domingo, 2 de mayo de 2021

SALVAJE

Teníamos muchos problemas, como corresponde a cualquier sociedad de las llamadas de occidente —aunque la Tierra es redonda—; a ellos se ha venido a añadir en el último año el derivado de la irrupción en nuestras vidas del SARS-COV-2, más conocido por todos como COVID-19, que ha puesto patas arriba todo y al que le hemos dedicado como corresponde toda la atención, dejando lo demás en un segundo plano.

Pero el mundo sigue dando vueltas y a pesar de que tengamos focalizada nuestra atención en la pandemia, el resto de asuntos sigue revoloteando por ahí. Un refrán popular dice que «Ojos que no ven, corazón que no siente», aludiendo a que es mejor no preocuparse por ciertos asuntos y, al ignorarlos, no sufrir por ellos. Pero todos los refranes tienen una versión alternativa, siendo en el caso de este aquella de «Ojos que no ven, tortazo que te pegas». Si no conocemos ni tenemos el mínimo interés en un asunto, viviremos felices en la ignorancia, pero con algunos «daños» de esos llamados colaterales.

Hace unos meses, cuando empezó todo este asunto de la pandemia, el hecho de tener más tiempo me hizo ocuparme de un asunto de esos de los que no me preocupaba: el consumo eléctrico y los precios de la electricidad en España, un tema, como decía mi abuela, para «mear y no echar gota». Por mucho que te lo expliquen, no se acierta a comprender el intricado y absurdo recibo de la luz con una pléyade de impuestos que sirven para «otros» asuntos. Un poco como ocurre con otro combustible, gasolinas y derivados, cosidos a impuestos que sirven para «tapar» otros agujeros que nada tienen que ver con ellos. Por eso nos anuncian los cobros de peajes en autovías, para su mantenimiento, porque los buenos euros que nos sacan de nuestros bolsillos por el precio del litro de combustible no se dedican a esto de mantener las carreteras en buen estado.

Sin que nos diéramos cuenta casi ninguno y con poco o nada de reflejo en la prensa generalista, el incremento de los precios de la electricidad en el pasado mes de abril ha sido… «SALVAJE». El pasado año, al estar encerrado y tener más tiempo en casa me dio por mirar estos asuntos, lo que reflejé en algunas entradas de este blog tales como «ZURRIAGAZO» o «ARMONIZADOS»; en este último comentaba ciertas prácticas extrañas en la factura que fueron solventadas —para mi caso concreto— pero nunca aclaradas.

En la factura de la luz hay dos aspectos importantes. El segundo de ellos es el consumo, que debería ser el más importante pero que tiene un peso (casi) secundario en la factura. El primero es la «potencia contratada», aspecto crucial porque supone una parte importante de la factura y que pagaremos sí o sí, consumamos mucho o no consumamos nada. Por el hecho de tener una potencia contratada tenemos una cuota que es la que manejan realmente en las subidas de precios porque afecta a todos.

Deberíamos todos revisar nuestra potencia contratada y tratar de rebajarla lo máximo posible, porque es un fijo en la factura mensual. Claro que el bajar la potencia contratada implica un cierto ejercicio de consumo: si la bajamos mucho no podremos enchufar dos/tres aparatos a la vez, especialmente en la cocina hablando de hogares, porque nos «saltarán los plomos». Si reducimos nuestra potencia a 4 kilovatios, por ejemplo, no podremos poner una secadora y una plancha a la vez y habrá que hacerlo una detrás de otra. Y al mismo tiempo tener la precaución de que alguno de la familia no utilice un secador de pelo en el baño.

Yendo a cifras y hechos concretos, hablando de la tarifa que tengo contratada, el precio fijo del kilovatio por potencia contratada ha pasado de 3,340437€ a 3,916374€. Cojan la calculadora, realicen cálculos y… no se despeinen con una subida que es del 17,24%. Han leído bien ¡DIECISIETE con VEINTICUATRO por ciento! Y esto en la parte fija, la que paga todo el mundo por el hecho de tener un contrato, consuma o no consuma. Una casa cerrada con un contrato tipo de 5 kilovatios de potencia supone unos 20 euros iniciales mensuales de base a los que luego hay que añadir más y más impuestos sin hacer ningún tipo de consumo.

Pero en los precios del kilovatio de consumo tampoco se han quedado cortos, aunque esto les importe menos. En mi tarifa, de dos tramos horarios, el tramo valle ha pasado de 0,142305 a 0,147985 €, un 3,99 % de incremento y el tramo punta de 0,069417 a 0,074434 lo que supone a su vez un 7,22% de incremento. Los salarios no se incrementan en estos porcentajes desorbitados.

Como decía al principio, es mejor no preocuparse por conocer estos asuntos. Vivir feliz, despreocupadamente, total, nos va a dar igual. Pero, aunque poco, si podemos hacer algo ajustando nuestros hábitos a sacarle el máximo partido a unas tarifas locas consentidas por gobiernos que no tienen en cuenta las necesidades básicas de la ciudadanía: creo que la electricidad es una de ellas y que, en mi opinión, nunca debiera estar bajo el control de empresas privadas que (tiene toda la pinta que) campan a sus anchas.