domingo, 17 de diciembre de 2017

¡FIBRA!



Debido a mi trabajo en un centro de cálculo informático, mi contacto con el mundo de internet ocurrió hace ya más de veinte años. La empresa, abierta como ninguna a las innovaciones tecnológicas, apostó desde muy pronto por el potencial de la nueva tecnología especialmente en la utilización de los correos electrónicos. Debido a que una de mis ocupaciones era ser el coordinador de un grupo de trabajo inter empresas, llevaba años mandando documentación por fax a una veintena de personas de forma mensual. Recuerdo que el día que me tocaba hacer los envíos casi me ponía malo, porque lo tenía que hacer de forma personal y era un buen rato el que me pasaba luchando con la máquinita de marras.

Con la llegada del correo electrónico aquello cambió, y no porque en un primer momento pudiera sustituir el fax por el email, porque insisto en que mi empresa era puntera y no todas las demás entraron tan pronto en este mundillo. Pero lo que yo si podía hacer era enviar un correo electrónico a un fax virtual que se encargaba de mandar de forma automática toda la documentación a la lista de números que llevaba puestos en la cabecera. Desde mi mesa y con un simple clic me había ahorrado la tediosa tarea mensual.

Las empresas van por delante pero al final, en todos los aspectos de la vida, lo que se trata es crear la necesidad para que todos hagamos las cosas de forma personal, en nuestro domicilio. Al principio el ambiente en la empresa era bueno y no había restricciones significativas en el uso de internet o el correo electrónico para asuntos personales, aunque yo siempre he querido diferenciar este aspecto por lo que pudiera ocurrir. En 1997 me había apuntado a correr la maratón de Nueva York y yo en casa no tenía conectividad, con lo que el correo y el acceso a internet desde la empresa fue de una gran ayuda para todo lo relacionado con la carrera: extraje numerosa información y recomendaciones sobre el particular. Pero con anterioridad a hacer uso privado en la empresa pedí permiso expreso a mi jefe que me lo concedió sin ningún problema.

No quedaba más remedio que ponerse en casa el acceso para disfrutar de este mundo. La primera empresa con la que contraté el servicio fue Wanadoo y el coste de un recibo que tengo por ahí guardado era de 45,24€. Estamos hablando de los primeros años de este siglo XXI con lo que el coste era ciertamente alto. Y además todo iba por la línea convencional de teléfono con lo que la lentitud era exasperante, especialmente si la comparamos con la de hoy en día. Quince años de evolución en este terreno tecnológico son muchos años y lo que en un modem de aquellos era una velocidad de 0,05x ahora en un router es de 300x e incluso más. Pero para tener esta velocidad es necesario que la «fibra» llegue hasta nuestra casa.

Un avance significativo fue la llegada del llamado ADSL a las comunicaciones. Pero la limitación del hilo telefónico que daba servicio tanto al teléfono convencional como al servicio de internet era significativo y además había que tener en cuenta un hecho que llamaba la atención: a mayor distancia física de nuestro domicilio a la central telefónica menor velocidad en las transmisiones. En mi caso, yo tenía contratada una velocidad nominal de 20x pero en los mejores momentos en los que lo he controlado me llegaban 7,7x. Y esto en operaciones de descarga que son las más comunes. Pero yo por mi trabajo, hago algunas operaciones de subida y aquí el rendimiento era patético: 0,3x de velocidad de subida en el mejor de los casos.

A mi bloque llegó la fibra hará un par de años o quizá más. Lo más normal en instalaciones de fibra estándar es que ambas velocidades, subida y bajada, sean de 300x. En la imagen pueden verse las velocidades que tengo en este momento: 294x de bajada y 316x de subida. Pero aunque mi vecino del piso de arriba tiene fibra desde hace ese par de años, yo no he dispuesto de ella hasta hace quince días. ¿Por qué? La única empresa que disponía de las instalaciones de fibra en mi zona era Timofónica y yo hace varios años tuve un par de agarrones con ella y me dije que nunca más. Y hasta ahora lo he mantenido y espero poder seguir haciéndolo ad infinitum. Yo necesitaba la fibra como el comer. En alguna ocasión he subido a casa del vecino o me he ido a casa de mi hermano, como cuando por ejemplo tuve que subir un vídeo pesado a Youtube y lo que en mi casa me costaba unas veinte horas con mi ADSL patatero, la fibra se lo merendaba en menos de media hora.

Ya tengo fibra, con otra empresa que no es Timofónica. Estoy como niño con zapatos nuevos. Pero la fibra ha traído consigo una peora que no me gusta nada: el teléfono fijo depende de la conexión a internet: si esta falla, te quedas sin fijo. Hoy día la cosa no es muy importante, en mi caso, porque disponemos en la familia de móviles y nos podemos arreglar. Pero me pongo en el caso de un autónomo o profesional que se quede sin internet y sin el teléfono profesional.

Pues bien, eso ha ocurrido. El lunes de esta semana he estado sin internet y por tanto sin teléfono. El martes por la mañana tenía internet y teléfono… pero no era el mío, pues el número era otro diferente. El mío simplemente no existía y recibía llamadas que iban destinadas a otro número. Menos mal que no era el de una casa de citas. Afortunadamente eso se arregló en la media tarde del martes. En estos casos la solución era llamar al servicio de atención al cliente de la empresa que me da servicio y que mencionaré: Jazztel. La avería ha sido de tal calibre y de tal extensión territorial, que era imposible contactar con ellos. Solo quedó esperar, pero las imprecaciones de los usuarios en las redes han sido épicas. Con esto se demuestra que en segundos y por una avería o un error informático como parece que ha sido el caso, se nos pueden caer los palos del sombrajo y quedarnos a verlas venir.

Ha sido un buen bautizo en el mundo de la fibra. Esperemos que no vuelva a ocurrir. Diré que estoy contento, muy contento, con el servicio de Jazztel desde hace unos diez años y por eso me mantengo en él y he esperado pacientemente, sin traicionarles, a que me dieran el servicio de fibra aunque sea a base de que Jazztel se la alquile a Timofónica. Son cosas entre empresas que a mí no me llegan; yo lo que quiero es no tener relación alguna con Timófonica. Por ello he pagado un alto precio estos dos años auto limitándome. Ahora a esperar que no haya más sobresaltos y pueda disfrutar de mis nuevas velocidades que me parecen de vértigo comparadas con las anteriores. Es de suponer que con el tiempo me acostumbraré a ellas y me parecerán lentas, pero eso es ley de vida.