usuario de mi proveedor de internet, JAZZTEL concretamente, con el usuario y la clave que desconozco pero que he utilizado siempre porque la tengo apuntada de forma electrónica en un gestor de claves —ver entrada «CONTRASEÑAS» en este mismo blog—. Me decía una y otra vez que la clave era errónea a pesar de que no la escribo y utilizo el copiar y pegar desde el repositorio. Bueno, la cosa está en «reconocer que la he olvidado», cosa que no es verdad, para que me manden una nueva. ¡Tachín! «… le acabamos de mandar un mensaje a su teléfono con un código para que pueda seguir adelante con la operación…». Esperé y esperé cerca de media hora haciendo otras cosas y el mensaje no llegó. Solicité uno de nuevo y… nada. Ambos mensajes llegaron horas después cuando ya no podía usarlos porque no estaba en ese asunto. Por la tarde lo intenté y como no llegaba el mensaje, al cabo de una hora llamé al servicio de asistencia técnica donde no me dieron solución: tenía que esperar el mensaje. Llegó a la hora y media y pude seguir con el proceso.

Y el tercero, un portal especializado de un banco cuya imagen puede verse al principio de esta entrada. El SMS llegó pasados cuarenta minutos después de su solicitud. Aquí uno se queda sin saber quién es el culpable en todo el recorrido: el emisor del mensaje y la empresa de telefonía que lo gestiona, la empresa de telefonía que lo recibe o el propio teléfono del usuario. Demasiados intermediarios en la operación.

Con todos los respetos, basar únicamente estas «segundas comprobaciones» —hay muchas más empresas que utilizan ya estos procedimientos— en un teléfono móvil inteligente no me parece de recibo. Los teléfonos se pierden, están inoperativos, las personas se cambian de número por mil razones y con ello todos estos procesos quedan hechos añicos hasta que podamos volver a ponerlos en orden, un orden que para conseguirlo… ¡Hará falta el teléfono! ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

INELUDIBLE es algo que no se puede eludir, que es según el diccionario —acepción segunda— esquivar el encuentro con alguien o con algo. Podemos evitar el tener un teléfono móvil e incluso conozco algunas personas que no lo tienen, o dicen no tenerlo, pero esta actitud implica renunciar cada día a más cosas, algunas de ellas ya casi imprescindibles en nuestra vida diaria, especialmente en nuestra vida diaria digital.