domingo, 25 de diciembre de 2016

LOTERÍA



Aunque no verán la luz hasta el sábado o el domingo por seguir la tradición de publicación, escribo estas líneas el jueves anterior mientras suenan en los altavoces del ordenador los tradicionales cánticos de los niños de San Ildefonso interpretando la partitura que se repite todos los años el 22 de diciembre relativa al sorteo de Navidad de la Lotería Nacional. Dicen muchas cosas positivas de este sorteo apelando a la tradición, a la amistad, a compartir con familiares y compañeros, etc. etc. pero se callan otras que no son tan positivas. Y además desde hace pocos años, las negativas dieron un salto cualitativo que se suponía que era temporal, pero tiene la pinta de que ha llegado para quedarse y por lo menos este año y el que viene no hay ninguna intención de retirarlo. Me refiero a esa quita especial del 20% que antes no existía.

Durante toda mi vida he participado en este sorteo, generalmente de forma compartida con familiares, compañeros de trabajo y amigos. El intercambio de participaciones exigía casi en los últimos tiempos llevar una contabilidad y tener exquisito cuidado con los décimos comprados, su cuantía y custodia y con quienes se habían compartido porque, no toca nunca, pero todos los años oímos en las noticias asuntos feos de personas que compartieron y o bien no tenían suficiente montante para responder o bien se largaron sin decir esta boca es mía. Claro, esto solo ocurre cuando toca, porque si no toca todos estos chanchullos quedan sin salir a la luz.

Lo sabemos todos: la de Navidad es una de las peores loterías, sino la peor, del año. Hay estadísticas de todo tipo en las que se constata que las probabilidades son mínimas, los premios son menores, etc. etc. pero los españolitos no desistimos de acudir a la llamada del organismo oficial de Loterías que ya puso de moda un fenomenal anuncio que todos los años impacta y de qué forma en la sociedad. A comprar lotería todos. De ilusión también se vive aunque cueste unos eurillos. Es la tradición.

Hará unos tres años que digo aquello de que en este sorteo «me toca todo lo que juego» porque no compro nada. En años anteriores había llegado casi a los cien euros de gasto por atender los ofrecimientos de amigos, departamentos o asociaciones que con su buena intención no quieren dejarte fuera en caso de que la suerte sonría. Se corre el riesgo de que toque en uno de los décimos o participaciones ofertadas, pero si llega el caso me alegraré por los premiados y yo seguiré con mi convencimiento de no participar.

No es del todo exacto que no gaste nada, porque tengo que reconocer que sigo haciendo un gasto de, exactamente, doce euros en la actualidad. Hay una cofradía de Semana Santa que emite participaciones de tres euros, de los que se juegan dos y medio en un número que todos los años es el mismo. Mi padre ya compraba estas participaciones para cada hermano desde que éramos niños y yo he seguido con la tradición pues no olvidemos que el número es todos los años el mismo. No toca nunca, algunas veces el reintegro y en pocas ocasiones que yo recuerde la pedrea. Si se trata del reintegro es una buena noticia para la cofradía porque muchos no hacen efectivo el cobro lo que supone un ingreso extra y extraordinario en las cuentas del año. Sin duda el lector pensará porqué compro cuatro participaciones y no una. Una me la reservo para mí y las otras las intercambio con tres amigos, dos de Sevilla y uno de Almería con los que llevo haciendo esto desde hace cuarenta años, con lo que no sería de recibo cortar esta rutina y sobre todo por tratarse del mismo número de siempre.

Pero este año de 2016 he caído en la trampa y he comprado dos décimos, cuarenta euros, por dos cuestiones un poco extraordinarias. Uno de ellos ha sido porque he tenido la ocurrencia de compartirlo con una familia norteamericana a la que nos une gran amistad. La cosa ha resultado curiosa para ellos que están expectantes con el resultado del sorteo que está teniendo lugar en estos momentos. En principio les dije que el premio si nos tocaba el «gordo» era de doscientos mil dólares aproximadamente para cada familia, si tenemos en cuenta un cambio del dólar a la par como está en estos días, pero inmediatamente tuve que rectificar por la negatividad cualitativa desde hace unos años que supone el impuesto extraordinario y directo del 20% que se aplica en el momento del cobro para todos los premios superiores a dos mil quinientos euros. Así de un plumazo, si te toca el gordo y vas a hacer efectivo tu décimo a una entidad bancaria, te dirán que te corresponden cuatrocientos mil euros de premio pero en el mismo instante te aplicaran el impuesto y te quitarán setenta y nueve mil quinientos, un impuesto directo, fijo e inmediato para todos, sean ricos o pobres. Y me asalta la duda ¿para extranjeros también? Si toca tendré que enterarme, pero por si acaso ya le he dicho a la familia amiga americana que de doscientos mil dólares para cada familia nada, que con el impuesto se queda en ciento sesenta mil dólares. Lo más difícil ha sido explicarles lo que significa eso del «gordo» en un sorteo.

Y el otro décimo… He visto muchas cosas respecto de la lotería en general y de esta en particular, pero me ha sorprendido una forma nueva de compartir en la oficina en la que estoy laborando actualmente. En lugar de comprar el mismo número para todos, lo que se hace es aportar un décimo cada uno de los que quieren participar como fondo común, que ha llegado a los 30 décimos, todos diferentes y procedentes de multitud de puntos de la geografía nacional. La idea es que todos los décimos estuvieran depositados y custodiados por una comisión, pero la distancia, los tiempos, las vacaciones y otros impedimentos han hecho esto imposible, con lo que se han utilizado los medios modernos, wasap y correo electrónico, como certificado de compromiso al enviar una foto de los mismos a la comisión gestora. El sistema me ha parecido curioso y me he animado a participar por esta vez y sin que sirva de precedente.

En este fondo hay décimos de todas las terminaciones, con lo que algún reintegro está asegurado y quizá haya suerte y corresponda alguna pedrea, con lo que habrá algo para reinvertir en el siguiente sorteo del Niño y quizá en alguno más hasta que se acabe perdiendo todo, que es lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos, especialmente si los premios no son cuantiosos.

Como curiosidad, investiguen y lean de qué ocurre con el asunto de los impuestos cuando los décimos son compartidos entre varias personas…


domingo, 18 de diciembre de 2016

HORARIOS



En estos días han puesto (de nuevo) de moda el tema. Es un asunto recurrente que cada cierto tiempo sale a la palestra y en este caso es una buena excusa para lanzar una cortina de humo en la que todos los españolitos nos enrollamos y que permite dejar en segundo plano otros asuntos de más calado: mientras estamos en la empresa, en la familia, en el bar con los amigos y en otros tantos y tantos sitios hablando del tema, del que todos entendemos un montón, no hablamos de otras cosas como por ejemplo el asunto de las pensiones. Cada vez tengo más claro que manejar la (des)opinión pública es tarea sencilla, y cada vez más con la ayuda de las redes sociales y los medios que entran al trapo a nada que se les mencione una cuestión.

Se hace énfasis en que se trata de debatir acerca de los horarios laborales, pero a nadie se le escapa que estos horarios están estrechamente ligados a los «demás» horarios. Un escueto comentario a lo manifestado por la ministra en los medios diciendo que si salimos del trabajo a las seis de la tarde podemos hacer otras muchas cosas, entre ellas, conciliación familiar o deporte. Respecto de lo primero habrá que ver si queremos hacerla y de lo segundo parece que se olvida que si está hablando de un gimnasio o un polideportivo, los encontraremos cerrados si los empleados de estos establecimientos TAMBIÉN finalizan a las seis. ¿Estamos hablando de TODOS los horarios laborales o solo de los de grandes empresas e incluso de los de oficinas? ¿Nos hemos planteado entonces que los horarios de los empleados que salen antes, por ejemplo a las tres de la tarde, tienen que ser ampliados hasta las seis para que todos seamos igualitos?

Llevo más de cuarenta años, concretamente cuarenta y ocho, laborando en diferentes empresas y diferentes sectores y los horarios se han ajustado a las necesidades del negocio. Mi primer cometido tuvo lugar en una empresa de construcción, en una oficina, y el horario era de siete a diez de la tarde-noche y los sábados por la mañana, que no olvidemos que antiguamente se trabajaba los sábados. Esto era así porque los obreros acababan los tajos a esa hora y pasaban por la oficina a dar los partes que había que procesar a mano. No es cuestión de hablar de horarios alternativos porque el jefe, que era el que pagaba, lo quería así.

Con posterioridad accedí a un puesto administrativo en el sector de banca. En aquellos tiempos, en peleas enconadas con la «autoridad», que en aquellos años era mucha y apabullante pues estábamos en época de Franco, se consiguió el horario continuado para la banca, de ocho de la mañana a tres de la tarde, sábados incluidos. Vaya por delante mi opinión de que un horario de siete horas diarias, treinta y cinco a la semana aunque antes eran cuarenta y dos por los sábados, es el mejor horario posible. Pero claro, siempre y cuando nos dediquemos realmente a trabajar, no a dormitar o jugar al Candy Crash como hacen algunos próceres que se permiten sentar cátedra sobre el tema. Una persona que empieza duro a las ocho de la mañana, dedica veinte minutos escasos a desayunar y vuelve a la carga, cuando son las tres de la tarde está para el arrastre, para irse a su casa, cambiar de ambiente y recuperar fuerzas para el día siguiente entreteniéndose con la familia, el ocio, el deporte, el bricolaje o cualquiera de las muchas actividades placenteras que existen. Tengo que reconocer que durante muchos años el trabajo fue también una actividad placentera para mí en la que disfrutaba enormemente, con lo cual rendía mucho y se me pasaban las horas sin enterarme.

Pero es que hay un asunto que no distinguimos muy bien los españolitos, y es la diferencia en el trabajo entre «estar estando» y «estar trabajando». Muchas horas se pasan los trabajadores «estando» en el puesto de trabajo lo que no significa que estén «trabajando». Esto viene de los tiempos inmemoriales de tipo funcionarial, donde lo que contaba era la presencia física, el fichaje y el estar disponible por si el jefe te llamaba. Lo del trabajo por objetivos, lo de los horarios libres o flexibles, lo de trabajar desde casa y asuntos similares es un tema pendiente del que no se habla y que es el verdadero quid de la cuestión.

En una de mis épocas, de esas de la jornada de siete horas, se rendía a tope. A las ocho de la mañana, nada más comenzar el trabajo, una reunión operativa del departamento de no más de quince minutos sobre lo que íbamos a hacer en el día cada uno, de lo que íbamos a necesitar unos de otros, y todo el mundo a laborar de verdad hasta las tres. Muchas veces me he quedado por la tarde por mi propia iniciativa personal, por acabar algo que tenía entre manos o por simple reordenación personal de mis cometidos. Lo que sí que me ha costado mucho, y pocas veces lo he hecho, ha sido quedarme cuando me lo mandaban, en algunas ocasiones sin justificación y por negligencia de otros, que habían dedicado la mañana a «estar estando» y cuando faltaban quince minutos para marcharnos les entraban las prisas; más de un problema he tenido a lo largo de mi vida laboral por que se me cayera el lápiz a la hora si yo no consideraba que lo que se me pedía fuera de horario era ajustado a los contextos.

Pero aquello acabó. Una compra de empresas a principios de los noventa del siglo pasado terminó con la jornada continuada. Se entraba más tarde, una hora para comer, se salía a las cinco y media de la tarde y claro, ya no había ninguna prisa en la salida para irse a casa a comer y con ello se inventaron los alargamientos no retribuidos de jornada, el quedarse en la oficina por si acaso hasta que se hubiera marchado el jefe e incluso a la salida tomar con los compañeros una cervecita o más de una. Luego se llegaba a casa a las tantas procurando que los niños estuvieran acostados y quejándose a la mujer de lo mucho que habíamos trabajado y lo cansados que estábamos. En aquellos tiempos eso de la «conciliación familiar» todavía no se había inventado.

Desde que el mundo del comercio ha abogado por la liberalización y por tener las tiendas abiertas a todas horas, incluso los festivos, los horarios son un caos porque no olvidemos que muchas personas trabajan en el comercio, algunas por ejemplo solamente los fines de semana, que es cuando el resto de su familia y amigos tienen libre. Y hay muchos tipos de trabajo, especialmente en el mundo del ocio ¿puede un croupier de un casino, un empleado de un cine o un camarero de un restaurante acabar su jornada a las seis de la tarde? Es que a esa hora ni han empezado entre otras cosas porque sus negocios dependen de personas que hayan acabado su jornada y puedan acceder a esos servicios de ocio.

Las cosas se ajustan y desajustan con los años, los usos y las costumbres, si bien es verdad que ciertas condiciones afectan a este ajuste, como por ejemplo la decisión en su día de permitir la apertura de centros comerciales en domingos y festivos. La revolución que provocó esta medida trastocó todo lo existente en temas de horarios, no solo en el comercio, sino en un montón de empresas que no tenían nada que ver con el tema. Otro paso fue la generalización del horario continuado, no cerrando a mediodía, que se ha extendido como la espuma y que habría que analizar a ver si merece la pena.

Sigamos hablando de este tema mientras descuidamos otros realmente importantes y preocupantes…


martes, 13 de diciembre de 2016

NEANDERTALES



La palabra científica correcta para describir esta especie humana extinguida es «Homo neanderthalensis». El nombre fue asignado al descubrir los primeros restos fósiles en el valle alemán de Neander en 1856. Convivieron con nosotros los «Homo sapiens» durante miles de años pero se extinguieron hace treinta mil años de las zonas europeas y asiáticas donde residían. Como ocurre con muchos vocablos técnicos o científicos, acaban por ser usados con insinuaciones despectivas y utilizados como insultos para referirse a personas rudas, toscas e incluso carentes de rasgos de inteligencia humana, cuestión bastante lejos de la realidad.

A lo largo del tiempo han existido muchas connotaciones infundadas sobre esta especie. Los modernos estudios, especialmente los de genética, van poniendo las cosas en su lugar para determinar de forma más fehaciente las características de esta especie y actualizar los conocimientos en cuanto a su aspecto físico, sus formas de vida y sus capacidades, en suma, su cultura. La propia fisonomía que durante años se asemejaba más a simios que a humanos, ha sido dulcificada y acondicionada a tenor de los nuevos descubrimientos, presentando unas formas humanas bastante similares a las actuales. Es obligado mencionar que los sapiens compartimos con ellos parte de nuestros genes.

Hay veces que se tienen las cosas muy cerca y uno no se entera, a pesar de un demostrado interés por estos temas. Resulta que en el valle del Lozoya, muy cerca de Madrid, en el pueblo de Pinilla del Valle, existe un yacimiento en el que moraron neandertales durante miles de años y que está en estudio activo con realización de excavaciones anuales. Uno de los directores es el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, que también participa en el más famoso yacimiento de Atapuerca al que dediqué una entrada que se puede consultar en este enlace, siendo los otros codirectores el arqueólogo Enrique Baquedano y el geólogo Alfredo Pérez-González. Actualmente es visitable, de forma gratuita, con guías expertos que procuran un agradable paseo por un entorno privilegiado y hacen las delicias de grandes y pequeños con sus esquemas, sus indicaciones y sus explicaciones. Es necesario reservar la visita con antelación, lo que se puede hacer a través de la página web del yacimiento donde hay más información.

Aprovechando las festividades españolas de la semana pasada, el dedicado a conmemorar la Constitución fue un buen día para evadirse de la ciudad y dedicarse a enriquecer la cultura personal y ensanchar un poco el espíritu en contacto con la naturaleza. Elegimos como hora de visita las 12:30 aunque es un poco tarde como pudimos descubrir después, ya que acabamos cerca de las tres, buena hora si hubiéramos sido previsores y nos hubiéramos llevado comida campestre pero un poco tarde para los restaurantes. Desde el punto de encuentro con los guías en la localidad de Pinilla, perfectamente descrito en la página web y en el correo electrónico de confirmación que te remiten, hay un paseo de cerca de media hora por los alrededores del embalse que el guía aprovechó para ilustrarnos sobre las condiciones geográficas y orográficas de la zona. Una vez llegados al yacimiento, cuya entrada puede verse en la fotografía que acompaña a esta entrada, se nos pasó el tiempo volando siguiendo las explicaciones sobre la especie, el yacimiento, la cultura, las herramientas, las formas de vida y mil y una anécdotas y comparaciones que hicieron las delicias de todos los participantes.

Acabada la visita, el paseo de retorno no fue tan agradable por la premura de tiempo y lo tarde que se hacía para buscar un restaurante, aunque los propios guías nos recomendaron algunos en Pinilla y en la cercana localidad de Lozoya. En resumen, una visita muy recomendable que deberíamos tratar de hacer con buen tiempo ya que toda la visita transcurre al aire libre.


domingo, 4 de diciembre de 2016

CORTESÍA



Cada vez me encuentro con más frecuencia cuando asisto a actos públicos, tales como conferencias o presentaciones de libros, con que el acto no da comienzo a la hora señalada. Suelo ser puntual y quizá un poco exagerado en la antelación con la que suelo llegar, de forma que pueda pulsar el ambiente, escoger sitio y en algunos casos interaccionar con los organizadores o incluso los ponentes si son conocidos y aunque no lo sean por lo general se prestan a tener una pequeña conversación mientras esperan a que dé comienzo el acto.

Por desgracia, ocurre con demasiada frecuencia que el acto no dé comienzo a la hora anunciada. No siempre, pero algunas veces se escucha aquello de que «vamos a dar diez minutos de cortesía para que vaya llegando el público». Cuando escucho esta frase o similares se me encienden todas las alarmas, se me eriza el vello, se me ponen los cabellos como escarpias y siempre que me es posible contesto con la antagónica «esos minutos de cortesía para los que llegan tarde son igualmente de descortesía para los que ya estamos aquí». Por lo general, esto incomoda y mucho, pues no se espera que nadie conteste. Sin embargo, en alguna contada ocasión he recibido la respuesta de «tiene Vd. razón, vamos a comenzar…».

Cortesía es, entre otros significados, «demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona». En una de las primeras entradas escritas en este blog hace ya nueve años y titulada «PUNTUALIDAD» me hacía eco de esa descortesía que suelen tener algunas personas no asistiendo con puntualidad a los actos. La puntualidad es una de las normas básicas de la buena educación, de lo que podemos deducir sin temor a equivocarnos que la impuntualidad es una falta de educación. Blanco y en botella. No faltan los que dicen que llegar tarde es un signo de distinción, pero esto es rotundamente falso y supone, siempre y sin excepciones, una falta de respeto a los anfitriones y a los presentes, que se han preocupado de llegar con la suficiente antelación para ocupar sus asientos y no trastocar la organización del acto. Claro, tampoco es bueno llegar con demasiada anticipación que no estén puestas ni las luces. «La puntualidad es: deber de caballeros, cortesía de reyes, hábito de gente de valor y costumbre de personas bien educadas. Quienes se hacen esperar en sus citas o no llegan puntuales a sus compromisos, revelan su debilidad de carácter y un desprecio absoluto a sus semejantes».

Pero es que encima de que llegan tarde no tienen la deferencia de quedarse en los últimos puestos —siempre que la entrada sea por la parte posterior de la sala—,sino que avanzan decididos hasta posiciones delanteras aun sin haber visto que haya sitio disponible, lo que provoca no pocas distracciones en el ponente o en los oyentes. Ponía varios ejemplos en la entrada aludida, entre los que no se encuentran las conferencias o presentaciones de libros, pero da lo mismo. Disculpas las hay de todos los tipos invocando al tráfico, al aparcamiento, a los accesos e incluso al sursuncorda pero otro gallo nos cantaría si a la hora programada dieran comienzo los actos e incluso me atrevo a sugerir que se cerraran las puertas y se impidiera físicamente el acceso a los retrasados en términos de tiempo que no en connotaciones de personalidad, en justo premio a su desconsideración hacia los que ya ocupan la sala y están pendientes del desarrollo del acto. Y es que todo esto tiene una contrapartida. Si como resultado de un comienzo tardío el acto se alarga, es posible que alguien se vea obligado a abandonarlo para atender otras obligaciones, con lo cual el que ha sido puntual queda señalado por la desconsideración que supone el marcharse antes de tiempo además de perderse parte del acto que hubiera podido seguir de comenzar a la hora. Como en otros muchos casos, el que cumple puede salir perjudicado además de señalado. Supongo que será la edad, pero a medida que voy cumpliendo años todas estas historias me importan un bledo y de hecho ya me he marchado de algún acto antes incluso de su comienzo molesto por la demora y la falta de consideración a los presentes.

En todo caso, siempre puede uno verse envuelto en situaciones incómodas por desconocimiento. En este sentido recuerdo un hecho que nos ocurrió a mi mujer y a mí en una iglesia de la ciudadrealeña Puertollano, hace ya muchos años. Eran las doce y media cuando nos asomamos a la puerta de la iglesia para intentar oír misa y constatamos que estaba todo el mundo en silencio. Digamos, para más inri, que la entrada estaba en un lateral entre el altar y los feligreses. Entramos y nos dirigimos hacia las posiciones finales donde había más sitio, bajo la atenta y penetrante mirada de los asistentes. Nada más sentarnos, el sacerdote otorgó la bendición y dio por terminada la celebración. ¿Qué pensarían de nosotros?

sábado, 26 de noviembre de 2016

CLORHEXIDINA



En los primeros meses del año 2012, las cadenas oficiales o nacionales de radio y televisión sufrieron una remodelación bestial por cambios de los profesionales que dirigían o realizaban los diferentes programas. Como comentaba en mi entrada «RADIO»,  yo era en aquellos tiempos y desde hacía años un asiduo de Radio Nacional y en concreto de algunos programas, uno de los cuales sigo recordando y sigo convencido que tendrá que pasar mucho tiempo hasta que haya otro similar: «Asuntos propios», un programa fresco y sobre todo tolerante con las opiniones y las opciones de los entrevistados conducido de forma magistral y exquisita por un profesional como la copa de un pino cual era y supongo sigue siendo Toni Garrido. La política tiene estas cosas y los nuevos gobernantes elegidos en las urnas a finales de dos mil once metieron la mano hasta el corvejón. El tiempo ha sido testigo de las consecuencias de aquella maniobra brutal y la caída de las audiencias en RTVE y RNE han sido espectaculares, tanto que costará mucho tiempo que se vuelvan a recuperar si es que alguna vez ocurre, aunque eso poco importa.

Sin embargo, al menos un programa y desconozco si alguno más, sobrevivió a aquella caza de brujas y sigue haciendo las delicias de los oyentes: «No es un día cualquiera» conducido por Pepa Fernández y que los fines de semana llena las mañanas de muchos oyentes. Yo no puedo por lo general escucharle en directo, pero la magia de internet me brinda la opción de escuchar de forma selectiva ciertos apartados a través de los «PODCASTS». En todo caso y para aquellos que no se manejen en estos mundos que pueden parecer modernos pero que llevan ya unos años entre nosotros, la página web de RTVE denominada «ALACARTA» permite volver a ver y escuchar todos los programas de las cadenas nacionales. Y en el caso de este programa de radio, que dura cinco horas, con la enorme ventaja de estar fraccionado y permitir seleccionar los apartados que nos resulten interesantes y que son los podemos descargar a nuestro teléfono móvil para ir escuchando poco a poco a lo largo de la semana, bien en la radio del coche bien en el transporte público con auriculares para no molestar a nuestros compañeros de viaje.

Como digo, selecciono diferentes secciones del programa. Una que temporalmente ha finalizado por la entrada en política de su conductor y que me gustaba mucho era «Verba volant», en el que un profesor nos deleitaba tomando como base diferentes latinismos, su etimología, su uso y su influencia en nuestro lenguaje actual. Eran poco más de diez minutos semanales que como digo han desaparecido por el momento. Además de entrevistas y otros, escucho el titulado «Concohistorias» en el que una humorística y didáctica Nieves Concostrina nos ilustra con piezas curiosas de la historia.

Ahora ando enganchado a uno nuevo, desconozco su título, en el que la boticaria del programa Marian García nos trae a colación historias prácticas de la vida de su farmacia, chascarrillos y sobre todo información muy jugosa sobre aspectos prácticos de la medicina y las enfermedades comunes. El programa del sábado pasado versaba sobre heridas, antisépticos y desinfectantes y me ha resultado tremendamente revelador, al venirse abajo todas mis concepciones acumuladas por la experiencia a lo largo de unas cuantas décadas de vida.

Cuando de pequeños resultábamos heridos, lo normal era un buen lavado de la herida con agua oxigenada seguido de un buen unte de Mercromina. Los niños españoles, especialmente en verano y por los juegos en la calle, llevábamos decorados codos y rodillas con tintura roja un día sí y otro también. ¿Qué ha sido de la Mercromina? Era la reina de la cura casera de heridas pero hace ya años que desapareció de los botiquines por la irrupción del Betadine, que al parecer era mucho mejor y más apropiado para la desinfección de heridas superficiales que no requieran puntos de sutura. Sin embargo, la Mercromina sigue estando disponible en las farmacias españolas si bien ya con muy poca demanda por el público, aunque ha sido retirada en EE.UU. país desde donde se importó en los años treinta del pasado siglo veinte.

Pero el tiempo no perdona y a tenor de lo comentado en el programa referido, el Betadine tiene que dejar paso por diferentes motivos a la clorhexidina y jubilar de una vez por todas al alcohol, agua oxigenada, Mercromina o Betadine en el tratamiento de heridas: un buen lavado de la herida con agua y jabón y la correspondiente ración de clorhexidina es lo que procede en los tiempos actuales, aunque con el tiempo será destronada para dar paso a nuevos productos, caerá en desuso y desaparecerá por las leyes de la vida o del comercio. Su principal ventaja a decir de los entendidos es que no enmascara el color del tejido, de la piel, y permite seguir de forma más fiable la evolución de la herida. Claro que la Mercromina no solo se usaba para las heridas y precisamente era su coloración roja lo que perseguía un cliente de la botica de Marian que demandaba «agua colorá» para marcar a sus gallinas y poderlas encontrar y demostrar que eran suyas cuando se escapaban de su gallinero.

domingo, 20 de noviembre de 2016

BREGA



 Ya aviso de antemano que la entrada de esta semana va a ser un poco técnica y con toda seguridad muchas personas abandonarán su lectura a la primera de cambio. Me gusta, como documentación personal, dejar constancia en este blog de sucedidos que han sido importantes para mí y uno de ellos ha tenido lugar desde el final de la semana anterior hasta mediados de esta. Una verdadera brega contra los elementos, en este caso el sistema operativo de los ordenadores personales conocido por Windows. Para fijar términos y aunque brega es generalmente conocido, me quedo con la acepción cuarta del diccionario que reza «luchar con los riesgos y trabajos o dificultades para superarlos». La definición empieza por lucha, palabra mucho más popular que la anterior, pero no está de más asomarse al diccionario que siempre aporta y para este caso quedarse con la acepción séptima que dice «afanarse, resistir o trabajar continuadamente por conseguir algo, o para vencerlo o sujetarlo».
Como mucha gente conoce, porque lo sufre, los ordenadores personales necesitan un sistema operativo para gobernarlos, hacerlos funcionar e interaccionar con los usuarios. La mayor parte de los que tenemos en nuestras casas, teléfonos inteligentes o tabletas aparte, están subyugados a las decisiones en materia de sistemas operativos de esa empresa conocida como Microsoft y que conocemos por Windows. En este momento el personal en los mundos caseros lidia con las versiones XP, VISTA, 7, 8 y 10, salvo error u omisión por mi parte. Los dos primeros, XP y VISTA, están ya condenados y virtualmente retirados de la circulación al haberse anunciado por activa y por pasiva que están fuera de mantenimiento por la empresa e incluso el Windows 7, el mejor para mí modesto entender de todos los que han existido, está amenazado. Todo son facilidades para que el mundo transite a Windows 10 ya que el paso por Windows 8, también a mi modesto entender, ha sido un completo fracaso. Windows 10 es lo que se lleva en estos momentos y lo que todos debiéramos tener, siempre hablando dentro del mundo Windows, pues como se sabe hay otros mundos a los que podemos cambiarnos, al menos en teoría, siempre que estemos dispuestos a la inversión en tiempo y recursos que necesitaríamos. Por poner un ejemplo de estos mundos: Linux o MAC.

Pero hay muchos ordenadores en el mundo trabajando a entera satisfacción de sus usuarios bajo Windows XP. Los usos que muchas personas le dan y los frutos que obtienen de ellos en sus interacciones son suficientes y no quieren cambiarlos; para ver el correo, leer el periódico, hablar por Skype con sus amigos y familiares o consultar páginas web son suficiente. Y cambiar el sistema operativo Windows XP por Windows 10 generalmente, dada la antigüedad de sus «cacharros», supone un dinero que no es lo único malo, sino cambiar el ordenador, con todo lo que ello implica: cambiar el «hardware» y también el «software». Y esto último es un verdadero problema.

Pocos usuarios saben cómo han llegado a la situación en la que se encuentran, pocos conservan los programas que han ido instalando, ellos o sus vecinos o amigos, pocos saben lo que son los drivers, pocos saben en qué carpetas del disco duro tienen sus datos personales ni siquiera los datos que tienen. Por supuesto la gran mayoría no tiene copias de seguridad y se piensan que el ordenador, ese que compraron en los primeros años del milenio les va a seguir funcionando indefinidamente. Suerte han tenido si no han tenido algún problema en el disco duro o les ha entrado algún virus que haya hecho de las suyas. La solución para ellos pasa porque algún amigo decidido o algún profesional les dé ayuda para acometer, o mejor les haga, ese traslado de un aparato a otro y de los programas y de los datos. Pero no siempre es sencillo ni gratuito, y no estoy hablando solo de dinero. Algunas amistades he perdido en intentos de que yo me encargue de estos traslados.

La semana anterior tuve que hacer una modificación a un programa codificado por mí y que pretendo por cabezonería que funcione en «todos» los niveles de Windows, pues no quiero ser yo el que fuerce un cambio, que por otra parte sería lo más cómodo: hacer como Pilatos, lavarme las manos y decir que XP y VISTA ya no están soportados. Resulta que tras la modificación ejecutada el viernes de la semana anterior, el programa empezó a fallar en Windows XP y Windows Vista. No tenía lógica pero falló, aunque no debería. En este mundillo hay muchas variables a tener en cuenta y una de ellas, que antes del verano me pasó desapercibida por no tener bien presente aquello de que «al papel y a la mujer hasta el culo has de ver» y responder sin cabeza a una actualización de uno de los lenguajes que intervienen en el programa conocido como Python. Este error desencadenó una serie de pruebas en los diferentes niveles de Windows hasta encontrar la causa. Solucionada esta, todo se arregló pero en el entorno de XP se seguían produciendo errores.

Como se indica en el título, la brega ha sido titánica hasta conseguir el jueves por la mañana aislar el problema, una función de Windows desconocida para mí, y que dudo que mucha gente conozca, que me ha traído por la calle de la amargura y me ha hecho dedicarle muchas horas hasta acorralarla y vencerla. Y aun así me quedan las dudas y tendré que seguir investigando hasta encontrar la razón de lo que sucede, extraño en mi manera de ver las cosas, pero que a lo mejor está documentado y es así y lo que ocurre que yo soy un analfabeto en este mundillo. Seguramente se tratará de esto último.

Para no alargar esto, pongo a continuación de manera esquemática el quid de la cuestión, que como ya he advertido al principio será chino para personas ajenas a este mundillo de las «ventanas» y los sistemas operativos que corren en los ordenadores personales.

  • Tenemos un programa que denominaremos PEPITO alojado en una carpeta que llamaremos [AA] y que al ejecutarlo nos da el mensaje «Unsupported Windows versión».
  • En una de las muchas pruebas realizadas, activamos la pestaña de compatibilidad en el apartado de PROPIEDADES-COMPATIBILIDAD para tratar de mediar en el comportamiento del programa. Probamos y probamos y sigue sin funcionar
  • Hacemos cambios en el programa PEPITO, lo probamos desde otros directorios y carpetas y funciona correctamente.
  • Lo COPIAMOS sobre la carpeta inicial [AA] REEMPLAZANDO el existente. Obviamente, el recién creado PEPITO no tiene activada ninguna pestaña de compatibilidad ni nada. Lo probamos en su ubuicación en [AA] y FALLA estrepitosamente. ¡Inaudito!.
  • Vamos a ver las COMPATIBILIDADES de este PEPITO que hemos reemplazado y resulta que conserva la marca que habíamos dejado en el antiguo. Bueno, como lo que hemos hecho ha sido un reemplazo, es posible que se mantengan esas marcas…
  • BORRAMOS PEPITO de la carpeta [AA] e INICIALIZAMOS el ordenador, para evitar Cachés e insrucciones en memoria que pudieran estar actuando.
  • Con el ordenador recién arrancado y PEPITO ausente de la carpeta [AA], verificamos que el nuevo PEPITO que tenemos preparado no tiene ningún tipo de marca de COMPATIBILIDAD.
  • COPIAMOS el nuevo PEPITO a la carpeta original [AA]. Miramos las marcas y ¡voilá! Han aparecido de nuevo, las tiene puestas, con lo cual si hacemos pruebas, por muchos cambios que hayamos hecho, fallará una y otra vez. Y nos volverá locos, añado yo.
No sé si este modo de funcionamiento es una «mejora» de Windows en el intento de mantener las marcas de un programa a otro siempre que tengan el mismo nombre y se ubique en la misma carpeta. Pero a mí parece catastrófico y a las pruebas y las horas empleadas me remito. Si no se conoce este modo de funcionamiento te puedes volver loco y todavía no sé cómo lo he averiguado. Supongo que un poco de suerte, mucha constancia y muchas horas de no darme por vencido.

Ahora todavía me queda buscar en la web y en la documentación a ver si este modo de trabajar del «ventanas», en cualquiera de sus versiones por cierto, es así.



domingo, 13 de noviembre de 2016

SALUD




Desde el preciso instante en que nos asomamos a este mundo no hay mayor responsable directo de nuestra salud que nosotros mismos. En alguna ocasión he dicho que no hay mejor médico personal que la propia persona que no en vano está todo el día presente en las diferentes acciones que llevamos a cabo. Todo requiere una especialización pero la observación directa de las actividades que realizamos a lo largo del día nos compete a nosotros y a poco que nos esforcemos podremos tomar parte activa en condicionar nuestra salud. Ya hace tiempo que se abandonó aquello que la salud es la ausencia de enfermedad para ir mucho más allá. Todos conoceremos personas que no tienen enfermedad alguna diagnosticada pero no por ello gozan de lo que pudiéramos considerar como una buena salud.

Un viejo profesor mío de psicología, dicho lo de viejo con todo el cariño porque ya se ha jubilado, mantenía que era muy difícil asumir conductas de salud cuando no estamos enfermos, mientras que por el contrario tras una enfermedad y mucho más si es especialmente grave, se asumen con toda celeridad. El médico nos puede estar aconsejando que no fumemos, que perdamos peso, que hagamos ejercicio, que cuidemos nuestra alimentación y un sinfín de «cosillas» que hacemos mal con frecuencia pero seguramente atenderemos poco o nada estos consejos. Eso sí, si nos arrea un infarto de miocardio o un ictus y salimos de ello, la observación pulcra de todas estas indicaciones y alguna más será una constante en nuestra vida. Esto por regla general, porque siempre hay excepciones que no hacen caso a los avisos y siguen con su rutina como si nada hubiera pasado.

La profesión médica tiene sus problemas como todas. No hay soluciones técnicas, eminentemente técnicas, a problemas políticos y mucho de esto hay en el mundillo de los hospitales y de los médicos, continuamente acosados por las multinacionales farmacéuticas para que, sin dejar de observar su juramento a Hipócrates, receten tal o cual medicamento en lugar de otro. En este blog he comentado varios pensamientos míos acerca de uno de los males actuales con que más nos bombardean, el colesterol y que pueden verse en este enlace y en este otro.

Una de las enfermedades actuales que más asustan hoy en día son los problemas cardiovasculares, que son la principal causa de muerte en el mundo. Todos conocemos a alguien que los ha sufrido sin que aparentemente estuviera predispuesto a ello. Con ello tenemos la sensación de que cualquier día nos puede ocurrir a nosotros mismos incluso aunque sobre el papel nuestras probabilidades sean bajas.

Nuestro comportamiento en nuestras actividades diarias es vital para incidir en mejorar aspectos básicos de nuestra salud. Ya comentaba en las entradas referidas mi negativa absoluta a tomar ningún tipo de Estatina para bajar mis niveles de colesterol que de toda la vida he tenido altos. En la época en que me dejé convencer por mi médico y los estuve tomando conseguí arreglarme el colesterol –según los índices generales médicos—pero me estropeé todo los demás: sueño, vista, azúcar en sangre con peligro de diabetes, ácido úrico, bilirrubina, triglicéridos, amén de un disparo al alza descomunal en la enzima llamada CK-Creatikinasa que es sinónimo de destrucción muscular y que me tenía todo el día apocado sin ganas de levantarme del sofá. Váyanse al guano las Estatinas y su complementarias Ezetimibas y arriba el colesterol como mi cuerpo decida y por lo menos el resto de mi analítica quedaba en parámetros.

Pero todo esto no quita para que de forma complementaria modificara mis hábitos alimenticios. No hablo de sedentarismo porque es un deporte que no practico a pesar de mis maltrechas rodillas, poniéndome en marcha en cuanto puedo para dar caminatas por el campo o pequeñas carreras suaves. Tampoco puedo hablar de retirarme de la bebida o de fumar porque son actividades que tampoco practico así como de otro tipo de cuestiones peligrosas como la hipertensión arterial que de momento, toquemos madera, no me afecta como puedo comprobar cuando acudo cada cuatro meses a donar sangre. De las que andan flotando por ahí me quedaba la obesidad como uno de los riesgos que se comentan para el asunto de las enfermedades cardiovasculares y con ella ando lidiando, bajando y subiendo kilos con todo el esfuerzo del mundo, pues los que somos de coger peso así que respiremos un fin de semana, el «Michelín» se pone a cien. Cámbiese lo de respirar por engullir más de la cuenta en cualquiera de las muchas actividades sociales en las que participamos, donde todo se realiza o finaliza alrededor de una mesa. Tradición cultural.

Lo ideal sería incorporar conductas de salud desde que somos niños, pero siempre es difícil aunque nunca es tarde para empezar. Los beneficios serán acordes a nuestro estado, a nuestra constancia y a la intensidad con que nos apliquemos a la tarea antes de que ocurran las desgracias. Pero no nos engañemos, además de empezar nuevas conductas lo importante es mantenerlas en el tiempo. Ya lo manifiesta así el eminente cardiólogo español Valentín Fuster, «los datos confirman que aunque la formación y educación en hábitos saludables son importantes y tienen un impacto sobre la salud, si no se mantienen con el tiempo, pierden su eficacia».

No pretendamos empezar a cepillarnos a diario los dientes cuando ya los hemos perdido o a realizar ejercicios de flexibilidad en nuestras piernas cuando estemos en una silla de ruedas. También sería interesante influenciar en la medida de lo posible en nuestro entorno para que la observancia de conductas de salud sea generalizada, aunque los condicionamientos sociales y los usos actuales hacen que sea difícil de lograrlo. Un ejemplo, vamos en coche hasta el aparcamiento más cercano al trabajo en lugar de dejarlo a una cierta distancia y caminar y luego por la tarde nos apuntamos a un gimnasio. Las actividades de la vida diaria aportan suficientes componentes para incorporar conductas apropiadas si queremos y sabemos utilizarlas.



domingo, 6 de noviembre de 2016

INCONCEBIBLE




Ocurre en ocasiones que hemos visto lugares a grandes distancias de nuestro domicilio y por el contrario desconocemos cosas sorprendentes que tenemos relativamente cerca. Este ha sido el caso que me ha ocurrido esta semana.

Una vez al año realizo una excusión sorpresa en coche con mi buen amigo Miguel Ángel. Es sorpresa para mí porque él se encarga de preparar el periplo consistente en ir haciendo algunos kilómetros en coche y visitando localidades y sitios curiosos de las inmediaciones. Una cuestión parecida inició otro amigo, Arturo, cuando se dedicaba a recorrer en moto todos los pueblos de la provincia de Madrid para hacerse una foto delante de la Casa Consistorial; no sé si llegaría a consumar y tener en su álbum todos y cada uno de los al parecer 179 ayuntamientos existentes en la provincia.

En este año hemos transitado por una zona desconocida para mí cual es la de Alcalá de Henares, habiendo dado pequeños paseos sin pretensiones por localidades como Los Santos de la Humosa, Santorcaz, Villalbilla, San Fernando de Henares, Paracuellos del Jarama y Mejorada del Campo. Paracuellos es la única en la que había estado con anterioridad hace ya muchos años de una forma fugaz con ocasión de degustar un cocido madrileño en un afamado restaurante local llamado «El Pela», en el que intentamos realizar la comida del mediodía sin éxito, ya que se encuentra cerrado y con el local en venta. Parecía un restaurante de esos que llevaban toda la vida y seguirían por muchos años, pero se ve que la historia no perdona y todo tiene su final. La verdad es que comimos bien y barato en un mesón cercano indicados por un parroquiano de la localidad que tuvo a bien informarnos, aunque como dijo con cierto gracejo «él no comía allí ya que lo hacía en su casa».

Un paseo distendido y relajado por los pueblos un día de diario sin muchas pretensiones da para ver ciertas cosas curiosas, apreciar los cambios que se van produciendo con el paso de los años por la diferencia entre las construcciones, tomar un vino en el bar del pueblo y pulsar la vida callejera que cada vez es más escasa.

Pero lo que supuso una sorpresa mayúscula en el viaje fue la llamada Catedral de Mejorada, totalmente desconocida para mí y que puede verse en la imagen que acompaña esta entrada. Hay muchos casos excepcionales de gente particular que acomete tareas asombrosas como la «Casa de piedra» en Alcolea del Pinar o «El palacio ideal» del cartero francés Cheval, pero lo contemplado en Mejorada del Campo raya lo inexplicable. Supongo que será conocida por muchos de los lectores del blog pero para mí ha constituido un enorme asombro visitar este edificio que una sola persona, Justo Gallego, lleva construyendo desde hace 55 años. Hay mucha información en internet sobre la vida de este hombre de 90 años que ha levantado un singular edificio en un huerto propiedad de sus padres con una sorprende animosidad, materiales diversos de desechos o regalados por colaboradores. La obra es ingente, enorme, extraordinaria y el hecho de que esté inacabada y llena de materiales diversos por todos lados le confiere un aspecto que merece muy mucho la pena visitar con calma. Parece imposible que un hombre sin formación técnica en arquitectura pueda concebir los espacios y los volúmenes que pueden contemplarse allí y acometer de forma individual su construcción. Una visita obligada que repetiré con tranquilidad en cuanto me sea posible.



sábado, 29 de octubre de 2016

TURNOS




De forma paralela a ir cumpliendo años, las personas nos vamos instalando en ciertas manías que nos hacen la vida un poco más llevadera. El ir teniendo determinadas cosas claras hace que se reaccione ante diferentes situaciones de una forma cuasi instintitiva, lo que supone ahorrarse los esfuerzos en estar sopesando las características de la tarea y tomar decisiones de forma rápida y casi instantánea. A modo de ejemplo mencionaré que cuando accedo a una página web cuyo fondo es negro o muy oscuro con los textos en blanco, mi acción inicial es de rechazo absoluto y muy interesado tengo que estar en el tema para seguir adelante. Algo parecido me ocurre cuando encuentro faltas de ortografía en un libro, que me entran ganas de cerrarlo ipso facto y un último ejemplo de los muchos que podría dar es cuando se me plantea la necesidad de tomar un vuelo, la compañía de bajo coste RyanAir queda automáticamente excluida: reconociendo sus precios imbatibles la evitaré a toda costa asumiendo el coste extra para mi bolsillo por elegir otra.

El tema que quiero comentar hoy es el de los turnos en los restaurantes. Tuve una época hace ya muchos años en que disfrutaba saliendo a comer o a cenar a un restaurante, porque te permitía conocer nuevos ambientes, salir de la rutina y pasar un rato agradable con amigos. Aquello ya pasó y como parece que todas las reuniones tienen que ser alrededor de una mesa con comida y bebida, la alternativa está en la propia casa de cada cual con una cervecita o refresco fresquito de la nevera y una bolsa de patatas fritas: si de lo que se trata de verse y charlar con alguien, el tema del restaurante o del bar entiendo que es accesorio.

Pero no siempre se puede evitar el restaurante, especialmente si se trata de un grupo, lo que supondría un pequeño follón para una casa particular. Cuando telefoneo o voy presencialmente a un restaurante para reservar y me salen con aquello de que tienen turnos, mi predisposición inicial es al rechazo inmediato, sin contemplaciones. El domingo pasado me encontré con la situación y como se trataba de un grupo de cinco parejas me tuve que armar de paciencia, tragarme mis planteamientos y reservar.

Es complicado el asunto de los turnos. Por los horarios en España, el primero suele ser a la una y media, una hora ciertamente pronta para comer según nuestras costumbres, pero tiene la ventaja de que llegas a tu hora, te sientas y empiezas a comer. Como no todo son ventajas, ya te indican de forma educada en la propia reserva que al haber segundo turno se espera de ti que no te recrees en la mesa para dar paso a los del segundo turno. En algunos restaurantes, me encontré uno hace poco en Llanes, Asturias, te niegan el café de forma explícita para que te levantes lo antes posible y dejes libre la mesa, que hay mucha gente esperando y además te están mirando de forma que puedes leerles sus pensamientos de «a ver si os levantáis ya, pesados, y dejáis la mesa libre». Es muy angustioso estar finalizando tranquilamente una comida con la presión en tu cogote de saber que hay gente esperando que tú te marches cuanto antes.

El segundo turno te lo plantean con la lacónica frase de «a partir de las tres, mejor sobre las tres y media, porque tienen que comprender que deben finalizar los del primer turno y no podemos echar a nadie…». Con estos planteamientos, tanto si eliges el primer turno como si eliges el segundo estás fastidiado pues la comida no va a ser todo lo tranquila y relajada que debería. Tengo que añadir que sobre todo esto sobrevuela la categoría y el precio del restaurante. En descarga del restaurante antes mencionado de LLanes, manifiesto que es un restaurante barato, con comida casera muy apetecible y en el que realmente no hay dos turnos, pues no reservan, hay que personarse y esperar la cola que haya en ese momento si tienes interés en comer allí.

El domingo pasado fue el colmo, una experiencia más para reafirmarme en un NO rotundo a los turnos. A mis amigos les apeteció comer un cocido madrileño en Madrid. A diario hay multitud de posibilidades de comerse un buen cocidito en Madrid sin agobios, pero en un domingo la oferta se reduce bastante. De hecho el restaurante que yo hubiera elegido, Casa Jacinto, cierra los domingos. Elegimos uno afamado, «La Taberna de la Daniela» y en qué hora. Por aquello de disfrutar de la mañana aunque en un Madrid lluvioso a cántaros, elegimos el segundo turno, a las tres y media. Personados en el restaurante, uno de los cuatro que tiene esta cadena en Madrid y que está situado en Cuchilleros, tuvimos que esperar casi media hora en la entrada junto a una multitud de comensales a que salieran los del primer turno y los camareros, desbordados, pudieran limpiar y preparar las mesas.

Nos sentábamos a las cuatro de la tarde, cansados y hambrientos. La sopa vino rápido y fue lo único que se salvó del cocido. Casi sin poder terminar el último sorbo, nuestra camarera nos dejó en la mesa el tercer vuelco, las carnes, nada del otro mundo y sin ni siquiera una pieza para cada comensal, por ejemplo de tocino, que tuvimos que repartir. La camarera que nos atendía se marchó, supongo que por haber acabado su turno y el único camarero que quedaba, ayudado esporádicamente por la maître, al cabo de un buen rato nos trajo el segundo vuelco, los garbanzos, fríos, duros y a destiempo, tanto que no sabíamos si estábamos comiendo un cocido madrileño, maragato o de nueva creación. En resumen, un completo desastre, tanto que cuando nos levantamos para marcharnos cerca de las cinco y media de la tarde, y no éramos los últimos, nos fuimos con la sensación agridulce de haber sido unos turistas más de los muchos que pululan por la zona.

No daré más detalles de los postres que sirvieron de fuente de discusión por su escasez y poca categoría. Para rematar, decir que el menú escogido importaba la friolera de 37 euros, todo incluido, cantidad que en mi modesta opinión me parece respetable como para no hacer turnos. Pero ya se sabe, la demanda justifica todo y aunque yo no vaya a volver nunca por allí, por los turnos y por lo demás, hordas de turistas seguirán rebosando los dos turnos de este restaurante.


domingo, 23 de octubre de 2016

l-COMERCIO




Si nos asomamos a cualquier navegador en un ordenador y consultamos a Google con las palabras «comercio» y «local», recibiremos multitud de información y también multitud de imágenes referidas al tema como las que encabezan esta entrada del blog. He modernizado un poco el título anteponiendo la letra «l» queriendo significar «local».

Si en algún momento nos planteamos hacer una reforma en casa, de esas en las que intervienen varios oficios, podemos optar en principio por dos acometidas iniciales básicas. Una de ellas es dirigirnos a alguna empresa que se encargue totalmente del tema, dar las instrucciones concretas, obtener un presupuesto, fijar unas condiciones, estimar una duración, darles la llave y marcharnos de casa a la espera de que cuando volvamos a entrar esté todo correcto y como los chorros del oro. Esto funciona porque conozco varios amigos que han tomado esta opción, con empresas serias y solventes, y realmente han quedado satisfechos, con alguna demora en la entrega eso sí y sin entrar en consideraciones de costes y bolsillos. Y la segunda es por la que he optado yo en estos días, cual es encargarte personalmente de contactar y coordinar a todos los operarios, hacer acopio de los materiales y estar pendiente siguiendo aquella máxima que dice que «el ojo del amo engorda el caballo», que no siempre es cierta porque al final no dejas de estar en manos de unos supuestos profesionales que son los que realizan el trabajo.

Una vez tomada esta opción, en el asunto de los materiales se abren nuevas posibilidades: compra por internet, grandes superficies o… comercio local, tiendas de proximidad, tiendas del barrio o como queramos denominarlo. Tras unas pequeñas disquisiciones y por aquello de ser sensible a todas las razones esgrimidas por las imágenes comentadas, decidimos optar por comprar en los comercios locales, eso sí, sin entrar en temas de comparaciones de precios. En qué hora.

Empezaré diciendo que en alguna de las compras en la que no habíamos dejado señal alguna, ante la demora y la falta de atención, optamos por coger el coche, irnos a una gran superficie, elegir, comprar y volver a casa con el material en el maletero y el asunto zanjado. Pero voy a comentar otros dos sucedidos, uno de los cuáles finalizó ayer tras traernos de cabeza unas semanas. Comentar que la obra a realizar consistía en cambiar la bañera del cuarto de baño por un plato de ducha, que nos vamos haciendo mayores y hay que minimizar, antes de que sea tarde, los riesgos de caídas.

Como digo, en un comercio local adquirimos el plato de la ducha y los pavimentos y materiales necesarios. Cumplieron con una pequeña demora en los plazos con casi todo pero una de las partes del pedido no llegaba y el albañil tenía que comenzar a meter la piqueta, retirar la bañera y alicatar los muros. En vista de que el material finalmente no iba a estar disponible, la solución estuvo, como en el caso anterior, en coger el coche el día previo al comienzo de la obra y dedicarnos a recorrer las grandes superficies del ramo en los polígonos industriales de la periferia de la ciudad hasta encontrar un material con el que, aunque no era exactamente lo que queríamos, nos podríamos apañar con tal de no retrasar la obra. «A la fuerza ahorcan». ¡Viva el comercio local!

Y el otro caso ya es de juzgado de guardia, donde no he acabado por los pelos. En una cristalería cercana encargamos una mampara para la ducha lo más sencilla posible, tanto que es un simple cristal fijo, de medida estándar y sin ninguna complicación. En vez de cristal debe ser oro transparente por su precio, pero bueno, no vamos a cuestionarlo una vez que hemos decidido dar a ganar unos eurillos al comerciante cercano. Para ponernos en fechas, la solicitud se hizo el día veintinueve del mes pasado. Hay que tener en cuenta que a pesar de que se trata de un cristal sencillo que no requiere ningún tipo de ajuste, el tendero insistió en que tenía que ver el sitio para hacerse una idea y que hasta que no lo viera no podría tramitar el pedido. Quedamos para el lunes siguiente, tres de octubre pero un problema que me surgió a mí hizo imposible la visita que tuvo lugar de forma efectiva el miércoles cinco de octubre a las nueve de la mañana. Todo quedó conforme, el pedido era firme y quedó constancia del mismo con la petición de una señal, la famosa señal, de cien euros que aboné puntualmente en mi propio domicilio. Como tengo por costumbre, le pregunté el plazo estimado de disponibilidad, obteniendo por respuesta, como si fuera lo normal, una semana.

No había problema, estábamos en plazo, el albañil acabaría la obra el domingo día nueve de octubre y a los tres días podría estar la mampara colocada y toda la obra finalizada, pudiendo disfrutar en casa de nuestro nuevo sistema de aseo personal. Pero hete aquí que ese día doce, cuando se cumplía la semana estipulada, era festivo. Entendí, incauto de mí, que el jueves trece o el viernes catorce a lo sumo estaría todo finiquitado, pero…, quía, ni una palabra, ni una llamada, ni nada de nada. ¿Esto es lo que se conoce como la atención personalizada que ofrece el comercio local?

Para evitar el teléfono y ya que estamos en ámbitos cercanos, me desplacé personalmente a la tienda, donde no estaba el tendero y la dependienta no sabía nada de nada. Supongo que debió de notarme bastante ofuscado, porque tomó nota y se comprometió a que me llamaría a lo largo de la tarde para comunicarme como estaba el tema. ¿Piensan Vds. que lo hizo? Atención personalizada…

Me llamó, menos mal al día siguiente sábado día quince para decirme que no estaba disponible la mampara y no voy a detenerme en dejar aquí constancia de las razones peregrinas que esgrimió, que no se las cree ni él. Ante mi insistencia de una nueva fecha me dijo que sin lugar a dudas el lunes diecisiete o a lo más tardar el martes dieciocho estaría colocada. ¿Creen Vds. que se cumplió el plazo?

No solo no se cumplió sino que ni una llamada de disculpa ni nada. El jueves veinte, quince días después de un pedido en firme que tardaría siete, decidí pasarme por la tienda a última hora, a ver qué cara ponía y que disculpas esgrimía suponiendo que lo encontrara allí. Iba dispuesto a perder los cien euros si no me los quería devolver a pesar de estar incumpliendo claramente, coger el coche, irme a una gran superficie, comprarla, traerla, ponerla yo y olvidar el asunto. Por fin me llamó anteayer y ayer sábado la instaló, pero por el secado de la silicona empleado en los sellados no la podré utilizar hasta hoy. 

Sin comentarios adicionales acerca del comercio local. Al menos cuando acabe estas líneas me podré duchar en mi nueva instalación.

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domingo, 16 de octubre de 2016

DESCONCHÓN




Cuando elijo un título para la entrada que comienza por el prefijo «des» me viene a la cabeza una de mis entradas favoritas de este blog, escrita en hace ya más de ocho años, en febrero de 2008 y que lleva por título «DESAPARCAR» la cual he aprovechado para leer de nuevo y de paso recomponerla estéticamente un poco, sin modificar su contenido. Y entrando ya en materia, el dicho popular «a la cama no te irás sin saber una cosa más» cobra cada vez más una vigencia inusitada a la luz de los vertiginosos cambios a los que estamos asistiendo en los últimos tiempos.

Tuve una época de «bricolero» en la que pasaba muchas horas enfrascado en los mantenimientos de la casa y en hacer trabajillos para amigos y compañeros. Me divertía trasteando con herramientas y materiales y en su día llegué a tener una cierta presteza en todos estos asuntos. Serían incontables los agujeros realizados para poner tacos y colgar cuadros y estanterías. El tiempo ha pasado y mis condiciones actuales de vida no requieren ni permiten estos trabajos, además de que ocupo mi tiempo y me preocupo de otros asuntos. Pero de vez en cuando hay que retomar viejas aficiones y desempolvar el nivel y la taladradora.

Hace unos años se puso de moda en las casas de nueva construcción el dotar a los cuartos de baño con bañera y bidet. En mis tiempos de chiquillo contábamos en casa con un plato de ducha y gracias, que no todos mis amigos disponían de él. De estos cuadrados añadidos a un rincón en el cuarto de baño de la casa y con su cortina de plástico que había que pegar a las paredes de azulejos para evitar que se saliera el agua. Parece que un signo de modernidad y de más nivel es contar con bañera en casa, aunque en los más de veinte años que llevo viviendo en la mía jamás he utilizado la bañera y evidentemente tampoco el bidet.

Las bañeras son un peligro a la hora de entrar y salir de ellas, especialmente para la gente mayor. Sin entrar en si yo lo soy o me considero, este verano tuve un buen trompazo al engancharme en la toalla que se saldó sin consecuencias, pero una caída en un cuarto de baño es muy peligrosa pues cualquier golpe en la cabeza con alguno de los elementos como lavabo o wáter puede resultar en una lesión grave. La solución es erradicar la bañera y sustituirla pon un plato de ducha, mucho más funcional y sobre todo menos peligroso a la hora de entrar y salir. No hay más que ver los anuncios en los periódicos donde multitud de empresas ofrecen el cambio sin obras prácticamente y en el día.

Esta semana le ha llegado el turno a mi bañera. De paso, hemos aprovechado para alicatar las paredes hasta el techo con un nuevo pavimento que contrasta algo pero no mucho con las paredes antiguas del resto del baño. Pero aquí viene lo bueno, los azulejos clásicos han pasado a mejor vida, han quedado anticuados, y ahora lo que se lleva son los pavimentos porcelánicos. Dicho así no parece que haya diferencia pero lo de «porcelánico» incluye unas vicisitudes que no conocía y que a punto han estado de ocasionarme una buena avería.

Ya cuando estaba alicatando el albañil comenté que tendría que hacer unos agujeros para colocar una estantería y el soporte de la ducha, a lo que contestó advirtiéndome que era muy delicado, pero que muy delicado, hacer agujeros en el pavimento porcelánico, que a pesar de su extrema dureza podía saltar con mucha facilidad y hacerse añicos. Me dejó mosca el asunto y me lancé a consultar en internet y además a mi amigo ferretero, que me avisó de que no se podían utilizar brocas normales,  las de vidia de toda la vida, que nada de poner el percutor en la taladradora, además de que había que utilizar velocidades bajas y refrigerar con agua o aceite la broca con frecuencia. Al final me procuró una broca especial que costaba más de cinco euros y me advirtió que probablemente no fuera capaz de hacer los cinco agujeros con ella antes de que la fundiera. Y me comentó que las brocas que se utilizan normalmente por los profesionales cuestan alrededor de veinte euros y con ellas consiguen hacer como mucho diez o doce agujeros. Estamos apañados, cada agujerito, si no te cargas el pavimento, sale por dos euros en concepto de desgaste de broca.

Ayer me tiré cerca de dos horas para hacer los cinco agujeros y como me había advertido mi amigo ferretero tuve que ir a comprar una segunda broca, quedando las dos para el arrastre, fundidas como la cabeza gastada de una cerilla. Y para remate de fiesta, en uno de los agujeros, como puede verse en la imagen, saltó un trozo del pavimento, menos mal que se queda casi oculto detrás del soporte de la estantería y así se disimula.

Yo que estaba harto de hacer agujeros en paredes de todo tipo, he descubierto que hay una nueva forma y un nuevo pavimento donde las concepciones tradicionales no sirven y además si las utilizas puedes armar una avería que para qué, cargándote la pared flamante que te acaban de poner. Así que lo que hemos dicho, «a la cama no te irás sin saber una cosa más».

domingo, 9 de octubre de 2016

IGNOMINIA




Hace justamente dos años escribía en este blog la entrada «CHORIZOS» con mis opiniones sobre el asunto conocido por «Tarjetas black» que sigue en plena actualidad con el inicio esta semana del juicio multitudinario a varias decenas de aspirantes a próceres que no tenían bastante con su abultado sueldo y obtenían menudencias extraordinarias con este sistema. Desde tiempos inmemoriales, la medicina ha tenido que buscar nuevos términos para describir enfermedades al ser los suyos secuestrados por el vulgo para utilizarlos como insultos. Así, locura o esquizofrenia son términos que en sus inicios fueron puramente médicos pero que se han convertido en insultos cuando se dirigen a gente sana. Sería este un tema interesante para desarrollar pero lo traigo a colación porque lo que verdaderamente ha producido en mí esta noticia aparecida en el diario El Mundo el pasado miércoles 5 de octubre de 2016 es una indignación supina. Pero hay que tener mucho cuidado porque el término indignado tiene en nuestro país España, y también en alguno vecino, connotaciones adicionales, no reflejadas en el diccionario, desde las manifestaciones del 15-M.

La noticia reza, como puede verse en la imagen adjunta, «Acusados del PP, PSOE e IU atribuyen a un gestor fallecido el origen de las tarjetas "black"». Con demasiada frecuencia, sospechosa e insultantemente, la responsabilidad de un accidente aéreo, ferroviario o de autobús recae respectivamente en el piloto, el maquinista o el conductor especialmente cuando se da la circunstancia de que hayan fallecido. Lo de «echarle la culpa al muerto» se utiliza profusamente y en algunos casos me da en la nariz que habría más responsabilidades que investigar y depurar. Claro, como los muertos no hablan ni pueden defenderse, asunto cerrado.

Como digo, la bilirrubina se me ha puesto por las nubes cuando he leído el nombre del fallecido al que atribuyen el comienzo del entramado de las tarjetas: Ángel Montero. Como dicen ahora los políticos aunque luego no lo hacen, yo pongo la mano en el fuego por Ángel Montero porque me parece imposible que participara en hechos como estos. A b s o l u t a m e n t e  imposible como dicen ahora.

A finales de los setenta del siglo pasado, el señor Montero era uno de los cinco subdirectores que había en la fenecida Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, esa empresa que fundara el Padre Piquer en 1702 y que se han cargado directivos como estos que nos ocupan. Yo trabajaba allí como un incipiente técnico informático que fue adscrito a una comisión de negociación salarial para sacarnos de las asimilaciones administrativas y crear una escala técnica específica para nosotros. Ante una de nuestras propuestas, don Ángel nos contestó, y valoró fehacientemente con datos y hechos, que nuestros planteamientos eran inasumibles porque colapsarían en 2015 y serían imposibles de mantener por la Entidad. ¡Una persona, un directivo, pensando en sucesos a más de treinta años vista!, cuando ahora se planta un jardín y la única preocupación es que llegue en estado de revista a la foto de inauguración aunque se agoste al día siguiente. Ángel Montero era muy aficionado a los temas informáticos y yo recuerdo muchas conversaciones amistosas sobre el particular e incluso liarme para desarrollar ciertas aplicaciones informáticas para su departamento previo «convencimiento» de mis jefes para que me autorizaran a realizarlas ya que se trataban claramente de cometidos fuera de mis funciones.

Yo dejé la Caja a principios de los noventa para buscar nuevos rumbos y pasé personalmente a despedirme de él. Se echó las manos a la cabeza ante mi marcha y trató por todos los medios de convencerme para que no me marchara, cosa que no consiguió y le rogué que no intentara porque mi marcha era un hecho consumado. Desde la nueva empresa en la recalé, continué mi participación en unas reuniones técnicas mensuales inter empresas en las que participaban empleados de grandes centros informáticos de empresas de alto nivel. A finales de los noventa tuvo lugar una reunión de estas en León. Lo normal era que, tras la reunión que duraba toda la mañana, fuéramos a comer todos juntos de forma que podíamos seguir tratando temas y hablando de lo divino y de lo humano. En León nos llevaban a un restaurante que era de tipo escuela de hostelería donde nos habían atendido muy bien en años anteriores. Cuando íbamos a salir para el restaurante una vez finalizada la reunión, el anfitrión de CajaEspaña, Paco, me dijo que yo no iba a comer con ellos y que le acompañase. Tras quedarme estupefacto me condujo al despacho del director general de CajaEspaña en aquellas fechas, que no era otro que Ángel Montero, que se había enterado de que yo asistiría a la reunión y modificó según me dijo su agenda para recibirme y comer conmigo.

Al verme y ante mi sorpresa, pues yo no sabía que él estaba allí, me dió un abrazo efusivo y estuvimos hablando y recordando tiempos pasados y formas y maneras de actuar. Me contó cómo se había tenido que marchar de lo que ya era CajaMadrid antes de que lo echaran, pues los nuevos tiempos y los nuevos dirigentes no eran «trigo limpio» en sus propias palabras y él no hubiera podido mantener sus principios ante los desaguisados que un día sí y otro también se empezaban a propiciar. Su valía personal y profesional le llevó a la dirección de CajaEspaña.

Si participó o no en el inicio de las tarjetas es un hecho que desconozco pero sí que estoy seguro de que en caso de ser cierto, ni los modos ni los funcionamientos de las tarjetas hubieran sido consentidas por don Ángel Montero, un señor íntegro y cabal, un caballero, un profesional como la copa de un pino al que esta banda de «indesharrapados», alguno de los cuales ha llegado a llorar en el juicio en su declaración ante el fiscal, se permite mancillar y vilipendiar con tal de salvar sus distinguidos culos. No tienen ni la más mínima vergüenza ni respeto, y estos personajes y adláteres son el prototipo de lo que tenemos rigiendo los destinos de España.

Apañados estamos en manos de tanto sinvergüenza que, no tengo ninguna duda, escaparán a la mano de la justicia y el resto de sus vidas se mofarán de todos nosotros gastando en un desayuno con caviar y champán lo un obrero no alcanzará a ganar trabajando todo un año.