Buscar este blog

domingo, 27 de marzo de 2022

CIBERAPOCALIPSIS

Los lunes por la mañana los dedico en este segundo cuatrimestre del período escolar a mis clases de mayores en la Universidad Carlos III de Madrid, clases que son ya presenciales y además en el campus de Getafe, a bastante distancia de mi domicilio. Cuando me apunté a este curso monográfico me conjuré para no utilizar el coche y desplazarme en transporte público, lo que supone dos horas de ida y dos horas de vuelta, que no son tiempo perdido pues los dedico a la lectura. Los transportes en Madrid tienen por lo general un diseño de estrella, con lo que, en muchas ocasiones, y este es el caso, estás obligado a entrar a Madrid para volver a salir en otra dirección, dado que no hay conexiones circulares que solventen este problema.

El lunes día 21 de esta semana de marzo de 2022 se presentaba complicado por las intensas lluvias, pero la cosa no se quedó ahí porque vino a sumarse una avería informática en el centro de control de Cercanías de Renfe que desató la catástrofe, como puede verse en la noticia que encabeza esta entrada. Tuve la suerte de enterarme con antelación, por lo que pude utilizar una alternativa a base de autobús y metro que me permitió ir y volver empleando algo más de tiempo e incomodidades en relación con el tren.

La cosa es que la avería se produjo en un único centro de cálculo, con lo que se vio afectada solo una empresa. Eventos como este tienen lugar de vez en cuando afectando a todo tipo de empresas, como por ejemplo bancos, empresas eléctricas o de comunicaciones.

Antaño, a principios de los setenta, cuando no existía internet ni la informática había llegado masivamente a las empresas, todo se hacía de forma manual a base de fichas y las comunicaciones eran a base de teléfonos fijos, pues los móviles todavía no habían llegado. La telefonía fija tenía su propia red y alimentación, con lo que incluso en caso de falta de suministro eléctrico, la red telefónica seguía funcionando. Yo trabajaba en una oficina bancaria donde todo se hacía de forma manual, a base de bolígrafo y máquina de escribir, con lo que no había ninguna dependencia del exterior. Diez años después. El teleproceso y los medios informáticos habían sido implantados y toda la operativa dependía del correcto funcionamiento del centro de cálculo y de las redes de comunicaciones.

Otro ejemplo en el que estuve inmerso personalmente en 2016: un fallo informático en el centro de cálculo de la compañía americana DELTA AIRLINES dejó a sus aviones y miles de pasajeros durante al menos un día varados en aeropuertos de todo el mundo, afectando también a sus socios AIR FRANCE, KLM y VIRGIN ATLANTIC. Una verdadera locura que tardó varios días en normalizarse.

Hogaño, prácticamente todo depende de la informática y de internet. El prefijo «cíber» puede servirnos como referencia de alguna manera a asuntos informáticos, con lo que ciberapocalipsis pudiera ser una catástrofe provocada por un fallo generalizado en internet. Hay tantas cosas ya completamente dependientes de internet que su falta pudiera llevarnos a complicaciones muy severas en nuestras vidas cuando no a la catástrofe.

Sin llegar a grandes problemas, podemos hacer el ejercicio nosotros mismos de «quedarnos» 24 horas sin internet y sin comunicaciones por datos móviles en nuestros dispositivos: bastaría con apagar el rúter de nuestra casa y no utilizar ninguna wifi pública o privada. Nos daríamos cuenta de que nuestra dependencia de internet es brutal, muchísimo más de lo que nos creemos. Hay que decir que la gran mayoría de las líneas fijas de telefonía, la mía, por ejemplo, funciona a través de internet. La gran mayoría de las actividades que realizamos a lo largo del día dependen casi en su totalidad del funcionamiento de las comunicaciones e internet, aunque no nos demos cuenta de ello. Y, a medida que avanza el tiempo, cada vez más y más. El llamado «internet de las cosas» que avanza a pasos agigantados y lo hará de forma exponencial cuando la disponibilidad del 5G en las comunicaciones se generalice, hará que nuestra dependencia sea mayor que ahora y podemos encontrarnos hasta que el frigorífico de nuestra casa deje de funcionar ante una caída de comunicaciones o internet.

Y esto a nivel individual. A nivel general… asusta, que digo, aterra. Hay muchos artículos en prensa, algunos de ellos muy catastrofistas, pero otros muy realistas de la cantidad de cosas que dejarían de funcionar; no hace falta mucha imaginación para atisbar el posible alcance: «Un colapso total de la red, incluso intencionado, resulta casi imposible, pero existen puntos débiles que requieren más atención». Internet es un sistema bastante descentralizado y con mucha redundancia, pero si falla incluso parcialmente alguna de sus capas —resolución de nombres de dominio o DNS, por ejemplo—, pueden verse afectados numerosos servicios que hoy en día son vitales para las empresas y los ciudadanos, y mucho más con el acelerón en las comunicaciones telemáticas que ha propiciado la pandemia de COVID.

Un ejemplo tonto y muy localizado: un descerebrado con ganas de fastidiar que se acerca a esta caja que está accesible en un garaje que muchas veces tiene la puerta abierta y se le ocurra cortar con una simple tijera los cables de las fibras… Dejaría sin internet posiblemente varios días a los vecinos del bloque. ¿Y si alguno teletrabaja, lleva la administración de su empresa o da clases en la universidad desde su domicilio y necesita internet?

Reproduzco aquí un entresacado de un ejercicio teórico aparecido en un diario de lo que le podría ocurrir a una persona que cuando se levanta se encuentra sin conectividad afectado por un problema generalizado…

08.00h. Como pertenece al 43% de los españoles, según el INE, que hace uso del teletrabajo, su preocupación no deja de crecer. ¿Qué hace ahora sin email y base de datos? Recibe una llamada telefónica. Es su jefa. A ella le sucede lo mismo. Y acaba de escuchar en la radio que el apagón es generalizado. Hay que ir a la oficina. Eso con suerte. Los autónomos, la mayoría sin oficinas o secretaria, dependen totalmente del smartphone para trabajar.

08.15h. Más vale que la oficina esté cerca y pueda llegar caminando. Una sinfonía del claxon e insultos de conductores recorren las calles en fila india. Las líneas telefónicas de las compañías aseguradoras están saturadas por culpa de los múltiples accidentes. La culpa: el sistema de coordinación de semáforos está bloqueado. Las apps de taxis también se han caído.

08.45h. Tras superar la jungla de asfalto y convencer al vigilante de seguridad de la empresa que no ha sido despedido a pesar de que no funcione su tarjeta de acceso, entra en la oficina saltando el torno. Hoy sus únicas armas laborales serán el boli, el teléfono y la sala de reuniones. No hay Zoom, las impresoras no están operativas y... la máquina de café sólo funciona con monedas. El único consuelo es que los suecos lo tienen peor: en ese país el dinero en efectivo prácticamente ha desaparecido, allí sólo un 10% de las transacciones son en dinero físico.

09.00h. La oficina es una zona de guerra. Casi ningún empleado ha podido llegar. Todos los pedidos están ilocalizables en un almacén de la periferia porque no funciona el registro digital. Los teléfonos no dejan de sonar con quejas de proveedores. «Pensemos sólo lo que supuso en febrero el bloqueo por un barco del Canal de Suez para el comercio internacional e imaginemos qué pasaría si se cayera internet», especula Mario Piattini. «Muchas empresas no podrían operar y las fábricas sufrirían retrasos al no tener stock de componentes para aguantar un tiempo».

09.45h. Imposible hacer ningún tipo de operación financiera. Hoy las tarjetas de crédito tienen el mismo valor que la tarjeta de visita de su podólogo. No se pueden hacer transferencias o recibirlas. Por fortuna, los bancos cuentan con sistemas que evitan que el dinero desaparezca en el ciberespacio y se bloquean aquellas operaciones que quedaron en el aire cuando se produjo el apagón. ¿Y qué pasa con el Ibex-35? «Las plataformas tecnológicas a través de las que operan no funcionan por internet, así que en ese escenario no se verían afectadas», afirma una fuente de BME, operador del mercado de valores de Madrid.

10.00h.

¿Puede una empresa tener todo su negocio basado en el correo electrónico? No se trata de posibilidades, sino de realidades: caídas sensibles de Google, Whatsapp, Twitter, bancos … se han producido recientemente, con mayor o menor duración, dejando a los usuarios cortocircuitados e indefensos sin poder realizar sus cometidos habituales. Cuando las cosas funcionan bien todo es maravilloso, pero no podemos tener ninguna garantía de que, dentro de un momento, cuando acabe de escribir esta entrada del blog, la pueda publicar sin sobresaltos.…



domingo, 20 de marzo de 2022

SEÑERO

Hagamos el ejercicio de retrotraernos al veintiuno de diciembre de 1988, fecha en la que tuvo lugar el hecho inicial del tema que nos va a ocupar hoy. Nos hubiéramos enterado de la noticia, si acaso, por la prensa, la radio o la televisión o quizá en alguna revista especializada, pero si hubiéramos querido, en aquella época, completar la información nos la hubiéramos visto y deseado. Hogaño el mundo ha cambiado tanto que la información, la buena y la mala, fluye constantemente y tenemos acceso a ella casi al instante.

Majestuoso, colosal, fastuoso, enorme… pero... ¡acabose!, ¡qué pena!, ¡ha quedado destrozado e inservible!, otra de las muchas consecuencias y daños de la guerra infame que está asolando Ucrania en estos días de febrero y marzo de 2022 bajo las bombas rusas. Se trata del avión ANTONOV AN-225 «MRIYA» que podemos ver calcinado en la imagen obtenida de este video en Youtube que a buen seguro destrozará el alma de cualquier persona sensible ante este daño más que probablemente irreparable.

Desde la fecha comentada anteriormente, este superavión, único, llevaba en servicio más de treinta años destinado a operaciones especiales y ha tenido la desgracia de estar en uno de los hangares del aeropuerto ucraniano de Hostomel, en Kiev. Ahora, a toro pasado, es fácil pensar que deberían haberlo sacado de allí en los prolegómenos de esta atrocidad para evitar este desastre.

A principios de esta semana no tenía ningún conocimiento de la existencia de este aparato, pero un video remitido por un amigo a través de Whatsapp informando de su destrucción, y de sus excelencias, me ha llevado a investigar y disfrutar de este aparato único, el avión más grande del mundo, del que solo se construyó un único ejemplar para la paz y la ciencia. Se proyectaron más aparatos para utilizarlos como lanzaderas de las misiones espaciales rusas, pero nunca se llegaron a construir.

 


Hay multitud de información accesible vía internet a los interesados: vídeos en Youtube, artículos en prensa, planos, misiones… Todo un mundo en el que me he sumergido esta semana para disfrutar de lo lindo. A modo de resumen de algunas de sus características principales…

  • Joya de la aeronáutica con seis motores y un tren de aterrizaje de 32 ruedas.
  • Dimensiones colosales, una envergadura de 88,40 metros (por encima del gigantesco A-380 que no llega a los 80 metros).
  • Representaba 240 records en el mundo de la aviación.
  • Era todo un escaparate tecnológico de soluciones.
  • La cola, doble y con flaps, un diseño innovador.
  • Menos de la mitad de aeropuertos del mundo disponen de pistas de suficiente longitud para poder operar.
  • Su despegue provocaba unas turbulencias en la pista que hacía imposible el despegue de otro avión en los siguientes 15 minutos.
  • Morro plegable hacia arriba para facilitar la carga. El tren delantero se abate para bajar la plataforma casi a nivel de suelo.
  • Nominalmente podía transportar 240 toneladas. Su mayor transporte fue de 189,9 toneladas.
  • Admitía piezas de carga hasta 70 metros de longitud.
  • A pesar de su envergadura, tenía una gran maniobrabilidad. Un despegue casi vertical puede verse en el minuto siete de este vídeo en Youtube.
  • Precio estimado en 3.000 millones de dólares.

«MRIYA», el apodo, se traduce como «SUEÑO». ¿Se reconstruirá? Es muy poco probable porque sus costes de operación eran enormes —15 toneladas de combustible por hora—. Sin embargo, se trataba de un recurso muy valorado por las organizaciones de ayuda internacional, por su capacidad de transportar grandes cantidades de provisiones de emergencia, durante operaciones de ayuda en desastres humanitarios.

Señero, en una acepción del diccionario, significa «único, sin par». Una gran pérdida.

 

ACTUALIZACIÓN 28 de junio de 2023

Una de las cosas maravillosas que tienen las publicaciones electrónicas es que permiten su actualización y/o corrección al instante. No me gusta en el caso de una entrada de blog, ya que lo correcto podría ser una entrada hueva haciendo referencia a la anterior, pero no da para tanto. Aparece una noticia en esta fecha en el diario El Mundo titulada Muerte y vuelta a la vida del Mriya, el símbolo de la nueva Ucrania. En ella se comenta que Kiev volverá a construir el avión más grande del mundo, destruido por Rusia. Será igual en su aspecto exterior pero con tecnología actualizada en su interior. La noticia puede (quizá) verse en este enlace.



domingo, 13 de marzo de 2022

GUERRA

A caballo entre los siglos XVIII y XIX, Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, militar prusiano y uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna, manifestó: «Cada tiempo tiene su forma peculiar de guerra». Vamos, que las guerras han sido fieles compañeras del hombre desde la prehistoria hasta nuestros días y, parece imposible, seguirán existiendo por los siglos de los siglos. Desde molerse con palos y piedras en la antigüedad, la evolución nos ha llevado a los misiles y las bombas atómicas con una capacidad destructora inimaginable, a distancia y sin mancharse las manos, con solo apretar un botón cómodamente sentado mientras se disfruta de un gin-tonic.

¿Se pueden entender las guerras? Insisto, ¿se pueden entender HOY las guerras? ¿Qué es la guerra? Las implicaciones trascienden las fronteras de lo meramente militar para abarcar todos los aspectos de la vida del ser humano. Es difícil, pues, comprender hoy en día las guerras, pero a la vista de que se siguen produciendo no queda más remedio que asumir su existencia y tratar de entenderlas y aprender de ellas para evitar en lo posible su repetición. Se siguen produciendo en todo el mundo y concretamente en Europa; no hace ni treinta años que una tuvo lugar en Yugoslavia, ahí al lado en términos actuales, aunque esta era de carácter civil, interna, entre personas cercanas que volvieron a métodos de la antigüedad para dirimir a golpes sus diferencias.

La potencia militar de las naciones hoy en día es completamente asimétrica. Comparar Rusia con Ucrania en términos de calidad y cantidad en su armamentística es como comparar una hormiga y un elefante. «Los enfrentamientos crecen en complejidad, tienen un número cada vez mayor de nuevos actores, y suelen ser ajenos a los Estados. La guerra ha sido una triste realidad para la humanidad desde tiempos ancestrales. Los motivos para que los humanos se organizaran en grandes ejércitos para derrotar a un rival han sido muy diversos. Desde las clásicas luchas por recursos naturales a guerras personalistas a cuenta de ambiciosos líderes».

¿Ambiciosos líderes? ¿Sólo un líder? ¿Solo Putin ahora? No hay duda que es secundado por una estructura de personajes adláteres que por acción u omisión secundan semejantes dislates que ponen en un brete la convivencia de los pueblos y a una escala que puede llegar a ser mundial. Recordemos las figuras recientes de, salvando las distancias en el tiempo, Napoleón o Hitler… No aprendemos de la historia y esta, machaconamente, se repite.

Volvamos a lo de entender esta locura. Esta semana, una conocida periodista, Ana Pastor, emitía un trino en twitter iniciando una cadena para proponer libros que puedan ayudarnos a entender los conflictos. Actualmente se habla mucho de geo-xxx —geoestrategia, geopolítica…— como materias de estudio que ayudan a comprender ciertos actos humanos de cualquier índole, no solo guerras, basándose en cuestiones básicamente geográficas. De estudiantes en mi época nos asomamos a la pura y simple geografía, pero ahora hasta hay cursos universitarios basados en estas geo-xxx.

Los trinos de la propia periodista y las respuestas —las constructivas— de algunos tuiteros pueden darnos una idea de libros interesantes a tener en cuenta si queremos formarnos una idea de un aspecto tan complicado como la guerra. Aparte del honor de un líder o un país, los trasfondos actuales terminan por ser por lo general económicos en esta era de la globalización. Y si no, pásese por una gasolinera hoy o eche un vistazo a la factura de la luz o el gas. Y la cosa no tiene visos de parar.

He ido tomando nota durante algunos días de los libros recomendados, confeccionando una lista que quiero dejar en esta entrada para mi servicio propio y de aquellos a los que pueda interesar. El curioso lector observará que he omitido, expresamente, aquellos que tratan de la Guerra Civil Española, aunque no puedo por menos de comentar dos de ellos que deberían ser de obligada lectura: «Tres días de julio», de Luis Romero y «A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España» del gran Manuel Chaves Nogales. Hay muchos más, evidentemente sobre este negro episodio de la historia española desde el que no han transcurrido ni siquiera cien años todavía.

Por no enredar más esta entrada, solo mencionar que el cine nos ha dotado también de fenomenales películas bélicas. Y hay también muchos libros clásicos sobre el tema, pero vamos con la lista de libros —actuales— que he ido recopilando en estos días y que me han parecido que pueden ser interesantes para el tema que nos ocupa…

  • Aleksiévich [NOB2015], Svetlana - El fin del homo soviéticus
  • Aleksiévich [NOB2015], Svetlana - Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la guerra de Afganistán
  • Armada, Alfonso - Sarajevo
  • Bábchenko, Arkadi - La guerra más cruel
  • Buergenthal, Thomas - Un niño afortunado
  • Chaves Nogales, Manuel - La agonía de Francia
  • Fallaci, Oriana - Nada y así sea
  • Grimm, Hans Herbert - Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump
  • Hasek, Jaroslav - Las aventuras del buen soldado Svekj
  • Keegan, John - Historia de la guerra
  • Macintyre, Ben - Espía y traidor. La mayor historia de espionaje de la Guerra Fría
  • Madina, Eduardo & Sémper, Borja - Todos los futuros perdidos
  • Pampliega, Antonio - Las trincheras de la esperanza
  • Pomerantsev, Peter - La nueva Rusia. Nada es verdad y todo es posible en la era de Putin
  • Prieto, Mónica G. & Espinosa, Javier - La semilla del odio
  • Seierstad, Asne - El ángel de Grozni
  • Seierstad, Asne - El librero de Kabul
  • Sistiaga, Jon - Ninguna guerra se parece a otra
  • Taibo, Carlos - Rusia frente a Ucrania. Imperios, pueblos, energía
  • Teller, Janne - Guerra. ¿Y si te pasara a tí¿
  • Vojnovic, Goran - Yugoslavia, mi tierra
  • Weil, Jiri - Mendelssohn en el tejado
  • Zweig, Stefan - El mundo de ayer. Memorias de un europeo

No olvidemos que «El resultado siempre fue el mismo. La muerte y la violencia destruyendo las vidas de sociedades enteras». Y si nos asomamos al diccionario buscando la definición de la palabra guerra, veremos que se trata de «desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias» o «Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación».