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domingo, 30 de abril de 2023

OS-AS


Mucho se está hablando en estos últimos tiempos del llamado lenguaje inclusivo. Opiniones las hay para todos los gustos, aunque la norma de la Real Academia de la Lengua está clara y, por el momento sigue resistiendo todos los embates, que no son pocos. Una riqueza del idioma que se está convirtiendo en polémica y a la que se la quieren asignar conceptos nuevos para intereses espurios.

La lengua está en constante evolución, una especie de inflación, incorporando nuevas palabras y dejando otras en el olvido, principalmente por desuso. Pero buscar una igualdad de género en el lenguaje y más de esa manera repetitiva y machacona no creo que sea una verdadera solución. Aunque dicen que por algo se empieza…

Es frecuente cada día escuchar disertaciones, especialmente en el mundo de la política, como «los ministros y las ministras», «los trabajadores y las trabajadoras», «los niños y las niñas»… Ya me entienden. Yo no puedo evitar, cuando lo escucho, sentir un rechazo enorme por el ataque al diccionario y la pérdida de tiempo en esa reiteración. Será que cómo soy hombre no necesito esa aclaración y me pongo a pensar si no me sería tan molesto si fuera mujer. Creo que no. Lo de «Consejo de Ministras y Ministros» ya me lleva al paroxismo más intenso, no puedo remediarlo.

Dicen los entendidos en apoyar estas expresiones que con ello se eliminan las diferencias sexuales y sobre todo se da visibilidad a la mujer, que estaba tapada por el uso generalizado del masculino para englobar a todos. Y ellas no quieren ser englobadas.

Pero no estamos hablando solo de la «o» y la «a» sino también de otras muchas palabras que cuando son usadas en singular son iguales y se distinguen solamente por el artículo: «El joven y la joven». Claro que, cuando los usemos en plural tendremos que decir con esta nueva moda «los jóvenes y las jóvenes». Puesto a cambiar…¿Por qué no habilitar «las jóvenas»? Y si estuviéramos hablando de albañiles… ¿las albañilas?

Es verdad que las palabras tienen un gran poder y de ahí que se recomiende el emplear con frecuencia aquellas que son positivas. Por ejemplo, yo me digo muchas veces a mí mismo «hara hachi-bu», palabras que en japonés significan algo así como «come menos de lo que crees que necesitas». Hay muchos dejes que nos viene bien recordar de vez en cuando para mejoramiento personal, pero no creo que el soniquete machacón del lenguaje inclusivo sea positivo en este sentido de mejoramiento.

Me parece que nuestro español es rico y que la mejora de la visibilidad de las mujeres debería ir por otros caminos, más reales y efectivos. No tiene mucho que ver con esto, pero ver carteles de tráfico en la provincia de Madrid que rezan «A Coruña» me es también chirriante y no me acostumbro, aunque lo vea a menudo. Para mí seguirá siendo «La Coruña» y no creo que los gallegos se tengan que sentir agredidos por ello.

Como digo, un debate muy de actualidad. Según la Real Académica de la Lengua Española, el término «lenguaje inclusivo» consiste en evitar el uso del genérico masculino pero no solo en duplicar palabras en femenino, sino en ser sensibles al hecho de que el lenguaje puede invisibilizar colectivos. Para aquél lector ávido de información y picado por la curiosidad que tenga tiempo y ganas, hay disponible un informe de la Real Academia Española sobre lenguaje inclusivo y cuestiones conexas, de 156 páginas, que se puede descargar libremente en este enlace.



domingo, 23 de abril de 2023

ANCIANOS

Haciendo una paráfrasis del título de una película ya con una cierta antigüedad, podríamos decir que «este mundo (actual) no es para ancianos». La película en concreto, del 2007 y muy recomendable, se titula «No es país para viejos».

Es sabido que cuando uno está sensible a ciertos temas, la atención tiende a focalizarse con más intensidad en ellos. El ejemplo clásico es que cuando estamos embarazados y salimos a la calle, captamos con más intensidad todo lo relacionado con el embarazo y el mundo de los niños. Cualquier mujer embarazada o cualquier carrito de niño llama poderosamente nuestra atención y nos preguntamos cómo hay tantos y que desapercibidos pasaban anteriormente para nosotros.

Será que me estoy haciendo mayor y ciertas noticias y hechos llaman con más intensidad mi atención. Es por hacer caso a aquel refrán que reza «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». Pues eso, que tenemos a nuestro alrededor cientos de ejemplos cada día de lo que nos espera a la vuelta ya de pocos años porque la cosa no tiene pintas de mejorar sino todo lo contrario.

Mi madre estuvo en una residencia de ancianos durante 14 años. Al principio por necesidad y posteriormente por voluntad propia. El frecuentar el mundo de las residencias de ancianos durante 14 años te puede hacer una idea de lo que significa y eso que hay muchos tipos de residencias, mejor o peor gestionadas, pero que a la postre están bajo el paraguas de intereses económicos. Las noticias en estos últimos días de la comida basura en algunas residencias de la Comunidad de Madrid ante la inanición de las autoridades llaman la atención, más poderosamente a los directamente implicados y a sus familiares que al resto del mundo que posiblemente ni se lo crea o lo soslaye con «eso no va conmigo». Por no hablar de las directrices de no mandar a hospitales a los ancianos al principio de la pandemia de COVID dictadas por la Comunidad de Madrid que costó la vida a muchos ancianos, amén del abandono que sufrieron en las residencias.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el 20,1% de los españoles (más de nueve millones, uno de cada cinco) tienen 65 años o más. Este porcentaje aumentará en los próximos años: se calcula que en 2030 rondará el 30%. Para la Organización de las Naciones Unidas, el envejecimiento poblacional implica una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI.

El deambular por la calle y por la vida nos muestra ejemplos palmarios de cómo están las cosas para los mayores en estos momentos, lo que nos debería a todos poner las pilas para paliar estos hechos ofensivos y vejatorios a los más mayores por interés propio y al resto de la sociedad por la vergüenza que supone el abandono de nuestros mayores. Solo hay que fijarse un poco en los ejemplos que a diario nos rodean…

Para una persona no-anciana, el término «libreta» o «cartilla» de la noticia que encabeza esta entrada resultará anacrónico acostumbrados como nos han a no tener nada tangible y consultar el saldo y los movimientos de nuestras cuentas bancarias en el móvil. Pero muchos ancianos no «llegan» a esto y utilizan su libreta para tener una constancia escrita de sus saldos y movimientos bancarios. Por no hablar, si seguimos en el mundo bancario, de los cierres de oficinas, especialmente en la llamada «España vaciada» poniendo a los más mayores en situaciones vergonzantes.

El mundo de internet es muy lejano para muchos de ellos. Algunos nos defendemos, ahora, pero las cosas se complican cada vez más y podemos sufrir dentro de unos años lo que nuestros más mayores sufren ahora. Por ejemplo, las relaciones con la Agencia Tributaria ya son, casi todas, a través del mundo de internet. Las citas telefónicas son un problema y te dicen que utilices la página web. Ejemplos puros y duros y variados de la que se nos viene encima.

Tenemos que ser conscientes, casi desde nuestro nacimiento de que la vida es efímera y tiene un final. Hoy en día la esperanza de vida crece sin parar, pero no lo hace de forma paralela la calidad de vida. Por ello, es necesario tomar conciencia personal y sentar las bases que nos permitan lidiar con el día a día evitando convertirnos en «YO-YAS»: yo ya no estoy para estas cosas, yo ya no entiendo este mundillo, yo ya no puedo…

…se empieza a sentir la soledad, el abandono, se pierden algunas aptitudes, facultades que de alguna manera hacen sentir útiles e importantes a las personas. Además, comienzan a salir todos los problemas en la salud —achaques— asociados a la misma edad...

Lo peor de todo es la pérdida de la dignidad y respeto que sufren en algunos casos, demasiado frecuentes por desgracia. Como digo, multitud de ejemplos vicarios en la vida diaria: en la cola de caja del supermercado, en subirse o bajarse del autobús, en un cajero automático, sacar las entradas del teatro, en el Centro de Salud u hospital… Se impone, por egoísmo personal, un envejecimiento activo que palíe o cuando menos minimice los problemas que se nos van a venir encima, ojo, tanto los físicos como los mentales. Y cuando la vida ya no merezca la pena y no nos levantemos con la suficiente vitalidad para tener algo que nos motive, no estaría de más ir considerando el asunto de la eutanasia.



domingo, 16 de abril de 2023

PATATAS


Hay veces que a uno le da por hacer alguna excentricidad, eso sí, sin hacer daño a nadie y quedándose el experimento en una curiosidad personal. La tortilla de patatas es un asunto muy español y no hay que confundirla con la llamada tortilla española que es en realidad como se conoce en el mundo a la que nosotros llamamos aquí tortilla francesa.

En estos días pasados, en un restaurante de Madrid famoso precisamente por sus tortillas se ha producido una intoxicación de muchos clientes por salmonella. La noticia ha tenido relevancia en la prensa y el asunto todavía colea, porque los afectados al parecer están a la espera de satisfacción mientras que las autoridades comunitarias bendicen al establecimiento para relanzar su nombre.

Este plato típicamente español no siempre es conocido en el extranjero. En una visita hace años a una casa americana en Angleton, Texas, donde estuvo mi hija alojada un año escolar, sus integrantes no habían oído hablar nunca de este plato. Les hicimos una para una merienda y parece que les gustó tanto el sabor como la sencillez de su preparación. No sé si habrán vuelto a cocinar otras.

Hay mucha y muy variada información sobre la tortilla de patatas. En una página web he podido encontrar estos párrafos sobre su origen, no muy aclaratorios la verdad...

La tortilla de patata, es un «omelette» al cual se le agregan patatas previamente cortadas y troceadas, el cual es considerado el plato típico de la gastronomía española, encontrándose en cualquier restaurante del país.

Este plato tradicional fue inventado en Extremadura en 1798. Durante años, la leyenda del invento estuvo en Navarra, en el año 1835, cuando el general Tomás de Zumalacárregui en Bilbao durante la Primera Guerra Carlista estaba en la búsqueda de un alimento nutritivo y barato para sus tropas. Pero el mérito realmente es para la campesina a la que el militar le hizo el encargo, esto se sabe gracias a la investigación del experto Javier López Linage en el 2008.

Sin embargo, las fuentes documentales encontradas por este experto, ubican el origen conceptual de la tortilla de patatas en Villanueva de la Serena para el siglo XVIII. No obstante, la periodista gastronómica Ana Vega, en 2017, indicó que en España se hace la tortilla de patatas desde 1767, basándose en la documentación «Agricultura General y Gobierno de la Casa de Campo», donde se mencionan los «guisados» y las «tortillas».

Luego está la eterna controversia sobre el asunto de añadir o no cebolla en la tortilla. Para gustos hay colores y según con quién se hable se encontrará un acérrimo defensor de este ingrediente añadido o por el contrario un declarado enemigo. Luego tendremos si las patatas más cocidas o más fritas, la tortilla final más cuajada o menos… Con ello, los ingredientes son muy simples: patatas y huevo, si no incluimos el aceite y la sal por su generalidad en cualquier plato preparado.

Por todo esto, a pocas variaciones puede optar el cocinillas que ponga manos a la obra: el tipo de aceite —oliva, girasol…—, el tipo de huevos —clásicos, camperos, gallina libre o picasuelos…— y la patata. Es verdad que cuando están las patatas en plena fritanga se pueden notar diferencias en cuanto a la textura, entereza, resistencia y otras características. Patatas sí que las hay de muchas clases…

Es costumbre familiar que la cena de los viernes consista en una tortilla de patatas. Hay división de opiniones entre mis hijos en cuanto a sí o no a la cebolla. Pero, en todo caso, como tienen la terrible costumbre de poner kétchup, el sabor de la cebolla se queda bastante diluido. A lo mejor ponen ese tomate del demonio precisamente para evitar el sabor a cebolla. Chi lo sa.

Hace unos días en el diario «El Mundo» aparecía un artículo sobre uno de los ingredientes básicos, las patatas, titulado «Las mejores patatas para hacer una tortilla», que no sé si estará todavía accesible y libre en este enlace. En el se ofrecía información sobre las variedades de patata incidiendo en que en este tan sencillo plato «la patata juega un papel crucial». Se referenciaban cinco clases con sus características básicas, a saber: Kennebec, Agria, Monalisa, Liberta y Rudolph. Pero en otros artículos recomiendan una llamada Shutterstock.

Y fue en ese momento cuando se me ocurrió la excentricidad a la que hacía mención al comienzo de esta entrada. En este mundo actual en el que casi todo se puede comprar a través de internet... encargué un pedido de 10 Kg de patatas de la variedad Monalisa que al día siguiente tenía en mi domicilio.

La tortilla de esta semana ha sido confeccionada con esta nueva variedad de patata. No soy un experto, pero durante la fritura se han mantenido más enteras que otras y al final parece (solo puedo decir parece) que el sabor es diferente que otras. Buenas estaban las anteriores y buena estaba esta.


Cuando se me gasten no creo que las vuelva a encargar por internet, porque entre portes y otros asuntos no han sido precisamente baratas para ser unas simples patatas. Otra cosa es que estuvieran disponibles en el comercio habitual. A lo mejor más adelante se me ocurre intentar localizar alguna otra de las variedades descritas en el artículo periodístico...