domingo, 14 de julio de 2024

FICHEROS

El primer ordenador personal ─IBM PC─ vio la luz el 12 de agosto de 1981, hace ya más de cuarenta años. El hecho de laborar en aquellas fechas en un departamento de informática de una Caja de Ahorros ya desaparecida hizo que dispusiéramos de un ejemplar desde el primer momento. Era un juguete precioso, ubicado en la secretaría del director del departamento. Como digo, se planteaba en aquellos días como una mera curiosidad, pero se nos autorizó a utilizarle en momentos libres, sin abusar.

Para mí fue como una droga. Me llegaba a la oficina hasta una hora u hora y media antes para trastear con el aparato, confeccionando programas en lenguaje de programación BASIC que era el único disponible. Menos mal que a mis compañeros no les daba por madrugar porque algunos le cogieron el gustillo en los primeros momentos y por las tardes, a la salida del trabajo había algunas disputas y hasta hubieron de imponerse restricciones y horarios de uso.

No tenía disco duro, ni pendrive, ni comunicaciones, ni internet, ni nada de nada. Tan solo dos diskettes flexibles de cinco pulgadas y un cuarto que pudiéramos considerar como los pioneros del almacenamiento de datos. Tenían muy poca capacidad, pero bastaba para almacenar unos cuantos programas y datos, que en aquellos tiempos eran escasos. Compré unos cuantos disquetes, que no eran baratos, para almacenar mis programas para cualquier motivo que se me ocurría, por el hecho de practicar y trastear con el juguetito. Algunos de ellos fueron una base de datos de direcciones con posibilidad de imprimir etiquetas adhesivas.

La cosa evolucionó a toda prisa y a finales de los ochenta, no de forma generalizada, empezamos algunos a tener ordenadores personales en casa. Ya tenían discos duros internos y los disquetes flexibles habían desaparecido, dejando paso a los disquetes ya rígidos y con mayor capacidad. También en nuestros puestos de trabajo habían desaparecido las que llamábamos pantallas tontas ─solo funcionaban conectadas el ordenador central─ habiendo sido sustituidas por PCs' personales con una cierta autonomía además de poderse conectar al ordenador corporativo.

Estamos a primeros de los noventa del siglo pasado. Los empleados éramos files a las empresas y todavía no existían los virus y los hackers malintencionados que hogaño traen de cabeza a las empresas. Podía yo llevarme hasta cinco disquetes con mis datos personales de casa a la oficina y de la oficina a casa por si me hacía falta algún dato. Por fin, a principios de este siglo, acabaron apareciendo en los ordenadores las bocas USB y los pendrives, al principio carísimos y de escasa capacidad, pero se evitaba el cargar con un paquete cada vez mayor de disquetes.

Durante todos estos años de uso de los ordenadores personales, la cantidad de documentos y correos electrónicos que he ido guardando ha sido exponencial. Tengo archivos míos desde mediados de los años noventa. He tenido suerte porque, aunque he tenido alguna desgracia ─los discos duros y las memorias USB cascan─ los sistemas de copia y respaldo que he empleado me han sido de utilidad para no perder nada. Eso por el momento. De todos mis datos guardados en ficheros informáticos establezco tres niveles.

Un primer nivel son los documentos de poca capacidad y que conviene tener a mano en cualquier momento. Me refiero a las cosas personales, aquellas que tienes tú y que si las pierdes nadie te las va a proporcionar, al menos de manera fácil. Un ejemplo: la escritura escaneada de tu casa no es normal que la tenga nadie aparte de ti. Evidentemente la puedes volver a escanear…

Un segundo nivel son aquellos datos, también personales, que suponen una alta ocupación por sus características. Me refiero a fotografías, vídeos, etc. etc. que ocupan mucho espacio en los discos duros. De estos dos niveles hay que preocuparse en hacer con la regularidad conveniente copias de seguridad para poder tirar de ellas en caso de desastre, total o parcial. Hoy sí que hay virus y ransomware que te pueden dejar el ordenador hecho unos zorros y quedarte sin nada en un pispás.

Un tercer nivel serían aquellos ficheros que serían recuperables porque no son personales y hay o puede haber copias de ellos para obtenerlos de nuevo. En todo caso está el trabajo de obtenerlos de nuevo. Por ejemplo, si soy un forofo de Isaac Asimov y tengo una bonita colección de sus libros en formato electrónico y se me escabulle, siempre puede haber algún amigo que tenga algo parecido o con paciencia puedo volver a pillarlos en la red.

Todo este rollo viene a explicar un poco el estado actual de la cuestión y cómo podemos organizarnos. Es frecuente que usemos varios ordenadores, tanto en casa como en el trabajo como en la oficina de la Cruz Roja a la que vamos por la tarde a ayudar un poco. Una solución moderna y actual, empresarial casi, es disponer de un NAS en nuestra casa al que podamos conectarnos localmente o por internet y disponer de nuestros datos. Pero no es un asunto fácil ni muy al alcance de no iniciados, sobre todo la conexión desde el exterior.

La idea es disponer de nuestros datos en cualquier momento y lugar. Una solución, dependiendo del tamaño y la capacidad de Megabytes, Gigabytes o Terabytes que necesitemos con los modernos discos duros portátiles SSD como el que puede ver en la imagen de esta entrada. El que se muestra es un SanDisk 1TB Extreme PRO SSD portátil, USB-C USB 3.2 Gen 2x2 Memoria de estado sólido NV, memoria externa hasta 2000 MB/s. Clasificación IP65 de resistencia al agua y al polvo. Su coste anda por unos 150 euros. Los hay de mayor capacidad, y coste, claro (4 Tb, 379 €). Pero lo importante es su velocidad de transmisión de datos a través de USB de generación 3 ─bocas azules─ y su liviandad: 78 gramos y un tamaño casi de tarjeta de crédito con muy poco grosor.

En mi caso, que uso indistintamente un PC fijo en casa y un portátil ─el de la imagen, ya viejito─ fuera de casa, lo que tengo que hacer es conectar el disco antes de empezar a usar mis datos. Y lo mismo puedo hacer en cualquier lugar, con un pequeño inconveniente. Como el avezado lector habrá podido suponer, el disco va completamente cifrado pues no es cuestión de dejárselo olvidado en la mesa de una biblioteca y dejar expuestas a cualquiera todas las vergüenzas. Por ello, un buen sistema es llevar el disco particionado en dos partes. Una libre, con los programas de encriptación y desencriptación por si no estamos en casa y nos hacen falta y la otra parte completamente encriptada para evitar sustos.

Y cuando el uso del disco y del portátil va a ser continuado, como por ejemplo en unas vacaciones, el socorrido velcro puede ser de gran utilidad para llevar el disco a cuestas y no tener que andar conectando y desconectando del ordenador.