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sábado, 18 de agosto de 2012

MEDIOCRIDAD


Con mucha frecuencia circulan por la red a base de correos electrónicos determinados textos atribuidos a determinados autores, por lo general de renombre en el panorama nacional. Que yo recuerde ha pasado con Arturo Pérez Reverte, con Alfonso Ussía y con muchos otros. Es muy sencillo coger algo de la red, cambiar la autoría y airearlo a los cuatro vientos por medio del correo o de las redes sociales. Los textos en sí serán buenos o malos en función de quién los lea y de su coincidencia o no con la opinión personal sobre la materia. El hecho de atribuírselos a un determinado personaje no solo les da relevancia sino que carga las tintas en determinados aspectos, amén de darles una fama que posiblemente de otra forma no tendrían.

Me llega un texto atribuido al genial humorista Forges, de sobra conocido por todos por su larga trayectoria en el mundo de las viñetas . Y es que las personas que destacan en una determinada faceta no tienen por qué ser nulas en otras, en las que por lo general se suelen defender bien. El texto se titula “El triunfo de los mediocres” y es una reflexión acerca de lo que supone esta característica, como se llega a ella y la propone como una explicación de las causas que nos han llevado a la situación actual, no solo en materia económica sino en otras muchas materias.

La nota aparece fechada al principio el doce de mayo del presente. Indagando un poco en la red, me encuentro con este texto publicado en un blog con fecha anterior: veintiocho de febrero. Sensiblemente anterior. El blog es de David Jiménez y contiene este mismo texto en esta entrada. Ahora nos quedamos con la duda de quién es el verdadero autor, pero eso me resulta indiferente porque lo que yo quiero resaltar aquí es el texto en sí, su contenido, su reflexión profunda sobre la mediocridad y los mediocres.

Desde hace años venimos oyendo en muchos ámbitos de la vida eso de que “todo vale”. En el laboral se huye de los especialistas en pro de los generalistas, los que saben hacer de todo pero que nuca podrán hacerlo tan bien como alguien que se dedique específicamente a ello. En la calle, en casa, en los medios… todo vale, todo sirve. Y vamos cayendo poco a poco en esa mediocridad que nos pone ante nuestros ojos este texto que reproduzco a continuación. Y es que ser mediocre es un estado que se consigue a base de años de ir dejando pasar las cosas y conformarse, en hacer del “todo vale” una filosofía de vida. Así nos luce el pelo.

¿ De qué país estará hablando?

EL TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES

Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo.

Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general.

Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.

Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.

Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los nuestros.

Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.

Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.

Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.

Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.

Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.

Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.

Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.

Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.

Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.

Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.