miércoles, 29 de julio de 2009

PASTELITO


Este texto va a ser corto, al menos en el momento de escribirse. Es una invitación a un buen amigo, Félix, que desde hace varios meses tiene pendiente redactar esta entrada. Como se pasa el tiempo y no me cumple con su obligación, apuntaré unas cosillas sobre ella y dejaré espacio para impelerlo a continuar.
El tópico del varón ya entrado en años que mira con lascivia de la cabeza a los pies a la mujer que se cruza en su camino es una realidad. Mientras paseábamos hace unos meses, surgió el comentario a raíz de una de estas situaciones.
¿vaya pastelito, eh?
Cuando yo era muy joven, me llamaban la atención los comentarios de los compañeros de trabajo, ya cuarentones, casados y con hijos, sobre este tema. No lo entendía muy bien, ya que entre otras cosas “disponían” de su mujer en casa para llevar a la práctica esas acciones que parecían echar de menos.
Pero la naturaleza humana es muy compleja. Cuentan una anécdota de un presidente de los Estados Unidos que fue con su esposa a visitar una granja. La visita fue realizada por separado. En la visita al gallinero, la esposa del presidente se fijó en un gallo que andaba por allí “trasteando” con las gallinas. Comentó el hecho con uno de los asesores del presidente que la acompañaba con la intención de que hiciera el comentario a su marido. Finalizada la visita, el comentario llegó a oídos del Presidente que devolvió la misiva envenenada con el siguiente comentario: “Haga observar a mi esposa que el gallo lo hace con varias, no con una sola”.
Hace años me encontraba conversando sentado a la puerta de su casa con un viejecito en un pueblo perdido de una de las provincias españolas con mayor encanto: Soria. Mientras charlábamos, las gallinas picoteaban por aquí y por allá delante de nosotros. En esto, salió un gallo altivo del gallinero, escogió una y…. ¡zas! El viejecito sonrió y dijo:
“Que suerte tiene el gallo,
que en saliendo a la calle,
monta a caballo”.

Amigo FELIX, todo tuyo. Este texto se queda pendiente de tus reflexiones, sin duda acertadas, sobre los “pastelitos”.
NOTA POSTERIOR: Con fecha 6 de Septiembre de 2009 se publican las reflexiones de Félix sobre el tema.

sábado, 18 de julio de 2009

NOMBRES


Mientras espero pacientemente a la puerta de un supermercado a que mi mujer realice el acopio de alimentos y otros, me fijo en una esquela situada a la entrada del mismo que anuncia el fallecimiento reciente de una persona de una localidad cercana a donde nos encontramos de vacaciones. El finado se llamaba CILINIO. Parecía, porque es un nombre que me sonaba más, que ponía CLINIO, pero fijándome bien, el nombre que rezaba el anuncio mortuorio y los actos a celebrar con motivo del mismo era CILINIO.
A falta de otra cosa mejor que hacer para mitigar la espera, seguí leyendo la esquela. Pude conocer que la mujer se llama FLORENTINA, que el matrimonio tiene un único hijo llamado ANTONIO, casado con EMILIA. Hasta ahí todo normal en cuanto a los nombres. Pero de nuevo se dispara mi atención al leer los nombres de los dos nietos del finado: SHEILA y CHRISTIAN. Ni siquiera sé si la grafía de estos es correcta, por lo que los reproduzco tal y como figuraban, ya que suelo llevar siempre a mano un bolígrafo y un trozo de papel que me permiten tomar notas como estas.
En estos tiempos no suele haber problemas en los bautizos, si bien en épocas pasadas no todos los sacerdotes se avenían a bautizar a los niños con nombres de que no fueran cristianos. Unos primos quisieron nominar a su hijo ISRAEL y por buenas composturas acabó siendo FERNANDO ISRAEL, y gracias. Este tipo de problemas motivaba ciertos enjuagues como el que ocurrió con mi propia madre: HABILIA rezaba a efectos eclesiásticos y de partida de bautismo mientras que a efectos de Registro Civil y Documentos de Identidad es AVELINA.
Sería bueno haber podido preguntar al bueno de CILINIO su opinión acerca de los nombres de sus nietos, en mi modesta opinión tan chocantes con el suyo. CILINIO me evoca los nombres de la antigüedad, de la época romana, aunque tengo que reconocer que es la primera vez que lo he visto y me suenan más CLINIO, CLIO, CLITO o CLITÓMACO, por hacer memoria de nombres que empiecen por CLI entre los que recuerdo. Me atrevo a asegurar que los nombres extranjeros de sus nietos no eran su agrado, pero poco podía intervenir él en una decisión que tienen que tomar los padres y no los abuelos.
En mi modesta opinión, lo de poner nombres es un asunto complicado. Se hace en pocas ocasiones en la vida de las personas, claro está, dependiendo de las circunstancias de cada cual. Que yo recuerde me he enfrentado a esta cuestión dos veces por motivos fundamentales y otras dos más por motivos no tan importantes.
Una de las que no revisten una importancia crucial fue el tener que poner nombre a una mascota que nos regalaron y que no supimos rechazar. Era una gata corriente y moliente y acabó siendo llamada AMIS, un nombre extraído de la simbología egipcia. La otra ocasión acabó sin ser resuelta, vamos, que la cosa en cuestión se quedó sin nombre. Se trataba de poner nombre a una casita, lo de chalet me suena muy pretencioso, y al final no encontramos ninguno que nos satisfaciera, por lo que se quedó sin nombre.
Las que tienen más enjundia son las otras, el poner nombre a los hijos. En la primera ocasión no llegabamos a un acuerdo, con lo que al final y dado que desconocíamos el sexo decidimos que si era chico le pondría el nombre mi mujer y si era chica se lo pondría yo. Sin limitaciones. Un mal negocio ya que resultó ser chico y acabó llamándose ILIA, nombre que conserva en la actualidad pero que levantó no pocas polémicas y ampollas en su día, como supongo le ocurriría al bueno de CILINIO con sus nietos. ILIA es un nombre relativamente común en el este de Europa y cuya traducción sería ELIAS, aunque en una ocasión he conocida una chica con ese nombre y otra con un nombre parecido: IRIA.
Para mi segunda hija, una niña cuyo sexo era conocido con tiempo debido a las ecografías, la manera de enfocar el nombre fue tambien curiosa. Yo sugerí y casi impuse que el nombre tuviera cinco letras, ni una más ni una menos y que fuera un nombre “normal” aunque habría que definir que entenderíamos como “normal” en caso de nombres. La idea era que el nombre decidido fuera el que se utilizara y no andáramos con diminutivos, alias u otras cosas. Confeccioné una lista de posibles nombres de mujer de cinco letras, “normales” y de ella fuímos quitando hasta decidir. Recuerdo alguno de los barajados, tales como ADELA, AÚREA, BELÉN, CELIA, CLARA, DARÍA, DIANA, ELENA, ELISA, FLORA, JUANA, JULIA, LEIRE, LIDIA, LUISA, MARÍA, MARTA, NEREA, NURIA, PILAR, ROCIO, SOFÍA, TALIA, LUCÍA, PAULA, LAURA, OLAYA, … hasta que al final se decidió el que tiene: IRENE, si bien hubo un intento de romper la regla de las cinco letras autoimpuesta y se posibilitó el de PATRICIA, siendo finalmente desestimado. Luego nos hemos enterado que IRENE significa paz, que tiene dos santos en el calendario y alguna otra curiosidad más.
Las tradiciones familiares juegan sus buenas bazas en esto de los nombres. Yo mismo debo mi nombre compuesto a mis dos abuelos. Una vez leí en una revista el sistema de nombres que utiliza desde hace varias generaciones la familia del conocido escritor y vecino vacacional ALFONSO Ussía. No recuerdo bien la curiosa descripción y no quisera equivocarme, pero todos los varones de su familia llevan cuatro nombres, dos de ellos fijos, ILDEFONSO y MARÍA. En algún caso en que se había omitido este sistema, el niño había fallecido a edad temprana.
Puestos a hablar de nombres, hay algunas cosas y anécdotas curiosas. Por ejemplo, un vecino se llama PATROCINIO, nombre que a mí se me antoja como femenino. Otro nombre curioso es el de un amigo, llamado AUSTRICLINIANO, así, como suena, con todas las letras. Todos le llamamos AUSTRI porque lo otro sería eterno. Un día hace muchos años le acompañé a recoger un premio que había obtenido en un pueblo de la provincia de Segovia. En el ayuntamiento, el secretario procedió a leer el acta para la entrega de premios y al llegar a mi amigo se encasquilló: AUST… , AUSCLI….. Sr. PÉREZ acabó diciendo el buen funcionario, utilizando el apellido que le sacó de apuros.
Hace años me entretuve en registrar en el ordenador todos los nombres que aparecían en el santoral que reflejaba el conocido taco calendario del Corazón de Jesús, que ya ha sido referido en este blog. Al final resultaron dos mil seiscientos ochenta y cuatro nombres distintos. Algunos, como el de ANASTASIO, aparecen en varios días diferentes.
Como dato curioso, jugando con mi hija en este momento están dos amiguitas que responden a los nombres de CASILDA y GABRIELA. Infrecuentes, si, pero normales.

lunes, 13 de julio de 2009

CASCOS



La acepción “cascos” ha quedado ya en desuso, al menos en mi caso hace ya mucho tiempo que no la escucho para referirse a los recipientes que contienen líquidos.


Los primeros cascos de los que tengo algún recuerdo eran de los yogures. Cuando los pequeños podíamos hacer recados, ya que los peligros eran prácticamente inexistentes para los niños al no haber circulación de vehículos a motor, mi madre me mandaba a la panadería del “tío tijeras” a comprar los yogures. Cada cuatro de ellos iban agrupados en una cesta de alambre y era necesario llevarlos para cambiarlos por los nuevos, so pena de que el importe del contenido se viera incrementado con el del continente. Los cascos tenían un precio, ya que no era lo mismo un casco de yogurt que un casco de gaseosa “La Casera”, los primeros cascos que yo recuerde andaban por casa, donde no era costumbre disponer de la cantidad de bebidas que hoy en día almacenan nuestros frigoríficos para el consumo familiar o para invitar a tomar algo si viene alguien a casa. Por ello, cuando se rompía un casco, ya se sabía que al ir a reponer había que pagar por el nuevo.

Para un chaval, era de alegría encontrar por la calle, tirados, cascos de cualquier tipo, pues suponía que al llevarlos al establecimiento correspondiente te caían unas pesetillas. No recuerdo bien los precios de aquellos cascos, no era mucho, pero suponía dar un valor a las cosas, no tirarlas a la basura así porque sí.

Hace años que los cascos han cambiado de nombre y se denominan “envases”, y ya no se aplican solo a los líquidos, sino a todo tipo de compras que se pueden hacer, preferentemente en supermercados. Para facilitar la venta, todo viene envasado. Eso supone que una vez en casa extraído el producto, que es lo que nos interesa, el envase va a la basura. Cierto que en los últimos tiempos nuestros dirigentes se esfuerzan por concienciarnos del significado y efecto de la palabra “reciclar”, que no es otra cosa que hacer un depósito selectivo de los envases desechados de forma que no sean directamente basura y puedan ser tratados de alguna forma para recuperarlos. Así pues, se produce un doble coste, lo que nos cuesta el envase, que tiramos a la basura o a reciclar, más el coste del reciclado. Costes añadidos por nuestra comodidad y los nuevos usos de venta que nos han impuesto. Con esto no se va al fondo de la cuestión, que sería eliminar ese tipo de envases desechables. Una utopía.

Pero volvamos a los cascos, recipientes contenedores de líquidos. Los hay de muchos tipos y formas, tales como latas, plásticos, briks, bolsas y algún otro que en este momento no recuerdo. Hace ya muchos años que iba a la bodega con mis cajas de cascos de la cerveza, el trinaranjus y la coca-cola para comprar los nuevos. Poco a poco el bodeguero me fue diciendo que los cascos de las cervezas no eran retornables y que la coca-cola y el trinaranjus ya no embotellaban en cristal, habiendo cambiado a plástico los tamaños grandes y a lata los pequeños. El agua mineral viene generalmente en plástico, aunque algunos restaurantes, no todos, la siguen sirviendo en cristal, veremos el tiempo que dura.

Hace años un amigo mío trabajaba como encargado en una fábrica de botes para las principales distribuidoras de bebidas. ¿Se han parado a tomar conciencia de lo bonitos y espectaculares que son los diseños de los botes? Nunca conseguí que me dijera lo que costaba en fábrica cada uno de esos elegantes recipientes destinados a contener líquidos y que una vez consumidos van directamente a la basura o reciclaje. Averigüé por otros conductos que el importe, repito hace ya unos años, era de 13 pesetas de las de antes. Nunca pude saber si esto era cierto, ya que me parecía mucho dinero, pero sea lo que sea, lo cierto es que lo pagamos nosotros y cada vez que consumimos uno, una determinada cantidad de dinero va directamente a la basura, amén de generar problemas medioambientales de los que no somos conscientes. Según estudios, un bote tardaría cerca de 500 años en ser degradado en la naturaleza de forma natural.

La desaparición de los cascos estuvo motivada por problemas de logística. Los primeros que forzaron los cambios fueron las grandes superficies, para las que representaba un problema la recogida de cascos y principalmente el almacenaje de los mismos, un sitio precioso que podía dedicarse a almacenar productos realmente aptos para la venta. Las grandes embotelladoras vieron el cielo abierto, al no tener que retirar los cascos, lavarlos, limpiarlos y etiquetarlos de nuevo para su puesta en circulación. Para los “grandes” todo eran ventajas, que se traducían en costes para los clientes y en problemas para los organismos encargados de retirar y procesar las basuras. El principal vertedero de Madrid se denomina VALDEMINGOMEZ y debería de ser de obligada visita por todos y cada uno de los habitantes de la provincia para tomar conciencia de lo que está ocurriendo con la basura y todo lo que le rodea.

En una fiesta familiar celebrada ayer a la que asistían miembros de mi familia procedentes de Alemania, surgió el tema. Habían aportado cascos de una cerveza estupenda de Munich. Cuando se procedía a recoger la mesa y se iban a depositar los cascos de las cervezas españolas en bolsas, de plástico, para llevarlos al contenedor de reciclaje, ellos preguntaron que íbamos a hacer con los cascos de las cervezas alemanas. Cuando les dijimos que irían al contenedor, dijeron que de ninguna manera, que cada casco costaba 8 cts. de euro y que igual que habían venido de Alemania llenos, se volverían para allá vacíos, para seguir su ciclo.

Coste cero, basura cero.

Las latas tienen un coste tan alto en Alemania que prácticamente han desaparecido. Había yo oído algo similar en Dinamarca. Como nosotros vamos siempre por detrás, sobre todo en temas medioambientales, tardaremos todavía unos años en descubrir que el sistema de cascos de hace cuarenta años es el único viable desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, aunque nos suponga un esfuerzo a todos.

sábado, 4 de julio de 2009

SUPLICIO


Me gusta conducir. Me gusta mucho conducir. He tenido la gran suerte de tener coche desde los 18 años, mínima edad legal que fue y sigue siendo por el momento para poder tomar el volante de un coche y disfrutar de la libertad que supone el moverte a tus anchas y explorar nuevas rutas y nuevos rincones. También he tenido la suerte de tener dinero para gasolina. Recuerdo que el primer litro de gasolina que puse en mi primer coche, un SEAT 127, costaba siete pesetas de las de antaño.
Al principio de los años ochenta del siglo pasado, cuando llegaban las vacaciones de verano, el ritual era llenar el coche de comida no perecedera, añadir la tienda de campaña y hacer kilómetros por las carreteras europeas, toda una aventura. Recuerdos especiales como aquel viaje de treinta días recorriendo más de trece mil kilómetros hasta sobrepasar el Círculo Polar Ártico y disfrutar del inolvidable “Sol de Medianoche” o galopadas de mil ochocientos kilómetros para llegar a casa desde Interlaken, en el corazón de Suiza, en una sola jornada, cuando el tramo entre Zaragoza y Madrid, los últimos trescientos y pico kilómetros, eran de carretera normal, llena de camiones.
Pero esta introducción me desvía del interés en este escrito. En esta semana me he visto obligado a hacer 54 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a media mañana, por carreteras locales de la Comunidad de Madrid. Un verdadero calvario, enorme suplicio, especialmente cuando hay que atravesar múltiples poblaciones como fue el caso.
Los camiones y furgonetas de reparto, que hacen su trabajo como pueden, los camiones de retiradas de los contenedores de basura, verdes, amarillos o azules, que paran y realizan sus funciones cuando les toca, el autobús de línea que mientras está parado recogiendo y dejando viajeros corta el tráfico, el turista despistado que para a preguntar, el conductor mayor que va lentísimo, el que aparca y desaparca ….. una serie de pequeños caos que te pueden hacer el viaje de lo más desagradable.
Pero esto es parte del juego. El tráfico es así y hay que adaptarse, bien eligiendo otros horarios o bien poniendo buena música en la radio y disfrutando del "paseo", eso sí, saliendo con suficiente tiempo para tardar hora y cuarto en un trayecto que normalmente se hace en cuarenta y cinco minutos.
Los conductores, hablando en términos generales, nos hemos dedicado durante muchos años a ignorar las señales de tráfico, unos más y otros menos, y adaptarlas a nuestras peculiares visiones. El aparcar bajo una señal de prohibido, siempre que “no se molestase”, era y sigue siendo habitual, así como otras cuestiones menores y no tan menores, que quitaban valor a las señales y permitían adaptar el Código de la Circulación a la visión particular de cada uno. Otras cosas de más calado, como velocidad, conductas inadecuadas, conducir en estado de embriaguez, saltarse los semáforos o señales peligrosas como un “stop”, empezaban a denotar un relajamiento en la observación de las normas que conducía a efectos muy dañinos y perniciosos, tales como muertos y heridos que no paraban de crecer y engrosar las estadísticas siniestras semana tras semana.
A estas alturas en las que estamos, solo el “jarabe de palo” aplicado con contundencia parece la única posibilidad de meternos a todos en vereda. El Carnet Por Puntos, la subida desproporcionada de las multas, radares fijos y móviles que van apareciendo como setas en todas las carreteras y acciones similares parece que están empezando a surtir efecto a tenor de lo que reflejan las estadísticas. Conducimos con demasiado miedo para no incurrir en falta.
Pero me quiero referir a otros “jarabe de palo” que afean nuestros pueblos y ciudades, que nos cuestan mucho dinero, que destrozan nuestros vehículos y que ponen a prueba nuestra paciencia. Son restricciones físicas tales como bolardos en las aceras, bordillos levantados, caceras, zanjas, barreras y ….. “guardias tumbados”. Ya que no nos pueden poner un guardia real a cada conductor las veinticuatro horas del día, nuestras autoridades se han dedicado a sembrar los pueblos, como si de una auténtica plaga se tratase, de estas elevaciones de la calzada, algunas realizadas con poco criterio y que representan un suplicio diario para miles y miles de conductores.
En el viaje que he comentado anteriormente, para distraerme, me dediqué a contar los “guardias tumbados” que iba sobrepasando. Solo aguanté en las tres primeras poblaciones, donde registré respectivamente 9, 13 y 12. Luego ya lo dejé por aburrimiento. Treinta y cuatro saltitos “tachín-tachán” con el coche a la ida y otros treinta y cuatro saltitos a la vuelta solo en esas tres poblaciones.
Desde luego que cumplen su función, que es reducir la velocidad de los vehículos. A la fuerza obligan. Al parecer a tanto ha llegado la cosa que el Ministerio de Fomento, el pasado mes de Noviembre, ha emitido una nota técnica que regula e informa de las medidas y tamaños que se deben tener en cuenta al construir estos “impedimentos” tan molestos. Porque parece que llega el albañil del ayuntamiento correspondiente y los hace según le venga la idea o tenga ganas, repito, parece. Algunos se asemejan a bordillos atravesados en la calzada, como el de la fotografía, y son terroríficos para los coches y no digamos ya para autobuses o camiones, que a pesar de pasar prácticamente parados se dejan los bajos, la amortiguación y la paciencia de sus conductores.
El otro día hice una prueba, pero solo una, ya que no estoy por la labor de destrozar el coche. En un tramo que estaba señalizado a 50 como velocidad máxima, puse el coche a esa velocidad exacta utilizando el limitador y acometí decidido uno de ellos. Casi me quedo allí. El pasarlos a 30 kilómetros por hora, repito en un tramo señalizado a 50, ya es en algunos casos como para tener que llamar a la grúa y que venga a recogernos.
Al final es lo de siempre, como hay algunos conductores, entiendo que una minoría que no cumplen las normas, pongamos obstáculos para hacérselas cumplir a estos pocos, y de paso castigamos a la mayoría que no tendría por qué sufrir estos inconvenientes.
Y lo más lamentable es la cuestión de fondo, olvidada ya, y que recupero:
¿porqué no es suficiente con las señales de limitación de velocidad?