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domingo, 4 de agosto de 2019

EXTINCIONES





Los científicos estiman en 4.500 millones de años la existencia de nuestro planeta Tierra. Todo son estimaciones, 700 años después aparecieron las formas elementales de vida y tuvieron que pasar miles de años hasta que hace unos 7 millones de años unos primates se pusieran a dos patas como ancestros de lo que hoy somos los llamados homo que se empezaron a considerar como tales hace algo más de 3 millones de años por el descubrimiento realizado por Donald Johansson en Etiopía de Lucy, un esqueleto catalogado en la especie Australophitecus Afarensis. Vamos, que siendo prácticos y de forma comparativa llevamos unos segundos en este planeta.

A lo largo de los mencionados 4.500 millones de años han tenido lugar cinco extinciones masivas. Nuestro querido diccionario aclara poco el alcance de este término en su segunda acepción: «Hacer que cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen gradualmente». Para lo que nos interesa improvisaríamos una definición como «Una disminución amplia y rápida de la biodiversidad en la Tierra, que provoca la desaparición de especies sin descendencia».

La última y más conocida, la llamada de los dinosaurios, tuvo lugar hace 65 millones de años, pero no fue ni mucho menos la más devastadora. Anteriormente otras cuatro que tuvieron lugar respectivamente 208, 252, 373 y 443 millones de años, fueron mucho más devastadoras. Renovarse o morir dice el refrán, y la misma Tierra se aplica el cuento, pues tras las hecatombes volvió la vida de forma renovada con nuevas formas de expresión. La ocurrida hace 252 millones de años, final del período Pérmico, fue la más devastadora y casi tuvo como consecuencia la destrucción total de la vida.

Estas cinco extinciones comentadas tuvieron, todas ellas, causas que podríamos considerar naturales, fuerzas ambientales internas o externas ─meteoritos, terremotos, tormentas... ─. Muchas voces se alzan manifestando que estamos inmersos en una nueva y lenta extinción, que sería la sexta y que tiene una característica que la diferenciaría de las anteriores: el ser impulsada por o derivada de la actividad humana.

Para aquellos interesados y que no tengan (demasiados) remilgos con el inglés, mi recomendación es adentrarse en un magnífico curso MOOC en la plataforma FutureLearn titulado «EXTINCTIONS», accesible haciendo clic en este enlace. En función del interés personal, el estudiante quedará fascinado por las explicaciones de los científicos sobre el particular y abrumado por el hecho de hablar de millones de años como si fueran segundos…

Pero volviendo al tema que nos ocupa, si admitimos que estamos ante la sexta extinción y que somos los humanos los que la estamos provocando con nuestras agresiones, debemos saber que la Tierra se defenderá y pasarán nuevamente muchos millones de años para recuperar su esplendor, un esplendor que no contará muy probablemente con nuestra presencia. Mientras el Sol siga brillando, la Tierra se recuperará, una y otra vez. «Como administradores del planeta, los humanos necesitan darse cuenta de que podemos aprender de estos eventos de extinción masiva anteriores. Y tenemos que hacer todo lo necesario para garantizar que no causemos el sexto evento de extinción en masa».

No hacemos caso al cambio climático que estamos provocando con nuestras emisiones de CO2, el calentamiento de la atmósfera, la subida del nivel de los océanos o la disminución de la capa de ozono. Algunos efectos que antes eran más débiles y más espaciados, como los tornados y tormentas tropicales, ahora son más continuos y con mayor virulencia. La contaminación de las ciudades provoca efectos más o menos perniciosos en sus habitantes y el uso de abonos químicos y pesticidas y el ultra procesamiento de los alimentos tendrán consecuencias a medio o largo plazo. Parece que la cosa no va con nosotros, pero poco a poco vamos sufriendo los cambios. Una etapa más en la historia, dicen algunos, pero de una intensidad y una rapidez que asusta. Quizá nosotros no lo veamos, si bien «Estamos en el precipicio, pero creo que, si actuamos ahora, podemos cambiar el curso de esta trayectoria. Realmente necesitamos hacer esto, no por nosotros mismos sino por las generaciones futuras que vivirán en este planeta».

En inglés y simplificando, se trata de aplicar y aplicarnos las cinco «R»: reduce, reuse, recycle, restore, replenish, para evitar la degradación de los ecosistemas y los recursos naturales. Para ello, algunas tendencias serían el dejar de consumir combustibles fósiles, proteger la Tierra y los océanos, respetar la vida animal, acabar con el tráfico animal de animales salvajes, controlar el aumento de población, racionalizar el transporte de personas y productos (esta semana se ha alcanzado el record de 230.000 vuelos de avión en un día) y una última recomendación casi imposible siquiera de considerar: acabar con la concentración multitudinaria y masiva de personas en ciudades.

Hace ya meses que hice el curso MOOC mencionado y tenía como pendiente dedicar una entrada en el blog a este tema. Lo que me ha disparado la intención ha sido una entrevista en El Mundo de esta semana a Lewis Dartnell con motivo de su último libro titulado «Orígenes. Cómo la historia de la Tierra determina la historia de la humanidad». En la entrevista hay una frase suya que llamó poderosamente mi atención: «La Tierra hizo al hombre y ahora es a la inversa». Sólo que el hombre no hace, destruye, porque «La humanidad ha avanzado con soluciones a problemas causados por las "soluciones" anteriores».

Cuando las consecuencias no son inminentes, los humanos tendemos a minimizar nuestras acciones y pensar que eso no va con nosotros. La fuerza de voluntad y la perseverancia en las actividades son cuestiones complicadas, máxime si la cosa no nos afecta directamente. Hay que ponerse las pilas en estos asuntos, pero… ¿cómo?