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domingo, 30 de mayo de 2021

FARAMALLA

Hay escritores que, como los buenos vinos, están siempre descansando en la bodega con la seguridad de que en algún momento serán rescatados, verán la luz y harán el deleite de quién se acerque a ellos. Uno de los míos, escritor, es Antonio Muñoz Molina, premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013 (entre otros muchos premios) y del que tengo una relación de 23 libros —seguro que tiene alguno más— a los que acudo de forma intermitente, a sorbos, para deleitarme con sus contenidos. El último leído hace un par de meses ha sido «Tus pasos en la escalera», un recorrido por las ciudades de Nueva York y Lisboa que casi te obliga a visitarlas.

Pero acercarse a un libro requiere un tiempo y una dedicación. Por suerte, este escritor se prodiga en artículos más cortos que yo encuentro en el diario «El País». Utilizando su buscador se puede encontrar el reguero de artículos que a lo largo de muchos años han ido viendo la luz en las páginas del diario. Es verdad que hay que estar registrado para leer los artículos completos, pero no cuesta nada y merece  mucho la pena. Por lo menos a mí.

Como buen coleccionista, cuando aparece alguno no solo lo leo de forma rápida sino que lo salvo en un documento acumulativo temporal, con la auto obligación impuesta de hacer una lectura concienzuda más adelante antes de su archivo definitivo. Esta semana me tocaba releer pausadamente los artículos del pasado mes de abril — cinco artículos publicados en abril de 2021—cuando me he topado con este que pueden ver en la imagen que acompaña a esta entrada.

Aunque la vida transcurre a toda velocidad, hay que recordar que el artículo fue publicado el 23 de abril de 2021, fecha en la que los ciudadanos de la Comunidad de Madrid estaban inmersos en una campaña electoral que culminó el pasado 4 de mayo de 2021. Me llama la atención, y por eso quiero resaltarlo aquí, el subtítulo del artículo «No hay libertad sin salud, sin una escuela digna, sin trabajo, sin una red protectora contra los reveses de la vida».

Lo he venido comentando a lo largo de muchas entradas de este blog. Una cosa es el marketing y la publicidad y otra muy diferente es la vida real. Los políticos, en sus campañas, saben que no pueden referirse a hechos y datos concretos de la vida de los ciudadanos porque se desmontarían el chiringuito ellos mismos. Conceptos concretos como trabajo, vivienda, sanidad, educación están muy alejados de sus soflamas que con intencional criterio dirigen a cuestiones más etéreas como las emociones: «libertad» proclamaba ese partido político que podemos ver en la imagen.

En el artículo se puede encontrar una referencia a Sócrates, que se asombraba de la abundancia de cosas en un mercado de Atenas, manifestando: «Cuántas cosas hay que yo no necesito». Es verdad que hay muchas cosas superfluas, pero las aludidas por el escritor en su subtítulo no lo son, porque son básicas para llevar una vida digna que permita tener unas bases para poder plantearse alimentar el espítiru, en sus muchas posibilidades: haciendo cursillos de humanidades, aprendiendo paleografía o incluso llenando los campos de fútbol siguiendo a su equipo.

No nos distraigamos con la faramalla y esa actitud faramallera de nuestros políticos y dirigentes, esos que deberían velar por nosotros pero lo hacen primariamente por sus intereses y ya no queda nada para después. Faramalla es una charla artificiosa encaminada a engañar —y confundir añadiría yo—, aludiendo a farfollas, cosas de mucha apariencia y poca entidad que obnubilan al ciudadano de a pie y le confunden para que se fíe de sus emociones y no recuerde los hechos vitales.




 

domingo, 23 de mayo de 2021

REJONAZO


Estoy por apostar que la gran mayoría de los ciudadanos españoles no tiene ni idea de la que se nos viene encima con la nueva estructura de los precios de la electricidad que, dentro de unos días ─1 de junio de 2021─ entra en vigor. Los lectores asiduos de este blog habrán leído algunas entradas en el último año referentes a la estructura de la factura de la electricidad, una factura que tenía muchos intringulis y a la que también muchos ciudadanos optaban por ni siquiera asomarse.

Los datos son fundamentales en la actividad empresarial hoy en día. El disponer de datos estadísticos fiables facilita la toma de decisones  con una cierta anticipación de lo que va a ocurrir. Desde hace años se ha ido actualizando el parque nacional de los contadores de electricidad de forma que las empresas distribuidoras saben con absoluta certeza los usos y costumbres de la población, de forma general y, si lo desean, de forma particular, por zonas, por provincias, por regiones, por… lo que se nos ocurra.

Los humanos somos animales de costumbres y nos cuesta mucho trabajo cambiarlas. En el último año, yo y mi familia hemos hecho un esfuerzo de forma que hemos conseguido ahorrar un pico en nuestras facturas mensuales. Todo ese esfuerzo se va a poner patas arriba dentro de unos días, porque los cambios que ya casi habíamos asumido de forma natural a la hora de poner lavadoras o lavavajillas, o utilizar la plancha o la vitrocerámica quedan anulados por la nueva estructura que se ha diseñado y que arroja verdaderas sospechas de una subida de tarifas espectacular encubierta, como ahora comentaremos.

Cuando una empresa o institución gubernamental te dice que hace cosas por tu bien es como para echarse a temblar. El escuchar eso de «no te preocupes» es casi una activación inmediatamente de todo lo contrario y ponerse ojo avizor. El correo electrónico recibido de la empresa comercializadora con la que trabajo es el anuncio del desastre a partir de primeros de junio, incluso aunque estudiemos las nuevas tarifas y los nuevos horarios… me temo que poco podremos hacer. El diseño está bien hecho, bien cuidado, para que si queremos adaptarnos a él tengamos que hacer verdaderos encajes de bolillos con nuestras actividades caseras.

Y hay mucho más detrás. No voy a entretenerme en hacer un estudio detallado, porque el tema me enerva. Que cada cual haga el suyo o, mejor, no haga ninguno y adopte la postura del «ajo, agua y resina» que es la mejor en estos casos: pagar, callar y no preocuparse, total, si nos va a dar igual…

Hay un pequeño refugio los fines de semana y festivos nacionales, en los que podemos concentrar todo el gasto posible, porque es la tarifa más barata. Pero, por ejemplo, ¿qué pasa con ese diario de 18:00 a 22:00 en cualquier época del año? Especialmente en invierno, las familias concentran su actividad en ese horario. Pues bien, solo mencionar que la tarifa de ese horario, en mi caso, ha pasado de 0,147985 a nada más ni menos que 0,220725. Hace falta ser poco listo para deducir que los días laborales, lo que consumamos en ese horario de la tarde nos va a costar un 49% más que antes. Es solo un 49% más, poca cosa.

Rejonazo, sin escapatoria además, salvo que cambiemos nuestras costumbres de forma radical, lo que no es factible en la mayoría de las familias. No somos toros, pero estamos en la plaza. Y la que se nos viene encima en unos días es de moco pavo. Ya me contarán.


 

domingo, 16 de mayo de 2021

inSEGURIDADaSOCIAL


 

Hay que tener mucho cuidado con todo el mundillo de anuncios e informaciones que nos rodean. Empresas hay, especialistas en marketing y publicidad, que realizan preciosas e impactantes campañas sobre cualquier asunto. Los espectadores que asistan a estas campañas quedarán embobados con lo que se anuncia y retendrán una imagen de ello que solo podrán contrastar si lo utilizan. Puedo ver preciosos anuncios de trenes, pero si yo nunca me subo a un tren… Es un poco como los cordones de los zapatos que están guardados en un armario. Unos cordones funcionales, resistentes, bonitos, pero solo serán puestos a prueba cuando me ponga los zapatos y tire de ellos para anudarlos. Por aludir a un ejemplo reciente, en Madrid, la campaña de los populares, perfecta, medida, impactante, que ha llegado. Otra cosa es la realidad que hay detrás.

Desde hace muchos años ando con problemas en mis rodillas por actividades del pasado que las han hecho sufrir mucho. Ya desde esta magnífica aventura que relaté en esta entrada, «URDÓN», en agosto de 2012, la rodilla izquierda iba de mal en peor y la pandemia acabó por rematarla, bueno no la pandemia, sino mi mala cabeza al afrontar la misma, que es bueno buscar excusas en causas externas y no afrontar las propias. El caso es que en agosto del pasado año 2020 la cosa ya iba para no tener otro remedio que pasar por el quirófano. En septiembre de 2020 inicié las operaciones rutinarias que todos conocemos de la Seguridad Social: médico de cabecera que te da un volante para el especialista en el hospital, visitas, pruebas, conclusiones… El caso es que nos ponemos en un mes de febrero de 2021, más de seis meses después, que concluyen con un inquietante ¡ya le llamaremos para la operación!

Nos hemos llenado la boca estos años de atrás de decir que teníamos una de las mejores Sanidades PÚBLICAS del Mundo. Lo de los anuncios, el marketing y la publicidad: cuando la cosa se puso fea con la pandemia en marzo de 2020, ya vamos viendo como funciona. Ahora hay una buena excusa para retrasar cuestiones no esenciales ni urgentes, aunque lo de la esencialidad y urgencia habría que preguntárselo a cada paciente: ¿es urgente lo de mi rodilla que llevo sin poder andar desde agosto del 2020? Diez meses ya.

Hay otra cuestión, y eso son hechos: el auge de la medicina privada, que además ha subido bastante en este último año. Cuando una persona está satisfecha con la atención de la medicina pública no comete la tontería de gastarse unos euros en la privada. Sería como pensar que todos los que tienen una póliza con alguna de las muchas compañías privadas médicas son tontos. Yo debo ser uno de ellos porque desde principios de los años 80 invierto algunos de mis dineros en pagar una póliza privada. Mis condiciones y horarios laborales de antaño eran incompatibles con los horarios de lo público y de esa manera me apañaba.

La pregunta es: ¿Por qué has ido a la pública para la operación de tu rodilla? Eso me preguntaba una buena amiga, Maribel, hace algo menos de dos meses. La contestación fue que no lo sabía, un buen equipo en el hospital, cercanía… Mientras esperaba el «ya le llamaremos» inicié las operaciones por la privada. He tenido la suerte de dar con un doctor excepcional, en lo humano y en lo personal, Dr. Juan de la Cerda, con un equipo formidable y unas instalaciones magníficas en el HLA Moncloa y ya, mientras sigo esperando al «ya le llamaremos» de la Seguridad Social, tengo mi rodilla nueva desde hace una semana.

Pero el que uno tenga una sanidad privada no le quita de poder seguir usando la pública, que también sigue teniendo y a la que ha contribuido y contribuye durante toda su etapa laboral y de jubilación. En las imágenes lo tienen claro: el 11 de mayo de 2021 intento la solicitud de cita telefónica, ¡telefónica! Con mi médico de cabecera, y la primera fecha que me dan es… ¡sin despeinarse! El 26 de mayo de 2021, QUINCE días después. Cuando menos para llorar.

Esto son hechos. Sí, pandemia, vacunas, todo lo que queramos, pero que pidas una cita con tu médico de cabecera, y encima telefónica, y te la den para dentro de QUINCE días no es de recibo. Cuando uno va, o quiere ir, al médico, es por algo. La urgencia o no estará por discutir, pero estas demoras son inasumibles. Eso sí, nuestros políticos, responsables desde hace muchos años de esto por su desatención y desmontajes progresivos para favorecer lo privado, están en otras cosas, de gran interés para ellos y de ninguno para la ciudadanía. Pero no hay nada como una buena campaña de marketing y publicitaria para que los ciudadanos se olviden de estos problemas de su vida diaria a la hora de ir a votar.