domingo, 10 de junio de 2018

BILLETE





Hay que avanzar en el diccionario de la Real Academia hasta la acepción quinta para descubrir el significado que nos interesa relativo a la palabra que sirve de título a esta entrada: «Carta, breve por lo común». Tengo la impresión de que el término ha caído en desuso y más en los últimos años con la irrupción de las nuevas tecnologías, en las que las comunicaciones electrónicas han dado el finiquito a las cartas en papel. No sé si con el tiempo el diccionario incorporará una acepción nueva aludiendo a los wasaps que son la forma actual.

Este término era usado con profusión en las novelas clásicas del siglo XIX para mandarse mensajes entre enamorados clandestinos. Así, en «El conde de Montecristo» podemos leer «y bien, vuelva a leer el billete, examine la escritura y encuéntreme una falta o de lengua o de ortografía». También en otro clásico, «Anna Karerina», encontramos «Anna había pasado toda la mañana ocupada con los preparativos de la partida. Escribió billetes a sus conocidos de Moscú, estuvo haciendo cuentas y preparó el equipaje» o «Estas dos alegrías, una jornada de caza afortunada y el billete de su mujer, eran tan grandes que dos pequeños contratiempos que se produjeron después apenas afectaron a Levin».

De los lectores asiduos a este blog será conocida ni afición en los últimos años a los cursos MOOC. Recientemente he finalizado uno magnífico, de esos que exigen mucho tiempo y concentración y dan pena cuando se acaban, titulado «Caligrafía y paleografía: espacios históricos para su estudio y práctica» en la plataforma Edx y dirigido por profesores de la Universidad Carlos III de Madrid. Una maravilla el poder transitar, algunas veces entendiendo algo, por magníficos escritos de siglos anteriores. Uno de los apartados estaba dedicado a los ámbitos domésticos y allí aparecían magníficos billetes.

Como ya he comentado, las cartas manuscritas están desapareciendo progresivamente de la faz de la tierra, siendo sustituidas por la escritura electrónica y su visualización efímera en pantallas. Ya hace tiempo hubo una sustitución cuando se generalizaron las máquinas de escribir, especialmente en los ámbitos domésticos. Hablando de escrituras notariales del pasado siglo XX, tengo algunas de mis abuelos redactadas a mano, pero ya a mediados de siglo aparecen escritas a máquina y hoy en día impresas en papel procedentes de ordenadores. De escritura a bolígrafo o estilográfica solo se pueden apreciar las firmas y muchas veces ya ni eso porque empiezan a proliferar las firmas electrónicas: todo electrónico. Con la proliferación de asuntos hoy en día sería impensable el manguito de antaño. En mis primeros trabajos como laborante en una Caja de Ahorros a comienzos de los años setenta del siglo pasado, tampoco hace tanto, los asientos en las libretas de los clientes y en los libros de contabilidad se hacían de forma manual, escrita, con bolígrafo y apretando para que se leyera bien en las copias que se generaban utilizando papel carbón. ¿Alguien se acuerda del papel carbón?

Volviendo a los billetes, por lo general se trataba de papeluchos, doblados de cualquier manera, sin emisor ni destinatario, con comunicaciones breves y directas, que eran traídos y llevados por criados fieles, aunque no siempre discretos en los ámbitos domésticos, entregados en mano y la mayoría de las veces medio en secreto porque su contenido podía ser motivo de algún escándalo si llegara a ser revelado. Han llegado pocos hasta nuestros días porque por lo general eran hechos pedacitos en cuanto eran leídos, por si acaso. Algunos que fueron interceptados llegaron al ámbito judicial porque servían de prueba a maridos despechados que denunciaban a sus mujeres adúlteras con otros mancebos. La viceversa no estaba contemplada en aquellos años.

Muchos billetes eran de naturaleza amorosa, con gran intensidad emocional y alusiones personales, sin formulismos, intensos y directos. Aunque no se ven en la imagen que acompaña esta entrada, se podían leer frases como estas:

«Amores de mis ojos…»
«Amores de mi vida y de mi alma…»
«Amores de mi vida. He recibido un susto tan grande…»
«Mi amor y mi dueño. Estoy con una pena inmensa…»

Tengamos en cuenta que no había teléfono en aquellas épocas. No es como ahora, que las conversaciones telefónicas y mensajes de wasap, tuiter o similares son guardados «para siempre» aunque los borremos, pudiendo aparecer en cualquier momento pasados unos años, y si no que se lo digan a muchos políticos, por ejemplo, que han visto aparecer épocas pasadas de sus vidas donde decían cosas que les dejan, como se suele decir, con el culo al aire.

A lo mejor con el tiempo hay que volver al billete si queremos intentar no dejar rastro de nuestras comunicaciones, siempre que cumplamos con la máxima de hacerlos trocitos y no tirarlos todos juntos en la misma papelera, que ya se sabe que la papelera es el primer sitio donde buscan los espías o los investigadores. ¿Cuántos documentos se han visto en los papeles de carbón que hemos aludido anteriormente y que han sido arrojados a la papelera tras cumplir su misión?! Pero, claro está, podemos caer en la tentación de hacer una foto con el móvil al billete antes de destruirle y entonces…