domingo, 13 de septiembre de 2020

GALEÓN

Si yo mencionara a alguien, así, de sopetón, los nombres de Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, es probable que muy pocos supieran decirme a cuento de que venía resta retahíla de nombres. Sin embargo, si dijera La Pinta, La Niña y la Santamaría es fácil que fueran reconocidos por muchos más, aunque tal y como va la disciplina de historia en los estudios actuales, a lo mejor me llevaba alguna sorpresa, especialmente entre los más jóvenes. Realizada la prueba con mi hija, estudiante universitaria en segundo año de carrera, sí me ha reconocido estos últimos, aunque no sé si eso es generalizable.

Para no seguir con la intriga del curioso lector, los tres últimos son los nombres de las tres carabelas que bajo el mando de Cristóbal Colón alcanzaron América (teóricamente) por primera vez desde el llamado mundo occidental en un no tan lejano año de 1492 si consideramos la historia de la humanidad. Hace siete millones de años nuestros ancestros homínidos empezaron a poblar la tierra y de esta gesta vital para la Humanidad como es el Descubrimiento de América hace poco más de quinientos. Bien es verdad que hasta hace diez o doce mil años la «cosa» estuvo más bien «parada» y que a partir de ciertos hitos que comenzaron a brotar desde que los humanos nos hicimos sedentarios el avance ha sido descomunal.

Los cinco nombres citados en primer lugar también son de barcos, un poco posteriores, y fueron los que componían la expedición que, bajo el mando de Magallanes en primera instancia, y de Elcano a su finalización, consiguieron otra gesta en aquella época, unos treinta años después, de dar la primera vuelta completa al mundo por mar.

Muchas veces perdemos de vista que los avances son progresivos y que para que ocurran algunos eventos es necesario que previamente tengan lugar otros. Con el paso del tiempo aquellos quedan olvidados, pero no dejan de ser fundamentales para posibilitar el avance de la sociedad. Hemos dicho que Colón navegó al frente de tres barcos, de tres… «carabelas» … ¿Qué es una carabela?

La pregunta es más bien ingenua, pero recuerdo con deleite aquella clase de historia hace unos años en los cursos de mayores de la Universidad Carlos III de Madrid en la que el profesor David García Hernán estuvo un buen rato disertando sobre lo que era una carabela. Nunca antes me había parado a pensar en el tema y a buen seguro que a muchas personas les habrá ocurrido lo mismo. Y sin carabelas, el descubrimiento de América no hubiera tenido lugar, al menos en aquella época, aunque seguramente hubiera ocurrido más tarde.

Los hombres llevaban navegando muchos años, pero teniendo en cuenta una pequeña salvedad: los barcos que utilizaban no les permitían alejarse demasiado de la costa, donde con frecuencia tenían que volver a proveerse de comida y agua, amén de realizar arreglos en sus barcos. La ruta de las Indias se realizada bordeando las costas de África y Asia por este motivo, ya que las embarcaciones eran relativamente pequeñas y su estructura no permitía grandes acumulaciones de víveres, amén de que había que reservar todo el espacio posible para las mercancías que eran el verdadero objeto de aquellos viajes eminentemente comerciales.

Al parecer, los constructores de los primeros modelos de carabelas fueron nuestros vecinos portugueses en el correr del siglo XIII. Se trataba de un barco pequeño, con velas latinas y fundamentalmente dedicado a la pesca no muy lejos de las costas. Dos siglos después, en el XV, los propios portugueses habían perfeccionado, y agrandado, el modelo inicial. Con grandes dotes marineras de manejabilidad y navegación, las carabelas fueron las dueñas de los mares en los siglos XV y XVI y permitieron cubrir viajes de mayores distancias que posibilitaron la travesía de los mares alejándose de las costas como nunca antes había sido posible. A principios del siglo XVII habían desaparecido y las carabelas que quedaban eran testimoniales.

A principios del siglo XVI empezaron a usarse los galeones, embarcaciones de corte similar, más pesados y con menor maniobrabilidad, pero muy aptos para el comercio y la guerra. Como una evolución de las carabelas, los galeones sufrieron adaptaciones según los países, destacando los ingleses, españoles y portugueses, entre otros. Han pasado varios siglos y carabelas y galeones son cosa del pasado y no admiten comparación posible con modernos transatlánticos, petroleros o barcos de guerra como fragatas o portaviones. Pero en aquellos años cumplieron elegante y humildemente su función y permitieron algunas de las grandes gestas de la humanidad.

Y hoy en día, es posible al menos visitar un galeón construido de la forma más fiel posible a cómo eran en aquellos años. Evidentemente se trata de un barco modernizado pues no se entendería hoy en día navegar sin elementos tan básicos como un motor, un GPS, sistemas de comunicaciones, cámaras frigoríficas o una simple ducha para la tripulación. La reproducción del galeón «Andalucía» (en las imagenes) surca los mares del mundo y se detiene por un tiempo en los puertos para permitir la visita de curiosos e interesados en transportarse por unos instantes a la época en que nuestros antepasados surcaban los mares.

Hace un mes estaba en Santander y recorrerle por dentro ha sido un verdadero placer. Más información sobre sus andanzas y recorridos en la página web de la Fundación Nao Victoria accesible desde este enlace. Si tiene la oportunidad de realizar un «abordaje» controlado no la desperdicie, será un tiempo bien empleado el que emplee en visitar este museo flotante.