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domingo, 6 de abril de 2008

DST



Cada vez estamos más acostumbrados a los acrónimos, o también siglas, esos resultantes de juntar palabras o de juntar sus iniciales con más o menos gracia. En el caso de nuestro título, DST es la abreviatura o convención para la frase inglesa “daylight saving time” que en español traducimos generalmente por “horario de verano”. Allá por 1916, a un señor llamado William Willett se le ocurrió la idea y desde entonces se emplea casi de forma regular muy a pesar de lo que muchos pensamos. Hay que aclarar que no en todos los países del mundo se utiliza, siendo más generalizado en el hemisferio norte como puede verse en el plano adjunto extraído de la socorrida Wikipedia, esa enciclopedia activa en internet donde todos podemos aportar pero que generalmente usamos para obtener información.

Las razones aducidas son de índole económica derivadas de un mejor aprovechamiento de la energía solar, y siempre referidos a los humanos. Me imagino que los animalitos del campo se seguirán rigiendo por sus propios relojes biológicos y les traerá al fresco el cambio horario, salvo que vivan en granjas y sus dueños adapten los horarios en los que les entregan la comida y se vean por ello afectados.

Algo parecido sucede con nuestros niños pequeños e incluso con nosotros mismos, que andamos unos cuantos días que no sabemos si nos levantamos pronto, o nos acostamos tarde pero que parece que vamos por la vida un poco “descolocados” mientras ajustamos, ponemos en hora, nuestro reloj biológico, cuestión que es un poco más difícil que ajustar la ristra de relojes que tenemos en casa, si es que no son de esos modernos que se autoajustan cuando pasa el satélite.

A mí me parece muy bien lo del ahorro económico, pero podían calcular lo que me corresponde y, si no es mucho, que no lo sé, pagaría gustosamente la parte alícuota para conseguir que a mí y a mi familia nos dejaran en paz ese par de veces al año, una a principios de primavera cuando “nos quitan” la hora y otra a principios de otoño cuando nos la devuelven. Vaya, que casualidad, siempre primero quitar y luego devolver, debe ser consecuencia de que la norma la implantan los gobiernos, bien por convencimiento o bien dejándose llevar por la tónica general, aplicándonos los mismos parámetros que con otros asuntos, como por ejemplo el dinero que pagamos a Hacienda, que no sé cómo se las apaña pero al final tiene que devolver a muchos ciudadanos el dinerillo que les ha cobrado de más cuando se pone en claro la declaración de la Renta.

En fin, que en mi opinión el amigo Willett, puesto a pensar, podría haber pensado e inventado alguna cosa más práctica y nos podía haber dejado en paz un par de veces al año. Todos los años hay encuestas de la opinión pública y hay que reconocer que hay división de opiniones aunque en general no nos gusta el cambio. Personalmente no estoy convencido de su utilidad y de su ahorro, ya que lo que no se va por tardes se va por las mañanas. Para ser efectivo habríamos de estar ajustando una determinada hora del día, en la que todos más o menos nos levantáramos, para que coincidiera con la salida del sol, con lo que tendríamos montones de horas en cada país y estaríamos cambiando de hora cada semana. A lo mejor así se acababa el asunto de una vez para siempre.