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domingo, 15 de junio de 2025

INSCRIPCIONES

Muchas de las cuestiones con las que tenemos que lidiar a diario se han desmadrado o están en vías de ello. La informatización de todo está llegando a unos niveles preocupantes que derivan en muchas ocasiones en una indefensión completa ante lo que «digan» las máquinas. Mencionaré aquí, como base de esta entrada, que todo lo que es electrónico es susceptible de ser modificado: no creo que tengamos duda alguna en estos momentos en los que la Inteligencia Artificial modula nuestras vidas.

Llevo en contacto con los programas Senior de la Universidad Carlos III de Madrid desde 2011. Aparte de cursos regulares anuales, tengo en mis archivos las notas y apuntes de más de cuarenta cursos realizados, entre monográficos, seminarios, interuniversitarios y similares. A lo largo de los años los sistemas de inscripción —matriculación— han ido variando hasta llegar al esperpento —en mi opinión— actual.

Haciendo memoria me retrotraigo a los años 60 del siglo pasado. La primera que vez que me tocó acudir a un centro de inscripción fue a solicitar las antiguas Becas del denominado en aquella época «Principio de Igualdad de Oportunidades». Contaba doce años, pero eran otros tiempos. Bajar a Madrid, ir a la calle Amaniel, esperar una generosa cola con mi instancia rellena, hasta llegar al mostrador donde un funcionario del Ministerio de Educación la sellaba y te daba un resguardo del Registro con la fecha y la hora de la presentación y aceptación. ¿Sería posible este sistema hogaño? Parece impensable y por otro lado hasta poco recomendable a la luz de los avances tecnológicos.

A lo largo de estos años, las inscripciones telemáticas a través de internet se han generalizado. Cada academia o en este caso universidad utiliza las suyas, que no voy a comentar aquí, y que serán mejores o peores en función de las características. Si voy a comentar mi visión de las actualmente utilizadas por la Universidad Carlos III de Madrid para los monográficos de su programa senior.

Dos veces por año, junio y enero, la UC3M oferta una variedad de cursos monográficos destinados a público en general pero que, por sus horarios y características, están enfocados a público senior, vamos, mayor, con disponibilidades horarias y ganas de aprender. Las anunciadas en estas fechas para el cuatrimestre sep-2025 a ene-2026 se pueden ver (en estos momentos) en este enlace. Una oferta variada e interesante en donde predominan las clases presenciales que son las más valoradas por los alumnos, insisto y repito, generalmente mayores o muy mayores. El hecho de ser presenciales en diferentes campus de esta universidad, implica un número finito de plazas en función del aula en que se impartan las clases.

A lo largo de los años, los alumnos mayores han ido decantándose no solo por el atractivo de los cursos ofertados sino por los profesores que los imparten. Lo que voy a mencionar a continuación es una opinión estrictamente personal y que no menosprecia ni descuida a nadie. Hay profesores a los que el seguimiento de alumnos es masivo, hablen de lo que hablen y oferten el curso que oferten. A modo de ejemplo y advirtiendo que hay muchos más, mencionaré a dos: Ángel Bahamonde Magro y Eduardo Juárez Valero. Insisto, hay más profesores, pero estos dos tienen el marchamo previo de que sus cursos se van a llenar y las plazas ofertadas van a ser insuficientes, especialmente en el campus de Getafe, pero también en el de Colmenarejo o en el de Puerta de Toledo. Y sobre esta base viene el comentario o crítica de esta entrada.

El sistema ideado por la universidad para la inscripción en estos cursos es bellaco. Hay que hacerlo a través de la página web. Lo del año pasado reventó la web y yo en mi caso me quedé sin un curso que había solicitado por que Google, san Google, no registró debidamente mi petición. Este año, al parecer por campus, han habilitado un día y una hora en que «se pone disponible» un formulario Google de inscripción. El miércoles de esta semana de junio de 2025 había que estar a las 13:00 horas ante el ordenador, refrescando la página, hasta que en la misma apareciera habilitado el enlace para poder rellenar el formulario de inscripción. Y hacerlo rapidito, por aquello de la aplicación de «mar… el último» no vaya a ser que dado el número de plazas te quedes a verlas venir.

Yo tuve la suerte de tener ese día y hora libre para poder ponerme en modo estrés y cumplimentar el formulario. Como yo, y lo sé porque estábamos en contacto a la vez por wasap, otros compañeros. El formulario tardó en aparecer varios minutos, todos nerviosos, a la espera de poder rellenar… ¿Y si a esa hora tenías una consulta médica o estabas en un sitio sin posibilidades de internet? ¿Le encargabas a alguien que lo hiciera por ti?

Al final, esta operación estresante acaba en teoría, si todo va bien, no se cuelga internet o se te va la luz en casa, en un registro con fecha y hora que (san) Google va construyendo y que será el utilizado por los servicios administrativos de la universidad para asignar las plazas, eso sí, «en riguroso orden de inscripción» que está garantizado por… jajaja, el todopoderos y omnisciente (san) Google. Los servicios administrativos de la universidad no quieren o no pueden hacer nada, lo que diga Google va a misa y todos tan felices, aquí paz y después gloria.

Un proceso cuando menos opaco y oscuro a los solicitantes de plaza. La lista generada por (san) Google se puede modificar, alterando la hora para favorecer a un determinado alumno a instancias de alguna «autoridad». Ojo, no digo que esto se haga, pero se puede hacer y además de forma impune y sin control.

No es de recibo la tensión a la que se somete al futuro alumno, por lo general mayor y con pocas habilidades en los mundos electrónicos y no es de recibo, en suma, el «sistemita» empleado. No es cuestión de proponer alternativas aquí, que las hay y de hecho esta misma universidad, en el pasado, utilizó otros mecanismos mucho más claros y sin posibilidad de trueques. Pero claro, hay que mojarse, hacer las cosas bien y de esta forma actual todo es rápido y sin preocupaciones: lo que diga (san) Google, directamente o modificando lo que haga falta. ¿Quién controla? Desde luego el alumno solicitante no.

En este caso, yo he tenido suerte. Estaba preparado, con los datos que me iban a pedir cargados en el ratón del ordenador para copiar-pegar e ir más deprisa en el envío de los dos formularios para los dos cursos en los que estaba interesado. Ha habido suerte y he conseguido plaza en ambos. En enero del año que viene tendré que decidir si asumo un día y hora de estrés galopante o me busco otra universidad o academia con mecanismos más claros, si es que existen. También me puedo dedicar a criar canarios.