domingo, 30 de julio de 2023

VACIADA


Tuve la enorme fortuna de disponer de coche propio a finales de 1973. Un modesto Seat 127 con el que hice muchos kilómetros por las carreteras de la geografía española, visitando ciudades y monumentos pero también gentes, pueblos y aldeas. Mi afición a la fotografía —en blanco y negro en aquellos años— me animaba a descubrir nuevos sitios.

Por aquel entonces se acuñó el concepto de «La España profunda». Nunca bien definido, parecía referirse a pequeños pueblos, aldeas y caseríos, donde vivían comunidades rurales con un cierto grado de aldeanismo y aislamiento, cierta cerrazón y ajenas a la modernidad —recordemos que hablamos de los años setenta del siglo pasado cuando no había casi ni teléfonos fijos—. Ello conllevaba una cierta marginalidad y olvido no suficientemente atendidos por los Gobiernos de la época. Algunas películas actuales reflejan muy bien este asunto: «As bestas», «Alcarràs» o «Suro» por citar tres de ellas.

Recuerdo visitas en aquellos años setenta del siglo XX a zonas como Las Hurdes, la Peña de Francia o Soria (entre otras muchas) donde la diferencia de formas de vida con las ciudades era descomunal. Mujeres lavando la ropa en el río de Los Ángeles en Las Hurdes en pleno invierno o casas sin el más mínimo aislamiento en Soria por no citar incluso hasta falta de iluminación nocturna en los preciosos pueblos de La Alberca o Miranda del Castañar. Todo aquello resultaba muy exótico a los pocos visitantes que nos acercábamos y que éramos mirados, en principio, con bastante recelo por los lugareños.

Ahora lo de «profunda» ya ha quedado relegado. Cualquiera de estas zonas disfruta –me alegro por ello— de los últimos avances gracias a la tecnología y los pueblos están remozados con sus calles asfaltadas y perfectamente urbanizados. Pero ha surgido otro concepto que es el de la «España vacía» o la «España vaciada» que implica pueblos de estas zonas con una muy escasa población y además envejecida, cuando no abandonados. Una buena recomendación para asomarse y entender este asunto, esta vez en forma de libro, es el ensayo titulado «La España vacía. Viaje por un país que nunca fué», del escritor Sergio del Molino. Puede leerse una reseña del mismo en el blog amigo de «A leer que son 2 días» en este enlace. Hay otros libros de este mismo autor sobre el tema titulados «Atlas sentimental de la España vacía» y «Contra la España vacía», ambos en mi (enorme) lista de lecturas pendientes.

Conservo fotografías de aquellos años, pero no otro tipo de documentos, como pudieran ser las notas de los lugares donde me hospedaba o comía (si es que había nota en papel  o por el contrario la cuenta era de viva voz). Es a partir de 2003, con la informática y los escáneres que empecé a recopilar estas notas. Ahora es mucho más fácil tomar un foto con el teléfono y llevarla al archivo. A continuación dos notas de las más antiguas que conservo, relativamente recientes. Me ha llamado la atención que ya entonces se cobraba el servicio y el pan que ahora está tan en el candelero a raíz de que un restaurante de la segoviana villa de Pedraza cobrara cinco euros por un vaso de agua del grifo.

 


 

Por apelar a los recuerdos, un restaurante de mi localidad con cuatro mesas y que atendía al nombre de «Cipriano» por llamarse así su dueño, tenía una particular forma de darte la cuenta. Cuando la pedías, el dueño, Cipriano, se sentaba en una esquina de la mesa, te invitaba al café y con el sempiterno lápiz en la oreja hacía la cuenta en una esquina del mantel de papel… ¡Cómo sumaba el hombre aquel! No le hacía ninguna falta ni calculadora ni teléfono móvil ni nada, pura cabeza y entrenamiento.

Y recuperando la imagen que encabeza esta entrada, no sé si España profunda, pero choca en estos días encontrarse en una ciudad moderna y nada vaciada notas o facturas como la mostrada. Ninguna información de la empresa, el CIF o datos; claro, aquí no podemos hacer nada con este tique para descontarnos en nuestra declaración de la renta de ese 10% de IVA que nos cobran (0,42€) y que espero sin mucho convencimiento que sí ingresen en la Agencia Tributaria…

Y puestos a dejar por aquí un rastro de los muchos tiques que conservo a lo largo de los años, uno más actual de una España ni mucho menos vaciada y que me sirve para recomendar un restaurante magnífico situado en el «Paraíso» de mi buen amigo, profesor y maestro Eduardo Juárez Valero, precisamente el cronista de la localidad segoviana de La Granja de San Ildefonso.


 

domingo, 23 de julio de 2023

VIALES

 

A lo largo de mi vida he venido apreciando algunas diferencias entre las proposiciones de los diseñadores en temas urbanísticos y el uso diario. La teoría va por un lado y la práctica por otro bien distinto. Aunque la respuesta ya es sabida, yo me pregunto si las personas que diseñan proyectos de este tipo están obligadas, una vez concluidos, a utilizar profusamente varias veces al día y durante algunos meses los cambios introducidos.

Porque ya se sabe que la experiencia es la madre de la ciencia. Pero si un arquitecto o ingeniero, desde un despacho, hace un diseño y no comprueba luego su funcionamiento, lo más probable es que haya una enorme distancia en los resultados prácticos del uso diario. Alambradas cortadas, muros derruidos, caminos alterados demuestran machaconamente una y otra vez que las necesidades acaban abriéndose camino pese a las barreras.

En las inmediaciones de la gasolinera de mi localidad hay un cruce con bastante tráfico que estaba regulado por un único semáforo sin que se produjeran atascos ni percances. La gente entrábamos y salíamos de la gasolinera, pasábamos por el cruce y la cosa iba fluida y sin problemas. Algún ingeniero hizo una remodelación de la zona y… ¡maremía! No hay quién pase por allí, los atascos y retenciones son constantes, no se puede girar para entrar a la gasolinera, los semáforos —ahora hay seis o siete— se desincronizan con facilidad… Eso sí, todo muy bonito, muy «diseñao» y a buen seguro que le han dado un premio.

Pero, repito la pregunta anterior… ¿a este ingeniero le obligan a pasar por allí con su coche varias veces al día durante varios meses? Más que nada para que sea consciente en propias carnes del desaguisado que ha montado con la nueva estructura implantada. Yo procuro no pasar por allí y tomar caminos alternativos, que curiosamente sobrecargan el paso por el centro de la localidad cuando antaño esta vía aludida era disuasoria.

Lo vemos en la imagen que encabeza esta entrada: bonitas aceras, bancos, jardines… pero los viandantes, día tras día, parece que no están dispuestos a utilizar las aceras propuestas y se lanzan a atravesar para ganar tiempo. Y no deben ser ni uno ni dos porque el camino de tierra atravesando el jardín está bien consolidado y con una buena anchura.

A buen seguro que todos tenemos muchos ejemplos de estos en nuestro devenir diario. En la fotografía a continuación se puede apreciar otro del mismo estilo…

Se ve claramente que hemos aprendido que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta y a ello nos aplicamos con tesón. No nos vengan con ángulos rectos que somos más de andar por la hipotenusa. Y cuando vemos que la inicialmente habilitada nueva vía es mejorable, iniciamos una segunda más directa y con mayor ahorro de tiempo. Lo del paso de cebra para acceder al edificio, ya… eso…

Como en muchas ocasiones, el tráfico y su señalización presenta numerosos ejemplos. Por culpa de algunos, pocos, desalmados, la señalización de calles y carreteras se ha vuelto enormemente restrictiva; que en un tramo de carretera señalizada a 90 km/h. de velocidad máxima ocurren muchos accidentes, la primera solución es bajar la velocidad a 80 km/h. y si la cosa sigue a 70 km/h. Exasperante. Si todos cumpliéramos la norma, o nos la hicieran cumplir, todos disfrutaríamos de mejores condiciones. Ello por no hablar de numerosísimas señales de STOP que nadie respeta porque con un CEDA EL PASO sería más que suficiente.



domingo, 16 de julio de 2023

RETRECHEROS


Llevo varias semanas procrastinando el meterme en este avispero, pero… ¡ahora o nunca! Ya se sabe que no se debe hablar ni de política ni de religión entre otros temas, so pena de que las picaduras (de las avispas) sean importantes. Pero dentro de una semana estaremos inmersos en una cita electoral y de eso va la cosa.

Durante muchos años estuve enfrentado con el bipartidismo imperante en España tras la llamada Transición de los años 70 del siglo pasado. Recordaba mis estudios de los primeros años del siglo XX en España donde la alternancia de unos y otros en el poder era cíclica y como no aprendemos de la Historia, estamos condenados a repetirla. Bien unos, bien otros, elecciones tras elecciones nos engañaban sin que se les cayera la cara de vergüenza; la oposición se ponía de parte del colectivo XXX en contra del Gobierno apoyando sus reivindicaciones para olvidarse del asunto nada más alcanzado el poder. Ejemplos… a patadas.

Hace unos años parecía que íbamos a alcanzar la felicidad y que el bipartidismo en España tenía los días contados. Pero a la luz de los últimos acontecimientos vuelvo a abogar por el bipartidismo y confieso sentir envidia de otros países donde este bipartidismo es llevado hasta las últimas consecuencias como por ejemplo en EE.UU. Republicanos y Demócratas, llámense «A» o «B», el votante estadounidense sabe a qué atenerse cuando acude a votar: unos u otros, no hay más donde elegir. Y al día siguiente (allí pueden ser varios días), cuando se proclama el ganador, todo está claro: ¡a trabajar, señores!

Ahondando en lo anterior, tenemos ahora y aquí varios casos sangrantes. Ganar las elecciones no es sinónimo de gobernar —Extremadura, Canarias— porque varios de los no-ganadores se pueden conchabar y hacerse con el puesto. Bueno, es la ley que tenemos y nos hemos dado: mientras no se cambie no queda otra que acatarla, aunque nos pasaremos semana tras semana levantando la voz contra la injusticia que supone.

Pero hay cosas mucho peores en el panorama patrio actual. Cuando tras unas elecciones el popurrí de electos es notable, puede ocurrir lo que en Murcia. Nos acercamos a TRES meses desde las elecciones, no se ponen de acuerdo y tienen hasta septiembre para hacerlo. ¡Más de cuatro meses! Y si no llegan al final a un acuerdo… ¡repetición de las elecciones! ¡Toma ya! Y mientras tanto, la gobernanza afectada del ayuntamiento, región o país… ¡en funciones! Sinónimo de parón o casi.

El mes pasado me ha llamado la atención los devaneos, idas y venidas de una formación que concurre a las elecciones el próximo domingo y que no nombraré porque da lo mismo. La ley electoral que tenemos sigue haciendo gala de sus «oscuridades» en el tema de que un ciudadano no es igual a un voto por aquello de las circunscripciones. A ver si de una vez por todas nos enteramos que la Ley D'Hont no tiene nada que ver con que un diputado en Soria —o en Cataluña o en el País Vasco— cueste menos votos que en otras zonas. El problema no es la ley, son las circunscripciones.

Con idas y venidas, dimes y diretes, esa formación aludida HA TENIDO QUE PONER DE ACUERDO a un conglomerado de pequeños partidos y formaciones en orden a presentarse de forma conjunta a las elecciones. Ha habido allí de todo, con lo que incluso alguna figura y alguna formación hasta estos momentos con cierta importancia ha quedado fuera de juego.

Volviendo al bipartidismo y con base al ejemplo anterior, sería muy bueno para los electores enfrentarse en el momento de la votación a dos únicas papeletas: la «A» y la «B». Aquí, como tenemos fijación las llamaríamos «I» y «D» por aquello de las consabidas izquierdas y derechas. Ello implicaría que antes de las elecciones, forzosamente, todo quisque se pusiera de acuerdo y se encuadrara en la «A» o en la «B». El votante no tendría que devanarse los sesos y jugar a ser adivino de lo que puedan hacer o pactar los candidatos electos —sus partidos que no ellos—. Y lo que decimos, al día siguiente —aquí sí— a trabajar, no a esperar semanas o meses —como en Murcia— gastando tiempo y dineros que se detraen del verdadero y necesario cometido para lo que son elegidos.

Este tema daría para mucho, pero hasta aquí he llegado. Un par de consideraciones más.

Antonio Muñoz Molina es un escritor reputado que publica sus sesudas reflexiones en el diario «El País» desde hace más de cuarenta años (desde 1980). Tengo todas recopiladas y voy leyendo poco a poco las antiguas, pero las actuales lo hago a medida que van apareciendo. Ayer sábado 15 de julio de 2023 publicó una, que no tiene el más mínimo desperdicio titulada «La era de la vileza» y que debería ser de obligada lectura en este período preelectoral en el que estamos. Este es el enlace a ella aunque por aquello de las suscripciones y los accesos de pago no sé si estará disponible para el público en general, pero seguro que se puede buscar por ahí en alguna biblioteca o publicación. Algunas frases entresacadas del artículo:

Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita.

Un rasgo de la edad de la vileza es la repetición metódica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos escándalo. 

Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron.

Numerosos ejemplos de vilezas pudieron contemplarse por millones de personas el pasado lunes 10 de julio de 2023 en el «Cara a Cara» televisivo de dos personas que a todas luces y por lo que parece regirán —uno u otro— nuestros destinos los próximos cuatro años. Lamentable. Interrupciones constantes, soflamas, mentiras, datos falsos o engañosos, hipérboles interesadas, crispación en lugar de discrepancia, incluso insultos —agresiones verbales—, asociaciones personales indebidas —Txapote—, un día se afirma una cosa y al día siguiente la contraria con total rotundidad y uso profuso del adverbio «absolutamente»…

«Campaña electoral» viene a ser sinónimo de guerra de palabras. Y, ya se sabe, la primera víctima en una guerra es la verdad. No hay discurso más devaluado que el de una promesa electoral. Pero el ser humano es olvidadizo y tropieza con frecuencia en la misma piedra.

…y ya no sé qué España es más cierta, si la de la tele o la de los periódicos o la de la calle, porque unas niegan a las otras.

Es muy conveniente saber distinguir las emociones de los hechos. Repito una frase que ya he utilizado en anteriores entradas de este blog: «Solamente cuando uno tiene el estómago lleno, un lugar digno donde vivir, una sanidad aceptable que vele por su salud, una buena educación pública y otras cosas básicas puede empezar a pensar en si se hace seguidor activo del Betis, del Málaga o del Rayo Vallecano. Y todos estos asuntos, materiales, los tiene que percibir la persona en propias carnes, no vale con que se lo cuenten porque cada uno sabrá por su propia experiencia si está siendo engañado. Los anuncios del tren son muy bonitos porque los hacen empresas expertas en hacer anuncios, pero los ciudadanos que realmente utilicen el tren todos los días sabrán si la cosa va bien o menos bien, por no decir mal.

En mi modo de ver, estamos inmersos en un irrespirable clima social, inundado de una mediocridad exasperante y numerosos efluvios de vileza a los que alude Antonio Muñoz Molina, que lo hacen tóxico y destructivo para la vida civil. Y como es costumbre en mis entradas, aclaro que «retrechero» es aquella persona que «con artificios disimulados y mañosos trata de eludir la confesión de la verdad o el cumplimiento de lo debido». Además, las personas retrecheras «tienen mucho atractivo».