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domingo, 26 de enero de 2020

WINDOWS7




En estos últimos días, miles de ordenadores en todos los rincones del mundo han recibido el mensaje que puede verse en la imagen anunciando el final del soporte de Microsoft para su sistema operativo Windows 7; se estima que alrededor de un 30% de ordenadores corren bajo Windows 7 aunque a mí me parece algo baja la cifra. Windows 7 se ha quedado sin soporte a partir del 14 de enero de 2020, habiendo requeterepetido Microsoft esto por activa y por pasiva, y lo ha hecho con un objetivo claro, el evitar que dicho sistema operativo se convierta en un nuevo caso «Windows XP» y acelerar, de paso, la transición a Windows 10. Anunciado desde hace tiempo, muchos usuarios se habrán sorprendido y se les habrá puesto cara de haba ante el suceso y sus implicaciones. 


En estos días pasados habré recibido cerca de una veintena de llamadas, correos electrónicos o wasaps de familiares, conocidos, amigos, amiguetes o coincidentes en actividades varias con el comentario «¿Qué hacemos con esto?» Aunque la pregunta está en un perfecto español, admite traducción o al menos una ampliación de su verdadero significado que podría ser del tipo «Vente cuando tengas un rato y me haces lo que haya que hacer».


El sistema operativo de Microsoft denominado «Windows 7» ha sido una de las versiones más exitosas de un Windows que lleva ya más de 25 años gobernando los PC’s, pero la verdadera irrupción de usuarios normales —sin conocimientos informáticos— se produjo en los primeros años de este siglo con la versión denominada «XP» que hace años dejó de ser mantenida pero que me atrevo a asegurar todavía utilizan muchos ordenadores a lo largo y ancho del planeta.


Microsoft elaboró —perdonen la expresión— una verdadera cagada informática al presentar al sucesor del XP al que bautizó como Windows VISTA. Con una presentación muy impactante, el VISTA hacía aguas por todos lados, dio problemas de todos los colores y todos aquellos que le sufrimos durante un tiempo vimos el cielo abierto cuando en 2009 se anunció la versión 7 y nos faltó tiempo para pasar corriendo a ella. Una maravilla que permitía al usuario desentenderse de cuestiones informáticas y usar el ordenador para sus trabajos o aficiones que es en lo que realmente están interesadas la mayoría de las personas que utilizan un PC. 


Pero el tiempo pasa a toda velocidad y Windows 7 ha cumplido 10 años que son una enormidad para una versión de un sistema operativo. Por hacer comparaciones odiosas y generalizando mucho, los teléfonos móviles cambian de versión cada año y en un plazo de dos años nos hacen vernos abocados a cambiar de aparato por una obsolescencia programada que asusta. Como conocerán los asiduos lectores de este blog, conseguí mantener mi anterior teléfono más de siete años operativo a base de actualizarle y mantenerle al día por mi cuenta ante el abandono de la casa fabricante que a los 18 meses considera que hay que cambiarle.


Así que volvemos a la pregunta ¿Qué hacer ante el mensajito de marras?


En 2016 Microsoft ofreció la migración gratuita a Windows 10 para todos los usuarios de Windows 7 que tuvieran una licencia válida de uso, vamos, que no fueran (la palabra no me gusta) piratas. Yo cambié de versión en mi ordenador portátil pero no quise hacerlo en el PC fijo porque no estaba por la labor de aprender de nuevo las novedades y tejemanejes del Windows 10 en mi uso diario. Luego supe que el Windows 10 tiene una configuración que le permite simular en su aspecto un Windows 7 para que los usuarios sufrieran menos con el cambio. Pero muchos, o bien no tenían una licencia válida o no lo hicieron. Ahora... ¿lo tendrán que hacer?


Windows 7 seguirá funcionando como hasta ahora. El hecho de no tener mantenimiento no implica nada. Ayer descubrí que mi hijo no actualiza el Windows 7 de su ordenador desde 2015. No pasa nada… pero puede pasar. Si dejamos el ordenador congelado seguirá funcionando, pero expuesto a riesgos de seguridad y con la probabilidad a medida que avance el tiempo de que aplicaciones nuevas o nuevas versiones de las antiguas no admitan su instalación en nuestro ordenador por incompatibilidad con el «anciano» Windows 7. Algo tenemos que hacer, sin prisa, pero sin pausa.


Con independencia de lo que hagamos o vayamos a hacer, una pregunta que siempre incomoda mucho es la siguiente: ¿Tienes copia de todos tus documentos, correos, fotos y archivos personales y, además, en un lugar seguro? Esta copia es una tarea que hay que hacer de manera regular porque en cualquier momento se casca el disco duro, te roban el ordenador o se inunda tu casa. ¿No la tienes? ¿No te importa perder todos tus archivos personales?


En la página web de Microsoft hay información precisa sobre lo que hay que hacer y en otras muchas de empresas y blogs hay información a raudales que no siempre será bien comprendida por el común de los mortales.


Vamos con el asunto. Si tienes la copia de tus archivos, lo más sencillo y lo que quisieran todas las empresas es que te cambies de ordenador. Uno nuevo, moderno, con el Windows 10 preinstalado de fábrica y a empezar desde cero. Pero ojo, este ordenador vendrá vacío, sin otras muchas aplicaciones que utilizas a menudo, algunas gratuitas y otras de pago como, por citar a la bicha, el grupo Office con sus Word, Excel, PowerPoint y compañía. Habrá que instalarlo todo de nuevas en el flamante ordenador nuevo. Un tarea larga, complicada y tediosa y no siempre se disponen de los programas que un día nos instaló un amigo, descargamos de internet o… Y es que muchas veces, como ocurre con los trasteros y los altillos de armarios, hay cosas que no sabemos que tenemos y que «cantan» cuando de Ramos a Pascuas las necesitamos.


Una buena noticia es que, a pesar de lo que se diga y de forma general, cualquier ordenador que esté trabajando con Windows 7 podría trabajar con Windows 10. Nos podemos plantear reutilizar el antiguo, formateándolo e instalando en él Windows 10 desde cero, eso sí, habiendo sacado esa copia previa de nuestros archivos  de la que hemos hablado. Pero la licencia básica para usuarios normales de Windows 10 cuesta 145 euros y la versión profesional para usuarios un poco más exigentes asciende a 259 euros. Y como apunte adicional, la versión de Office mínima para el Windows 10 es la versión de 2010 y la actualizada básica Office 365 es mediante un alquiler anual de 99 euros para seis usuarios. Unos pastizales que diría un castizo. Y, aviso para navegantes, al hacer esta operación en nuestro ordenador viejo, deberemos tener mucho cuidado en disponer de los drivers de todos nuestros cachivaches conectados, tales como impresora, escáner o similares. Los drivers son diferentes para cada sistema operativo, es decir, los del 7 seguramente no nos sirven para el 10, una cuestión a tener muy en cuenta, aunque por lo general en las páginas web de los fabricantes se pueden descargar actualizados.


Se podría escribir una Biblia sobre el tema, pero no es el objeto de este blog. No es cuestión de alarmarse, pero sí de establecer una planificación adecuada para acometer este cambio. Hay personas que son partidarias del «si funciona no lo toques» pero yo soy más de estudiar y hacer las cosas con paciencia y tranquilidad mientras están funcionando. De otra manera, tendremos una bomba de relojería que nos puede «explotar» en cualquier momento.



domingo, 19 de enero de 2020

UTENSILIOS




Uno se pasa la semana pensando en un tema para poder escribir unas líneas en el blog llegado el domingo, pero se puede encontrar con que la memoria le traiciona y todo lo que había pensado resulta que ya estaba escrito, casi punto por punto y hasta el título, con anterioridad. En agosto de 2015 y en la entrada «HERRAMIENTAS» dejé plasmado lo que a lo largo de esta semana pensaba decir hoy aquí.

Mi afición al bricolaje, muy desarrollada en otras etapas de mi vida, ha quedado reducida a un mínimo de subsistencia por razones de espacio y sobre todo de ganas, pero de vez en cuando hay que armarse de ellas para poder reparar pequeñas cosas que van surgiendo en el mantenimiento de la casa. 

Durante las Navidades pasadas, la llave de abrir y cerrar uno de los radiadores empezó a gotear. La solución temporal es el clásico cubo —en este caso un táper— para recoger el pequeño goteo que se producía y cada par de días revisar la presión de la caldera que disminuía para volverla a llevar a su ser. Nada complicado, pero no se podía dejar la avería por tiempo indefinido, con lo que una vez acabadas las navidades me puse manos a la obra en esta semana.

Sobre el papel todo parecía fácil: vaciar el circuito de calefacción, desmontar la llave del radiador, acudir a la tienda a por una nueva y volverla a colocar. Sencillo y tampoco había que tener un máster en fontanería y calefacción para poderlo hacer. Pero las cosas no son tan sencillas a medida que se va avanzando en ellas. El desmontaje de las piezas fue sencillo pero la pieza de unión de la llave al radiador no se podía sacar con facilidad. Bueno, la solución era comprarla también y cambiar todo el conjunto.

Pero las cosas han cambiado y mucho. La antigüedad del radiador supera los veinticinco años y ahora «son de otra manera» como me dijo el amable vendedor de la tienda de repuestos. Esa pieza ya no se fabrica porque los radiadores nuevos tienen otro sistema que no necesita esa pieza. Pero no tenía que preocuparme, solamente se trataba de «recuperar» la pieza antigua, que estaba en perfecto estado para volver a montar todo el conjunto.

Los cambios en las herramientas y en las piezas han sido espectaculares en los últimos años. Un ejemplo claro de esto son las cabezas de los tornillos; tengo en casa un montón de juegos de destornilladores con decenas y decenas de cabezas intercambiables y de vez en cuando aparece un nuevo diseño para el que no se tiene la punta adecuada. A ver si alguien me explica la bondad y la practicidad de estos cambios que parecen hechos para complicar la vida al personal. Esto tiene un parecido con los conectores USB de los ordenadores y los cargadores de móviles, que en todas las casas hay cajones y cajones llenos de ellos porque nos resistimos a llevarlos al punto limpio.

El irreverente y antiguo refrán que reza «con buena pi… bien se jo…» habría de ser actualizado para el caso a «con buena herramienta bien se trabaja». Más que buena, adecuada. Resulta que para desmontar esa antigualla de pieza hacía falta, sí o sí, una herramienta como la que puede verse en la imagen. La rosca estaba tan apretada y con cáñamo —nada de eso del teflón moderno— que era imposible extraerla. La única posibilidad era una cabeza de herramienta que se ajustara a unas muescas interiores que tenía el tubo para poderlo desenroscar.

La cuestión excedía de mis posibilidades. Con la calefacción inutilizada y el circuito abierto solo quedaba la opción de llamar a un profesional, mejor de los antiguos, que se hiciera cargo de la chapuza. Tuve la suerte de localizar a un buen amigo y compañero de colegio de la infancia, Julián, jubilado hace poco tiempo, que además pudo acercarse a casa casi en el momento. Cuando le conté el problema sabía perfectamente de que le hablaba y pasó por su casa para acudir con la herramienta adecuada. El mismo me hizo todos los cambios y me dejó la instalación en perfecto funcionamiento y encima sin quererme cobrar nada. Mi agradecimiento fue infinito por su disponibilidad y eficacia.

Solo por curiosidad he tratado de localizar en internet la herramienta en cuestión porque en la casa quedan más radiadores que con el tiempo irán sufriendo el mismo problema. No he sido capaz de localizarla con lo que cuando gotee otro radiador ya sé que tendré que volver a llamar a Julián y, si él no puede acudir, localizar un fontanero que tenga la herramienta en cuestión. La fotografía que encabeza esta entrada me la ha proporcionado el propio Julián. Otra solución más adecuada sería cambiar todos los radiadores de la casa o incluso, mejor, ¡cambiarse de casa!


domingo, 12 de enero de 2020

MAGISTER




Hay sucesos que se quedan grabados de forma indeleble en la memoria de las personas. En septiembre de 2012 dedicaba dos entradas de este blog a comentar cinco momentos especiales de mi vida: las entradas se titulan «MOMENTOS» y «MOMENTOS 2». Ayer sábado 11 de enero de 2020 tuve la oportunidad de añadir otro que seguramente recordaré mientras viva. Aunque seguramente para otros muchos de los que estábamos allí fue un día normal, para mí tuvo un significado especial.


Por una cierta proximidad, he ido a La Granja de San Ildefonso en numerosas ocasiones, al menos una vez al año en otoño para disfrutar de esta estación que brilla de una forma especial en los jardines del palacio. He ido también a comer en muchos de sus buenos restaurantes, a pasear, a mercadillos medievales, a ver las fuentes en funcionamiento, a conciertos, a conferencias, a visitar el CENEAM cuando mis hijos eran pequeños, a celebrar fiestas familiares en el restaurante «La Hilaria», a tapear en el bar «Los Porrones» de La Pradera de Valsaín, a visitar el semiderruido Palacio de Valsaín, a hacer marchas de montaña en la zona, a hacer rutas en bicicleta de montaña… qué sé yo, un sinfín de veces y de actividades diversas en una zona mágica que por algo escogieron los reyes para montarse sus «finquitas» y «casitas» de veraneo. Pero, lo que son las cosas, nunca había visitado el interior del palacio. Me decía que siempre habría una ocasión en el futuro…


Otro hecho curioso que guarda relación lo protagonizó mi hija hace unos años. Se iba a marchar un año a estudiar al extranjero y el fin de semana anterior la ofrecimos que escogiera un sitio para ir a visitar y a comer para de alguna forma despedirse de España por un tiempo. Era a principios del mes de agosto y nos sorprendió que eligiera La Granja y comer en El Parador. Así lo hicimos.


He mencionado en alguna entrada de este blog mi curiosidad por diversas materias, siendo una de ellas la «PALEOGRAFÍA» y otra los cursos «MOOC». Hace un par de años realicé un par de cursos MOOC gratuitos y en español sobre paleografía —«Introducción ala caligrafía y paleografía en archivos hispanos medievales y modernos» y  «Caligrafía y paleografía: espacioshistóricos para su estudio y práctica»  en la plataforma eDX, muy recomendables aunque no se tenga un especial interés por la paleografía debido a la pátina de historia medieval de España que los arropa. Uno de los profesores, me gusta más la palabra maestros, que aparece en estos vídeos es Eduardo Juárez Valero. 


Curiosamente, en los cursos para mayores a los que llevo varios años asistiendo en la Universidad Carlos III de Madrid, se nos anunciaron las asignaturas elegidas para el año siguiente y una de ellas era… «Paleografía» y además impartida por el mencionado profesor Eduardo Juárez Valero. Las quejas entre los alumnos fueron unánimes: ¿paleo…qué? «Nos la han metido de relleno, va a ser una pérdida de tiempo…». Yo intenté convencer a algunos que podía ser divertido y que, en todo caso, el profesor, perdón maestro, era formidable y seguro que nos la hacía atractiva, como así quedó demostrado a medida que fueron avanzando las clases. Hoy en día, la mayoría de los alumnos son incondicionales de Eduardo y me atrevo a decir que se apuntarían a sus clases con el título de las mismas en blanco.


Eduardo Juárez Valero es un segoviano, castellano ejerciente, nacido en La Granja de San Ildefonso hace unos cuantos años, no muchos. Es cronista oficial de la villa desde hace años y nos deleita con sus semanales crónicas en el diario «El Adelantado de Segovia». Conoce La Granja y sus alrededores al dedillo y todo eso complementado con sus clases en la Universidad Carlos III, en la UNED, en el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, en la Universidad Antonio de Nebrija, sus colaboraciones en RTVE y RNE, sus más de quince libros publicados, sus artículos en revistas como National Geographic y otras, sus, sus… En fin, no sigo.


En estos días está finalizando el curso monográfico para mayores que está impartiendo Eduardo titulado «Reinas de España» y como colofón del mismo, por iniciativa suya y en su tiempo libre los fines de semana, ha organizado tres fines de semana de visitas al palacio y jardines de La Granja, porque el grupo máximo que admite Patrimonio Nacional es de 30 personas y la respuesta de asistencia de los alumnos ha sido masiva, no solo de ellos, sino con sus parejas,  amigos, hijos… un desborde total.


Ayer sábado día 11 de enero de 2020 se celebró la primera de las visitas a la que tuve la oportunidad de asistir y por fin visitar el interior del palacio por primera vez bajo las explicaciones de Eduardo, «Edu», para todos. Tres horas de intensa comunicación sobre la historia y la intrahistoria que escondían las estancias, fuentes, jardines y que nos dejaron a todos embelesados, al menos a mí, que seguramente no vuelva a entrar nunca en el Palacio para recordarlo tal y como Eduardo me lo ha enseñado. Al final, nos organizó también, por si había sido poco, una comida en El Parador de Turismo en la mesa «imperial» que puede verse en la fotografía que acompaña esta entrada. Al final, cuando al anochecer negociaba las siete revueltas del puerto de Navacerrada de vuelta a Madrid, aproveché para rememorar una vivencia que quedará grabada para siempre en mi memoria a sangre y fuego.


Por cierto, y como curiosidad, el término «ministro» deriva del latín minister, que significa sirviente o criado, también ayudante. Procede de la raíz minus (menor, menos, miniatura). Es el opuesto a «magister», término del que derivan magistrado y maestro, que representan el nivel más alto en sus respectivos estamentos. Pues eso, Eduardo Juárez Valero, un «magister» en todos los sentidos, porque sabe, sabe mucho, sabe contarlo para hacerlo ameno, atractivo y despertar la curiosidad de sus escuchantes por saber más. Y «magister» también en el aspecto humano de este mocetón cercano, entrañable y dicharachero que se deja la piel mucho más allá de lo esperable y exigible y además de forma desinteresada por sus amigos, convecinos y alumnos. Muchas gracias de corazón que hago extensible a su familia a la que de alguna forma abandona para dedicar su tiempo a los demás.