domingo, 17 de julio de 2022

UBICACIONES

Quien más, quien menos somos hoy en día de una manera directa o indirecta usuarios ─yo diría que clientes aunque no paguemos─ de Google. Su enorme tela de araña tejida en el mundo digital, desde hace ya muchos años, captura a todo bicho viviente que lleve un teléfono inteligente en las manos, tenga un ordenador o utilice los servicios de correo electrónico, entre otras muchas aplicaciones de las que ni siquiera tenemos conciencia.

Y tampoco somos conscientes, aunque lo atisbamos, de los registros sistemáticos y voluminosos que Google anota sobre nosotros, nuestras actividades y nuestro deambular por el mundo, tanto físico como digital. En algunas entradas de este blog me he ocupado del asunto de las ubicaciones. Es momento de recordar, una vez más, lo que mi buen amigo Manolo me indicaba sobre estos temas y que dejamos de tener presente con harta frecuencia: «Cuando algo es gratis, el producto eres tú».

El Androide Libre decía en uno de sus interesantes artículos sobre el mundo de los teléfonos móviles bajo sistema operativo Android que «Google sabe dónde estás, aunque desactives el historial de ubicaciones». La fiebre ─un verdadero síndrome de Diógenes electrónico─ por acumular información de las personas es una constante en las grandes empresas inmersas en el mundo de las comunicaciones y redes sociales. Los datos sobre las personas y sus actividades son lo que ahora se denomina «oro líquido» y su captura masiva se ha vuelto un objetivo prioritario: si se dispone de información… se puede utilizar… ahora o en el futuro.

Hace tiempo, en otra entrada del blog escribía que… «Puede ser (muy) interesante para un usuario consultar el historial de ubicaciones. Seguramente se llevará muchas sorpresas del detalle alto de cosas que Google tiene registradas. Por ejemplo, el día 19 de diciembre de 2013, Google dice que estuve en el colegio de mi hija desde las 14:56 hasta las 16:47. Será verdad, quizá una función de teatro por la fecha, pero ni yo mismo lo sé o lo recuerdo. Igual que pone eso, sería muy fácil, como todo lo electrónico, cambiarlo y poner que he estado en otro sitio. ¿Qué fiabilidad se les otorga a estos datos guardados y sin contrastar? ¿Y si ese día mi teléfono estaba en el bolso de mi mujer y yo estaba en otro sitio? ¿Qué pasaría si por un fallo informático –que los hay─, o a sabiendas, se intercambiaran mis registros con los de un peligroso delincuente? Interrogantes no contestados y de los que parece que no nos preocupamos y nos pueden acarrear más de un disgusto».

Yo apago mi teléfono todos los días por la noche. O al menos eso creo. O al menos eso me dice cuando aprieto la tecla y confirmo que sí, que lo quiero apagar. Pero yo sé que no es verdad, porque tengo activado un automatismo para que se encienda a una hora determinada por la mañana. Si es capaz de encenderse el solito es señal inequívoca de que no está apagado, de que está haciendo cosas que solo él sabe. La posibilidad de extraer las baterías de los teléfonos es una cuestión que se eliminó de los teléfonos inteligentes hace ya mucho tiempo porque era un sistema fiable de verificar que el teléfono estaba realmente apagado. Ahora… no podemos apagarlo… nunca… aunque nos creamos que lo hacemos.

Google se preocupa por mí y me envía esta semana un correo para avisarme que si quiero conservar los datos de mis ubicaciones tengo que realizar unas acciones antes del próximo 1 de septiembre de 2022 etc. etc. Haga lo que haga, no tengo ninguna duda de que mis datos NUNCA serán borrados, otra cosa es que me digan que lo están y que me impidan el acceso a ellos. Sería largo de explicar aquí, pero tengo algún registro fehaciente de que datos míos antiguos, borrados, a los que he podido acceder por un error del propio Google, no me deja borrarlos y siguen ahí.

Como tengo desactivado el control de ubicaciones, me dice que no dispongo de información de los últimos días, aunque yo no me creo que sea verdad: ¡la desconfianza al poder! En todo caso voy a proceder a borrar todo mi historial, una vez más, pero antes he constatado otro error que Google tiene en sus datos.

Consulto el día 27 de noviembre de 2013, día en que por mis apuntes yo estaba en mis clases de mayores en el Campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid. La ubicación de Google me sitúa a las horas de clase en el Campus de Getafe de esa misma universidad. ¿A qué es debido esto? Los alumnos disponemos de una red interna a la que yo me conectaba y me sigo conectando cuando llego a la universidad, pero el servidor de esta red está ubicado en el Campus de Getafe, con lo que el señorito Google, que se encuentra mi GPS desactivado, decide por la conexión y por su cuenta que yo estoy en Getafe y no en Colmenarejo. Y me imagino que como estas habrá otras cuantas «inexactitudes» en los datos.

En fin, no nos podemos escapar por mucho que lo intetentemos, porque la red de la «araña» Google, y de otras, es tupida, densa, reesistente y muy potente y por acciones nuestras o por interacciones con otros usuarios menos cuidadosos que nosotros, va atando cabos y al final todo cuadra. Y el problema, recordémoslo una vez más, no son los datos, sino el uso que se haga de ellos ahora o, lo que es peor, en el futuro. Esto no lo entienden muchos jóvenes, incluso muchos políticos, que en el pasado dijeron o hicieron cosas que quedaron guardadas y ahora se vuelven en su contra.

Por cierto y de forma colateral, la frase del inicio de esta entrada pudiera parecer mal escrita, con falta de tildes, pero la FUNDEU aclara que…«la locución “quien más, quien menos”, que significa “todos, unos más y otros menos”, se escribe preferentemente sin tilde en quien, pues se trata de un pronombre relativo». La FUNDEU dice también que … «La Ortografía de la lengua española señala que, aunque tradicionalmente se ha admitido la escritura de quien más, quien menos con tilde o sin ella, lo recomendable es optar siempre por la grafía sin tilde…». Y además… «no es adecuado poner coma después de la locución, salvo que a continuación aparezca otra palabra que funcione como sujeto, por lo general todos. »

A la cama no te irás…