No descubro nada si digo que el español —a veces se nos escapa lo del castellano— es un lenguaje muy rico, no solo por el número de vocablos sino por los muchos intríngulis que supone utilizarlo correctamente tanto por los nativos como por los extranjeros que intentan aprenderlo. Y cuando hablamos de utilización nos referimos tanto al lenguaje hablado como al escrito.
Masculino, femenino, neutro, singular y plural, verbos y sus conjugaciones, la «b» y la «v», la «ñ», la «h», signos de puntuación… Por si todo esto fuera poco… las tildes o acentos. Para volverse loco. Dice el diccionario que la tilde, además de otros usos, es «el acento, ese signo ortográfico español» que, apostilla el diccionario panhispánico de dudas, «es un signo auxiliar con el que, según determinadas reglas, representa en la escritura el acento prosódico, también gráfico y ortográfico». Siguiendo con el Panhispánico… «En español consiste en una rayita oblicua que, colocada sobre una vocal, indica que la sílaba de la que forma parte es tónica. La tilde debe descender siempre de derecha a izquierda —descendente—, esto es, como acento agudo (´), y no de izquierda a derecha (`), trazo que corresponde al acento grave, que carece de uso en español. El uso de la tilde se atiene a las reglas que se detallan a continuación y que afectan a todas las palabras españolas, incluidos los nombres propios». Y añado, que muchas veces se olvida, que las mayúsculas también se tildan.
Las normas de acentuación ocupan varias páginas. Por ejemplo, ¿quién se preocupa de la tilde diacrítica? Diacrítica es aquella que permite diferenciar en la escritura ciertas palabras de igual forma, pero distinto valor, siendo una de ellas tónica y la otra átona. En escritura, no es lo mismo número, que numero, que numeró: los acentos son vitales si queremos escribir bien. Esto es especialmente importante en los monosílabos, pues no es lo mismo «el» (artículo) que «él» (pronombre) o «más» (adverbio, adjetivo o pronombre) que «mas» (conjunción adversativa).
Todo esto nos lleva a un galimatías de proporciones descomunales, ya digo, siempre que queramos escribir bien. Es verdad que hoy en día hay multitud de ayudas en la red siempre que nos queramos preocupar. Por ejemplo, en esto de los acentos, ante alguna duda, utilizo la página https://llevatilde.es/ donde se pueden encontrar las soluciones y numerosas aclaraciones sobre este asunto de las tildes.
Ante todo, siempre nos queda el inconformismo y la rebeldía. Porque, además, las reglas no son inmutables y la Real Academia de la Lengua se encarga, de vez en cuando, de marearnos. ¿Se acuerdan cuando nos cambian el paso con la acentuación de «solo», entre otras? En 2010 quitaron la norma de su acentuación y, ante las críticas, poco tiempo después volvieron a la norma original. Por entonces, recuerdo, un conocido autor de nombre Arturo y de apellido Pérez y algo más, académico él de la Lengua por más señas, se declaró en rebeldía y dijo que él no iba a cumplir la normativa. ¿Nos devolvieron los acentos «solo» por esto?
Yo también tengo mi rebeldía particular con el acento de «tí». El otro pronombre, «mí», se debe acentuar cuando es pronombre y no acentuar cuando es posesivo. Pero «ti» solo hay uno y por lo tanto no hay que acentuar. Bueno, pues lo siento, yo pongo acento, me declaro en rebeldía contra las normas de la Academia. ¿No lo hace un diario tan prestigioso como «El País»? (véase la entrada del pasado 27 de julio de 2025 titulada «CRUZADA» en este enlace ).
Hay que decir que la tilde no es exclusiva del español, aunque otros idiomas no la utilizan con tanta profusión como nosotros. Bueno, el inglés no la utiliza para nada salvo algún extranjerismo incorporado.
¿«Qué» o «que»? ¿«Sólo» o «solo»? ¿«Rio», «río» o «rió»? ¿«Guión» o «guion»? ¿«Dónde» o «donde»? ¿«Cúal» o «cual»? ¿«Cómo» o «como»? La lista es interminable y la repuesta… pues depende, ¡de qué depende!, como decía la canción. Un verdadero rompecabezas para aquellos que se quieran ocupar y preocupar.
Pero hoy escribimos muy poco, casi nada, y además con rapidez en sitios en los que no es para nada importante una correcta escritura: ¿quién se preocupa en Whatsapp, Tiktok, Facebook u otras de escribir bien? ¿Incluso en los correos electrónicos? Es verdad que hay correctores automáticos pero muchas veces son más estorbo que ayuda, ignorando algunas y cambiando completamente otras palabras de las que nos daríamos cuenta si revisásemos el mensaje, cosa que normalmente no hacemos. Salvo en ambientes universitarios —una cruz para los estudiantes—, escritores y editores de libros, prensa —donde los gazapos son más que frecuentes— o artículos en revistas, lo de escribir bien ni está ni, casi, se le espera.
Para finalizar y como curiosidad decir que los lapsus linguae ─errores involuntarios que se cometen al hablar─ se los lleva el viento, aunque hoy en día parece que todo queda grabado. Sin embargo, los lapsus calami ─errores mecánicos que se cometen al escribir─ son más delicados y se quedan en el papel o en la pantalla. Espero no haber cometido muchos en esta entrada. En todo caso, pido disculpas anticipadas por ello y me comprometo a revisarla una y otra vez, ya que lo electrónico siempre es susceptible de ser arreglado.