domingo, 7 de julio de 2024

APETENCIAS

Un instinto básico de cualquier animal es el de supervivencia, de sobrevivir al entorno y preservar la vida escapando de posibles depredadores. Los humanos, animales también, hemos ido evolucionando a lo largo de millones de años y lo de la supervivencia se nos queda un poco lejano. Tratamos ahora de cubrir una serie de necesidades básicas, como la alimentación, el vestido y un lugar donde vivir al resguardo. Pero lo que hoy en día entendemos por calidad de vida va mucho más allá.

Cubiertas las necesidades básicas, otras añadidas pudieran ser consideradas sino básicas si muy necesarias hoy en día. Trabajo, educación, sanidad, transporte, una vivienda más que un resguardo, son elementales en nuestras vidas. Cubiertas en mayor o menor medida, sujetas a los vaivenes de las épocas, los gobernantes y las economías, todos tratamos de conseguir mayores niveles de acceso a ellas. Con todo ello nació eso de las clases, con unas fronteras más bien difusas: clase media … ¿cómo definirla?

En todo caso, y aún no cubiertas del todo, la sociedad consumista pone ante nuestros ojos una muy variada serie de objetos o actividades que muchas veces se contraponen a estas necesidades básicas. Las emociones gobiernan el devenir de los humanos, muchas veces por encima de lo razonable. Pongamos un ejemplo. Una persona que a diario fuma un paquete de tabaco y se aprieta uno o más cubalibres, se queja amargamente de que la vida está muy cara y no le llega el dinero para la calefacción de casa porque se han puesto por las nubes el gas, la luz o el gasoil.

Las horas del día son veinticuatro, nos pongamos como nos pongamos, y tendremos que elegir la distribución de nuestras actividades. El consabido «no tengo tiempo» siempre lleva detrás el que, si lo dedicamos a unas cosas, obligadas o no, no lo tendremos para otras. Lo mismo ocurre con el dinero: tendremos que distribuirlo en nuestras necesidades y lo que dediquemos a unas lo menoscabará en otras.

Es posible que una vez cubiertas nuestras necesidades tengamos algo de dinero disponible para nuestras apetencias que también pudiéramos denominar caprichos y que seguramente otras personas no entenderían si no coinciden con los nuestros. Recuerdo una época de mi juventud en que era muy aficionado a la fotografía: mi debilidad por las cámaras fotográficas, objetivos y todo un mundo de accesorios que no eran precisamente baratos. En 1978, lo recuerdo perfectamente, la compañía CANON puso en el mercado su cámara A1, un cachivache revolucionario para la época, a un precio estratosférico que recuerdo perfectamente en pesetas y que hoy sería irrisorio. Tenía el dinero y la compré y disfruté enormemente. Pero no me quedé sin calefacción en casa.

Muchas de mis amistades no entendieron ese gasto tan desmesurado. Pero yo, por el contrario, tampoco entendía ─es un ejemplo─ una pasión desenfrenada por el fútbol, el ser socio de un club, asistir a todos los partidos e incluso asistir a finales importantes en otros países, lo que también suponía un gasto importante. Quid pro quo… Cualquier comparación o valoración en asuntos de este tipo será odiosa.

En cualquier caso, hay cosas que se escapan a un razonamiento básico, pero habría que estar en el lugar de la otra persona para entender sus razones. En mi caso, por mucho dinero que tuviera, no me compraría un reloj estratosféricamente caro, pero se ve que hay personas, bastantes deben de ser, en el mundo que les sobra una enorme cantidad de dinero y tienen a bien destinarlo a llevarlo en la muñeca y exhibirlo. Eso sí, que no se paseen por cierta ciudad española donde el robo de relojes a los viandantes y turistas es ya preocupante.

Hace unos días cayó en mis manos una revista espectacular, de tirada bimestral ─que no bimensual─ y titulada «Máquinas del tiempo». La historia de la medición del tiempo en la Humanidad es tremendamente interesante. A riesgo de alargar esto, recomendaría aquí algunos libros: «Un cielo pluscuamperfecto. Copérnico y la revolución del Cosmos» de Dava Sobel ( reseña ), «Longitud», también de Dava Sobel ( reseña  ), «El relojero de la Puerta del Sol», de Emilio Lara ( reseña ), «A tiempo. Una historia de la civilización en doce relojes» de David Rooney ( reseña ).

Los relojes mostrados en la imagen que encabeza esta entrada del blog han sido escogidos por… su precio. Independientemente de su calidad, precisión y presencia. En este apartado, las características de esos tres en concreto son:

[izda] TAG HEUER Carrera cronograph, mecánico, con 80 horas de reserva de marcha, 21.750€.

[cantro] SPEAKE MARIN Ripples metallic green, mecánico, con 52 horas de reserva de marcha, 29.600€.

[dcha] ULYSSE NARDIN Freak (One OPS), mecánico, con 90 horas de reserva de marcha, 67.500€.

Cómo es lógico suponer, la elección ha sido un poco al azar. Los hay mucho más baratos y también más caros, pero para el objeto de esta entrada creo que son representativos. El curioso lector puede invertir bimestralmente ─que no bimensualmente─ 10 euros en comprar la revista, con una cuidada y magnífica presentación o acceder a la no menos cuidada página web en www.maquinasdeltiempo.com Eso sí, yo recomendaría tener muy claro el no añadir una apetencia más a las que ya se tengan, no vaya a ser que nos generemos una necesidad añadida.