Lo normal es medir el paso del tiempo con un reloj en cuanto a las horas diarias y con un calendario en cuanto al paso de los días, meses y años. Estas mediciones son exactas, reguladas, iguales para todo el mundo. Pero el ingenio humano tiene otras formas de medición del tiempo y algunas de ellas son muy ingeniosas y desconcertantes, además de irse generalizando su uso cual pecado venial.
Me quiero referir a esa cartelería que está surgiendo por doquier en un intento de mostrar una cierta educación de cara a los demás que muchas veces consigue el efecto contrario. Es lo que se viene conociendo en el argot como el uso del momentito: una herencia ancestral que lejos de desaparecer está ganando adeptos con el paso del tiempo.
Uno va a salir de su garaje con el coche, sin prisa porque va de paseo o con prisa porque se dirige a las urgencias de un hospital, y se encuentra un coche aparcado en el vado obstruyendo el paso. Toca bajarse del coche para acercarse al intruso a ver si tiene algún cartelito informativo de las intenciones del agresor, porque eso es lo que es, un agresor a los derechos de los demás. Si no hay cartelito hay que liarse a tocar insistentemente el claxon, con la siguiente molestia a todo el vecindario a ver si el infractor se da por aludido y acude con una cierta prontitud a retirar su vehículo y dejar el paso franco.
Pero puede ocurrir que haya cartelito, que el irrespetuoso con las normas tenga una mínima educación y el detalle de informar. Pero los hay de muchas clases: «Vuelvo enseguida» «Son 5 minutos» «Estoy en la tienda xxx» y ya los más desalmados escriben un número de nueve cifras que puedes entender que es su teléfono móvil para que le llames y le pidas, le ruegues, por favor, que venga a retirar su coche que está molestando.
No quiero entrar aquí en las diferentes situaciones que tienen lugar cuando aparece el infractor. Desde pedirte disculpas, a ignorarte como un campeón a incluso enfrentarse diciendo que no es para tanto, que tengas paciencia, que… En alguna ocasión he presenciado el llegar a las manos, sobre todo cuando los dos intervinientes tienen la adrenalina fácil para pasar de las palabras a los hechos.
La imagen que encabeza esta entrada corresponde a una caldera de calefacción y aparatos adicionales que algún vecino ha cambiado. Los deja en una zona común donde la verdad es que no molestan al paso, aunque sí a la vista. El cartel reza así: «¡ATENCIÓN! Estos aparatos los recogerán mañana porque hoy ha fallado la recogida. Disculpen las molestias». Se ve que a algún lector del mensaje le hubiera gustado una mayor precisión en la información con lo que, ni corto ni perezoso, y además en rojo, añade la pregunta «¿Cuándo es hoy?», porque, claro, los cachivaches pudieran estar todavía ahí a la semana siguiente y el cartel seguiría siendo perfectamente válido.
Uno se acerca a una tienda física, de las pocas que van quedando, a comprar algo que perfecta y tranquilamente hubiera podido pedir por internet para que lo traigan a casa. Se encuentra el famoso cartelito «Vuelvo en 5 minutos», un clásico. Esos cinco minutos pueden ser eternos porque solo el que ha colocado el cartel sabe cuándo han empezado a contar. Y el cliente, que va con una prisa de mil demonios, se queda con la cara a cuadros pensando si esperar esos cinco minutos, o los que sean, o largarse con viento fresco. En alguna ocasión que no llevaba prisa me he retirado a una distancia discreta a observar cuanto tiempo real suponían esos cinco minutos, llegando a comprobar en un caso que el tendero volvió a los veinticinco minutos desde que yo vi el cartel. O en otro caso pasar por delante de un bar cercano y ver al dependiente utilizando esos cinco minutos para tomarse tranquilamente un café y fumarse un cigarro en animada charla con el camarero u otros clientes.
Estás a la espera de que te atienda el médico en el ambulatorio y llega una madre agobiada alegando toda clase de prisa y excusas pidiendo por favor que le dejes pasar porque es una consulta y solo será un momentito. Hay más y más casos y no hace falta ser exhaustivo para que se comprendan estos «relojes» mundanos.
Con ese tipo de mensajes uno puede ser arrastrado a un verdadero agujero negro de tiempo espaciotemporal en el que continuamente tienes que estar decidiendo si sigues esperando o te marchas. ¡Con la prisa que tengo!
Buscando por la red he encontrado un cartel de estos verdaderamente gracioso que se hizo viral circulando una fotografía del mismo. Estaba fijado en la puerta de una librería de Sevilla llamada «Casa Tomada» y decía lo siguiente:
Estimados clientes: He salido un momentito a pedir la mano de Rosaura, la hija del sastre. Llevo demasiado tiempo solo. Si acepta, huiremos juntos de la ciudad, nos casaremos en la primera iglesia que encontremos en el camino, y tendremos dos hijos. Al mayor lo llamaremos Anselmo, por mi abuelo. De lo contrario, volveré en cinco minutos.
En su día y fue un caso sonado, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid tuvo su momentito particular con unos policías municipales por dejar su coche mal aparcado para sacar dinero de un cajero automático. El momentito es una manera educada de descargarse (teóricamente) de responsabilidades ante los demás.
Pero esta forma de picaresca llega a cansar a algunos que contrarrestan con otra cartelería. En una puerta de garaje del Barrio de Salamanca de Madrid, hartos de ver su salida bloqueada, colocaron un cartel bien grande en el que se podía leer «NO HAY MOMENTITOS», al objeto de disuadir a los conductores de dejar su coche bloqueando la salida. También en los mostradores de algunas tiendas de informática y móviles se empiezan a ver carteles del tipo «CONSULTA TÉCNICA 2 €», por puro hartazgo del aluvión de preguntitas sobre aspectos técnicos.