Llevaba la palabreja unos cuantos meses olvidada en el fondo de la carpeta de asuntos pendientes, esperando su turno de salir a la luz, pero un día por otro, un blog por otro, iba quedando relegada, aplazada, es decir, procrastinada. Reconozco que la primera vez que la oí, en su forma no correcta y que se emplea normalmente, “procastinar”, no sabía lo que significaba. Pero para eso están los diccionarios, para averiguar como se escribe correctamente y conocer su significado.
Procrastinación es la tendencia que padecen algunas personas en forma sistemática a dilatar, a postergar, a posponer, a dejar para más tarde, a dejar para mañana… aquellas tareas, compromisos o actividades que deberían hacer y que tendrían necesaria y convenientemente que ser realizadas en ese momento o en un tiempo determinado y que no admiten ni hay necesidad real y objetiva para posponerlas. Tareas estas que son reemplazadas por otras actividades más irrelevantes pero transitoriamente más placenteras de realizar.
Un ejemplo claro y mundialmente conocido y sufrido son los pronunciamientos que nos hacemos a nosotros mismos con los cambios de año. Pensamos en hacer más ejercicio, adelgazar, dormir más, dejar de fumar y otro montón de cuestiones que a los pocos días quedan debidamente procrastinadas. Otro ejemplo claro es el de un estudiante y el examen de dentro de unos días. “Voy a divertirme a tope” esta tarde, pero esta noche me pongo sin falta y ya no lo dejo hasta tener toda la materia dominada. Una llamada telefónica o cualquier otro suceso hacen a nuestro querido estudiante procrastinar de nuevo y posponer la decisión hasta otro momento, eso sí, sin falta y sin ninguna excusa.
La procrastinación es una situación compleja, que puede afectar tanto a la esfera intrapersonal, para con nosotros mismos, como la esfera interpersonal en las relaciones con los demás, tanto en situaciones laborales como sociales. Pongamos una situación, en la que estamos entre amigos y uno de ellos manifiesta que se quiere comprar un coche de una determinada marca. Resulta que otro amigo se ofrece a mediar porque conoce íntimamente a un concesionario que lo va a facilitar más barato y más rápido…. Confiamos en este amigo que se ha ofrecido voluntariamente a ayudarnos y resulta que damos con un procrastinador que va dejando y dejando para más adelante la realización de la gestión porque o no tiene de verdad tanta amistad con el concesionario o por cualesquiera otras razones.
Hay diversas causas que favorecen la procrastinación. Algunas de ellas se derivan de la personalidad. Una persona muy perfeccionista y que no esté muy convencida de tener capacidad para realizar una determinada tarea al nivel que ella misma se auto exige, procrastinará. También puede darse el caso contrario, donde un exceso de autoconfianza en el desempeño hará que la persona considere la tarea fácilmente realizable y no se ponga manos a la obra de manera efectiva.
Los compromisos que hemos adquirido, con nosotros mismos y con los demás hay que acometerlos sin dilación. Muchas veces serán más fáciles de lo que habíamos pensado y otras más difíciles, pero eso solo lo sabremos cuando demos el primer paso. Si no somos capaces y no es cuestión de dedicarle más tiempo y esfuerzo, concluiremos que no podemos y por lo menos no estaremos con ese reconcome que nos genera, lo queramos o no, la procrastinación.
La procrastinación respecto de una determinada tarea tiene sus fases. Al principio no genera demasiada preocupación en el asunto que estamos postergando, porque creemos que seremos capaces de realizarlo. Pero a medida que pasa el tiempo y no acometemos de verdad, la ansiedad puede ir “en crescendo” aunque nos engañemos a nosotros mismos. Una ansiedad no controlada puede llegar a la desesperación en según de que asuntos estemos hablando; pensemos en un proyecto laboral que tenemos que entregar en una fecha determinada.
Lo que todos tenemos claro es que dejando las cosas en el cajón, salvo casos excepcionales, no se suelen hacer por arte de magia. Estamos hablando de cosas en las que tengamos que intervenir de forma activa haciendo, escribiendo o produciendo algo, para nosotros o para otros.
La persona propensa a la procrastinación puede sufrirla en tareas cotidianas y propias, esas que parecen no tener importancia y sobre las que no tiene que dar cuenta a nadie, pero la propia sensación personal puede dañar su autoestima, su motivación y su capacidad para realizar otras que si lo son.