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domingo, 21 de enero de 2024

INCONGRUENCIA

Parece increíble como poco a poco vamos tragando con todo lo que nos van imponiendo. Algunas cuestiones pudieran tener su cierta lógica en sus inicios, pero con el paso del tiempo perdemos de vista su esencia, su razón de ser, y sirven para otros intereses que nada tienen que ver con su objeto primario.

Las ITVs -Inspección Técnica de Vehículos— existían desde los años 60 pero no eran como las conocemos actualmente. Se encargaban del control de los vehículos de transporte de mercancías y de viajeros y en caso de importación de vehículos o modificaciones de calado en ellos. Eran competencia de las Jefaturas de Industria de cada provincia, es decir, con control público.

En los años 70 siguieron con las mismas funciones, pero ya empezaron a ser declarados colaboradores algunos talleres particulares. Es en 1985 cuando se considera extender a todos los vehículos —esto incluye los de uso particular— un control para evitar la circulación a aquellos que no estuvieran en condiciones, especialmente en aspectos relacionados con la seguridad. Los talleres creados al efecto y autorizados tendrían unos puntos obligatorios de revisión y unos plazos: en aquellos momentos iniciales, la primera revisión en vehículos particulares era a los cinco años de su matriculación y luego cada dos años. Un nuevo coste económico que los conductores tuvieron que añadir a la aventura de disponer de coche propio.

Pero todo evoluciona y especialmente si detrás sobrevuelan aspectos económicos. Se argumentan razones y más razones, pero al final todo deriva en un coste que alguien tiene que abonar y aquí es donde pueden pagar justos por pecadores. La gran mayoría de los conductores mantiene sus vehículos en perfecto estado, por su propia seguridad, pero eso no le exime de pasar la ITV.

Diferentes modificaciones han ido acortando los plazos e incrementando el importe primero en pesetas y luego en euros de las revisiones obligatorias. Al final se trata de pasar la revisión cuando toque y pagar para tener el correspondiente sello en la Tarjeta Técnica del vehículo y una pegatina que, obligatoriamente, hay que poner en la luna delantera. Con los adelantos en tecnología y comunicaciones, los agentes de la Guardia Civil de Tráfico no necesitan comprobar documentos y pegatinas: sus coches y dispositivos están preparados para leer directamente las matrículas y saber si estamos al día en nuestras obligaciones itevelescas, de seguro obligatorio u otras.

Y tras todas estas consideraciones un poco históricas, entramos en el asunto. En esta semana he coincidido con dos buenos amigos, Miguel Ángel y José María, que están inmersos en una trampa legal que culminará a finales de este año. Residentes en el municipio de Madrid, en la zona interior de la M-30, ambos tienen sus vehículos en perfecto estado de funcionamiento, con todos los impuestos pagados y las ITVs superadas satisfactoriamente. Sin embargo, las nuevas disposiciones les impedirán usar sus vehículos a partir del año que viene, 2025. Salvo que el 31 de diciembre los saquen de sus garajes y los lleven fuera del alcance de la disposición, tendrían que llamar a una grúa para poderlos utilizar en sus viajes.

A mí no me afecta, como a otros muchos que vivan fuera de ciudades como Madrid que tengan esas zonas «especiales». Pero eso no es óbice, valladar ni cortapisa para que yo empatice con ellos en este problema. Vuelve a martillear mi cerebro aquel poema atribuido a Bertolt Brecht pero que al parecer es de un pastor protestante llamado Martin Niemöller. Decía…

Primero se llevaron a los judíos,

pero como yo no era judío, no me importó.

Después se llevaron a los comunistas,

pero como yo no era comunista, tampoco me importó.

Luego se llevaron a los obreros,

pero como yo no era obrero, tampoco me importó.

Más tarde se llevaron a los intelectuales,

pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.

Después siguieron con los curas,

pero como yo no era cura, tampoco me importó.

Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde.

De momento, solo ciudades como Madrid, Sevilla o Barcelona han implantado estas medidas que se entienden con fines medioambientales: ya, si eso. Irá llegando a los demás porque el trasfondo es otro. En Madrid, como mis amigos, se estima que uno de cada cinco coches no podrán circular aunque estén empadronados, al día de sus impuestos y… aquí quiero llegar, sus ITVs pasadas con éxito. Si los vehículos han pasado sus ITVs, en las que se incluye un control de humos contaminantes, ¿por qué no pueden circular? ¿Cuál es la razón? ¿Son viejunos? ¿Es esa una razón coherente? Los coches afectados son los de motor de gasolina matriculados con fecha anterior al 1 de enero de 2001 y los de motor diésel previos al 2006.

Con estas medidas, la ITV queda despojada de su razón de ser y nos lleva a la incongruencia, una más, que mis amigos y otros muchos tendrán que soportar. Y tendrán que tomar decisiones, el tiempo pasa muy rápido.