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domingo, 26 de junio de 2022

CAPTCHAS

Todos hemos sufrido, unos más y otros menos, estos jeroglíficos que nos incordian ¿por qué no se puede decir incordiantes? cuando nos aparecen en el navegador de nuestros dispositivos al intentar acceder a alguna información. El nombrecito es un acrónimo inglés, del que no he encontrado traducción al español, que significa «Completely automated public Turing test to tell computers and humans apart». Podríamos intentar una traducción por «Prueba de Turing completamente automatizada para distinguir a los ordenadores de los humanos». Existen desde el año 2000 en que fueron creados por investigadores de la Universidad Carnegie Mellon (EEUU).

Los hay de varios tipos, siendo los dos que aparecen en la imagen de esta entrada los más comunes o al menos los dos con los que más a menudo me toca bregar. Imágenes a seleccionar, o letras y números a teclear, siempre son una penitencia que nos supone una pérdida de tiempo y un cierto aprendizaje porque, con toda lógica, no siempre es sencillo acertar a la primera y hay que intentarlo varias veces. Aquello de pagar justos por pecadores nuevamente viene a colación.

«Los CAPTCHA, esos revoltijos de letras y números difíciles de leer que muchos sitios web utilizan para frustrar a "spammers" y robots automatizados». Los sitios web tienen que defenderse de ataques que pueden tumbar su página si se programa un robot para acceder de forma masiva y continuada. Mas es cuestión de tiempo, siempre es así, que los ordenadores sean capaces de resolver estos acertijos.

Tampoco podemos olvidar que estas trabas pueden representar un inconveniente cuasi insalvable para personas con algún tipo de discapacidad, por ejemplo, visual, por lo que algunos incorporan alternativas como la voz. Ya desde finales del siglo pasado yo asistí en mi empresa a pruebas de identificación con el iris ocular, que funcionaron perfectamente, pero aquello no prosperó, salvo en alguna película en la que los asaltantes de un complejo arrancaban el ojo de un guardián y lo pinchaban en un bolígrafo para tener paso franco por todas las puertas controladas por el sistema del iris. En algún banco yo he accedido con la huella digital, pero también me pueden cortar un dedo…

Los procedimientos de seguridad tienen, siempre, una fecha de caducidad, bien porque son violentados bien porque su utilización supone un verdadero engorro en las actividades diarias de las personas. Muchos teléfonos actuales utilizan la huella digital del propietario para facilitar el acceso al propio teléfono y a aquellas aplicaciones que queramos que lo hagan como una seguridad adicional. Otros optan por el reconocimiento facial.

Como decíamos, los avances tecnológicos permitirán en breve solucionar estos acertijos por medio de ordenadores e inteligencia artificial. Por ello ya se están poniendo las pilas las empresas más avanzadas en saltar al siguiente nivel que bien pudiera ser el denominado «PRIVACY PASS TOKENS», que nos permitirá iniciar la sesión en nuestros dispositivos sin este engorro de los Captcha. Y lo harán con una premisa muy importante: no facilitar información alguna del usuario para evitar el tan temido rastreo.

Gigantes de las tecnologías, como Apple y Cloudflare, están colaborando activamente en el desarrollo de estas nuevas formas de control, seguidos por otros como Google, lo que sin duda con el paso del tiempo hará que se convierta en un estándar y se generalice su uso. En el video de este enlace podemos empezar a entender de qué va la cosa en poco más de doce minutos pero en inglés, un inglés sencillo que yo he podido entender ayudado por los subtítulos.

La tecnología es una rueda imparable. Todo avanza vertiginosamente, aunque los veintitantos años que llevan los Captchas entre nosotros son una eternidad en términos tecnológicos.



domingo, 19 de junio de 2022

ENSEÑANTES

 

Uno se pasa toda la semana dándole vueltas al magín para pergeñar unas cuantas palabras que juntar para rellenar la entrada semanal de este blog. Me gusta utilizar el buscador por todas las entradas antiguas porque la memoria traiciona en algunas ocasiones; hoy ha ocurrido pues gran parte de lo que estaba pensando contar ya vio la luz hace tiempo —septiembre de 2014— en una entrada de este blog. Concretamente en «MAESTROS» a la que remito al lector. Intentaré en los siguientes párrafos no repetirme y complementar.

Dicen los psicólogos que hay que evitar las rutinas. Es bueno tenerlas, pero conviene realizarlas con pequeñas alteraciones que, si bien pueden sacarnos de nuestra zona de confort, nos permitan ejercitar las neuronas con posibles novedades. Aquello de ir a por el pan por rutas o aceras diferentes cada día. Por cuestiones que no vienen al caso, tengo que atravesar de vez en cuando el magnífico Parque del Oeste madrileño —no solo está el Retiro—, que ofrece multitud de caminos muy agradables. Paseaba esta semana a su través por una ruta ignota para mí cuando me topé de frente con la escultura de la imagen de este escrito dedicada de una forma sencilla, escueta y anónima «Al maestro».

En lo primero que pensé es en las posibles diferencias entre profesor y maestro. Como ahora llevamos encima un archiperre que nos informa de todo, pude acceder al diccionario y salvar mi curiosidad. Maestro tiene muchas acepciones, gran parte de ellas que nada tienen que ver con la enseñanza, pero me quedo con la primera: «De mérito relevante entre los de su clase». Porque profesor es «Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte». He tenido muchos profesores en mi vida, pero pocos eran maestros.

En la entrada antes mencionada de «MAESTROS» hice un recorrido por los enseñantes que dejaron huella en mí en las primeras etapas de estudiante de mi vida, hasta el bachillerato. Luego, en el mundo profesional y por mor de la especialidad a la que me dediqué, la informática, nunca pude dejar de estudiar, bien mediante auto formación, bien mediante asistencia a escuelas de empresas entre ellas la propia de IBM. Y aquí tengo que recordar a uno de los instructores —así los denominaban—, Augusto del Cacho, ya fallecido, que nos ilusionaba con mil y una maneras de hacer las cosas. Siempre ponía en la pared del fondo del aula una pantalla de ordenador con un gran reloj digital, de forma que su control de los tiempos era exquisito.

Cuando mi casillero se acercaba irremediablemente a los 40, mi prurito por no haber podido ir a la universidad explotó y me llevó a enrolarme en la carrera de Psicología, eso sí, a distancia por la UNED, por aquello de compatibilizar estudios y trabajo. Pocos profesores en unos estudios a distancia, pero tengo que mencionar a Maribel Comeche Moreno, Antonio Crespo León y el catedrático de Psicología Experimental, cuyo nombre no logro recordar, que me maravillaron en las pocas clases magistrales suyas a las que pude acudir. Además, en el caso de Maribel, también y posteriormente en un máster de conducta donde tengo que añadir a un maestro, un sabio, y un humano enorme en la persona de Miguel Costa Cabanillas.

Ahora, ya retirado de la vida profesional, sigo siendo alumno de los cursos de mayores de algunas universidades, principalmente la de Alcalá de Henares y la Carlos III de Madrid. Nuevamente maestros para el recuerdo como el fallecido por Covid Antonio Rodríguez de las Heras, enorme, al que ya he mencionado en varias entradas de este blog y al que dediqué una entrada titulada «AntonioRodríguezdelasHeras» en el momento de su fallecimiento. Otros muchos profesores en estos últimos años y en la actualidad, pero tengo que mencionar a Ángel Bahamonde Magro, Eduardo Juárez Valero y Francisco Daniel Hernández Mateo, todos en febril actividad en estos días de junio de 2022 en la Universidad Carlos III de Madrid.

Y los nuevos tiempos permiten cursos a distancia, bien en directo o a través de los ya ampliamente mencionados en este blog conocidos como «MOOCs». También en ellos hay enseñantes que quedan grabados en la memoria, entre los que repite Antonio Rodríguez de las Heras. Y añado a Diego Navarro Bonilla que, junto a Eduardo Juárez Valero, nos ilustra en cursos sobre paleografía, caligrafía, diplomática e historia. Y no se me puede quedar en el tintero Don Johanson, el antropólogo que hace ya 50 años descubrió a Lucy y que actúa como instructor de lujo, maestro, en el curso MOOC «Human origins».

Personas dedicadas a la enseñanza —maestros, profesores, instructores, formadores, coachers…— que hacen la vida de las personas más rica aportando sus conocimientos y sobre todo marcando sendas por donde el alumno puede transitar tratando de huir del «solo sé que no sé nada». Enseñantes que jalonan la vida de las personas, pero solo algunos de ellos tocan la fibra sensible para elevarlos a la categoría de verdaderos maestros que serán recordados siempre en la memoria del estudiante ávido de conocimientos.

Me quedo con la comezón de no recordar el nombre de mi maestro de psicología experimental...



domingo, 12 de junio de 2022

¿IMPOSIBLE?

La primera vez que yo recuerde haberlo oído fue hace ya dieciocho años —22 de mayo de 2004—durante la boda de Felipe de Borbón con Letizia Ortiz. Uno de los invitados se escabulló de la ceremonia por las razones que fueran y acudió directamente a la fiesta. La creatividad hispánica no tiene límites y por entonces se acuñó un nuevo modismo: «Hacer un Hannover». En estos días hemos oído una adaptación en «hacer un Nadal» en clara referencia a nuestro más famoso tenista Rafael Nadal.

Entre las frases hechas que me encantan, y que he vivido en carnes propias en varias ocasiones a lo largo de mi vida, está aquella que dice que «como no sabían que era imposible, lo hicieron», en una alusión a la realización de cosas imposibles para el común que se demuestran que no lo son tanto cuando otros las llevan a cabo. Desconozco el autor de esa frase, pero en mis indagaciones he encontrado una parecida, mucho más dinámica, atribuida a Concepción Arenal: «todas las cosas son imposibles mientras lo parecen».

La frase o frases comentadas aluden a la no existencia de límites en lo que puede conseguirse si hay entusiasmo y determinación, siendo de aplicación para muchas instancias de nuestra vida. Aficionado a la práctica de deportes en años anteriores de mi vida, ahora ya los veo por televisión, pero de forma selectiva; atletismo en competiciones especiales como las olimpíadas o campeonatos del mundo o tenis con una particularidad: solo los partidos de Rafa Nadal. No se puede uno pasar tantas y tantas horas delante del televisor y encima, en el caso del tenis, a horas intempestivas cuando los partidos son en EE.UU. o Australia.

Se especula mucho en estos días de junio de 2022 con la retirada de Rafael Nadal debido a su dolencia en el pie, precisamente en un año en que a pesar de los inconvenientes está de lo más competitivo: los dos Grand Slam disputados en lo que llevamos de año los ha ganado. Por una parte, sentiré su retirada, el día que llegue, por no poder seguir disfrutando y sufriendo con sus partidos, pero por otro lado me alegraré por disponer de más tiempo y… no, no me engancharé a los partidos de otros, aunque la promesa Carlos Alcaraz viene pisando fuerte.

Retornando al tema que nos ocupa, en las tres imágenes que encabezan esta entrada se pueden ver momentos especiales en partidos de tenis en los que la lógica más común diría que todo estaba perdido. No voy a entrar en comentarios ni detalles —los aficionados al tenis lo sabrán viendo los marcadores— pero en las dos primeras imágenes, Nadal se sobrepuso y ganó sus partidos en Australia y EE.UU. (Indian Wells) contra todo pronóstico al igual que hizo Carlos Alcaraz en Barcelona en la tercera imagen. Inaudito e imposible hubiéramos dicho todos, pero lo consiguieron.

«Hasta el rabo todo es toro» y con ello, hasta que los tenistas no se estrechan las manos sobre la red una vez finalizado el partido, no se puede tirar la toalla. Tres pruebas contundentes en este mismo año que no han sido únicas. Las gestas épicas de Rafael Nadal en partidos disputados este año alcanzan cotas inimaginables. Un comentarista de radio y televisión, Álvaro Benito, decía en Twitter al finalizar un partido contra Goffin este año en Madrid, que «hay que enterrarle varias veces antes de darle por muerto».

«Hacer un Nadal». Aplíquese cuando alguien hace gala de una insólita confianza en sus posibilidades en momentos difíciles.