domingo, 10 de julio de 2022

REDUFLACIÓN

Tengo que empezar pidiendo disculpas por utilizar como título de esta entrada una palabra que (todavía) no está en el diccionario oficial. Pero el habla popular va en muchas ocasiones por delante de los refrendos oficiales y la consulta hecha a ese «diccionario avanzado» que es la FUNDEU me ha animado a utilizarla. Según este organismo, tan de cabecera para mí como la propia Real Academia Española de la Lengua, indica que el término «reduflación»  alude a «la práctica llevada a cabo por algunas empresas de alimentación de reducir el contenido de los productos manteniendo los precios». Y, aviso a navegantes, al igual que inflación, se escribe con una única «c».

Aunque ahora esté continuamente en los medios, el vocablo no es nuevo. Al parecer, se gestó en mundos anglosajones hacia 2010 como «shrinkflation», un acrónimo de «shrink», que significa reducción, y «-flation», como referencia a los procesos de inflación. Nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol…

Los más talluditos recordarán una época en que se autorizó gubernamentalmente a reducir el peso de las barras de pan para que siguieran costando lo mismo y pareciera que no habían subido de precio. También desde hace tiempo, los comercios están obligados a explicitar en sus etiquetas no solo el precio del producto mas también lo que supone en relación al peso o contenido. Pero, ¿que ocurre si en el interior no está lo que por fuera dice que debería estar?

Llevo un tiempo con la mosca tras la oreja cada vez que abro un producto. Hay que señalar que desde hace ya muchos años y por mor de la venta en supermercados y grandes superficies, la gran mayoría de los productos están envasados. Recogido de un artículo anterior de este mismo blog… «Los supermercados y la prisa han traído los envoltorios. Y los envoltorios ya no son sencillos, hay toda una industria detrás de ellos, en su fabricación y marketing, en hacer su diseño más atractivo a los ojos del comprador. Al final todos acaban en la basura o en el reciclaje, pero mientras cumplen su función y se pavonean de contener lo que realmente hemos ido a comprar».

Para concretar, estas sensaciones me están ocurriendo en estos días con la margarina Artúa que, tras quitar el precinto, parece que el contenido ha mermado con respecto a épocas pasadas. O con toallitas de limpieza de gafas compradas en Mercadona, que me da la sensación que últimamente vienen menos húmedas, menos impregnadas de líquido limpiante.

No podemos estar comprobando los contenidos ─especialmente los sólidos y líquidos─ porque deberíamos pesar el producto sin abrir, registrar el peso, y volver a pesar el envase una vez vacío para poder conocer si hay merma real. ¿Hay algún organismo oficial que esté realizando estás prácticas comprobatorias?

A lo largo de muchas entradas de este blog he manifestado la creciente pérdida de confianza que va creciendo en mi interior a medida que pasa el tiempo con relación a todo lo oficial o empresarial que me rodea. Me quedan los familiares y amigos en los que puedo confiar ciegamente pero de ahí para fuera… ¡madre mía!

En esta época de primavera y verano de 2022, los disparados, ¿disparatados?, ¿descomunales? aumentos en los precios están fomentando el que algunas empresas bordeen la legalidad en lo que parecen pequeñas faltas consideradas de forma individual pero que multiplicadas exponencialmente en miles y miles de productos suponen una ganancia extra; una práctica que sería legal si modificaran las indicaciones de los envases, aunque no sería muy moral pues supondría un engaño encubierto para los consumidores. Legal y moral, dos palabras que no siempren se conjugan  de forma armónica en los comportamientos sociales.

¿Se trata de un engaño? Mismo precio, menos producto…  más aire y menos producto. El fenómeno es especialmente notorio en productos envasados y todavía en mayor medida si los envases son opacos y no podemos ver su interior sin abrirlos. En la entrada «ENVASES» de noviembre de 2017 aludía a una conocida marca de chocolate en polvo que lleva entre nosotros decenas de años y que cito como propaganda negativa en este caso: Cola-Cao. Envases enormes, opacos, que cuando son abiertos y nos asomamos a su interior constatamos que casi la mitad está vacío, bueno, lleno de aire. A lo mejor es un poco exagerado hablar de la mitad, pero casi, casi...  

Y como mis sensaciones pueden ser inciertas, el siguiente titular en la prensa de estos días me confirma que puedo no ir descaminado en mis apreciaciones…

 

 

 Átense los machos, que la cosa se pone cuando menos turbia...