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domingo, 26 de febrero de 2023

DONACI...estafa

Un francés empezaría diciendo «chapeau», mas existe la versión española CHAPÓ, para Amazon, en mayúsculas y negrita. He escrito a lo largo de estos años numerosas entradas en este blog (utilícese el buscador) referentes a diversas vicisitudes con la empresa Amazon y todas ellas con carácter positivo. Hoy tengo que añadir una más.

Los ataques a nuestros bolsillos a través de medios informáticos son ya de aluvión. No hay día que no reciba intentos fraudulentos de hacerse con mis dineros a través de numerosos canales como SMS, wasap, correo electrónico e incluso llamadas telefónicas de voz. Muchos de ellos, la gran mayoría, son muy burdos y al menos yo me los sé, con lo que no caigo en la trampa, pero los amigos de lo ajeno van siempre un poco más allá y nadie está exento de ser cazado, por muy listo que se crea.

Me ocurrió hace unas semanas, pero la pausa que he tenido que poner sí o sí en mi vida ha relegado esta publicación. Un mensaje de una amistad; dudo que fuera real o quizá es que a esa amistad le habían pillado su correo electrónico, me insta a colaborar con una organización de ayuda: no importa cuál porque en estos días las hay a montones, unas muy conocidas y otras no tanto, pero para este caso, cuanto más conocida mejor. Penas y catástrofes la hay en el Mundo por doquier y peticiones de ayuda a raudales.

El caso es que se me ofrecían una serie de posibilidades de colaborar y —esto debía haber disparado mis alarmas— con una cantidad muy pequeña y además en dólares: 5$ concretamente. Una de las posibilidades era utilizando el conocido cheque regalo de Amazon. Me llamó la atención este tipo de proceso y decidí explorar esa vía, lo que propició mi error, pues pulsé en el enlace que venía en el correo para entrar en la página de Amazon.

Accedí de forma normalizada con mi usuario y mi clave —menos mal que es única para Amazon y no la utilizo en ningún otro sitio— incluso con la clave de verificación en dos pasos, rellené los datos para generar el cheque regalo… todo perfecto y correcto. Ninguna sospecha, todo como de costumbre solo que… ¿quién estaba por detrás?

Cerrado ya el ordenador y disponiéndome a ver un rato la televisión, recibo —bendito móvil— un correo electrónico —en inglés— de Amazon diciendo que —lo pongo traducido—…

Creemos que una parte no autorizada puede haber accedido a su cuenta. Para proteger su información

—Deshabilitamos la contraseña de su cuenta.

—Revertimos cualquier modificación realizada.

—Cancelamos cualquier pedido pendiente. Puede ignorar cualquier correo electrónico de confirmación que haya recibido para estos pedidos.

—Restauramos cualquier saldo de tarjeta de regalo preexistente que pueda haber sido utilizado. Puede tomar de 2 a 3 días para que el saldo de la tarjeta de regalo esté disponible en su cuenta.

—Invalidamos cualquier saldo de tarjeta de regalo que pueda haber agregado la parte no autorizada durante la actividad de compromiso de la cuenta.

—En caso de que la verificación en dos pasos se haya habilitado durante el acceso no autorizado, la hemos deshabilitado. Restablezca y habilite la verificación en dos pasos en Amazon y habilítela si corresponde.

—Espere 2 horas para que estas acciones surtan efecto. Después de 2 horas, podrá restablecer su contraseña y recuperar el acceso a su cuenta.

¡Bienaventurado Amazon! ¡Bendito aviso! Realizadas todas las operaciones recomendadas, todo ha quedado en un susto, pero ha sido básico el que la contraseña de acceso a Amazon no fuera la misma que la de acceso a mi correo electrónico, que ha quedado a salvo. Tampoco ha habido ninguna avería pecuniaria, porque siempre utilizo una tarjeta de prepago que tenía el saldo justo y que ya he cancelado.

Eso sí, los datos personales son hoy como una mina de oro y diamantes. Durante un tiempo es posible que hayan tenido acceso a mis direcciones de recogida, entre las que estaba mi domicilio, a mis pedidos, a mis contratos con Amazon y a un montón de información que, como digo, es oro líquido y más en manos de quién no debe. Pero la culpa es mía y solo mía al haber traspasado el umbral de una puerta que no debía. Está claro que por mucho cuidado que se tenga, tarde o temprano seguiremos cayendo en la trampa. Cada vez son más sofisticadas las trampas y cada vez llegan por los caminos más insospechados de los que aparentemente no desconfiaremos.



domingo, 19 de febrero de 2023

PAUSA

Tenía yo hace ya muchos años —mediados de los setenta del siglo pasado— un radiocasete de la marca SANYO como el que puede verse en la imagen. Le sigo teniendo y probablemente funcione todavía, pero está en el fondo profundo de un trastero y no estoy de humor ni tengo tiempo de sacarlo para que la foto fuera estrictamente personal. Dice el dueño de este que funciona y lo vende por 24 euros; ganas me dan de comprárselo.

Puede parecer una tontería, pero una de las cosas que más me maravilló de este aparato fue la tecla de PAUSA: cuando estabas escuchando una cinta de casete podías accionar la tecla de PAUSE para interrumpir la reproducción, hacer cualquier cosa y volver a continuar con la escucha donde lo habías dejado. Claro, esto con la radio no funcionaba. Ahora, con las facilidades de grabación y de visión diferida, cualquier programa de radio o televisión tiene estas facilidades.

Pero no quiero hablar de música y archiperres viejos. Cualquier acontecimiento imprevisto en tu entorno te puede poner tu vida en pausa —¿se puede dejar la vida en PAUSA? — y abandonar todo de golpe para dedicar tu atención a cuestiones que un minuto antes ni se podían haber pasado por la cabeza. Mi secuencia (casi) ininterrumpida de escribir una entrada en el blog todas las semanas se frustró la semana pasada por un suceso familiar ocurrido el sábado por la tarde. Una llamada telefónica y a dejar todo lo que se estaba haciendo y salir corriendo casi casi con lo puesto. Sin solución de continuidad te ves en pocas horas a 500 kilómetros de tu casa con toda tu atención focalizada en un novedoso asunto y todo lo demás aparcado sine die como, por ejemplo, escribir la entrada del blog de la semana.

Aunque la situación perdura, y va estar requiriendo toda nuestra atención familiar las próximas dos o tres semanas, el tiempo va asentando las cosas, y las cabezas, y te deja un instante para juntar estas letras que poner en el blog para los lectores asiduos que de pronto se habrán extrañado de mi falta. Algunos muy allegados me han llamado por teléfono, pero otros, al no tener el blog comentarios ni identificación alguna, se habrán quedado con la duda.

Pues eso, que no estoy muy centrado para escribir con claridad, bueno, nunca lo estoy, pero especialmente en estos momentos en que el cien por cien de la atención está focalizado en otros asuntos. Pero al menos que quede explicada, que no justificada, mi falta de la semana pasada. Y quizá alguna otra en las semanas venideras. Mi mayor agradecimiento a todos por estar ahí.





 

domingo, 5 de febrero de 2023

EXQUISITOS

En la segunda mitad del siglo XVI, el rey Felipe II levantó la impresionante obra del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para conmemorar, se dice, la victoria de las tropas españolas sobre las francesas en San Quintín. Como quiera que ocurrió el día 10 de agosto, día de San Lorenzo, la Real Fábrica fue puesta bajo su advocación. Costó cierto trabajo al Rey y sus consejeros elegir el sitio donde edificar porque una de las muchas características buscadas era la soledad: estar apartado de zonas habitadas. Su principal dedicación, en principio, sería a monasterio, por lo que la soledad y la quietud serían parte importante. De hecho, una de sus disposiciones más inquietantes y poco entendidas fue que no se construyera ningún tipo de edificación en sus cercanías.

Unos doscientos años, más o menos, fueron escuchadas y cumplidas las órdenes del Rey. Pero la presión urbanística de mediados del siglo XVIII llevó al por entonces rey Carlos III a abrir la mano, desoír los mandados de Felipe II y permitir la construcción de casas y palacios en las mismísimas inmediaciones del monasterio. Se había abierto la veda y a los señores principales de la Corte les faltó tiempo para levantar sus palacios. Uno de ellos, que puede verse en la fotografía, fue construido por Antonio Ponce de León, Spínola, de la Cerda, Lancaster, Cárdenas, Manuel y Manrique de Lara, 18º Duque de Arcos y registrado mediante escritura pública el 7 de noviembre de 1774.

Lo de las presiones urbanísticas no es de ahora. Doscientos años más tarde, en el último tercio del siglo XX, las disposiciones vigentes y unos criterios laxos o cuando menos controvertidos por parte de las autoridades, permitieron un enorme desaguisado en el cogollo del casco urbano de San Lorenzo del Escorial. Una tras otra, las casas existentes en el coqueto lugar fueron pasadas por la piqueta y convertidas en bloques modernos, sin ningún criterio, donde cada uno hizo lo que quiso y pudo sin ningún control. Basta darse un pequeño paseo por el centro urbano de San Lorenzo para «disfrutar» a simple vista de los esperpénticos edificios que se levantaron. Como todas las comparaciones son odiosas, vean la misma foto que encabeza esta entrada sesenta años atrás.

La única que permanece EXACTAMENTE como antaño es la conocida como Casa del Duque de Alba, que no del Duque de Arcos por cambios nominativos que tuvieron lugar con posterioridad mediante enlaces matrimoniales entre nobles de alta alcurnia. Las casas que rodean a la del Duque de Alba, desaparecieron dando paso a construcciones que no voy a calificar, pero totalmente impropias de un centro urbano que debiera haber tenido un poco más de consideración conservativa.

El hecho es que hoy, cumpliendo un cuarto de siglo del XXI, apenas tres o cuatro casas de las que quedan en ese cogollo mantienen su aspecto exterior; no así el interior que está completamente modificado: las cuadras o almacenes de la parte baja de la casa han dado paso a locales comerciales y han surgido en su interior escaleras y distribuciones de los espacios que no tienen nada que ver con su trazado original.

Tras todos estos desaguisados, las autoridades, especialmente las locales, ahora se han puesto exquisitas y pretenden conservar, —incluso en algún momento se ha podido escuchar lo de revertir—, las casas originales que quedan en la zona, pero, eso sí, sin aportar más que trabas a su conservación y modificación y sin ninguna ayuda o aportación.

En el último año se han presentado hasta tres proyectos al Ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial, en los que el aspecto externo de la casa se conservaría hasta el más mínimo detalle. Han sido debidamente rechazados por los servicios municipales alegando lo ya comentado, eso de que hay que preservar el patrimonio. Si mi gran amigo y maestro Eduardo Juárez Valero les oyese… Gran parte del tramo central de la casa presenta serios problemas en su techumbre con una estructura de madera que cuenta con doscientos cincuenta años y no resiste más. También el interior de la casa necesita una adecuación en instalaciones modernas de agua o electricidad pues las actuales son un verdadero peligro de inundaciones por roturas de tuberías —son frecuentes— o de más que posibles incendios por problemas de instalaciones eléctricas nada seguras.

Hago un paréntesis aquí para decir que en los años sesenta del siglo pasado, las propias estructuras de madera de los tejados del Monasterio fueron completamente sustituidas por estructuras metálicas dado que los incendios y las termitas amenazaban de forma cierta el monumento. Todo quedó, tras las obras, con el mismo aspecto exterior que antaño, pero con mayor seguridad y una garantía de futuro.

No hay más comentarios. Cada uno que saque sus conclusiones. Y si en algún momento transita por el casco urbano central de San Lorenzo del Escorial, levante la vista y vea lo que puede hacer la piqueta de constructores que van a lo suyo bajo la atenta MIRADA PARA OTRO LADO de quienes deberían velar porque esto no ocurra.