domingo, 7 de agosto de 2022

RUIDO

En este mismo mes de agosto pero del año pasado, 2021, saltaba a los medios una curiosa noticia: los turistas de un pueblo asturiano se habían quejado en su alojamiento por los ruidos que no les dejaban descansar. El campo «produce» diferentes sonidos, unos de ellos naturales originados por los elementos (viento, ríos, tormentas…) y otros que también son consustanciales al contexto como el piar de los pájaros, los gallos por la mañana cumpliendo su función de despertadores o rebaños de vacas u ovejas con sus cencerros bamboleantes.

También hay otros no tan naturales ─producidos por el hombre─ pero que pudiéramos considerar como del lugar de toda la vida. Pogamos el ejemplo de las campanas del reloj de la plaza del consistorio o las de la iglesia anunciando la próxima misa por no decir los de los tractores dirigiéndose a su labor. Un gracioso trino en Twitter del Ayuntamiento de Ribadesella describía estos ruidos.

Para disfrutar de sitios maravillosos hay que «soportar» estos sonidos, tan especiales. Un conjunto de resonancias que aunque a muchos les parece tranquilizante, a otros les parece molesto, hasta tal punto de expresar sus quejas. Y es que el ruido tiene un componente muy subjetivo: «un mismo sonido puede ser considerado un elemento molesto para unas personas mientras que para otras no, dependiendo de las personas y de los contextos». Es sabido que no molesta lo más mínimo al que lo produce como en el caso de un chaval aporreando un tambor o el joven que da gas a una moto con el escape trucado. 

Hace muchos años dormía algunos fines de semana en Madrid en casa de unos primos. Incluso en invierno, debía tener la ventana abierta por la asfixiante calefacción central de las casas. Pero Madrid era una ciudad que o no dormía o se levantaba temprano y los ruidos de los camiones de la basura o los autobuses se colaban por la ventana abierta de forma inmisericorde.

Sentadas estas bases, otra serie de ruidos «profesionales» pueden llegar a ser verdaderamente molestos si te toca la china de tenerlos justo al lado de tu casa o donde pretendes pasar unas vacaciones tranquilas. Esta semana me he encontrado con tres de ellos que, por momentos, han llegado a ser un verdadero fastidio. No puedo por menos de acordarme de un magnífico libro titulado «Los Asquerosos», de Santiago Lorenzo, donde se describe magistralmente la invasión los fines de semana de la tranquilidad del pueblo por los domingueros con sus coches, su música, sus barbacoas y sus fiestas hablando a gritos.

Pongamos que están pintado una fachada enfrente de donde te alojas. Nada de andamios, ahora es más mucho más efectiva la grúa con una cazoleta que sube y baja continuamente al pintor. Pero cada vez que se mueve la mencionada cazoleta, supongo que será por ley, la máquina emite unos molestos pitidos que se oyen con demasiada intensidad en muchos metros a la redonda, incluso con las ventanas cerradas, cuestión que no suele ocurrir precisamente en verano. Para el curioso lector una muestra de los pitidos grabados en el interior de la casa de enfrente con las ventanas cerradas haciendo clic en este enlace. Están grabados con un teléfono móvil y por tanto sin calidad.

Las fachadas no se pintan con frecuencia, pero cuando te ha tocado, te ha tocado. Aunque hay otras cosas que si tienen una mayor frecuencia: el cortado del césped o de los setos si estás en una zona con jardines. El ruido de motores cuando las máquinas están operando —ahora no se barre con escobas sino que se utilizan sopladoras— es también molesto y ocurre a cualquiera de las horas laborales del día, sin respetar madrugadas o siestas. Una muestra con las mismas características de la anterior en el siguiente enlace.

Y el tercero es un campamento juvenil cercano, donde el hablar a voces y tener la música bacaladera a todo volumen durante todo el día parece que es la base del entretenimiento. Lamentablemente he perdido la grabación de esta tercera forma de tortura «ruidil» pero cualquiera se la puede imaginar.