lunes, 13 de julio de 2009

CASCOS



La acepción “cascos” ha quedado ya en desuso, al menos en mi caso hace ya mucho tiempo que no la escucho para referirse a los recipientes que contienen líquidos.


Los primeros cascos de los que tengo algún recuerdo eran de los yogures. Cuando los pequeños podíamos hacer recados, ya que los peligros eran prácticamente inexistentes para los niños al no haber circulación de vehículos a motor, mi madre me mandaba a la panadería del “tío tijeras” a comprar los yogures. Cada cuatro de ellos iban agrupados en una cesta de alambre y era necesario llevarlos para cambiarlos por los nuevos, so pena de que el importe del contenido se viera incrementado con el del continente. Los cascos tenían un precio, ya que no era lo mismo un casco de yogurt que un casco de gaseosa “La Casera”, los primeros cascos que yo recuerde andaban por casa, donde no era costumbre disponer de la cantidad de bebidas que hoy en día almacenan nuestros frigoríficos para el consumo familiar o para invitar a tomar algo si viene alguien a casa. Por ello, cuando se rompía un casco, ya se sabía que al ir a reponer había que pagar por el nuevo.

Para un chaval, era de alegría encontrar por la calle, tirados, cascos de cualquier tipo, pues suponía que al llevarlos al establecimiento correspondiente te caían unas pesetillas. No recuerdo bien los precios de aquellos cascos, no era mucho, pero suponía dar un valor a las cosas, no tirarlas a la basura así porque sí.

Hace años que los cascos han cambiado de nombre y se denominan “envases”, y ya no se aplican solo a los líquidos, sino a todo tipo de compras que se pueden hacer, preferentemente en supermercados. Para facilitar la venta, todo viene envasado. Eso supone que una vez en casa extraído el producto, que es lo que nos interesa, el envase va a la basura. Cierto que en los últimos tiempos nuestros dirigentes se esfuerzan por concienciarnos del significado y efecto de la palabra “reciclar”, que no es otra cosa que hacer un depósito selectivo de los envases desechados de forma que no sean directamente basura y puedan ser tratados de alguna forma para recuperarlos. Así pues, se produce un doble coste, lo que nos cuesta el envase, que tiramos a la basura o a reciclar, más el coste del reciclado. Costes añadidos por nuestra comodidad y los nuevos usos de venta que nos han impuesto. Con esto no se va al fondo de la cuestión, que sería eliminar ese tipo de envases desechables. Una utopía.

Pero volvamos a los cascos, recipientes contenedores de líquidos. Los hay de muchos tipos y formas, tales como latas, plásticos, briks, bolsas y algún otro que en este momento no recuerdo. Hace ya muchos años que iba a la bodega con mis cajas de cascos de la cerveza, el trinaranjus y la coca-cola para comprar los nuevos. Poco a poco el bodeguero me fue diciendo que los cascos de las cervezas no eran retornables y que la coca-cola y el trinaranjus ya no embotellaban en cristal, habiendo cambiado a plástico los tamaños grandes y a lata los pequeños. El agua mineral viene generalmente en plástico, aunque algunos restaurantes, no todos, la siguen sirviendo en cristal, veremos el tiempo que dura.

Hace años un amigo mío trabajaba como encargado en una fábrica de botes para las principales distribuidoras de bebidas. ¿Se han parado a tomar conciencia de lo bonitos y espectaculares que son los diseños de los botes? Nunca conseguí que me dijera lo que costaba en fábrica cada uno de esos elegantes recipientes destinados a contener líquidos y que una vez consumidos van directamente a la basura o reciclaje. Averigüé por otros conductos que el importe, repito hace ya unos años, era de 13 pesetas de las de antes. Nunca pude saber si esto era cierto, ya que me parecía mucho dinero, pero sea lo que sea, lo cierto es que lo pagamos nosotros y cada vez que consumimos uno, una determinada cantidad de dinero va directamente a la basura, amén de generar problemas medioambientales de los que no somos conscientes. Según estudios, un bote tardaría cerca de 500 años en ser degradado en la naturaleza de forma natural.

La desaparición de los cascos estuvo motivada por problemas de logística. Los primeros que forzaron los cambios fueron las grandes superficies, para las que representaba un problema la recogida de cascos y principalmente el almacenaje de los mismos, un sitio precioso que podía dedicarse a almacenar productos realmente aptos para la venta. Las grandes embotelladoras vieron el cielo abierto, al no tener que retirar los cascos, lavarlos, limpiarlos y etiquetarlos de nuevo para su puesta en circulación. Para los “grandes” todo eran ventajas, que se traducían en costes para los clientes y en problemas para los organismos encargados de retirar y procesar las basuras. El principal vertedero de Madrid se denomina VALDEMINGOMEZ y debería de ser de obligada visita por todos y cada uno de los habitantes de la provincia para tomar conciencia de lo que está ocurriendo con la basura y todo lo que le rodea.

En una fiesta familiar celebrada ayer a la que asistían miembros de mi familia procedentes de Alemania, surgió el tema. Habían aportado cascos de una cerveza estupenda de Munich. Cuando se procedía a recoger la mesa y se iban a depositar los cascos de las cervezas españolas en bolsas, de plástico, para llevarlos al contenedor de reciclaje, ellos preguntaron que íbamos a hacer con los cascos de las cervezas alemanas. Cuando les dijimos que irían al contenedor, dijeron que de ninguna manera, que cada casco costaba 8 cts. de euro y que igual que habían venido de Alemania llenos, se volverían para allá vacíos, para seguir su ciclo.

Coste cero, basura cero.

Las latas tienen un coste tan alto en Alemania que prácticamente han desaparecido. Había yo oído algo similar en Dinamarca. Como nosotros vamos siempre por detrás, sobre todo en temas medioambientales, tardaremos todavía unos años en descubrir que el sistema de cascos de hace cuarenta años es el único viable desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, aunque nos suponga un esfuerzo a todos.