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domingo, 26 de mayo de 2019

LISTAS




Por segunda vez en menos de un mes estamos inmersos en elecciones. Esta vez tocan temas más cercanos como es el caso de ayuntamientos y autonomías y más lejanos como el Parlamento Europeo. Procuro huir de estos asuntos en el blog, pero hay cuestiones que me reconcomen y viene bien reflexionar un poco sobre ellas. Ya entré un poco al trapo, en clave nacional, en la entrada «BARAHÚNDA» de abril de este mismo año 2019.

Tras muchos años de un bipartidismo generalizado, hemos entrado en los últimos años en un desmenuzamiento que en mi opinión está complicando la gobernabilidad de las instituciones. No es lo mismo a nivel nacional que en ámbitos más reducidos, pero en todos los casos lleva a unas negociaciones y unos pactos que mucho me temo se guían más por intereses partidistas cuando no particulares que están muy lejos de los intereses generales de los ciudadanos gobernados.

Al menos en esta ocasión no hay circunscripciones, aunque no recuerdo bien si en alguna Autonomía llegaron a implantarse. Los políticos son muy listos y saben que manejando bien las listas cerradas y las circunscripciones se puede sacar más petróleo que utilizando circunscripciones únicas. En todo caso, hoy me voy a quedar en el ámbito local donde las circunscripciones no existen y por lo menos podemos estar seguros de que los votos de todos los ciudadanos valen lo mismo: un ciudadano un voto, sin tejemanejes ni «cocinas» posteriores.

A la puerta del colegio electoral en las pasadas generales fui abordado por un amigo con una planilla de firmas que quería presentarse a estas locales por libre. Los partidos políticos constituidos lo tienen relativamente fácil pues tienen el camino allanado, solo confeccionar la lista con el número de personas necesario en función del número máximo de concejales elegibles más algún suplente por si acaso. Aclaremos que estamos funcionando con listas cerradas, esto es, el voto se otorga al partido político con la lista completa, sin distinciones internas ni orden alguno. Pero… ¿Qué ocurre cuando se quiere presentar alguien por libre?

Aquí surgen lo que se llaman coaliciones o alianzas electorales: un grupo de vecinos se reúne para confeccionar una lista y presentarse a las elecciones. Los municipios de menos de 250 habitantes tienen otras modalidades, pero los de más, es decir de 250 al infinito, van con listas cerradas, de partidos o de coaliciones. Con ello, un ciudadano individual no se puede presentar a ser elegido por sus vecinos si no reúne una lista de tantas personas como puestos de concejales haya y sigue una serie de requisitos para concurrir a las elecciones. Uno de los requisitos es presentar un número de avales de residentes en el municipio, con su firma, y fotocopia del DNI para ser verificados en la oficina electoral del consistorio. Lo de firmar una lista y poner tu DNI ya tiene su aquel, pero que encima te hagan una fotografía —necesaria— con el teléfono a tu DNI ya echa un poco para atrás.

Establecer límites siempre es un problema. Pero en ciertos ayuntamientos de pueblos pequeños yo abogaría por las listas completamente abiertas, con la relación de ciudadanos que optan al puesto de concejal y que sus convecinos decidan. Los que quieran incluirse en la lista como representantes de un partido pueden hacerlo indicando a la derecha las siglas del mismo. Este sistema tendría ventajas e inconvenientes respecto al sistema actual de las listas cerradas.

Un inconveniente es fijar el número de vecinos máximo que permitiera optar por este sistema. En ciudades grandes esto sería inviable pues tendríamos listas enormes de personas desconocidas. Puestos a poner una cifra… aventuremos una, por ejemplo, 20.000. ¿En un pueblo con 20.000 almas censadas se conocen entre sí los vecinos? Probablemente no todos, pero una gran mayoría sí. Y para eso están las dos semanas de precampaña, para darse a conocer. Otro inconveniente sería el escrutinio y eso bien lo saben los presidentes, secretarios y vocales de las mesas electorales en el caso del Senado: el conteo es más tedioso y complicado.

Pero las ventajas, ya digo en pueblos pequeños una vez soslayada la fijación del límite, sería enorme. Cualquier vecino censado se podría presentar como candidato. Los votos serían asignados por los electores a las personas, no a las siglas y no a unas listas cerradas, donde a mí me cae bien el quinto de la lista, pero no puedo ni ver al primero o a la segunda. Y eso sí, el concejal que más votos saque, al menos en la constitución inicial del consistorio, alcalde o alcaldesa de forma automática.

Entonces empezarían los problemas de gobernabilidad. Lo mejor es tener controlada una mayoría absoluta y saber de antemano que todo lo que se proponga al pleno va a ser aprobado, lo que no ocurre cuando los concejales son un popurrí de personas y opiniones y cada propuesta tiene que ser negociada y votada atendiendo a criterios de ser interesante para los vecinos y no tanto para las personas o los partidos.

Cualquier cambio conlleva la oportunidad de explorar nuevas formas de hacer las cosas. Las que tenemos en la actualidad llevan cuarenta años y quizá necesiten darse una vuelta. Quizá también, en los pueblos de un cierto tamaño, sería interesante volver a la desprofesionalización de los políticos, a esas reuniones de los martes por la tarde para dar las directrices a los profesionales de los ayuntamientos y cada cual a su tarea.

En todo caso, vayamos a votar. Es bueno para el común y también para nosotros. Pero si no se vota por una opción concreta, ojo a diferenciar el voto en blanco del voto nulo. La frontera en las locales está en el 5%, es decir los que no alcancen un 5% de los votos válidos emitidos no entran al proceso de asignación de concejales. Los votos nulos no cuentan: dan fe de vecinos que cumplen con su obligación de ir a votar, no se decantan por ninguna opción y no castigan a los partidos o coaliciones pequeñas.


domingo, 19 de mayo de 2019

AGENDA



En el trepidante ritmo de vida que llevamos, una buena agenda no puede faltar si no queremos encontrarnos en una situación embarazosa de haber «agendado» dos cosas incompatibles en el mismo día y hora. Pongo «agendar» entre comillas porque últimamente me estoy encontrando con relativa facilidad con este palabro que (todavía) no está registrado en el diccionario oficial de la Real Academia de la Lengua, aunque una entidad de solvencia en esto del idioma como es la FUNDEU si lo admite con el siguiente comentario: «El verbo agendar, que se emplea con el sentido de fijar reuniones, encuentros o tareas, es un verbo bien formado en español que ya recogen algunos diccionarios, por lo que su uso puede considerarse adecuado. Aunque aún no esté recogido en el Diccionario académico, el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española sí lo incluye con los significados de “anotar en una agenda datos o informaciones” y “programar en un libro o cuaderno las actividades pendientes para no olvidarlas”».

Sin ningún género de duda, lo mejor es recurrir a ese teléfono inteligente que llevamos todos en el bolsillo. Hay multitud de aplicaciones con una miríada de posibilidades para controlar nuestro tiempo y que no se nos escape una en esto de las citas y los compromisos. Aunque no tengamos la conciencia del potentísimo ordenador que llevamos en bolsillo, la mayoría de la gente utiliza un 1%, quizá menos, de las posibilidades que nos brinda este aparatito. Un ejemplo que comento en el párrafo siguiente le sonará mucho a mi buen amigo Miguel Ángel, que lleva años con una cruzada imposible. Yo también lo sufro, pero no intento solucionarlo.

En las clases de mayores de la universidad a las que ambos asistimos regularmente, en campus diferentes, es frecuente que suenen, más de una vez a lo largo de la mañana, los teléfonos. Esto no solo ocurre aquí sino en multitud de sitios como conferencias, cine, conciertos e incluso en la misa de los domingos. Aunque se diga por megafonía, aunque se ponga un cartel a la puerta, aunque aparezca en las primeras diapositivas del powerpoint de turno… indefectiblemente acabará sonando algún teléfono. Y lo peor es que al oír el sonido, otras personas no se dan por aludidas y no comprueban, si no lo han hecho al inicio, si el suyo está en silencio, en modo vuelo o apagado, que es como mejor están los teléfonos en estos eventos. Últimamente se está hablando del modo coche y habrá que hablar del modo misa, cine, concierto o conferencia.

¿Cómo solucionar este asunto, por ejemplo, en clases o actividades regulares? Muy sencillo. Utilizar una aplicación de agenda que permita registrar si durante el acto se está disponible o no y complementarlo con otra aplicación que silencie el teléfono durante el tiempo que la agenda indique que no se está disponible y lo vuelva a habilitar al final. Sencillo, es cuestión de dedicarle un poquito de tiempo al asunto y nos evitaremos alguna cara colorada, aunque muchos tampoco se ruborizan e incluso cogen el teléfono y se ponen a hablar… «con un par».

Pero últimamente me estoy resistiendo al uso de la agenda electrónica en el teléfono. ¿Por qué? Pues porque siento algún celo de mi privacidad y no me apetece que Google, Apple o cualquiera de las múltiples aplicaciones que están funcionando en mi teléfono sepan lo que he hecho (si no borro los eventos pasados), estoy haciendo o voy a hacer en el futuro. El grado de detalle que se permite en las agendas es elevadísimo y en una cita hay quién pone por ejemplo, en el caso de una consulta médica, el nombre y teléfono del doctor y la ubicación de la consulta. Llegará el día que nos encontremos un vendedor a la puerta cuando acudamos al médico, y si no, al tiempo.

Así que, como se ve en la imagen, para algunas cosas he vuelto a mi querido Taco Calendario del que ya hablé en este blog un lejano diciembre de 2008 en la entrada «TACO» accesible desde este enlace. Es una utilización sibilina que trata de emular aquellos calendarios de sobremesa que hemos utilizado todos alguna vez en la vida. Funciona a la perfección y me garantiza la privacidad de que solo mi familia o amigos que me visiten verán el taco pintarrajeado con citas como se puede ver en la imagen que acompaña esta entrada. Claro, esto tiene dos problemas. La agenda electrónica se puede consultar en cualquier sitio con tener el teléfono a mano y además tiene otra ventaja: se puede compartir con familiares y amigos que a su vez pueden verla en su teléfono. Las anotaciones en el Taco no. Todo en esta vida tiene ventajas e inconvenientes que debemos valorar cada cual. Y un problema adicional surge al tirar la hojita a la basura con lo que no sabremos en el futuro lo que hemos hecho un determinado día…

Yo utilizo las dos modalidades, electrónica y manual. Los elementos repetitivos tales como cumpleaños, clases o la misa de los domingos van a la agenda electrónica con lo que el teléfono me avisa de ellos y de paso me silencia los sonidos cuando procede. Pero otros más personales, como darme de baja en alguna suscripción de esas que regalan por un mes para cazarte al final porque se te olvida anularla o algo para hacer en casa caen en la agenda (Taco) manual, esa que está a la vista cuando me siento al ordenador.

Pero, claro, en el Taco hay poco ningún sitio para escribir, con lo que sería interesante un espacio adicional, dos o tres líneas en blanco en la parte de abajo, para poder tomar estas notas. He enviado esta sugerencia mediante un correo electrónico a los editores del Taco, al que me han contestado amablemente diciendo que estudiarán su viabilidad para el futuro. ¿Dispondremos de un Taco-Agenda para el 2020?



domingo, 12 de mayo de 2019

PEGATINAS




Los que ya peinen canas o clareen, debido a la edad, recordarán el documento que ilustra esta entrada denominado «Cédula de Identificación Fiscal para automóviles de turismo». Yo le recuerdo de mi infancia y adolescencia al estar visible en los parabrisas de los coches. No era una pegatina y había diferentes soportes para mostrarlo, unos con ventosa y otros para colgar del espejo retrovisor. El caso es que, no lo recuerdo, debía ser obligatorio enseñar a todo el mundo el nombre y domicilio del propietario. Aparcados en el barrio y estorbando nuestros partidos callejeros de fútbol recuerdo dos vehículos, el del peluquero y el del fontanero, que lo llevaban bien a la vista.

Adquirí mi primer vehículo en 1973 y en esa fecha al menos no existía la obligación de llevarlo expuesto en el parabrisas, con lo que no era posible conocer dato alguno del propietario. Con ello, los cristales y la chapa de los vehículos podían ir limpios como la patena, aunque, al no estar prohibido, algunos ponían pegatinas de su pueblo, de su equipo favorito o de los campings que habían visitado por España o Europa.

La única identificación que inexcusablemente llevaba el vehículo era la matrícula, en la que se indicaban en una o dos letras la provincia de matriculación. En aquellos años, esto podía causar no pocos problemas. Recuerdo hacia 1978 un viaje que hice a visitar a unos primos de mi mujer que residían temporalmente en el País Vasco por estar él laborando en la central nuclear de Lemoniz, por aquellos años en construcción. En el pueblo de la costa donde residían me procuraron una cochera para dejar mi coche, con matrícula «M», bien guardadito durante la semana que íbamos a estar con ellos. Pero otro primo se enteró de que iba a andar por allí y me comisionó para ir a recoger un título universitario a la Universidad de Deusto. Las cosas no estaban para bromas o al menos eso me parecía a mí que tuve un desplazamiento horrible —seguro que por mis imaginaciones— desde que salí de la cochera con mi coche «de Madrid» hasta que volví a ella.

En este mismo estado de cosas, en un viaje a Sevilla a visitar a un amigo sufrí un pequeño incidente. ¿Debido a la matrícula? Nunca lo supe, pero eso fue lo que imaginé en aquel momento. Aunque no era obligatorio y pocos coches lo tenían, instalé un espejo retrovisor en la parte derecha. Dejé por la tarde el coche, con matrícula «M», aparcado en el barrio de mi amigo con la acera, una acera muy amplia, a la derecha. Al día siguiente, el espejo apareció arrancado, en el suelo. A lo mejor fue un gracioso que le molestaba el espejo para transitar por la acera, que ya digo que era muy ancha.

En 1987 apareció la I.T.V., Inspección Técnica de Vehículos, que se ha ido perfeccionando poco a poco hasta anunciar una nueva vuelta de tuerca para el próximo 2020. ¡Todo sea por la seguridad propia y ajena! En los primeros años no recuerdo que fuera obligatorio mostrar la pegatina en la parte superior derecha del parabrisas. Yo me resistí muchos años a llevar «pegatinado» mi coche, pero ahora es obligatorio bajo sanción, con lo que no queda más remedio. Es un tema que no alcanzo a comprender porque estamos en la era de Internet y las comunicaciones: ya no es obligatorio llevar el recibo del seguro del coche porque los agentes de la autoridad pueden comprobar «online» si el coche tiene seguro o no. Digo yo que podrán comprobar también si han pasado o no la ITV con los mismos mecanismos. Y, además, en estos tiempos en que se falsifica hasta el papel moneda y documentos como el DNI., no creo que sea muy costoso para los «malos» fabricar una pegatina de haber pasado la ITV, aunque los «malos» suelen llevar buenos coches que en sus primeros cuatro años no necesitan pegatina. Así que, lo de siempre, por algunos que no pasan la ITV, los ciudadanos normales que cumplimos nuestras obligaciones puntualmente nos vemos obligados a decorar nuestros parabrisas, aunque no nos guste, bajo sanción. Eso sí, nos libramos los primeros cuatro años, hasta la primera ITV.

Llegamos a septiembre del primer año del siglo actual, el 2000 —dejemos la eterna controversia— y… ¡por fin! y para mi gran alegría se aprobaron en España las matrículas actuales formadas por cuatro números y tres letras que eliminan de cuajo todo vestigio identificativo del vehículo. Esto motivó una curiosa conversación con un primo alemán; allí las matrículas identifican —al menos así era en aquella época— la localidad, cuestión que a mi primo le encantaba, por lo que estaba en desacuerdo con este nuevo sistema implantado en España. Le dije que, en todo caso, cualquiera podía llenar voluntariamente el coche de pegatinas de su pueblo para hacer propaganda.

Como no puede haber alegría en todas las casas, los talleres inventaron los soportes de matrículas para hacerse propaganda. Allá por 2004 estaba yo como un niño con zapatos nuevos porque iba a tener mi primer coche sin identificación alguna, al menos los primeros cuatro años hasta pasar la primera ITV. Cuando fui a recoger el coche, al mirar por detrás, vi el condenado soporte de la matrícula anunciando el nombre del concesionario con su teléfono y la localidad. ¡Toma ya! ¡Casi me da un ataque! Le hice quitarlo a toda prisa. Alguna vez, en alguna reparación, el taller avispado te coloca sin pedirte permiso los soportes propagandísticos, que yo hago quitar inmediatamente.

Por ello, en estos primeros años del XXI, la única identificación obligatoria aparecía a los cuatro años en forma de pegativa de la ITV, en la que figura la Comunidad Autónoma, aunque esto es un mal menor porque la ITV se puede pasar en cualquier sitio. Conozco a una persona que residiendo en Madrid pasa la suya en Cantabria, aunque no le veo preocupado por estos temas identificativos o de limpieza en los cristales de sus coches.


Parece que no me escapo, van a por mí. En una nueva vuelta de tuerca, aparecen las pegatinas ecológicas de la DGT-Dirección General de Tráfico. Hacía años que tenía guardada la mía en un cajón negándome a ponerla en el coche. Pero desde el pasado mes de abril, el ayuntamiento de la capital —aquí todo el mundo pone normas— ha dictado una ordenanza en la que fuerza a llevar la pegatina para circular por Madrid, bajo multa. Vuelvo a pensar lo mismo, los «malos» pedirán una al amiguete que tiene un coche eléctrico o bajo en emisiones —se pueden comprar en Correos todas las que se quieran— y la «apañará» para ponerla en su coche.


Y digo yo, si la pegatina ecológica, ese invento demoníaco, está indisolublemente ligada al coche y a su matriculación, que la incorporen en la misma matricula y se dejen en paz de más aditamentos pegajosos en los parabrisas de los vehículos. ¿Dónde las ponen las motos?

Tengo un cabreo…
 



domingo, 5 de mayo de 2019

PERTURBADOS




Deliciosamente, me atrevo a añadir. Quienes se acerquen a este blog con cierta asiduidad ya me habrán oído comentar que en algunas ocasiones lo utilizo como documentación propia, como una manera de recordar cosas que me resultan interesantes y que seguramente releeré en el futuro. También los asiduos recordarán bastantes referencias a mi admirado profesor Antonio Rodríguez de las Heras por diferentes aspectos relacionados con los desafíos que el avance imparable de la tecnología nos impone a los humanos en muchos aspectos de nuestras vidas y primordialmente en la educación. Hay numerosas referencias en entradas de este blog a este insigne humanista como por ejemplo en «INTONSOS», «DESAFÍOS», «DIRECTO», «DISTOPÍAS» o «PRÓTESIS» entre algún otro más..

Cualquiera interesado en las numerosas comunicaciones de este catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid solo tendrá que poner su nombre en cualquier buscador de internet para obtener un aluvión de referencias a vídeos en Youtube, programas en televisión y participación en numerosos actos y actividades, amén de sus libros y artículos. Su reflexión quincenal, viernes alternos,  en la revista Retina  del diario El País es de culto para mí así como sus cursos monográficos en la Universidad Carlos III de Madrid. Precisamente esta próxima semana comienza uno titulado «Para salir del presente. La urgencia y el reto de la educación» en el que no he podido conseguir plaza por ciertos procedimientos administrativos que deberían estar superados hoy en día y que no vienen al caso. Menos mal que tengo la suerte de que algún amigo si asistirá y trataré de que me resuma sus principales ideas.

La edad es un punto de inflexión y a veces inconveniente para personas inquietas como Antonio que tienen mucho que aportar tras sus más de cuarenta años de estudio dedicados a este tema tan pujante hoy en día por haber asistido en vivo y en directo —además de interesado en el tema— a las grandes transformaciones tecnológicas y culturales de los últimos años. Por ello sigue en la brecha en su condición de emérito y espero que podamos seguir disfrutando muchos años de sus enseñanzas, en directo o a través de los magníficos cursos MOOC que nos ha brindado. En esta entrada me propongo hacer un resumen de las principales ideas vertidas por este humanista que sigue en plena actividad y que lleva por título «La tiranía del teléfono nos despega del entorno», que puede encontrarse en la plataforma  de innovación patrocinada por un gran banco español y es accesible desde en este enlace. La comunicación, en formato entrevista, dura veinticinco minutos y de ella trato de hacer un resumen en las líneas siguientes transcribiendo las principales ideas que he sido capaz de atisbar.

Nuestro cerebro está perturbado, afectado directamente por estar inmerso en un proceso desafiante y muy exigente de adaptación rápida y brusca al entorno propiciado por la tecnología, procesando un aluvión de imágenes y sonidos que recibe por diferentes canales. Las posibilidades de desarrollo de nuestras capacidades serán enormes si conseguimos superar o al menos gobernar este desafío. 

El exceso de información que pulula en el ambiente es una de las características de este entorno actual. Nos encontramos de golpe inmersos en esta atmósfera que contiene mucho ruido al lado de la información relevante. Todo ello lleva a posibles estados de desatención y disipación que tendremos que evitar o al menos controlar en la medida de nuestras posibilidades y conocimientos. En todo caso, la confusión está servida, con grades implicaciones en nuestros modos de vida y en nuestras actividades, entre ellas la Educación. Esta Educación era hasta hace pocos años una compensadora de las carencias de información, pero ahora su foco tiene que estar dirigido a mostrar a los alumnos cómo superar el reto de metabolizar tan ingente aluvión de contenidos para convertir esa abundancia en conocimiento efectivo.

El cerebro es capaz de generar mundos virtuales más allá de los tangibles por los sentidos, por ejemplo, en los sueños. Es una de las características principales de los humanos, capaces de imaginar el diseño de un futuro incierto. En los procesos de la memoria la recuperación es clave, como también lo es el saber olvidar para evitar el colapso (aquí una referencia obligada a «El memorioso» de Borges). A la memoria llegan multitud de piezas sueltas que requieren un proceso continuo de asimilación, ajuste, engarce con lo ya almacenado y recomposición. Pero la memoria no es rígida, se malea con el paso del tiempo, recombinando continuamente nuestros recuerdos y nuestras experiencias.

La obsolescencia nos perturba y más en nuestra generación actual: nuestros padres y nuestros abuelos serían incapaces de asimilar cómo nos desprendemos de cosas que están en perfecto estado de funcionamiento por la innovación continua de la tecnología. Nos desprendemos sin más de cosas queridas, que no fallan y que nos dan un buen servicio para arrojarnos en los brazos de novedades que las superan. Es un proceso de disfunción por las novedades, no de fallo.

Almacenamos huellas en nuestros discos duros que probablemente nunca volveremos a ver ¿Por qué guardamos cosas? se pregunta este profesor. Es una normal adherencia a aquello que nos ha acompañado durante años. Podemos llegar a convertirnos en torpes si nos desprendemos de ellas antes de adquirir nuevas habilidades. El problema son los tiempos —ahora todo va muy rápido—, pero no todo es lineal, la evolución amasa las cosas y con el tiempo las integra en lo nuevo, con lo cual pueden reemerger bajo nuevas interpretaciones. 

La cultura digital reverbera la oralidad, posibilita la recuperación de la palabra hablada de forma sencilla y al alcance de todos. El teléfono solo servía antaño para mantener la oralidad a distancia. Hogaño, una de sus características, por desgracia, es romper y evitar la conversación entre gente cercana. Si comparamos el tamaño y potencia de un teléfono inteligente actual que llevamos en el bolsillo con el ordenador Colossus que ocupaba una habitación entera hace menos de un siglo nos quedaremos asombrados de las diferencias. Es un morir de éxito, el fenómeno de la contracción y miniaturización nos reclama constantemente, más de lo que sería normal, mantener en nuestras manos esa «pastilla negra», esa pantalla y altavoz que son una ventana al mundo: mirar, escuchar, manipular, caer voluntariamente en las redes de un tirano que nos quiere desligar del entorno y que requiere toda nuestra atención en su pantalla, un espejo negro penetrable que no nos devuelve nuestra imagen sino que nos muestra la virtualidad. 

Llegan nuevas formas de organizarnos, de repensar y estructurar nuestras relaciones con este mundo virtual con el que podemos interaccionar, preguntar y recibir respuestas incluso orales para que podamos seguir concentrando nuestra atención en las imágenes de la pantalla.

La inteligencia artificial está en pleno desarrollo, aplicándose cada vez más a todo lo que nos rodea e incluso llegando a intervenir directamente en nuestras vidas más de lo que sería deseable. La hipertextualidad, con ya varios años entre nosotros, aportó nuevas formas de relación con la máquina: alargamos el brazo, pulsamos un enlace y recibimos el retorno explicativo. La relación con el mundo digital era hasta ahora tocando y recibiendo la respuesta, pero estamos empezando a saber «hablar» con la red, a interaccionar con nuestra voz  para recibir retorno. 

Progresaremos cada vez más hacia una relación simbiótica con la red, sometiendo nuestro despiste y reubicándolo, controlando nuestra atemorización ante las invasiones virtuales a nuestro territorio, reaccionando cada vez con más inteligencia y controlando este proceso imparable de simbiosis entre el mundo de lo humano y el mundo de lo digital/virtual. Como consecuencia de todo ello, emerge una nueva sociedad y un nuevo ser humano de estos encuentros.

Nuestro profesor se declara «tecnooptimista». ¿Entendemos esta perturbación sin temores? Este no es sino un paso más en el proceso evolutivo fascinante que siempre ha caracterizado la naturaleza humana, no diferente en esencia de golpear unas piedras para generar un bifaz, frotar dos palos para generar fuego, la escritura y tantos y tantos otros procesos que jalonan la historia de la humanidad. Es una etapa más de nuestra naturaleza, no es ajena a nuestra condición humana. Eso sí, va muy rápida. La simbiosis máquina-hombre se humaniza a pasos agigantados, el futuro está en construcción, un reto al que no tenemos otro remedio que apuntarnos.

Hasta aquí la transcripción de esta magnífica comunicación que recomiendo escuchar (y varias veces). Espero haber sido fiel a las ideas contenidas en ella en este escrito; y es que yo, todavía, me manejo mejor con lo escrito que con lo oral, al menos en este tipo de enseñanzas.