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domingo, 22 de junio de 2025

eBAHORRINA

 
Comencé a utilizar el correo electrónico a mediados de los años 90 del siglo pasado, en entornos empresariales. Una maravilla que dejó atrás el correo convencional con sus sobres y sellos y de paso y por añadidura el temido y odiado FAX. A principios de este siglo empecé a utilizar el correo electrónico en entorno personal por las facilidades que nos daban los proveedores de internet en nuestros domicilios. Al final, por cambios de proveedor e inconvenientes, acabé cayendo en las redes de Google y de Gmail en 2007. He tratado de liberarme de ellas contratando un correo de pago, pero es imposible. Desisto.
 
Son ya, pues, una treintena de años lidiando con las formas electrónicas del correo. El vocablo que enseguida nos viene a la mente relacionado con este tema es «SPAM», alojado ya con pleno derecho en el diccionario oficial, significando «correo basura», es decir, «correo electrónico de distribución masiva y contenido normalmente publicitario o malicioso, que se recibe sin haberlo solicitado». Fundamental lo de «no deseado» y con remitentes desconocidos o, lo que es peor, suplantados, tratando no solo de ofrecer publicidad sino de engañar con consecuencias por lo general negativas para los incautos.
 
Según se puede leer en la página web de ESET, el término se acuñó en los años 70 en la serie británica «Monty Python»: en un sketch titulado Spam de esta serie de 1970, dos clientes están haciendo un pedido en un local de comida basura y advierten que casi todos los platos del menú contienen SPAM, a la sazón y época, un tipo de carne enlatada. Aunque uno de ellos no quiere SPAM en su comida, pronto queda claro que el ingrediente es casi imposible de evitar... 
 
También ESET nos comenta que…
La primera campaña conocida de correo no deseado se llevó a cabo en el año 1978, y entregó mensajes en las bandejas de entrada de casi 400 (o el 15% de la totalidad) de los usuarios conectados a la red predecesora de Internet: Advanced Research Projects Agency Network (ARPANET). El mensaje promocionaba un anuncio de un producto de la empresa, pero tras recibir una gran cantidad de comentarios negativos, esta forma de marketing fue abandonada, al menos por un tiempo. 
La primera vez que este blog, con entradas desde 2007, me referí a este tipo de correo indeseado decía que… «…en lugar o además de tanta basurilla como circula por ahí, mientras el correo electrónico sea más o menos gratuito y no genere costes añadidos. Cuando haya que abonar algo, ya no circularan tantos correos, muchos de ellos spam y basura y el personal se cuidará muy mucho de enviar cosas de forma masiva».
 
La cosa no ha mejorado, sino todo lo contrario: ha empeorado hasta cotas inadmisibles. Y lo que menos llega son anuncios publicitarios no solicitados. Por el contrario, enlaces de xxxhing —fishing, pishing, smishing…— y otros contenidos fraudulentos, así como también peligrosas familias de malware — virus, gusanos, troyanos…— convirtiéndolo en una grave amenaza a la seguridad por la que todos estamos preocupados y que debería ser abordada por quién proceda porque el número de casos es alarmante.
 
Es verdad que los filtros antispam de las compañías de servicios y de antivirus han mejorado mucho y detectan una gran cantidad de ellos, pero eso no evita su llegada a nuestras carpetas, con el consiguiente gasto de red y espacio. Los «malos» también encuentran normas de burlar los filtros en una escalada sin fin. Además, nos obliga a una revisión concienzuda para su eliminación porque deberemos detectar si entre todos existe alguno que sí queremos recibir y nos podemos perder si optamos por una eliminación general. 
 
¿Recibe Vd. muchos correos spam? No sé en su caso, pero en el mío es frustrante, a diario, una montonera de correos —también, aunque menos, llamadas y SMS’s— que impactan en mi seguridad, privacidad e incluso, según los días, en mi bienestar emocional. Algunos de ellos contienen enlaces para un eufemístico «darse de baja», pero ¿quién se atreve a abrir los correos y hacer clic en esos enlaces? Pocas medidas podemos tomar a nivel individual cuando nuestra dirección de correo ha pasado a engrosar las listas que circulan por la red. Oímos filtraciones de todo tipo, accesos no autorizados a los ficheros de compañías tanto oficiales como privadas…
 
No hace falta que nosotros hagamos público nuestro correo electrónico o nuestro número de teléfono móvil. Lo son, por activa o por pasiva, sin que podamos hacer nada por evitarlo, solo por el hecho de estar más o menos activos en los mundos electrónicos. Si yo no facilito mi teléfono o correo, pero un amigo mío me tiene en su agenda y es un poco digamos descuidadillo… blanco y en botella.
 
Para aquellos más interesados en el asunto, remito a una entrada específica de este blog de septiembre de 2017 titulada «SPAM» donde hay algunas referencias a mecanismos que yo utilizo para defenderme de alguna manera de esta invasión diaria que, lejos de amainar, va in crescendo a medida que pasan los días.
 
Fiel a la costumbre, decir que «bahorrina» es sinónimo de suciedad, basura, desperdicio, excremento o porquería entre otros. Con la «e» minúscula delante lo mismo, pero en entornos digitales. Un fastidio diario además de un peligro.