domingo, 30 de octubre de 2022

(IN)SANIDAD

Tema recurrente. Solo han pasado dos semanas desde que escribía en este blog la entrada «SANIDAD» y no me puedo aguantar las ganas de volver a la carga. Las rayas rojas, esos límites teóricos, parece que no existen en la actual Sanidad (al menos en la Comunidad Autónoma de Madrid). En lo privado, siempre podemos elegir entre unas u otras compañías, o incluso optar por ninguna, si las prestaciones que nos ofrecen no nos satisfacen. Pero... ¿y en lo público? Son lentejas.

En esta España actual, desde hace más de cuarenta años, las competencias sanitarias están cedidas de forma completa a las Comunidades Autónomas. Mal que nos pese y a pesar de las controversias que hemos contemplado en estos últimos tiempos con la llegada de la pandemia de COVID, cada españolito tendrá una «sanidad» diferente en función de la Comunidad Autónoma en la que resida. Con ello, un segoviano no tendrá la misma que un madrileño, por poner un ejemplo de dos provincias que están territorialmente pegadas la una a la otra.

En la Comunidad de Madrid, los temas sanitarios han alcanzado un grado de deterioro descomunal en estos últimos años. Y nadie parece querer tomar las riendas. La técnica de ignorar los asuntos y dejar que pase el tiempo y se olviden las cosas es muy socorrida para ciertos políticos responsables de este desaguisado. Y ante algunas consideraciones de recuerdo, esgrimen que «eso ya se dirimió en las urnas». Elecciones mediante, las votaciones masivas a un partido «implican» que aquello está olvidado y perdonado. Por ejemplo, las muertes masivas de ancianos en las residencias entre otras cosas por la normativa de no llevarlos a los hospitales.

Pero no solo es eso. En esta semana se han intentado abrir las urgencias madrileñas con un caos importante. Sigo refiriéndome a la Comunidad de Madrid. Cuento a continuación un hecho, con detalles, que me ha sucedido personalmente; dispongo de los pantallazos correspondientes obtenidos en la App del teléfono inteligente, pero los omitiré para dar fluidez a esta entrada.

El lunes pasado acudo a  mi médico de familia tras diez días de espera en conseguir una cita presencial. Se trata de un tema dermatológico que arrastro desde el verano y que no permite acudir a urgencias, que parece la alternativa en muchos casos. Ya suponía yo que esta visita era un puro trámite para conseguir la derivación a un especialista, cosa que finalmente ocurrió.

Con el número de referencia obtenido, intento conseguir la cita a través de la App del telefono. La primera información, de sopetón, es «no hay citas disponibles en su hospital de referencia». A continuación me ofrecen posibles citas en tres hospitales que distan setenta kilómetros de mi domicilio. Miro en esos tres, más por curiosidad que por otra cosa, y las citas ofrecidas son para mayo y junio del año que viene, 2023. Opto por no seleccionar ninguna.

El jueves me contactan telefónicamente para darme la cita. Se trataba de una persona que, de forma mecánica me asignó la cita que puede verse en la imagen para octubre de 2023… ¡un año de espera! No tuve oportunidad ni de dar las gracias, porque el cuelgue del aparato fue inmediato. Así vamos. Dentro de poco darán citas para dos años y seguirán y seguirán… No parece que haya nadie que considere que este deterioro manifiesto es vergonzoso, inadmisible a todas luces y que no podemos seguir así. ¿O sí que podemos?

Me consta, por información en medios y redes sociales, que esto no es un caso aislado. Si lo fuera todavía tendría un pase. Pero no lo es. Las agendas de los servicios médicos estarán llenas de citas que no llegarán a ser efectivas con toda seguridad. Un galimatías que todos alimentan y que nadie parece querer solucionar.

Para el lector que haya llegado hasta aquí, una curiosidad. He utilizado el título (IN)SANIDAD en esta entrada para tratar de conseguir un vocablo con significado contrario a Sanidad. Podría haber utilizado antiSanidad, aSanidad, desSanidad… pero no podría usarse inSanidad porque ese vocablo existe y tiene significado según el diccionario: «locura, privación del juicio».




 

domingo, 23 de octubre de 2022

ENREDAR

 

¿Son las plantas inteligentes? Hace muchos años, en un curso de Control Mental hicimos una prueba que llamó poderosamente mi atención. En una habitación sin ningún estímulo, salvo la luz que entraba por la ventana, estabas en contacto físico y «verbal» con frases agradables durante quince minutos con una planta que estaba en un tiesto encima de una mesa. Todo era grabado con una cámara prácticamente oculta en un rincón. Posteriormente entraban tres personas más que estaban sus quince minutos en la habitación sin interactuar de ninguna forma con la planta, sin tocarla y en perfecto silencio.

Dejada la planta sola durante una hora, se orientaba hacia la luz de la ventana. Entrando en la habitación las cuatro personas que habían estado anteriormente haciendo la prueba, se sentaban sin hablar en una silla en la parte opuesta a la ventana. La planta solo se orientaba a la persona con la que había interactuado con ella, en una especie de reconocimiento. Experimento díficil de creeer pero no parecía que hubiera mecanismos ocultos en el tiesto o en la propia planta. Aclararé que tuvo lugar en 1983.

En la imagen que ilustra esta entrada, se pueden ver los zarcillos que la enredadera lanza en una búsqueda desesperada de un lugar donde afianzarse para continuar su expansión y crecimiento. Si esos zarcillos fueran buscando su destino de forma individual, muy probablemente no alcanzaran su destino y acabarían cayendo. ¿Cayendo y enlazándose con los de más abajo? No. Bien al contrario, subiendo y enredándose con los de más arriba, hasta formar un entramado potente y poderoso que permite a la planta alcanzar ese canalón (muy) lejano al que asirse para continuar su crecimiento en la fachada de enfrente.

Aunque puede parecer que esto va de plantas, no es así porque pretende ir de Autonomías, de Autonomías Españolas, ese invento del «café para todos» de la Transición Española que, por mucho que se afanan a diario en demostrarnos sus muchos inconvenientes para los ciudadanos de a pie, ahí siguen, haciéndonos la vida cada vez más complicada. A ver quién le pone el cascabel al gato. Hay diferentes entradas en este blog a lo largo de sus quince años de existencia mostrando mi desacuerdo con estas «taifas» españolas, al menos tal y como están concebidas.

Volviendo al ejemplo de la madre naturaleza, a ver quién convence a la enredadera de que no es verdad aquello que ya utilizara Homero en su universal Ilíada: «La unión hace la fuerza», una frase que ha tenido muchas variantes y que figura en escudos, monedas y banderas de muchos países.

Pero aquí nos empeñamos en fomentar lo contrario: la desunión. Unos contra otros, para lograr la mejor tajada para los propios y al resto… que les den y se busquen la vida. La siguiente imagen abona un poco esta idea…

 

Para los que estén hartos de noticias o no conozcan estos apellidos, es menester aclarar que Moreno es el mandamás de la Comunidad Autónoma española de Andalucía y Ayuso es la homóloga en la Comunidad Autónoma de Madrid. Para más inri, conviene apostillar que pertenecen al mismo partido político, así que eso de la etiqueta en las relaciones institucionales… como que lo dejamos para más adelante.

Más que buscar soluciones conjuntas que se deriven en beneficios para los sufridos ciudadanos de a pie, estos dirigentes resucitan formas de hace casi mil años y se lanzan a la gresca para disputarse los «clientes» como verduleras de mercadillo, a base de (supuestas) rebajas fiscales que derivan en desajustes —por lo general a la baja— en el estado del bienestar, que se desmonta —y desmorona— a marchas forzadas. Pero… ahí están, obteniendo o rozando la mayoría absoluta en las elecciones.

Aún sabiendo que me repito, no puedo por menos de rescatar este texo de la entrada «HARTAZGO» de 2017:  Yo me pregunto porque no aprovechan otras de las 17 existentes, más dos ciudades, para lanzarse al río revuelto en busca de su particular ganancia de pescadores. Gallegos, manchegos, extremeños, andaluces, asturianos, cántabros, riojanos, melillenses… Quizá sean sensatos y antepongan otras cosas a sus emociones. Y cuando menciono otras cosas, me refiero a las materiales, la comida, la vivienda, la sanidad, la educación… Solamente cuando uno tiene el estómago lleno, un lugar digno donde vivir, una sanidad aceptable que vele por su salud y otras cosas básicas puede empezar a pensar en si se hace seguidor activo del Betis, del Málaga o del Rayo Vallecano. Y todos estos asuntos, materiales, los tiene que percibir la persona en propias carnes, no vale con que se lo cuenten porque cada uno sabrá por su propia experiencia si está siendo engañado. Los anuncios del tren son muy bonitos porque los hacen empresas expertas en hacer anuncios pero los ciudadanos que realmente utilicen el tren todos los días sabrán si la cosa va bien o menos bien, por no decir mal. Los políticos son, o deberían ser, expertos en manejar las emociones del personal. Muchas veces es suficiente un poco de humo para encandilarnos y llevarnos por donde ellos quieren. …Somos por lo general muy desmemoriados…

Y volviendo a cosas más prácticas, recomiendo un vistazo al diccionario al vocablo «enredar», que cuenta con diez acepciones en este momento. Unas positivas y otras… no tanto. Mucha atención a no dejarnos enredar.


 

domingo, 16 de octubre de 2022

SANIDAD


Mucho se está hablando en estos últimos tiempos de la sociedad del bienestar. Si uno echa la vista atrás a su infancia, los logros conseguidos, en general, en la última cincuentena de años son innegables pero el asunto que está aflorando con pujanza es su mantenimiento y también, por qué, no su distribución en las capas sociales. Parece que estamos abocados a asumir un retroceso en estas mejoras porque nos quieren hacer tragar que… «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades».

De nada sirve construir una carretera magnífica o plantar un jardín precioso si no se ha previsto de antemano su mantenimiento. Esto nos suena a muchas de las inauguraciones que llevan a cabo nuestros próceres representantes buscando su proyección personal y política pero que luego, con el paso del tiempo, acaban abandonados y en estados lamentables. A buen seguro que todos tenemos algunos casos bien cercanos, no hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos.

Uno de los pilares básicos de esa sociedad del bienestar es la sanidad. Con los sucesos de los últimos años, pandemia mediante, la sanidad ha sufrido un retroceso palpable, incluso me atrevería a decir que descomunal, dejando todo lo relativo a ella patas arriba, hecho unos zorros o, como diría mi abuela, con el culo al aire. Como en España, en el caso de la Sanidad Pública, la cosa va por Comunidades Autónomas, cada españolito tendrá su propia visión del asunto. Según se puede leer en la prensa, lo cual no es sinónimo de veracidad en ningún modo, la contratación de pólizas de Seguros de Asistencia Sanitaria privados ha sufrido un incremento más que notorio en los últimos tiempos.

Por cuestiones laborales personales, he tenido la suerte/necesidad de disponer de asistencia privada desde 1978, por lo que no soy un advenedizo en este asunto, ni en lo público ni en lo privado. Al disponer de las dos modalidades, puedo optar por una o por otra según mi conveniencia. El año pasado, en plena pandemia, opté por lo público y tras ocho meses de espera me tuve que decantar por lo privado, encontrando la solución en poco más de un mes. El asunto no era grave o urgente… según se mire, pero para mí y en términos de calidad de vida, sí lo era y mucho.

Pero todo se va degradando progresivamente y el disponer ya de sanidad privada no es lo que era. El caso que me ha ocurrido esta semana es ya para caer en la depresión ante la impotencia. Llevo un tiempo con un pequeño problema en la piel, muy molesto por el escozor y picazón que me produce. Por aquello de que somos, me incluyo, muy dados a la auto medicación, ¿por qué será?, he probado con tres pomadas diferentes de las que hay por casa y nada. Se imponía buscar solución recabando la ayuda profesional de un dermatólogo.

Como ahora y dada mi disponibilidad personal no tengo problemas de tiempo, inicio la búsqueda de una solución profesional por las dos vías, pública y privada. Por la parte pública, para llegar a un especialista hay que pasar por el médico de cabecera; he conseguido cita con mi médico el lunes 24 de octubre de 2022, es decir, semana y pico de espera. Si me lo puede solucionar, mira que bién, pero si me tiene que derivar al especialista…«maremía», no quiero ni pensarlo. Ya les contaré.

Por la parte privada puedo acceder directamente a un especialista en dermatología. Se impone pedir una cita; siempre hay que pedir cita en estos casos pues no es de recibo el acudir de urgencias. Lo del asunto de las citas tiene su aquel. Buscando en todo mi entorno, en algún caso mediante esperas interminables telefónicas y en otro a través de páginas web que van implementando los centros médicos, he conseguido una cita para mediados del mes que viene, es decir, más de un mes de demora. Menos mal que no es urgente, tendré que seguir aguantando picores y escozores un mes más por lo menos.

No es menester detallar aquí los avatares en la consecución de esa cita pasando por seis centros en los que normalmente busco, solo uno en mi localidad y alguno de ellos a cincuenta kilómetros de mi domicilio. Pero a modo de ejemplo, en la imagen que encabeza esta entrada se puede ver la solicitud a través del portal de un hospital madrileño. Para su servicio de dermatología, con cualquier médico de los disponibles, la primera cita presencial disponible para cualquier hora del día que se me ofrece es el 31 de enero de 2023.¡Tres meses y medio! He vuelto a hacer la misma consulta hoy, tres días después, y la cosa progresa alcanzando el 6 de febrero de 2023 como primera cita disponible.

Que no nos pase nada no urgente, según el criterio de no se sabe quién, porque apañados estaremos: ni por un lado ni por otro parece que podamos encontrar una solución satisfactoria en un plazo de tiempo razonable. Pero no se preocupe Vd., que esto es un caso aislado y en general las sanidades, pública y privada, funcionan estupendamente. Como otras muchas cosas del estado del bienestar.


 

domingo, 9 de octubre de 2022

ESTIPENDIO

Aunque nos vayamos desarraigando de muchos usos y costumbres, algunos se mantienen por aquello de dejarse llevar por la corriente y no romper del todo. Sucesos recientes en mi entorno familiar me han llevado a toparme —y aquí topar creo humildemente que está correctemente empleado— con el vocablo que sirve de título a esta entrada.

Conocemos como misa de novenario aquella que se ofrecía y ofrece por el eterno descanso de un difunto a los nueve días, más o menos, de su fallecimiento. En convenciones sociales, es una segunda oportunidad para aquellos deudos del fallecido o sus familiares que no tuvieron la oportunidad de asistir al sepelio. Las inhumaciones se tienen que producir entre las 24 y las 48 horas del fallecimiento real, o más concretamente, de la hora consignada por el médico en el certificado de defunción y, además y no lo conocía, los enterramientos no pueden tener lugar cuando es de noche.

Antaño, los velatorios por los fallecidos tenían lugar en las propias casas, lo que suponía un caos tremebundo porque además de expresar a los deudos el sentimiento de pesar, los asistentes se enzarzaban en conversaciones que muchas veces no tenían nada que ver con el fallecimiento. Ahora todo es mucho más cómodo por la existencia de tanatorios, edificios construidos ad hoc que liberan a los familiares del finado de las incomodidades que producía el tener unas cuantas horas de exposición del cadáver en el salón de la casa. Aunque no en todos, la mayoría de los tanatorios modernos disponen de una capilla o zona religiosa —no todos son cristianos— donde rezar un último oficio o responso antes de proceder a separarse definitivamente del fallecido. Muchos de ellos, casi todos, disponen también de hornos crematorios para el caso de que este sea el sistema elegido para proceder con los restos.

Otra cuestión que facilita enormemente las cosas es la gestión por parte de la empresa funeraria de todo lo gestionado con la defunción, incluidos los servicios religiosos correspondientes en caso de que se deseen. Tanto si se dispone de un seguro de decesos como si se abona a tocateja, los familiares que están pasando un momento delicado quedan exentos de preocupaciones.

Pero otra cuestión son los actos religiosos posteriores. Por lo general, si se celebra una misa de novenario hay que dirigirse al párroco de la localidad —o localidades— donde se desee celebrar un acto en su memoria. Acto que daría la oportunidad, ya con más tiempo, de mostar el pésame a aquellos que por la premura no se hubieran enterado o podido asistir a los actos del propio enterramiento o cremación. Este tipo de noticias vuelan entre los familiares y amistades, pero siempre queda alguien a quién no has avisado y no se ha enterado y que te puede afear el asunto.

Y es en este momento cuando aparee el vocablo estipendio, una palabra ya quizá de las denominadas moribundas en el actual uso del español. Es uno de los muchos sinónimos que existen para hacer referencia a una paga o sueldo, siendo, posiblemente, una de las formas más antiguas para referirse a la retribución percibida por un trabajo. Proviene del latín stipendium, formado por «stips» —moneda— y «pendo» —pagar—, y hacía referencia, originalmente, a la remuneración recibida por los soldados.

La segunda acepción del diccionario define con concrección que se trata de una «tasa pecuniaria, fijada por la autoridad eclesiástica, que dan los fieles al sacerdote para que aplique la misa por una determinada intención». ¿Fijada por la autoridad eclesiástica? ¿Qué nivel de autoridad eclesiástica? No he conseguido encontrar unas tarifas fijas y si algunas recomendaciones muy generales y muy dependientes de las diferentes diócesis. Por ello, una vez encargada la misa correspondiente, la pregunta acerca del monto del estipendio es de lo más delicado.

«Una vez que un sacerdote recibe un estipendio contrae la obligación de celebrar la misa que le hayan pedido los fieles, y ésta puede dedicarse a personas que estén atravesando un momento difícil, ya sea de enfermedad o problemas económicos, o bien que hayan fallecido recientemente, aunque los temas posibles son muchos y variados.»

«Las misas no valen dinero, puesto que no es un servicio que puedas adquirir como tal, no es posible comprar una eucarístia. La Iglesia no tiene permitido estipular unas tarifas bases para realizar ningún tipo de sacramento. Estos son servicios que los sacerdotes deben dar completamente gratis a los fieles y de manera servicial.

Siempre es bueno colaborar con algún donativo —estipendio— al sostenimiento de los templos y sacerdotes. Si no te dan indicación alguna… ¿con cuanto contribuir? Una de las formas es poner el monto que desees en un sobre anónimo y depositarlo en el cepillo a la entrada de la iglesia, de forma que el párroco no sepa cuál ha sido tu contribución. Aunque hay muchas formas de saberlo, y eso cuando los cepillos no son electrónicos y hay que pagar con tarjeta de crédito, que ya se van imponiendo en muchas iglesias. La verdad es que muchas veces es preferible que las cosas estén debidamente reguladas, con lo que las tomas o las dejas, amén de evitar malos entendidos.

En suma, la celebración de una misa de novenario o de aniversario es la manera más común de establecer un lugar de encuentro entre los familiares, amigos y conocidos. ¿Podría ser en otro lugar sin tratarse de un acto meramente religioso? Al tiempo, porque muchas de las personas que asisten a estos actos, religiosos, no son de pasar por las iglesias de forma regular y tienen que aguantar el tipo y muchas veces algún improperio del sacerdote que aprovecha el hecho de tenerlos a mano para lanzar algunas puyitas. De todo hay en la viña del Señor.

Y como ya van apareciendo soluciones a todo esto, se puede encargar misas por internet a precios establecidos en https://encargaunamisa.com/.  Curioso cuando menos.