Antes de hacer algo o tomar una decisión hay que mirar y remirar por todos los sitios donde se pueda, preguntar a todo bicho viviente y tener muy claro lo que se va a hacer antes de poner manos a la obra. Digo esto porque esta semana, precisamente, no he seguido esta recomendación al pie de la letra y ahora estoy un poco mosca con las posibles consecuencias.
Mi coche tiene ya ocho añitos recién cumpliditos. Lo cuido todo lo que puedo, duerme en garaje, pasa las preceptivas revisiones anuales y todo marcha a las mil maravillas. Menos una cosa que me está dando guerra desde el día que lo compré: una avería de esas intermitentes en las que no sirve llevar el coche al taller: si lo haces, lo más normal es que el mecánico no encuentre nada, como así me ha ocurrido.
Se trata de la rueda trasera derecha. Pierde presión de forma lenta e inmisericorde. El coche dispone de un sensor de presión de los neumáticos que te avisa en el momento del arranque. Como todo avezado lector puede suponer, el dichoso sensor tiene la costumbre de avisar en los momentos más inoportunos: con el coche aparcado en el aeropuerto cuando vuelves de un viaje, en un día de excursión a las Barrancas del Burujón, visitando a unos amigos en su pueblo abulense de Serranillos o a otro en Valencia, cuando sales a las tantas de cenar en un restaurante… Eso por referir algunas situaciones que recuerdo además de otras en las que el «canto» ha sido en el propio garaje a la hora de querer utilizar el coche.
El caso es que a lo largo de estos años he cambiado ya dos veces las gomas y me sigue ocurriendo, con lo que por deducción el problema debería estar en algún defecto de la llanta. Para detectar esto, al parecer, la única solución es acudir a un buen centro de neumáticos donde dispongan de un tanque-piscina donde sumergir completamente la rueda y observar si salen burbujitas como hacíamos de pequeños para arreglar los pinchazos de nuestras bicicletas. También puede perder hasta por el aro donde se juntan la llanta y el neumático y posibilitar que este defecto solo se haga patente en determinadas condiciones —bordillazo, aparcamiento— en que se libere una pequeña cantidad de aire.
Desde que empecé a tener estos problemas, llevo un compresor portátil en el coche similar al que puede verse en la siguiente fotografía.
Conectado al mechero del coche, con el coche en marcha, es capaz de inflar lentamente una rueda hasta la presión prefijada previamente, de modo que él solito se apaga cuando el neumático alcanza la presión deseada. Como he referido, lo he tenido que utilizar en variadas ocasiones a lo largo de los ocho años de vida del vehículo. Ya que lo tengo, no hay mal que por bien no venga, lo utilizo de vez en cuando para revisar las presiones en el garaje, con las ruedas en frío. Desde hace años no me cabreo como antes cuando era una lotería el mirar las presiones en las gasolineras.
Esta semana lo estaba utilizando en el garaje cuando llegó un vecino con su coche. Me preguntó lo que estaba haciendo y le conté brevemente la historia de la rueda que me pierde presión lentamente. Le había ocurrido lo mismo durante largo tiempo y él lo solucionó con un espray antipinchazos. Aparentemente la rueda no está pinchada ya que hago cientos de kilómetros sin que se encienda el avisador, pero algún poro debe tener. Se supone que la espuma antipinchazos será capaz de rellenar el poro en cuestión y evitar las pérdidas de aquí en adelante.
Manos a la obra, dicho y hecho. Desinflo completamente la rueda con la sorpresa de lo mucho que tardo en conseguirlo. Vierto todo el contenido del espray a través de la válvula lo que implica un hinchado (parcial) de la rueda. Hago unos kilómetros despacio según indican las instrucciones y de vuelta al garaje utilizo el compresor para poner la rueda a su presión nominal. Hasta ahí todo perfecto. Ahora a esperar unos días o unos kilómetros y ver como va respondiendo este arreglo y si de verdad funciona.
Pero…
Se me ocurre mirar, a posteriori, mecachis, en los foros de internet a ver que información hay sobre este asunto. Tal y como indicaba en el primer párrafo de esta entrada, debería de haberlo hecho antes. La información hay que contrastarla siempre porque, al parecer…
El neumático se llena de espuma: esta se introduce por la válvula de llenado lo que hace que el interior de la rueda se llene de este material haciendo que esta no cumpla correctamente con su funcionalidad.
He visto perdidas de todos los colores tamaños y formas. El mejor método es sumergir la rueda entera en una cubeta con agua clara y mirar bien por un lado y otro. La rueda en horizontal.
Realizar su uso de forma temporal, es decir, acudir a un taller especializado lo antes posible para que el neumático no sufra daños por los agentes químicos contenidos en el producto.
Aprovecho para recordaros que no se estropea el neumático con el producto, como se dice por ahí. Que no os digan cuentos chinos.
No se os ocurra utilizar un espray antipinchazos. Lo deja todo perdido y pegajoso y la próxima vez que vayáis a un taller a reparar o cambiar la rueda os odiarán profundamente y con toda la razón.
…
En fin, la espuma está ya dentro de la rueda. Ahora solo queda dejar pasar el tiempo y observar la evolución a ver si hemos solucionado algo o como diría un castizo, la hemos pifiao y ha sido peor el remedio que la enfermedad.